"Ancla" salarial: sin poder recurrir al dólar o tarifas, el Gobierno busca que los sueldos frenen la inflación
Todo va quedando más claro. El plan original falló y el volantazo ya se hizo, aunque no significa que el Gobierno vaya a tener éxito.
De hecho, lo mismo intentó Cristina Kirchner, en forma sucesiva, en 2013 y 2014 y no pudo.
Utilizar a los salarios como "ancla" para frenar la inflación -como ahora pretende Casa Rosada- puede resultar tentador como mecanismo, pero su implementación tiene sus costos. Incluso, hasta pueden ser mayores a los previstos inicialmente.
El modelo original del Gobierno "mutó" luego de chocar con la realidad: las altas tasas de interés tenían como objetivo primordial mantener a raya los precios, pero ya quedó claro que esa receta no alcanzó.
Así, el Ejecutivo ahora opta por recurrir a los salarios, para que sean estos los que oficien de ancla inflacionaria. En la visión oficial, el "numerito mágico" es 15.
En otras palabras, acercar las paritarias a esa cifra es visto como una alternativa para mantener cortitas a las expectativas de inflación.
El primer problema es que nadie cree en la meta fijada por el Gobierno y el Banco Central para este año.
Ni siquiera la reciente corrección, por la que se elevó el máximo tolerable del 12% al 15%, resultó veraz para las consultoras de la City, que ya elevaron sus proyecciones hasta una banda de entre 18% y 20%.
El segundo inconveniente refiere a los "maleficios" que trae aparejada cada ancla que se elige para moderar la nominalidad de la economía.
Es que su aplicación no es gratuita. Cada una tiene sus costos y el impacto se nota directamente en el funcionamiento de la "macro".
Ancla salarial
Ahora, sin la posibilidad de recurrir a las tarifas de los servicios públicos o al dólar, el Gobierno apuesta a que sean los salarios los que moderen la inflación.
El inconveniente que enfrenta Mauricio Macri es similar al de Cristina Kirchner: el pretendido techo en las paritarias no es tan fácil de fijar.
Antes, la aplicación de "sumas puente" entre una paritaria y la próxima o la entrega de sumas fijas. Ahora, la llamada cláusula gatillo. En todo caso, el intento se reduce a ajustar la nominalidad de la economía.
Resulta paradójico, pero si finalmente Macri tiene éxito e impone el ancla salarial (15%) contra la inflación, podría sufrir una dura derrota en otro frente: el crecimiento económico.
En otras palabras, que los salarios crezcan un 15% afectará tanto al nivel de actividad como al consumo, tal como ya diera cuenta iProfesional.
"Tendremos un primer cuatrimestre con retroceso del consumo masivo. Básicamente, porque los nuevos salarios de los gremios más fuertes -comercio, gastronómicos, camioneros- recién regirán a partir de abril o mayo", afirma Emmanuel Alvarez Agis, ex viceministro de Economía, en diálogo con iProfesional.
"Hasta ese entonces, y con una inflación recalentada, el poder adquisitivo de los asalariados se verá resentido. Eso se reflejará en los niveles de compra y, por lo tanto, en la actividad", completa.
En igual sentido se expresa Gabriel Zelpo, economista de Elypsis: "Es muy probable que la inflación supere el 15%. De ser así, el consumo será la variable de ajuste".
En su visión, "tendremos un nivel de actividad más frío que el esperado y peor que el del año pasado".
"El consumo no va a ser el motor de la economía argentina", coincide el economista Miguel Bein.
En general, los analistas ven un 2018 partido en dos: un primer semestre más complicado, por los aumentos de bienes y servicios (que harán mella en el poder adquisitivo) y una segunda parte en la que el nivel de compras puede mejorar, aunque no mucho.
Para Guillermo Oliveto, director de Consultora W, el consumo puede incrementarse 1% en el año, pero siempre que el país logre crecer un 3%.
¿Y el crecimiento?
El consumo interno representar hasta un 70% del PBI, según cálculos de Eduardo Fracchia y Carlos Belloni, del Instituto Argentino de Economía (IAE).
Ahora bien, si el ancla en salarios impide que ritmo consumista sea la gran locomotora de la economía, ¿qué otra variable puede ayudar al crecimiento?
Ante la consulta, los analistas afirman que una parte será aportada por la inercia del año previo.
Señalan que el "efecto arrastre" contribuirá con algo más de un punto del PBI: 1,2%, según los cálculos de Elypsis, y 1,5%, según las estimaciones de de Agis.
Repasando lo acontecido en 2017, el crecimiento económico se apuntaló en:
- El repunte del consumo, en un 47%
- La inversión, en un 28%
- La variación de stock, en un 25%
Esto último refiere a la producción de bienes que no fue ni consumida ni vendida al exterior.
"Para 2018 se hace difícil hallar fuentes para el crecimiento", expresa a iProfesional un economista cercano al Gobierno.
"Para darle empuje a la economía, se está intentando abaratar el costo del dinero, pero no creo que la baja de la tasa de interés alcance", completa.
Por lo pronto, la apuesta del Gobierno para morigerar el enfriamiento (o caída) del salario real es el crédito.
Es decir, intentará que ocurra algo similar a 2017, cuando el boom de préstamos hipotecarios, personales y prendarios contribuyó a mejorar el nivel de actividad.
En el caso de las empresas, y bajo la lógica oficial, un tipo de cambio más alto y tasas más bajas harán que se les facilite competir. "Es una señal. Ahora tenemos que esperar los resultados", agrega la fuente.
Otras anclas del pasado
Siempre que se busca un "ancla", surgen sectores damnificados y serias distorsiones, que se van haciendo cada vez más difíciles de sobrellevar.
La historia económica reciente aporta innumerables testimonios en este sentido. En particular, cuando se recurrió a "freezar" las tarifas o bien a atrasar al dólar como mecanismos para morigerar la inflación.
1. Ancla tarifaria
Para los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, el congelamiento de las tarifas de los servicios públicos era como un "salario indirecto".
Buena parte de dinero que las personas "ahorraban" con los subsidios a la luz, gas y transporte se canalizaba al consumo interno, lo que favorecía el crecimiento económico.
El problema de esta estrategia es que precios freezados, en un contexto de costos en alza, deriva en una aguda desinversión de las empresas y en la falta de incentivos para producir.
Además, los elevados niveles de consumo de gas debieron solventarse a través de importaciones cada vez más caras, que dejaron a la Argentina sin las divisas necesarias para crecer.
Esa escasez de dólares desembocó en presiones sobre el tipo de cambio y en el frenazo en el proceso industrializador.
Un par de datos dan cuenta de lo perjudicial que resultó el ancla en tarifas de los servicios públicos: según KPMG, la producción de gas natural se desplomó un 26% y la de petróleo, un 12% entre 2005 y 2015.
2. Ancla cambiaria
La convertibilidad aporta el mejor ejemplo de cómo el ancla cambiaria puede derrotar a la inflación pero a costa de una degradación en la industrialización y de un proceso que terminó con una fenomenal crisis.
Sin llegar a esa experiencia extrema, recurrir al atraso cambiario para frenar la suba de precios corroe el potencial económico ya que:
- Impide potenciar las exportaciones
- Perjudica a las economías regionales
- Abarata las compras en el exterior
- Se acrecienta el déficit de cuenta corriente
- Implica una necesidad creciente de dólares
Ese rojo comercial que se genera debilita a la economía y lleva a cualquier gobierno a una dependencia mayor de divisas (entran menos divisas por exportaciones de las que deben pagarse por importaciones).
Hoy día, ese "bache" se profundiza por los intereses de la deuda pública contraída para financiar el gradualismo.
¿Será el 2018 un espejo del 2016?
De cara a las paritarias que se avecinan, y más allá de las cifras que se vayan acordando, habrá un elemento adicional para explorar.
Concretamente, si habrá luz verde del Gobierno para implementar la llamada "cláusula gatillo": si los precios suben más que los salarios, las partes acuerdan pagar la diferencia.
Reconocidas fuentes anticipan que el macrismo aceptará este tipo de acuerdos pero con una condición: la no retroactividad.
Es decir, que en caso de existir una revisión trimestral, el ajuste se haga hacia adelante pero sin actualizar los sueldos ya abonados.
Sea con cláusula o sin ella, lo que es seguro es que el crecimiento será más peleado de lo inicialmente se preveía.
Transitadas unas pocas semanas del 2018, algunos ya se empiezan a preguntar si será como el 2014 y el 2016, caracterizados como años de ajustes.
Sin embargo, para este período aparece una diferencia: ya sin la posibilidad de recurrir al dólar atrasado o a las tarifas congeladas para frenar los precios, serán los salarios los que tengan la difícil tarea de oficiar como ancla para frenar una inflación que sigue sin dar tregua.