Moyano y Galperín, destinados a ser "socios a la fuerza" en el negocio de la nueva normalidad
A los críticos de Hugo Moyano les gusta acusar al líder camionero de ser algo así como una encarnación del pasado. Y el reciente conflicto con Mercado Libre dio pie para que esas acusaciones reverdecieran. Fue así que en los medios, en las redes sociales y en las polémicas empresariales abundaron los planteos en los cuales Moyano y Marcos Galperín representaban dos modelos de país diferentes: uno que se maneja con lógica del siglo pasado y otro que mira al futuro.
Sin embargo, detrás de sus métodos intimidatorios, el camionero ha demostrado a lo largo de su ascenso al liderazgo sindical que ha sabido anticipar los cambios de ciclo que se han vivido en la economía argentina.
Y este nuevo conflicto no es la excepción: tras el escándalo de los bloqueos a las plantas de distribución, está ahora en marcha una negociación cuya terminación será la forma en que Moyano sea parte del nuevo negocio en expansión Argentina.
Muy lejos de las iniciativas del universo K de pensar en replicar un modelo estatal de plataforma de comercio electrónico –de hecho, se llegó a probar un prototipo en la provincia de Santa Fe-, Moyano da señales de entender que no por casualidad Mercado Libre figura en el ranking de las 40 empresas que más crecieron en el mundo durante la pandemia. Y está diseñando su participación en esa nueva etapa.
A caballo de los cambios económicos
La historia de Moyano muestra cómo adaptó su estrategia y su agenda a cada cambio de ciclo. Pasó de ser un líder camionero de línea dura que hizo su primera gran demostración de fuerza con un paro por tiempo indeterminado durante el final del gobierno menemista, a ser un resorte del poder al que todos los presidentes temieron.
En los 2000, entendió el cambio que implicaría el boom global de la demanda agrícola: mientras el país recibía de lleno las ventajas de la súper soja, el sistema de transporte pasó a depender más que nunca de los camiones y menos de otros medios tradicionales, como los ferrocarriles.
Fue así que, en menos de una década, la carga transportada por los camiones aumentó un impresionante 50%, debido a la suba en la exportación de soja y también por la mayor producción industrial. Y quien participa en toda esa cadena logística que va desde los campos y las fábricas hasta los puertos se convierte, por definición, en alguien poderoso.
Lo supo mejor que nadie Néstor Kirchner, que le cedía espacios de poder y lo utilizaba como referencia para el resto del mercado al fijar el "techo Moyano" en las negociaciones salariales.
En aquella época, el gremio camionero logró ascender en el ranking de los mejor pagos del país, dejando muy atrás a trabajadores de sectores como la construcción, el comercio o los docentes.
Fue en ese momento en que se empezó a hablar de una nueva "clase media obrera", un fenómeno cuya principal prueba era el hecho de que el salario promedio de los camioneros se llegó a ubicar un 50% por encima del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias.
Y era en ese contexto que Moyano cambió de agenda reivindicativa, priorizando el reclamo por la baja de Ganancias antes que las paritarias –"el tema salarial ha pasado a un segundo plano", decía-. En aquellos días del segundo mandato de Cristina Kirchner, el líder camionero protagonizaba una rara coincidencia con los reclamos de la clase media cacerolera mientras que se enemistaba con el kirchnerismo más ideologizado.
Como muestra del clima de época, en el oficialista Página 12, dos hombres caracterizados como "oligarcas" (con típica ropa de estancieros) dialogan: "¿Ultimamente no lo notás como rubio y de ojos celestes a Moyano?", pregunta uno, justo en el día en que se producía una manifestación en reclamo de un alivio en Ganancias.
Lo cierto es que ese castigo impositivo a las clases medias terminó siendo uno de los factores que determinó la derrota peronista en la elección de 2015, cuando Moyano compartía actos con el candidato Mauricio Macri.
Ampliando influencia gracias a las empresas grandes
Durante ese período de ascenso, la estrategia expansiva de Moyano combinó dosis de conflictividad y negociación. Por un lado, desplegó la ampliación de su base de afiliados por la vía de "morder" en otros gremios, motivo por el cual profundizó sus diferencias con los "gordos" de la CGT.
En ese proceso aplicó el principio de que en toda actividad donde se moviera mercadería, el personal debía estar afiliado al sindicato camionero. De esa forma logró sumar a personal de reposición de supermercados, a recolectores de residuos, a choferes de camiones de caudales, al transporte de combustibles, los servicios de mensajería y muchos otros. Ese control sobre toda la cadena logística del país le dio su fama de poderoso y justificó el famoso cantito de los militantes camioneros, que al son del tema "Siga el baile", advertía: "Si lo tocan a Moyano, les paramos el país".
Pero además de "apretar", Moyano también supo consolidar su poder por la vía de la negociación con las grandes empresas. Ahí estuvo una de sus grandes astucias: hizo que en los sectores donde se suscribiera el convenio camionero las compañías se beneficiaran con una devolución de aportes patronales, por ejemplo.
También presionó para que las grandes empresas de logística se impusieran en el mercado, en desmedro de los camioneros cuentapropistas. Y hasta ayudó a los transportistas a conseguir mejores condiciones de contratación en el negocio agrícola, con tarifas que no dependieran de los altibajos del precio de los commodities.
Y una de las tácticas patentadas por Moyano fue la de aprovechar la influencia y visibilidad de empresas grandes para presionar sobre la multitud de pequeñas empresas que cumplían servicios tercerizados. Por caso, hubo bloqueos a plantas de Siderar –del grupo Techint- como protesta por problemas en los pagos de aportes patronales por parte de las firmas proveedoras.
Es decir, aunque el motivo del enojo de Moyano no era Techint sino una veintena de empresas transportistas que trabajaban para Siderar, la táctica usada fue apuntar contra la firma mayor. De esa forma, se amplificaba el ruido político y mediático del conflicto, y hasta se contaba con el apoyo de la empresa grande para apurar la solución de las empresas chicas.
En aquel momento, el Gobierno buscó un camino intermedio: no aceptó el pedido de Moyano para que 1.000 choferes que trabajan indirectamente para Techint pasaran a formar parte de la planta permanente, pero sí obligó a la siderúrgica a hacerse responsable por la normalización de la situación laboral de esos transportistas.
Tiempos nuevos, las armas de siempre
Las reminiscencias de esos viejos conflictos reaparecieron en el caso de Mercado Libre. Como dejó en claro Juan Martín de la Serna -que dirige el negocio en Argentina desde que Marcos Galperín mudó su residencia permanente a Montevideo- los principales perjudicados por el bloqueo a las cinco plantas son los propios afiliados al sindicato de Moyano, dado que Mercado Libre no tiene una infraestructura de transporte propia y terceriza ese servicio.
"Toda la actividad de distribución de paquetes de las compras a través de Mercado Libre la realizan empresas afiliadas al Sindicato de Camioneros. Este es un reclamo sólo por la gente que está trabajando dentro del mercado Central y que están afiliados al Sindicato de Carga y Descarga. Llama mucho la atención que este accionar de Camioneros lo que haga es complicarle la vida a sus afiliados", dijo el ejecutivo.
Y es un punto reconocido por el propio Pablo Moyano, que conduce el gremio camionero: "Como no se está transportando nada de Mercado Libre, contrataron a una empresa de camiones, Ocasa, que a su vez subcontrata fleteros que no están bajo el convenio colectivo".
Es probable que el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, haya sentido el cíclico retorno de los viejos conflictos. Como hace una década con Techint, ahora también se busca una tregua cuya base de entendimiento sea la paz laboral a cambio de que Mercado Libre ayude a que esos servicios tercerizados dejen de ser prestados por autónomos y se "normalicen".
Moyano intenta agrupar esa creciente cantidad de fleteros -que no están comprendidos en el convenio camionero- en una asociación reconocida por Mercado Libre.
De momento, esto implica que los Moyano tolerarán la coexistencia de otro sindicato, el de Carga y Descarga, para el personal que trabaja en los centros logísticos y que sí es empleado de Mercado Libre.
"De la distribución y todo lo referente a la salida de los artículos del depósito se encargan Andreani y Ocasa. Ahí es donde Camioneros perdió 1.500 afiliados, porque empezaron a trabajar como fleteros monotributistas para esas empresas, pero nosotros no tenemos nada que ver con el transporte", dijo Daniel Vila, líder del sindicato que resiste el avance moyanista.
"No les tenemos miedo", desafió Vila, erigido en el otro protagonista de la historia, y que defiende la afiliación de 1.300 trabajadores que manifiestan estar más contentos con sus condiciones laborales que con las de Camioneros. Vila argumenta que sus afiliados, con un promedio de edad de 21 años, ganan un salario bruto de $75.000 más beneficios.
Con la negociación en curso -según pidió Alberto Fernández-, Moyano jugó sus cartas y de momento parece conformarse con el hecho de que nadie que reparta paquetes de Mercado Libre quede fuera de su radio. Lo cual no es poco, claro está: el "unicornio" que dirige Galperín es la empresa más valiosa de Argentina, con una cotización de u$s50.000 millones, domina el canal del e-commerce y está llamada a ganar un lugar protagónico en la economía post pandemia.
No es un dato menor el hecho de que OCA, la empresa de logística en proceso de reconversión tras la quiebra, sea coadministrada por el sindicato y esté en la mira del líder camionero.
Así como hace 20 años olfateó que el boom sojero cambiaría la estructura económica del país, ahora Moyano está dando señales de comprender la economía que viene: un poco con "apriete" y otro con negociación, ya avisó que también quiere ser parte del sector que tiene los boletos de ganador en la "nueva normalidad".