• 22/12/2024

Por qué un vino con calificación perfecta de 100 puntos puede no gustarte

Cuando se está frente a un vino multipremiado, solemos obligamos a que nos impacte. Pero, ¿qué pasa cuando sucede lo contrario?
05/09/2024 - 21:29hs
Vino puntaje concurso vinos Malbec

El vino perfecto en la teoría no existe, hasta que aparece un vino con puntaje perfecto. Igualmente, este hilo que intenta convertirse en una reflexión ordenada no busca centrarse exclusivamente en los vinos con 100 puntos, sino que buscamos ampliar el abanico más allá. Estamos hablando de los vinos con altos puntajes, las etiquetas que son destacadas como grandes revelaciones y los ejemplares que aparecen en los medios (sí, nosotros) como, por ejemplo, "el mejor Malbec del mundo".

El tema, igualmente, no es tanto de los vinos. Porque, en general, son todos vinos muy buenos, excelentes. Ni tampoco por los críticos, que también: son muy buenos. El debate pasa más por el abordaje del consumidor hacia esos vinos. Planteo esto porque veo cómo usualmente un vino que tiene pegada la etiqueta de 96, 97 o 98 puntos de algún crítico internacional (no abundan los de 100) suele imponer respeto. O, más que respeto, siento que genera cierto grado de ansiedad en el consumidor. Una ansiedad mezclada con presión, porque si le pusieron ese puntaje, tiene que gustar, ¿o no? Y ahí es cuando surge esa necesidad, de algunos, de adaptarse al paladar de otros, por sugestión o por vaya a saber qué presión social.

Vinos con puntaje: ¿ciencia exacta?

El aspecto paradójico es que llegar a esos noventa y pico de puntos encierra una parte de crítica objetiva (¿el vino tiene brett? ¿Tiene olor a corcho? ¿Los taninos están verdes y se sienten rústicos?) pero hay un último tramo de crítica donde el terreno se vuelve más subjetivo: ¿su paleta aromática es elegante? ¿La textura es agradable? ¿Cuánto hablan los taninos del perfil de suelo? ¿La madera está integrada? ¿Hay un equilibrio general? ¿Y cuán equilibrado debe ser equilibrio?

Decíamos que es paradójico porque, en ese tramo final de la cata, no termina habiendo una ciencia exacta para criticar bien o mal a un producto donde sí hay mucha ciencia por detrás. El vino es conocimiento, investigación y ciencia. Desde uso de tecnología satelital, hasta equipamiento de laboratorio, hoy es posible medir todo.

Siempre digo que ingenieros agrónomos y enólogos (y bodegueros) se llevan la parte más laboriosa, que es hacerse amigos del clima y lograr lo que consideran la mejor representación de cada vendimia.

Y luego entra a jugar el rol de la crítica, que tiene mucho sentido y tiene mucho valor. En un Big Bang en expansión como es el universo del vino, alguien tiene que tomarse el trabajo de tratar de ordenar ese hermoso caos. Y eso requiere de una dosis de inteligencia emocional, algo que, estoy seguro, ninguna IA podrá replicar porque la IA no prueba vinos y está lejos de emocionarse.

Y ahí llegamos a un aspecto central: la diferencia de 1, 2, 3 puntos que puede haber entre un crítico y otro responde, muchas veces, a esa cuota de emoción que puede despertar un vino.

Y hay que entender que el partido no se juega en una escala de 0 a 100. La escala que importa en el mundo de los puntajes es el que va de 90 a 100 (de hecho, hay críticos que no publican etiquetas por debajo de ese nivel). Entonces, una diferencia de hasta 3 puntos puede ser un abismo.

Los dos críticos están diciendo, a través del puntaje, que el vino les gustó, pero el gap muestra que hay una cuota de subjetividad, que es la misma que puede tener el consumidor.

Vinos de antes versus vinos actuales

Además, es importante siempre poner al vino en su contexto histórico. Un ejemplo es que hace 30 a 40 años, un crítico estadounidense llamado Robert Parker, que supo ser ultra influyente (se ganó amigos y enemigos), premiaba con buenos puntajes a los vinos ultra maduros, con fruta tipo mermelada, concentrados y con mucha, mucha madera. De hecho, buena parte de la vitivinicultura argentina, hasta bien entrados los años 2000, iba por ese camino; un camino que en algún momento dio un giro de 180 grados, dado que hoy se premian, por lo general, vinos más fluidos, con buena textura, rica acidez, una fruta crujiente y una madera que, si está, no tape la materia prima.

¿Nos mentían acaso esos vinos premiados del pasado? No, para nada. Eran esos vinos bajo esa mirada y en ese contexto determinado de tiempo. A la Argentina, de hecho, le sirvió en los albores de la exportación para posicionar sus Malbec competitivos en precios y calidad, porque era un estilo que le salía muy fácil y muy bien. 

Ahora, el péndulo premia, como decíamos, un estilo completamente diferente. Y es muy probable que el péndulo se quede en este estilo, el actual, por mucho tiempo. Y aquí es cuando volvemos al disparador inicial: ¿qué pasa si pruebo un vino con puntaje (casi) perfecto y no me gusta? ¿Qué pasa si el paladar de un consumidor se quedó con esa vara que premiaba a los vinos sucrosos, redondos, con fruta tipo confitada y mucha madera? No hay delito. 

Nuevamente: las críticas plasmadas en guías o concursos, son útiles y suman a la industria. Alguien debe darle forma a este hermoso caos. De hecho, si yo fuese propietario de una bodega, no dudaría en presentar mis vinos y colgarle el collarín con un alto puntaje en caso de obtenerlo. Seguramente venda más. Y es absolutamente válido.

La única recomendación es tratar de conocer quién es el catador que está por detrás o entender la filosofía del certamen a la hora de premiar. Así entenderemos qué estilo de vinos valora y podremos al menos intentar anticipar si su criterio se adapta a nuestro paladar, antes de invertir en un vino.

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