Una agenda "K" y otra para el establishment: Massa despliega su estrategia para seducir a todos los públicos
El día del debut de Sergio Massa como candidato ya dio la pauta de cómo será su particular campaña. Y lo primero que quedó en claro es que, contrariamente a lo que había dicho hace algunos meses, no sólo no ve incompatibilidad en el hecho de seguir siendo ministro sino que basará en la gestión su estrategia electoral.
Una estrategia que, por otra parte, está muy clara: Massa tiene dos públicos muy diferentes a los que seducir, y a cada uno le enviará mensajes específicos. El primero es el de los votantes kirchneristas, que lo ven con desconfianza por su perfil "de derecha". El segundo es el "establishment", es decir los empresarios, los lobbies, los inversores, los bancos y la burocracia internacional, que no hacen ganar elecciones en las urnas pero las pueden hacer perder en la cotización del dólar.
Y Massa se cuidó de cuidar a ambos públicos. La buena receptividad del establishment se notó de inmediato, con la suba de bonos soberanos y de acciones argentinas que cotizan en Wall Street, así como en el alivio en el frente cambiario.
La apertura del mercado ya fue todo un mensaje sobre lo que se espera de una eventual presidencia de Massa: lideraron las subas Edenor, Banco Macro, YPF y TGS. Puede interpretarse como una expectativa de que el candidato mantendría su modelo de alianza entre el Estado y empresarios "expertos en mercados regulados" en el área de servicios públicos y que, además, profundizará su apuesta por el sector energético como nuevo impulsor de exportaciones.
En cuanto a los bonos y al dólar paralelo, el mensaje implícito es que hay optimismo respecto de que lleguen a buen puerto las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional para salir de la encrucijada financiera.
De hecho, esa había sido la argumentación de Massa en la interna peronista: que su propia candidatura era el requisito para estabilizar el frente cambiario, porque el organismo lo percibe como un político con autoridad para tomar medidas difíciles, pero que esa confianza se perdería si el candidato fuera otro, porque quedaría "desempoderado". Bajo ese punto de vista, Kristalina Georgieva y su staff no tendrían mayor incentivo para negociar con un funcionario en un gobierno de salida, que probablemente perdería las elecciones, y preferirían congelar el acuerdo hasta poder sentarse a hablar con el gobierno entrante.
Ahora, con su candidatura confirmada, el mercado cree que los demorados desembolsos para reforzar las reservas se terminarán concretando. El tiempo juega en contra, porque esta semana se deben pagar u$s2.700 millones al Fondo Monetario, y a principios de julio otros u$s1.000 millones a los inversores en bonos.
Y, aunque las metas del stand by original no se han cumplido, Massa tiene para mostrarle a los funcionarios del Fondo gestos de buena voluntad. De hecho, el gasto público se recortó en mayo un 7,5%, y uno de los rubros que lideraron la baja fue el de jubilaciones, con una variación negativa de 10%.
Que Cristina Kirchner le haya dado su apoyo con semejante antecedente, en un año electoral, habla sobre la "cintura política" del ministro pero deja dudas sobre cuál será el grado de entusiasmo que despierte en la base militante, que teme que la agenda económica de una eventual gestión massista no se diferencie demasiado de una de Juntos por el Cambio.
Seduciendo al kirchnerismo emocional
Pero Massa también pensó en eso. Por lo pronto, empezó a mostrarse junto a Cristina Kirchner en público, como ocurrió en el acto donde se presentó el avión Skyvan PA-51 que la última dictadura militar utilizó en los denominados "vuelos de la muerte". La aeronave fue repatriada desde Estados Unidos, y Cristina destacó que Massa condujo las gestiones para que ello fuera posible.
Para el "kirchnerismo emocional", que asigna importancia a ese tipo de gestos simbólicos, ese tipo de actos, avalados por Cristina, pueden ser una señal de reconciliación por parte de un candidato al que no siente como propio.
Pero Massa sabe que donde más se va a posar la lupa va a ser en el programa económico. Y es por eso que ya está dando señales de querer cumplir con las "condiciones" que Cristina planteó en el acto del 25 de mayo, respecto de qué puntos básicos debería respetar un candidato del espacio peronista. Y allí destaca un punto en el que Massa se siente cómodo: la articulación estatal-privada para ciertos temas estructurales de la economía, desde los recursos naturales hasta la administración de los dólares escasos.
El candidato piensa sacar rédito político de la puesta en marcha del gasoducto Kirchner, que este año permitirá un ahorro de u$s1.700 millones y el año próximo, cuando esté operativo a full, esa cifra ascenderá a u$s4.000 millones. Eso significará un alivio para las reservas y permitirá revertir el déficit comercial en el rubro energético.
En la agenda de Massa, está marcada la fecha del 9 de julio, cuando se hará un acto de inauguración formal del nuevo tramo del gasoducto, que trasladará el combustible desde el yacimiento de Vaca Muerta a los grandes centros urbanos en un trayecto de 573 kilómetros.
Pero, además, el nuevo candidato de Unión por la Patria sabe que el kirchnerismo está abocado a una nueva agenda neo-estatista, con foco en recursos naturales como el litio. Es un tema que desde hace tiempo está presente en los discursos de Cristina, quien aboga por una regulación estatista y acusa a la oposición de tener "vocación de volver a ser Potosí".
En sintonía con ese discurso, Massa adoptó la agenda regulatoria. En su reciente visita a China, al reunirse con directivos de la empresa Tibet Summit Resources, con quienes dialogó sobre los Proyectos Salar Arizaro y Salar de Diablillos, declaró: "Queremos una minería que genere aprovechamiento del recurso con generación de valor agregado y empleo. Que posibilite la generación y aprovechamiento del capital humano y de los capitales tecnológicos y empresarios de la Argentina".
Es un debate que se potenció a partir de los incidentes en Jujuy por la reforma constitucional, y Massa empezó a dar señales para diferenciarse de la oposición. Será un tema en el que deberá hacer un difícil equilibrio, porque el ministro tiene aliados que se han mostrado reacios a que los gobiernos provinciales cedan a la Nación su rol negociador frente a los inversores extranjeros.
Las otras señales para la interna peronista tendrán que ver con el aliciente al consumo. Massa ya dio pasos en ese sentido, al negociar con los bancos por el tope a la financiación con tarjeta de crédito.
Por otra parte, mantiene su alianza con la cúpula de la CGT, que implica una revisión continua de las paritarias, de manera de que el salario registrado pueda empardar la inflación.
En cambio, un flanco débil de Massa es el segmento de los trabajadores informales y los cuentapropistas -el rubro de mayor crecimiento de empleo-, que pierde la carrera contra los precios. Hasta ahora, Massa se ha resistido al pedido del kirchnerismo de dar un aumento de suma fija generalizado por decreto, salvo por un bono de fin de año para la franja más baja de ingresos. Pero el tema volvió a estudio del equipo del ministro.
El campo, también en la mira
Claro que Massa no solamente quiere seducir al votante kirchnerista. Sabe que ese es un requisito necesario pero no suficiente para ganar la elección. Y es ahí donde el votante del ámbito rural empieza a ganar protagonismo.
Después de todo, los 10 puntos que el Frente de Todos perdió en las legislativas de 2021 respecto del apoyo que había logrado en 2019 se dieron, sobre todo, en el interior. El peronismo cosechó derrotas catastróficas en provincias tradicionalmente peronistas, y particularmente en las de la zona agrícola, como Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, La Pampa y el interior rural de Buenos Aires.
No por casualidad, se está hablando de más medidas específicas para el campo en las próximas semanas. Además de las líneas de apoyo crediticio, se está mencionando con insistencia la posibilidad de una cuarta edición del "dólar soja". El mercado da señales en ese sentido, al marcar una suba de cotización de los contratos futuros.
Pero, además, hay versiones sobre que Massa tiene en carpeta una promesa de baja de las retenciones a las exportaciones. No para este año, claro, en el cual hay una emergencia fiscal por la caída de la recaudación tras la sequía, pero sí para la campaña agrícola 2023-24.
No está claro que con eso alcance para una reconciliación con el campo, donde quedó mucho resentimiento con la actual gestión de gobierno. La lista de desencuentros va desde la intentona de estatización de Vicentin, hasta los cupos en la exportación de carne y de maíz, pasando por declaraciones ambiguas de Alberto Fernández ante incidentes de ocupaciones ilegales de tierras.
Massa lo sabe, y por eso ya desde el sábado empezó a aceitar la estrategia común con los gobernadores provinciales del peronismo. La consigna es marcar un mensaje optimista respecto del año próximo, en el que se espera una cosecha con grandes volúmenes de producción. Y que no haya más menciones del estilo de que la Argentina sufre "la maldición" de ser un exportador de alimentos.
Por lo pronto, la otra señal que Massa está enviando es la administración de las divisas para los rubros importadores seleccionados como prioritarios. Prueba de ello es que en mayo, justo en un momento crítico de las reservas del Banco Central, se produjo un salto importador de 26% respecto del nivel del primer cuatrimestre.
En definitiva, la gestión será la forma en que el ministro de economía hará campaña. Y ya prepara una agenda para cada público al que hay que persuadir.