Sospecha de un nuevo "club devaluador" y desborde en paritarias, claves en la pulseada Macri - UIA
Podría tratarse de una escaramuza más, de las típicas que surgen entre un gobierno y un sector de presión.
Existen sobrados ejemplos en las últimas décadas. Pero no. La creciente tensión entre la administración Macri y la Unión Industrial va más allá de un tira y afloje entre dos rivales circunstanciales.
Funcionarios y empresarios no pueden disimular que, en algunos casos, la discusión pasó del terreno de la política a la esfera personal. Y ahí es donde el sentimiento de traición empieza a jugar un papel clave en el conflicto.
"Quieren una devaluación; por eso presionan", desliza un integrante de la mesa chica del equipo económico.
"No tienen ninguna propuesta inteligente. Los conocemos bien; sólo hacen lobby", añade otro funcionario, con despacho en el quinto piso del Palacio de Hacienda.
Los tironeos con la Unión Industrial, si bien no son nuevos, se han exacerbado en las últimas jornadas, con declaraciones altisonantes desde uno y otro lado del mostrador.
¿Qué hay detrás de esos empellones? Los más memoriosos (algunos son protagonistas de este nuevo conflicto), recuerdan que los primeros cortocircuitos aparecieron apenas comenzó el actual Gobierno.
En aquel entonces, hubo acusaciones de la UIA por la apresurada liberación de las DJAI (declaraciones juradas anticipadas de importación) que había dejado como herencia la administración anterior.
La supuesta ola importadora y el posterior avance sobre los regímenes de protección de algunos sectores específicos -tecnología y textiles, a la cabeza- habían generado protestas en voz alta.
También, en lo que lleva Macri como mandatario, aprovechó algunas situaciones -como los foros de IDEA- para reclamarles a los industriales la asunción más decidida de un rol protagónico en la economía. En otras palabras: que aceleren las inversiones.
En los últimos meses, la relación se había estabilizado, en un contexto de crecimiento económico y campaña electoral. Pasadas las elecciones y el verano, los industriales decidieron volver a la carga con sus reclamos.
Hicieron oír sus voces no solamente con pedidos para los más castigados, sino que ahora incluyeron a las fábricas alimenticias, algo que llama la atención por dos motivos.
En primer lugar, porque siempre parecieron ideológicamente más alineados con la línea aperturista del Gobierno. En segundo, ya que es uno de los sectores más dinámicos de la economía, con fuerte foco exportador.
Las críticas empresarias se extendieron. A los reclamos del presidente de la UIA, Miguel Acevedo, se sumaron los de Adrián Kaufmann. Se trata del ex presidente de la Unión Industrial y actual vicepresidente de la entidad, también titular de la Cámara de Industriales de Productos Alimenticios (CIPA) y hombre fuerte de la empresa Arcor, de la familia Pagani.
Kaufmann respondió a la chicana del ministro de Producción, Francisco Cabrera: "Nunca estuvimos llorando", aseguró en un reportaje con iProfesional.
Luego añadió: "Lo que hacemos es tratar de defender a la industria de alimentos nacional. Podemos competir con todos, pero si tenemos las mismas herramientas".
Las fábricas de alimentos, según suponen, se quejan de un abundante flujo de importaciones, que pone en riesgo los puestos de trabajo del sector.
Las alimenticias emplean a 60.000 personas y dan trabajo a 100.000 en forma indirecta.
En este último ítem se inscriben los productores de tomates, que ven peligrar su estabilidad ante el incremento de las compras en el extranjero. Entre 2016 y 2017, las importaciones de tomates se multiplicaron por cuatro, denuncian los productores y la industria.
Responder críticas del "círculo rojo", parte del plan
Muchos sospechaban que el ministro de Producción, Francisco "Pancho" Cabrera, estaba expresando mucho más que un punto de vista personal al acusar de "llorones" a los industriales.
En el contexto de la política de comunicación macrista, resulta extraño que un funcionario lance una frase de ese tenor sin que haya tenido el consenso previo de la "mesa chica".
De manera que, lejos de tratarse de intercambios de frases altisonantes, lo ocurrido en estos días deja al descubierto un malestar añejo del Gobierno para con el "círculo rojo".
Y, por si quedaba algún interrogante sobre qué es lo que piensa Macri al respecto, él mismo se encargó de hacer público su respaldo al ministro. No sólo eso, también le dio su total apoyo en la última reunión de Gabinete.
"A mí me encantó lo que dijiste", enfatizó mirando a Cabrera. "Moreno les rompió la cabeza a muchos de estos tipos", agregó, como para que no quedaran dudas de su fastidio.
Antes, el Presidente había decidido levantar el perfil de sus funcionarios del área económica. Quiere que se defiendan de los embates que reciben de economistas y empresarios, que vienen criticando con dureza la falta de decisión para el recorte fiscal, la lentitud en la baja de impuestos y los magros resultados en la lucha anti-inflacionaria.
El primero en abandonar el silencio fue Nicolás Dujovne quien, días atrás, mandó a sus colaboradores a destacar los puntos positivos de la economía.
A Cabrera le tocó trenzarse con la Unión Industrial. Primero los mandó a invertir en vez de "llorar", y también les pidió ser competitivos sin recurrir a la tradicional devaluación de la moneda.
"El problema de la Argentina no es que importamos mucho sino que exportamos poco", sostuvo el ministro.
"En 2017, la Argentina importó menos en dólares que en 2011, 2012 y 2013. En términos del PBI, se encuentra en el nivel más bajo desde 2001. Los países que crecen, que se desarrollan, exportan mucho", enfatizó.
La frase llegó luego de que se conocieran los récords de salida de dólares por turismo y demanda de ahorristas, así como el histórico déficit de la balanza comercial.
El ministro se defendió con el argumento de que ocho de cada diez dólares importados se destinan a bienes de capital e insumos para la producción. Y que todo boom productivo es precedido de un período de altas importaciones.
Tal argumentación trae reminiscencias inquietantes. Era la defensa que esgrimía Domingo Cavallo cuando, en 1994, se llegó a un récord histórico de déficit comercial y ya empezaban a ser inocultables los efectos secundarios de la convertibilidad cambiaria. Aquella premonición del ex ministro sobre la explosión productiva nunca se constató.
Ahora, Dujovne y su equipo creen que sí están dadas las condiciones para que los empresarios inviertan en el sector productivo.
Los funcionarios, incluyendo al propio Presidente, comparten un claro diagnóstico: los ejecutivos de empresas no quieren correr riesgos y están acostumbrados a "ganar la plata fácil", como le transmitió un miembro del equipo económico a iProfesional.
Lo que queda en claro es que el enojo con la élite empresarial va más allá de las críticas o anécdotas. Más bien, tiene una raíz bien profunda: a Macri le desilusiona que sus pares del sector industrial muestren una tan baja disposición a la inversión de riesgo y mantengan una filosofía rentística.
Un miembro del equipo económico lo dice con todas las letras: "La lógica de los empresarios es diversificar sus ganancias. Invierten en otras actividades, compran campos en Uruguay, inmuebles, hacen bicicleta financiera, pero nadie reinvierte en su propia actividad".
"Por el contrario, nosotros necesitamos que demuestren su confianza en la administración ampliando sus negocios. De eso se trata", añade la fuente.
Las paritarias como fondo
Según relatan esos mismos funcionarios, Macri tiene la certeza de que los ejecutivos se mueven ahora como cuando mandaba el kirchnerismo.
El Presidente llegó al diagnóstico de que los mismos que le prometieron "hundir" sus dólares en el país, si llegaba a la Casa Rosada y si revalidaba el título en las elecciones de 2017, están faltando a su palabra.
El sorpresivo tironeo entre Macri y los empresarios tiene al ciclo de paritarias como mar de fondo. En el Palacio de Hacienda creen que estos últimos se desentienden del rumbo inflacionario tomado por el Gobierno.
Y que, muchas veces, toman una postura bastante flexible al negociar con los sindicatos para evitar situaciones conflictivas. "Luego vienen acá para reclamar medidas y que así les cierre el negocio o para no perder rentabilidad", relata el funcionario. "Así no va", concluye.
Curiosamente, el argumento macrista coincide con el que muchas veces esgrimió Cristina Kirchner quien, ante cada paritaria, le advertía a los empresarios que no prometieran aumentos que no pudieran pagar, ya que luego su gobierno no convalidaría los traslados de costos a precios.
Hoy, cuando la meta inflacionaria pierde credibilidad a ritmo acelerado, cualquier negociación salarial que se aleje mucho del 15% es vista por los funcionarios como un factor más para alentar la inercia indexatoria.
Ganadores y perdedores del "modelo M"
La perfomance de la industria es diversa, y un repaso al ranking sectorial permite darse una idea de quiénes son hoy los que encabezan la rebeldía.
Por un lado están aquellos a los que les va bien en sus negocios. En el ranking positivo se encolumnan la producción de minerales no metálicos (+9.5%) y la siderurgia (+9%). La producción de insumos químicos y plásticos (+4.3%) también se ubicó por encima del promedio de la industria, que avanzó 2,8% el año pasado.
Por el contrario, la mayor contracción la registró el proceso de petróleo ("2.4%), seguido de la fabricación de insumos textiles ("1.1%), alimentos y bebidas ("0.8%), papel y celulosa ("0.6%).
El último informe de la consultora FIEL ofrece una síntesis de lo que fue 2017: "La mejora de la producción industrial estuvo liderada por los bienes de capital y los insumos intermedios (a partir del empuje de la maquinaria agrícola, vehículos utilitarios y vehículos pesados").
En el sentido contrario, "la producción de bienes de consumo continuó en caída". Justamente, empresarios ligados al consumo popular son los que vienen levantando la bandera en la pelea con el Gobierno.
Una puja que, como ocurre con las series más taquilleras de Netflix, sumará seguramente más temporadas.