Euro digital: ¿El inicio del fin de la banca tradicional?
El Banco Central Europeo ha decidido poner en marcha el proyecto del euro digital. El organismo que preside Christine Lagarde aclara que esta decisión no significa que vayan a emitirlo necesariamente, pero se inician los preparativos para su posible emisión.
Los expertos calculan que, de salir adelante, podría estar entre nosotros en 2025. Hasta entonces, el BCE estudiará su diseño. Esta fase de investigación comenzará en octubre de 2021 y se prolongará durante dos años aproximadamente.
En concreto, se analizará cómo podría distribuirse a los ciudadanos y los comercios, así como su impacto en el mercado y los cambios regulatorios. Una vez concluya esta fase de investigación, decidirán si se desarrolla.
Si este fuera el caso, el BCE probará de qué manera los bancos y las empresas pueden colaborar, sobre todo con la tecnología y los servicios de pago. Aunque advierte, que los experimentos llevados a cabo hasta la fecha han demostrado que no existen dificultades tecnológicas importantes que impidan emitir un euro digital.
Llegados a este punto cabe preguntarse si la llegada del euro digital sería el fin de la banca tradicional, o al menos como la conocemos hoy. Pero antes hay que recordar ¿Qué es exactamente el euro digital? ¿Cuál es su diferencia con el euro físico? ¿Y en que contexto ha empezado a estudiarse?
El euro digital no acabará con el euro físico
Esta aclaración es importante y de hecho, el BCE y el Banco de España han insistido bastante en ello. El euro digital será el CBDC (Central Bank Digital Coins) de la zona euro. Esto es su propia moneda digital, que no es lo mismo que una criptomoneda, indicó el sitio Economiadigital.es.
El BCE explica que las criptomonedas (como el Bitcoin) "son volátiles y no están respaldadas por ninguna institución fiable". Pero el euro digital cuenta con su respaldo y tendrá un valor legal. También destaca que en ningún caso sustituirá al efectivo, sino que lo complementaría.
Se trata de una forma electrónica de dinero emitido por el Eurosistema (el BCE y los bancos centrales nacionales) que todos los ciudadanos y empresas podrán utilizar, como los billetes, pero en formato digital.
Uno de los objetivos es conseguir que los pagos diarios sean rápidos y fáciles. Pero también más seguros. Para usarlo, explica un informe del banco online N26, se tendrá que crear un billetero digital (un wallet) pero este no tiene que vincularse a ninguna cuenta bancaria.
De hecho, el dinero puede depositarse directamente en el Banco Central Europeo y se podrán hacer transacciones entre personas sin necesidad de que un banco tradicional actúe como intermediario.
A diferencia de los pagos electrónicos, que normalmente están vinculados al uso de tarjetas o a la intermediación de múltiples bancos, no se necesitaría tener una cuenta bancaria y en consecuencia, las compras serían más ágiles, los costes se reducirán y habrá más control sobre el blanquero de dinero porque todas las transacciones quedan registradas. Su mayor inconveniente, en consecuencia, es que habrá menos margen a la privacidad.
La mayoría de bancos centrales de todo el mundo está estudiando ofrecer su propia moneda virtual. El anuncio de Facebook en 2019, marcó un antes y un después. La empresa de Mark Zuckerberg informó que preparaba el lanzamiento de su moneda Libra, un proyecto donde participaron empresas de gran relevancia en el sector de los servicios de pagos unidas a través de una asociación.
Libra trajo consigo importantes reacciones en el sector financiero, especialmente por parte de las autoridades supervisoras. Muchos organismos advirtieron del potencial riesgo sistémico del proyecto y alertaron de la concentración de información en manos de los operadores de esta moneda.
La posterior desvinculación de alguno de los participantes iniciales como Visa, MasterCard o PayPal ha rebajado las expectativas del proyecto, pero no le ha frenado para iniciar el proceso de adquisición de licencia en Suiza.
A raíz del inicio de este proceso, el concepto de Libra ha cambiado, ya que ahora pretende ser emitida como una stablecoin (un token digital creado para mantener un valor estable) vinculada al dólar y se llamará Diem.
A pesar del revuelo inicial, la iniciativa de Facebook fue el detonante para que los bancos centrales empezaran a trabajar en la creación de sus propias monedas. China es de los países más avanzados porque ya ha experimentado con un yuan o renminbi digital. Pero también el Banco de Inglaterra, el de Canadá, el Banco de Suecia o la Reserva Federal avanzan con las suyas.
En Europa se creó a finales de 2019 un grupo de alto nivel para reflexionar sobre ello, hasta que en septiembre de 2020, se registró la marca "euro digital". Desde octubre y hasta enero se abrió un periodo de consulta pública y el pasado 14 de julio, el BCE decía dar luz verde al proyecto e iniciar la fase de investigación sobre su aplicación.
Alternativas
Las distintas maneras de aplicación del euro digital podrían dejar fuera de juego a la banca tradicional. Esto ocurriría si el BCE optase por una infraestructura centralizada, en la que los usuarios finales sean titulares de cuentas de euros digitales.
Dentro de esta alternativa, existen dos opciones: el acceso directo, donde los usuarios finales tendrían una cuenta de euros digitales en el banco central; o el acceso híbrido o intermediado, donde las entidades financieras serían las encargadas de manejar las cuentas con el banco central en nombre de los usuarios finales.
Es decir, los bancos incorporarían servicios de euro digital en sus modelos de negocio. Según recoge el informe Smart Money, el Eurosistema parece apostar a priori por un modelo de CBDC de doble capa, en el que el BCE emitiría euros digitales y los intermediarios supervisados colaborarían en su distribución, tal y como ocurre hoy en día con la distribución del efectivo.
Precisamente este informe explica que los 16 principales bancos españoles han participado en las primeras pruebas ante la posible emisión del euro digital. La iniciativa, coordinada por Iberpay, ha tenido al Banco de España como observador.
Tras terminar estas pruebas, las entidades concluyen que un modelo de doble capa sería el idóneo para ellos. Pues de esta forma, el sector bancario continuaría asegurando la distribución del dinero de banco central, podrían realizar los controles de diligencia debida y serían responsables de la infraestructura necesaria para llegar a todos los ciudadanos y empresas.
"Esto permitiría una mejor adaptación del euro digital a las necesidades de los usuarios finales (clientes), gracias al conocimiento y relación de la banca comercial con el cliente final", señalan.
Por otra parte, la puesta en marcha de este modelo también podría implicar una menor inversión en la infraestructura por parte de la autoridad monetaria, que no se vería obligada a adaptar su acceso a los usuarios finales.
En el informe también indican que el euro digital se debe diseñar como medio de pago y no como instrumento de ahorro o inversión "para evitar una fuga de depósitos minoristas al formato de euros digitales, especialmente en situaciones de estrés o crisis financiera", apuntan.
En caso de incertidumbre sobre la sostenibilidad del sistema bancario, el euro digital podría verse como un refugio de valor. Sus características digitales permitirán el movimiento de capitales de forma masiva y tiempo real, desestabilizando y perjudicando la solvencia y liquidez del sector privado.
En esta misma línea, la sustitución de depósitos podría dar lugar a un aumento en los costos de financiación de los bancos y, en consecuencia, de los tipos de interés de los préstamos bancarios, lo que a su vez podría reducir el volumen de crédito bancario en la economía.
También es importante que el euro digital pueda estar integrado y ser interoperable con los sistemas de pagos actuales y que no desplace a iniciativas privadas en este ámbito, concluyen.