El Gobierno bajó la tensión del dólar, ¿podrá achicar más la brecha?: esto responde conocido experto
En el comienzo de año, a la espera que la pandemia pueda ser sofocada con una vacunación masiva, la economía pasa a ser el otro aspecto clave para los argentinos.
Para analizar lo que viene, iProfesional entrevistó al economista y magister en Finanzas Guido Lorenzo, director de Labour Capital & Growth (LCG), la consultora fundada por Martín Lousteau; y también profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Analiza qué puede ocurrir con el dólar y afirma que observa en el Gobierno "improvisación", y que se encamina a volver a aplicar las mismas medidas que las aplicadas durante la gestión kirchnerista entre 2011 y 2015.
"Entrar a un año con esos niveles de inflación y no tener política anti inflacionaria es riesgoso", alerta.
-¿Cómo evalúa la política económica del Gobierno?
-Cuando asumió Alberto Fernández había cierta duda respecto a cómo iba a ser su política económica. Si bien era un candidato ‘puesto’, se pensaba que podía tener una autonomía que le daba la libertad de tener una política económica que no esté en los dos extremos. Es decir, se veía un Presidente que añoraba su experiencia en 2003 a pesar de tener un país completamente distinto. Luego el 2020 fue atípico para todo el mundo, pero ya sobre el final y principios de este año parece que se van a repetir muchos vicios del período 2011-2015. La economía estaba en recuperación sobre el final del año pasado y posiblemente ralentice ese proceso. Debido a que esto era un repunte agresivo desde los niveles mínimos que implicaron el confinamiento.
-Y ahora, con la pandemia y sin una vacunación masiva en lo inmediato, ¿qué puede pasar con la economía?
-Si uno se pone a mirar, la actividad cae fuerte no por la pandemia, sino por la medida de una cuarentena estricta en marzo. Dudo que eso sea una amenaza porque no veo margen para otra medida similar, menos en un año electoral donde la economía manda. No obstante, los vicios e indefiniciones en materia de política económica no ayudan a un marco de incertidumbre. La inversión difícilmente pueda tomar un rol protagónico. De seguir en ese rumbo, con controles de precios y postergación de incrementos de tarifas, puede aparecer algo de consumo. Pero es una recuperación que, insisto, no es duradera. Si esa demanda no se transforma en impulso a la inversión, no durará mucho y enfrentaremos los problemas de siempre. Falta de insumos, energía, divisas, que derivan en depreciación del peso e inflación.
-¿Qué temas le preocupan en este momento del país?
-La inflación, sin dudas, es el tema del año. El Gobierno se ilusionó debido a que se redujo respecto a 2019 y 2018, años donde el dólar se descontroló. En base a eso, hay un diagnóstico de que esta variable está en desaceleración. Cuando uno mira la inflación del último trimestre, con una economía más normalizada, la misma rondó el 3,5% mensual. Entrar a un año con esos niveles de inflación y no tener política anti inflacionaria es riesgoso. Se ve cierta improvisación, por ejemplo, se observa en el problema del aumento de la carne, entonces se distorsiona el comercio con una medida que afecta a las exportaciones de maíz. O bien, a las prepagas que se las autorizó a aumentar sus planes, luego tuvieron que retroceder.
Así hay varios ejemplos y eso no es un plan, es ir apagando incendios que hacen entrar en contradicción otros objetivos más importantes. Pero claro que la inflación per se no es el problema, sino sus consecuencias. Más allá de las distorsiones a nivel macro, me refiero a indicadores socioeconómicos. La pobreza está en niveles altos y la aceleración de la inflación dificulta revertir ese resultado.
-Respecto al dólar, ¿qué considera que puede pasar esta vez?
-El tipo de cambio oficial, con suerte, correrá al igual que los precios. En el peor de los casos, se utilizará como una medida más antiinflacionaria, retrasándolo. El más relevante es el dólar libre. Por eso, veo cierta asimetría en la brecha, creo que tiene más posibilidades de subir que de bajar. Con cada vez menos refugio de valor y otro excedente de pesos que se va a volcar a la economía, la demanda puede ser muy alta. Así, es imposible predecir su comportamiento, pero seguramente sea un foco de tensión para este año. Por otro lado, preocupa el nivel. La brecha sigue siendo elevada y empieza a afectar al lado real de la economía. Principalmente, al comercio, pero también los esfuerzos para buscar rentas en ese mercado en lugar de otras actividades.
-En ese contexto de brecha alta, ¿puede dispararse la inflación?
-Nosotros ya convivimos con inflación del 45% a 55%. Naturalmente, los precios irían a ese lugar, pero parece que el Gobierno insiste en poner parches para contenerla. El remedio puede ser peor que la enfermedad, seguir postergando aumentos de precios conduce a que en el futuro el sinceramiento sea más doloroso. Hay un fenómeno con los precios que está bastante bien documentado en la academia, y es que a niveles cada vez más altos, es cada vez más difícil reducir la tasa de inflación, y es menos probable que suceda. Por lo que es más posible que se acelere. Es decir, los niveles de 35% a 40% siguen siendo elevados.
-¿Por qué afirma que el Gobierno improvisa y toma medidas desacertadas?
-Son paliativos. No resuelven el problema de fondo. El problema de la inflación es la de una moneda que pierde valor frente al resto de los bienes y servicios. La política monetaria debería encargarse de este problema en consonancia con un esquema integral que abarque una convergencia fiscal, entre otras cosas.
No todo incremento en la oferta de dinero provoca inflación. Si un sector se está operando con mayor productividad, no hay necesidad de restringirlo, por ejemplo. Pero eso no significa que uno pueda seguir monetizando un déficit fiscal elevadísimo. Hay países que pueden darse ese lujo porque tienen una moneda fuerte, Argentina no.
Administrar el comercio, ya sea prohibiendo las exportaciones o las importaciones, producen caída en la producción y rentas extraordinarias, respectivamente. Por otro lado, tienen efectos secundarios si se perpetúan, como el atraso tecnológico y la pérdida de las ganancias del comercio internacional.
-¿Cómo analiza que finalizará la negociación entre el Gobierno y el Fondo Monetario Internacional?
-Supongo que será larga. El FMI está con una agenda complicada y el Gobierno no está tomando medidas en la dirección que pueda avalar el staff del organismo. Argentina pretende estirar lo máximo posible el repago, así tiene el horizonte despejado, dada la imposibilidad de obtener financiamiento. Creo que el FMI está dispuesto a hacer esa concesión, pero a cambio de convertirse en socio del país. Es decir, de tener mayor injerencia en las decisiones de política económica. Es algo que tiene sentido, el FMI quiere recuperar el dinero que le prestó a Argentina. No sólo por el monto, también hay cuestiones de reputación y de responsabilidad por parte de los funcionarios que otorgaron el crédito stand by.
-Entonces, ¿de qué manera puede comportarse cada parte?
-Mucho se habla de que el FMI ha cambiado. En algunos aspectos sí, pero es más parecido al que supimos conocer de lo que pensamos. Básicamente, el Fondo te pide ponerte en régimen, como una dieta, eso implica hacer un sacrificio para estar más saludable a futuro. Hay que tener en cuenta que el Ministro Guzmán envió al Congreso un proyecto de Ley para que el próximo acuerdo sea discutido en ambas cámaras. Eso retrasará definiciones, pero es una forma del Ministro de hacer participar a la oposición y, principalmente, a la coalición gobernante de este acuerdo. Hay que seguir cómo evoluciona esto.
-En su visión, ¿qué aspectos debería tratar el Gobierno que no se está enfocando ahora?
-Avanzar en un programa antiinflacionario queda claro que es una necesidad. Por otro lado, en un contexto de deterioro de los indicadores sociales, veo poco estímulo a la generación de empleo privado estable. En el contexto actual, difícilmente las empresas decidan ampliar sus planta de personal, en parte también porque se atesoró mucho empleo en 2020, se ajustó más por precio (salarios) que por cantidades (puestos de trabajo). Para generar empleo, las empresas deben tener rentabilidad. Entonces, si se persigue a un sector porque obtuvo ganancias, como es el caso del maíz, pero que sienta un mal precedente hacia delante, difícilmente se pueda confiar en la iniciativa privada. A su vez, el empleo público e iniciativa pública no son la salida, no puede Argentina seguir abusando del déficit fiscal sin consecuencias financieras y reales, que deterioran las perspectivas de mediano plazo.
Aún nos falta también definir un rumbo, se insiste con poner al país de pie pero luego no se sabe bien en qué dirección debe moverse. Difícilmente se pueda vivir improvisando con buenos resultados. En ese sentido, es preferible ser conscientes que vamos a un esquema similar al de 2011 a 2015, como sugirió la vicepresidenta, a tener que andar adivinando las intenciones del gabinete económico. Falta comunicación, al menos. Luego hay cuestiones pendientes, como las reformas tributaria, fiscal, previsional y laboral, que no están ni cerca de discutirse. Esto puede ser un condicionante en la negociación con el FMI, pero aún hay tiempo, quizás no es el momento. El debate político es de un nivel muy bajo actualmente.-