Massa, en campaña y sin reservas: ¿se viene el "dólar soja 4" para pasar el invierno?
Culminada la edición de "Dólar Agro" el 31 de mayo, la autoridad monetaria comenzó a mostrar signos de debilidad en el ámbito cambiario, evidenciando (nuevamente) una clara fatiga a la que ha llegado en términos de acumulación de divisas.
Ello le está costando reservas al Banco Central en una manera sin precedentes: comparando años con cepo, este es el año en que más divisas se ha desprendido. El atraso del tipo de cambio oficial nominal en pos de un intento de anclaje de precios no solo fue una estrategia inútil desde el punto de vista de la inflación, sino que dilapida paulatinamente la oportunidad de la autoridad monetaria de hacerse de divisas frente una oferta que se retrae y una demanda que se exacerba.
Es allí donde los esquemas diferenciales surgen como "cura" (extremadamente transitoria), donde ofrecer un tipo de cambio nominal más competitivo a la oferta brinda cierto alivio a la situación.
La pregunta es, si dado el contexto actual y a menos de un mes de la culminación del último esquema de "Dólar Soja/Agro", veremos próximamente otra edición renovada, y a qué tipo de cambio se podría dar.
Efectos secundarios del "Dólar Soja"
Los esquemas de tipo de cambio diferencial ya no son novedad, tal vez estamos camino a una cuarta edición. Cuando el contexto se pone adverso ya es de público conocimiento que el Banco Central ofrece "algo más" para que la oferta de divisas tenga mayor predisposición a la liquidación.
El escenario actual tiene todo para que se repita la historia del "Dólar Soja". En términos de liquidaciones del agro, se han visto reducidas de manera abrupta luego del 31 de mayo, considerando que son meses cuya estacionalidad tiende a tener buen volumen de divisas liquidado.
Comparando las liquidaciones que han acaecido durante junio contra un mismo período de 2022, da a cuenta que las actuales se encuentran un 67% por debajo de 2022, y que además la liquidación diaria promedio se encuentra un 53% por debajo contra su promedio histórico. En síntesis, estamos viendo liquidaciones muy reducidas en un mes donde la oferta de divisas no debería ser un problema.
Y aquí entra en escena un efecto colateral de los tipos de cambio diferenciales. No solo exacerban liquidaciones en un período de tiempo en particular, sino que hipotecan liquidaciones de futuros períodos donde no haya esa "zanahoria". Por ende, quitan liquidaciones venideras por el hecho que se liquidan dólares que, en un contexto normal, no se hubiesen liquidado, sino que hubiese sido más adelante. Y, además, cuando la vigencia del tipo de cambio diferencial culmina, los incentivos a liquidar al tipo de cambio oficial son nulos.
Esto genera un círculo vicioso auto-impulsado por la autoridad monetaria donde solo habrá liquidaciones contundentes si -y solo si- hay un tipo de cambio diferencial.
Y como si fuese poco, estas distorsiones generan perversos incentivos, ya que aquel poseedor de divisas, si no percibe como atractiva la "zanahoria" (tipo de cambio ofrecido), no liquidará sino que esperará a que se le reconozca un valor más competitivo, y así sucesivamente.
Por ende, se lo termina "corriendo de atrás" al Banco Central, donde cada edición debe ofrecer un tipo de cambio más atractivo para fomentar liquidaciones. ¿Qué valor podría ofrecer en el "Dólar Soja 4", si lo hubiese?
Panorama hacia adelante
Sin dudas que el escenario futuro luce poco alentador en términos cambiaros, ya que, por la misma estacionalidad, en el segundo semestre es un período donde el Banco Central no acumula divisas, sino que se desprende de ellas.
El gráfico adjunto explaya de manera clara esta estacionalidad que hago alusión. El segundo semestre es el período donde la oferta de divisas tiende a retraerse (por el ciclo agro), mientras que la demanda continúa. De tal manera, a un contexto actual desafiante, con reservas netas negativas en torno a los u$s2.000 millones, que se le sume una estacionalidad adversa, no luce alentador.
Incluso, si se analiza solo junio, este es el primer junio -de todos los años con cepo- en que el Banco Central se ha colocado en la ventanilla vendedora neta.
Por todo ello, considero probable que se intente ofrecer un tipo de cambio diferencial en julio/agosto para el complejo soja (nuevamente), lo cual podría darse en simultáneo con la trilla de maíz. Esto logísticamente no deja de ser un inconveniente, que justamente es lo que más genera "ruido" si se ofreciera en tales meses.
¿Por qué no al maíz? No lo veo factible en términos de que genera mayores dolores de cabeza por cómo impacta en carnes y demás productos de la "góndola", en una gestión donde la inflación claramente ha sido un problema sin resolver y que esto podría agravar los muchos problemas que ya transita, en medio de la campaña electoral donde se intenta "aguantar" lo máximo posible hasta que acaezca el sufragio.
¿Y a qué tipo de cambio?
Si se analiza los tipos de cambio ofrecidos en cada oportunidad, ajustados por inflación (y estimando inflación de junio en 7,5%), arroja los siguientes resultados:
- Dólar Soja 1 a hoy: $ 380
- Dólar Soja 2 a hoy: $ 370
- Dólar Soja 3 a hoy: $ 378
Adicionalmente, teniendo en cuenta que cada tipo de cambio que se ofreció fue similar al "original" ($200) ajustado por inflación, es de esperar que se busque ofrecer un diferencial en torno a los $ 380-400. Eso haría que la brecha contra MEP quede en el orden del 20%- 27%, un mínimo para cada edición de los Programas de Incremento Exportador.
Sin embargo, no debemos dejar de lado que la campaña 22/23 de soja ha sido calamitosa en términos de rindes generales, cayendo un 50% con respecto a la campaña anterior.
Y, además, no solo es una soja que ya fue "impactada" por un Dólar Soja -por ende, es soja que decididamente no se vendió-, sino que las expectativas de alternancia política juegan su rol, por lo que más difícil será capturarla para el ministro -y ahora candidato- Sergio Massa.
Como de costumbre, mismas recetas para viejos males.