Este reconocido experto explica por qué la segunda ola de Covid tendrá "efectos corrosivos" en la economía
La inminente "segunda ola" de pandemia pone en serias dificultades las proyecciones de los analistas para el 2021, y abre nuevos interrogantes respecto a los que ocurrirá con las variables de la economía.
Para conocer la evaluación de lo que puede ocurrir en los próximos meses, iProfesional dialogó con Jorge Vasconcelos, economista e investigador jefe del IERAL de la Fundación Mediterránea.
En una entrevista profunda, menciona el impacto del Covid en la actividad de algunos sectores, el impacto en el tipo de cambio e inflación, que advierte que puede ser ascendente en dólares.
-¿Cómo analiza la situación económica actual local en un escenario donde pesan las elecciones legislativas?
-A juzgar por los datos de cuentas nacionales del último trimestre de 2020 y los que surgen de actividad sectorial del primer trimestre de 2021, el rebote del PBI de este año está garantizado. Pero subsisten interrogantes acerca de su magnitud: las demoras en el proceso de vacunación afectan la performance de sectores que representan casi el 30% del PBI, y la inflación todavía no ha dado señales de converger en dirección a la pauta cambiaria anunciada a principios de febrero.
Esto puede afectar la dinámica del consumo a lo largo de 2021, no sólo por convenios colectivos que puedan quedar rezagados, sino fundamentalmente porque el deterioro del mercado de trabajo habrá de demorar en revertirse, con alta proporción de población en la informalidad y el desempleo. Al mismo tiempo, los problemas del lado de la oferta también operan como lastre, con restricción de producción por escasez de insumos y partes, debido a la falta de crédito externo y de divisas en las reservas. Este último punto se manifiesta con nitidez en la divergencia en la evolución del tipo de cambio oficial y los precios mayoristas.
-¿Cuáles son las alzas que está estimando y cómo puede afectar esto en los planes del Gobierno?
-Por ejemplo, desde julio a febrero, el dólar subió 25%, pero los precios de los productos manufactureros lo hicieron un 33,7% y los productos importados escalaron un 39,2%. En una etapa en la que intenta utilizarse el ancla cambiaria para frenar la inflación, las restricciones del lado de la oferta generan "inflación en dólares" de magnitud no despreciable. Es que luego de la caída de 9,9% del PBI en 2020, un escenario mediocre para el rebote de este año dejaría una actividad en 2021 todavía 5,5% por debajo del nivel de 2019. Por lo que habría que esperar a 2023 para "volver" a 2019.
En cambio, una recuperación más firme, en torno al 7% anual, podría alimentar la expectativa de alcanzar el umbral de 2019 hacia fin de 2022. En términos de puestos de trabajo genuinos, las diferencias entre uno u otro escenario son siderales. Ahora bien, la magnitud del rebote no depende sólo de la política macroeconómica. Hay que tener en cuenta que la recesión de 2020 ha tenido rasgos atípicos por efecto de la pandemia. En general, el sector de servicios es anticíclico y, en una recesión característica, mientras el sector industrial y otros como la construcción caen, los servicios mantienen su ritmo, compensando parcialmente los indicadores de actividad.
-¿Y ahora qué está ocurriendo con la recesión?
-Ahora está ocurriendo lo contrario: mientras el segmento manufacturero pasó a terreno positivo en las mediciones interanuales, con una variación de 4,6% en enero, y el valor agregado de la construcción lo hizo un 10,2%, los sectores más afectados por el Covid todavía estuvieron cayendo en enero un 10,6% interanual (promedio ponderado), con una contribución negativa a la variación del PBI de nada menos que 3,5 puntos porcentuales. Dentro de éstos ámbitos se encuentran todas aquellas actividades en las que el distanciamiento se introduce como una cuña entre oferta y demanda, incluyendo una gama amplia de servicios.
El tema es que los sectores más afectados por el distanciamiento representan, aproximadamente, un 30% del PBI. Por su incidencia, hasta que no se haya avanzado lo suficiente en la inmunización de la población, operará como un lastre sobre la recuperación completa del nivel de actividad. En este punto hay que subrayar que, hacia fin de marzo, mientras en la Argentina se ha llegado a vacunar apenas 8,3 personas cada 100 habitantes, en Chile ese ratio ya llega a 53,3 personas cada 100.
-¿Cómo puede afectar la segunda ola de la pandemia en la economía?
-En nuestro país, la amenaza de la "segunda ola" tendría efectos corrosivos sobre el nivel de actividad (por el distanciamiento) y las expectativas, ya que volvería a deteriorarse el cuadro fiscal (más gasto, menos ingresos), con todas sus implicancias. De estas tendencias contrapuestas, surgen señales mixtas para el nivel de actividad en el arranque de este 2021. Mientras la demanda de energía eléctrica no residencial apunta a regresar a los guarismos de 2019 (buena señal), hay indicadores de movilidad que se ubican todavía un 10% por debajo del período prepandemia.
A su vez, la recaudación de impuestos asociados al mercado interno todavía se encontraba en terreno negativo en su variación interanual (-1,8%) en el primer bimestre, pero los nuevos datos marcan una suba muy significativa en términos reales, porque comienza a compararse contra los momentos de confinamientos más estrictos. A modo de compensación, y gracias al fuerte incremento de los precios de las commodities, la agroindustria apunta a realizar una significativa contribución al rebote del PBI en 2021, y hay señales de importante recuperación de actividad en Vaca Muerta, dónde también influye el "Plan Gas". Por el momento, en Neuquén se ha retomado el proceso de fracturas en pozos, que habían quedado incompletos por la pandemia, pero es posible que en 2021 la oferta de gas y petróleo termine superando los parámetros de 2020.
-¿Y qué se puede esperar sobre la performance del campo?
-En el campo, según un estudio de la Bolsa de Cereales, se estima que el valor agregado del sector se estaría incrementando en 10 mil millones de dólares respecto del año pasado. Esa cifra equivale al 2,7% del PBI en dólares de 2020, y tendrá un efecto multiplicador apreciable sobre la gran variedad de sectores que son proveedores de bienes y servicios del complejo. Aunque no se notará tanto en cuentas nacionales, que se realiza a precios constantes, porque el volumen de la cosecha de esta campaña se está contrayendo un 10%, como consecuencia de la sequía.
Más allá de estos detalles, lo cierto es que no hay que sorprenderse si en el primer semestre de 2021 vemos incrementos de más de 100% interanual en la producción y ventas de máquinas y equipos que los productores agropecuarios utilizan. Y esto tiene su influencia en decenas de ciudades del interior de las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, dónde están esas cadenas productivas. Es interesante lo que sucede con la demanda de vehículos, ya que se acentúa la diferencia entre los autos y las pickups: Si comparamos con marzo de 2019 (pierde sentido hacerlo con 2020, por el bache de la pandemia), vemos que mientras el patentamiento de autos todavía cae un 17%, el de los comerciales livianos se incrementa un 16,6%.
-¿De qué forma impacta este tema en el precio del dólar y en la balanza comercial?
-Cuando observamos la variable oferta de dólares y cosecha, vemos que la mitad del superávit comercial de 2021 se habrá de descargar en los cuatro meses que van desde abril a julio. En este período, la balanza comercial positiva acumularía 6,5 mil millones de dólares. En principio, con una brecha cambiaria de 60% a 65%, es decir, de diferencia entre el dólar MEP y el tipo de cambio oficial. Así, es factible que el proceso de liquidación de granos por parte de los productores ocurra de modo fluido, a pesar que nadie sabe hasta cuándo habrán de sostenerse los elevados precios internacionales, permitiendo al Banco Central cierta recomposición de reservas y la continuidad del mecanismo de "flotación sucia".
En el transcurso del primer trimestre, los números fueron mucho más modestos, ya que las compras netas sumaron 1,3 mil millones de dólares, y el incremento de reservas se limitó a unos 140 millones de dólares. De todos modos, la batalla principal para definir la trayectoria del PBI en 2021 se juega en el terreno del consumo, que a su vez depende centralmente de lo que ocurra con la inflación. Años como el 2015 o el 2017, en los que el consumo privado se incrementó en torno al 4 % anual, fueron momentos de tasa de inflación en torno al 2% mensual.
-¿A qué distancia estamos de ese tipo de escenarios?
-Desde principios de febrero vemos al Gobierno decidido a aprovechar, en función del año electoral, el beneficio de la mejora de los precios internacionales de las commodities. Con la soja por encima de 500 dólares y el incremento potencial de las exportaciones agroindustriales, la mejora para el fisco podría acercarse a los u$s3,5 mil millones, de acuerdo a las últimas estimaciones de la Bolsa de Cereales. Sobre esa base se rediseñó la política macro. A principios de febrero el Gobierno anunció una "tablita cambiaria" con una variación proyectada del precio del dólar de 25% anual hacia diciembre. Y el Banco Central, por su parte, intensificó la política de "flotación sucia" en el mercado de los dólares libres, a través de la compraventa de títulos públicos, contribuyendo a una reducción de la brecha cambiaria hasta el entorno del 60% al 65%, una variable clave en términos de expectativas.
Para darle mayor consistencia a este giro, la política monetaria dejó temporalmente de ser expansiva. La asistencia del Banco Central al Tesoro no superaría los 60 mil millones de pesos en este primer trimestre de 2021. A su vez, el mecanismo de intervención en los mercados libres del dólar ha permitido esterilizar más de 100 mil millones de pesos desde octubre. Este combo se completa con las medidas que el Gobierno evitó tomar frente a una inflación que se aceleró a partir de octubre pasado: sin la mejora de los precios internacionales de las commodities, el "ancla cambiaria" no habría estado disponible, por lo que el Banco Central tendría que haber subido las tasas de interés, que tiene efectos recesivos. Es decir, el Ejecuivo se encontró con instrumentos para intentar desacelerar la tasa de inflación a partir de abril o mayo, que pueden producir algún resultado, pero sin los costos recesivos de un apretón monetario.
Del lado del sector privado, las expectativas de devaluación han estado cediendo a lo largo del primer trimestre, con una reducción apreciable de la tasa de interés implícita en los contratos de futuros para el tipo de cambio oficial.
-¿Y para la inflación qué escenario prevé?
-La inflación tiene a persistir alrededor del 4%, marzo incluido. La tarea no es sencilla. Las expectativas tampoco ayudan, ya que de acuerdo a la última encuesta de la Universidad Di Tella, la población espera una suba de precios de 46,3% anual en un horizonte de doce meses. Una inflación semejante a la de 2020 requiere mucho menos déficit fiscal. Así, se está configurando un escenario en el que cabe esperar una desaceleración de la tasa de inflación, desde abril en adelante, por las políticas implementadas en el primer trimestre, pero resulta difícil todavía proyectar guarismos por debajo de 2,5% mensual, que es lo que tendría efecto reactivador, por cierta recomposición de poder adquisitivo de los trabajadores.Aun así, la pauta cambiaria sí parece jugada, y no habrá que sorprenderse si en abril o mayo la devaluación del peso en el mercado oficial perfora el umbral del 2% mensual.