"Plan relanzamiento": Alberto da señales reformistas, ¿lo acompañará el kirchnerismo?
Y Alberto Fernández jugó su carta: apostando a transformar la debilidad en fortaleza, aprovechó la noche electoral para hacer un "relanzamiento" de su gestión. Dejando en claro que contará con el apoyo de Cristina Kirchner -que estratégicamente se corrió de los focos con la excusa de su reposo post operatorio- dio un discurso de foco económico para los dos años que restan de su gestión.
La preocupación central del Presidente era la de mostrarse al mando y con el control de la situación. Detalles como haber grabado un mensaje desde Olivos para dar un tono institucional y no limitarse sólo al mensaje desde el bunker partidario, o de haber enfatizado la mención a "mi gabinete" tuvieron la intención de transmitir esa continuidad institucional tras semanas plagadas de rumores.
Pero, sobre todo, la mención a la agenda que viene, algo de importancia primordial para quien sabe que luego del voto de las urnas, llega el otro voto inapelable: el de los mercados. Y por eso, la mención a un proyecto de ley que diera un sendero económico -lo más parecido, hasta ahora, al anuncio del ansiado "plan global" que reclaman los economistas- tiene el objetivo de dar una señal tranquilizadora.
El Presidente dejó algunos esbozos de cuáles serán los pilares de ese plan: para empezar, la certeza de que habrá acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, y que ese acuerdo implicará una ratificación a la política de Martín Guzmán, en el sentido de ir gradualmente bajando el déficit fiscal y poniendo el foco en disminuir la inflación.
Tal como se lo había planteado en los últimos días a los empresarios con los que estuvo reunido, Alberto transmitió su tesis de que sólo se puede hacer un ajuste fiscal en un contexto de economía en crecimiento, y por eso recordó que cuando Mauricio Macri quiso equilibrar las cuentas en medio de una recesión, empeoró las cuentas nacionales.
Ese es el centro argumental de su "segunda etapa". Como ya había adelantado Guzmán, se buscará que la disminución del déficit fiscal no se produzca por la vía de un recorte nominal en el gasto público, sino por una caída porcentual de ese gasto respecto del PBI.
Fue por eso que el Presidente aludió a los más de nueve puntos porcentuales que crecerá este año la economía, y al hecho de que durante el transcurso del 2022 la producción industrial ya no solamente haya recuperado la caída sufrida en la pandemia sino también el nivel registrado en el 2019.
Más tarde, en el acto del bunker oficialista, quedó en evidencia que ese discurso había sido consensuado en el comité de estrategia de campaña: todos los candidatos, con el evidente alivio por haber recortado la debacle de las PASO, hicieron hincapié en que a partir de ahora viene le fase de recuperación del empleo. También, sabedores de que la salud y la educación fueron dos temas cruciales por los que el electorado les hizo pagar un costo político, se repitió que esos serán aspectos prioritarios en la agenda.
La estrategia de Alberto
Pero, además de poner en primer plano el optimismo por los números positivos de la recuperación de la actividad, la motivación que mostró Alberto fue la de reubicarse en el nuevo mapa político del país. La apelación al "diálogo nacional" con una "oposición responsable" tiene varios objetivos simultáneos:
*Primero, el de hacer co-responsables a los dirigentes opositores ante compromisos que se deban asumir, como un acuerdo con el FMI o la aprobación del presupuesto nacional.
*Segundo, el de cumplir con la demanda de mostrar un plan de consenso nacional para llevar calma a los mercados en un momento donde la incertidumbre política se traduce en alta volatilidad cambiaria.
*Tercero, poner una cuña en la oposición, al dejar en claro que su pedido de apoyo a la oposición no implica el cese de la crítica al endeudamiento de Macri. Es un punto clave, porque deja entrever cuál es el límite para el llamamiento al diálogo: con la "oposición blanda" de Horacio Rodríguez Larreta sí, con Macri y los "halcones" no.
*Finalmente, el llamamiento no es sólo político sino también dirigido a los actores sociales cruciales de la vida económica, como los empresarios, los sindicatos y las organizaciones piqueteras. El acuerdo con estas corporaciones, espera el Gobierno, ayudará a que no haya desbordes por ningún lado: ni en las remarcaciones de precios, ni en los reclamos de ajuste salarial ni en la protesta callejera.
De manera que el gran interrogante de las próximas horas, como siempre, será el de la respuesta de los mercados: si se interpreta que el resultado electoral implica para el Gobierno un reordenamiento, una ganancia de autoridad y una corrección del rumbo económico, podrá haber una reacción positiva. En cambio, si prevalece la visión de que, tras haber recortado la distancia respecto de las PASO, hay un "envalentonamiento" de los sectores más radicalizados de la coalición, entonces hay riesgo de que la crisis se espiralice.
Llamamiento a la oposición… y al kirchnerismo
No fue casual que en el bunker opositor la palabra que se haya escuchado más en los discursos haya sido "unidad". Sabían cuál sería la estrategia presidencial y por eso las figuras Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal elogiaron explícitamente a los "duros" como Macri y Patricia Bulllrich.
En principio, el tono de los discursos lleva a pensar que será difícil que el diálogo social implique acuerdos en los que la oposición esté dispuesta a compartir costos políticos con el Gobierno, y mucho menos si ello implica generar una división interna.
Pero hay otro interrogante más importante y cuya respuesta no está tan clara: cuál será el apoyo que Alberto Fernández tendrá dentro de la propia coalición para llevar adelante su programa de "relanzamiento".
El debate político en este momento pasa por saber quién va a reclamar con más fuerza el crédito por la remontada del oficialismo. ¿Será Cristina Kirchner, por haber pateado el tablero luego de las PASO y haber reclamado una política de rechazo explícito al ajuste? ¿Serán los "barones del conurbano", que una vez más dejaron en claro que son un factor clave a la hora de juntar votos mediante la puesta en marcha de su aparato logístico? ¿Será Sergio Massa con sus apelaciones al diálogo y sus medidas pensadas para reconquistar a la clase media?
En definitiva, lo que está por verse es cómo se interpreta en la interna de la coalición gobernante la "victoria" que se festejó el domingo. Ya se escucharon voces en el sentido de que el camino a seguir es el de los gestos duros como el congelamiento de precios, la suba de retenciones y la búsqueda de confrontación con las empresas. Se escucharon discursos en el sentido de que el resultado había "empoderado" al Gobierno para tomar medidas duras que promuevan la redistribución del ingreso.
No es esa, desde ya, la línea de Alberto ni de su ministro Guzmán, que tiende a un recorte del déficit fiscal, a una menor asistencia monetaria del Banco Central al Tesoro, a una drástica baja en el subsidio estatal para la energía -es decir, una suba de tarifas- y a una mayor tasa devaluatoria para aflojar la tensión cambiaria.
Todos objetivos que han sido expresamente cuestionados por figuras del kirchnerismo en la mismísima campaña, como cuando Máximo Kirchner advirtió que los números "tienen que cerrar, pero con la gente adentro".
Esa es la duda que el mercado tratará de dilucidar en los próximos días. Y de las señales que se den en ese sentido, dependerá la suerte del "plan relanzamiento". La persona que tiene la respuesta a esta duda fue, precisamente, la única que ayer no se mostró y prefirió mantener un silencio estratégico: Cristina Kirchner.