Estuvo 10 años preso, pero cambió su vida: hoy tiene una hamburguesería que es un éxito
:quality(85)/https://assets.iprofesional.com/assets/jpg/2025/01/590121.jpg)
Tras cumplir diez años en la cárcel, Jorge Capalbi, fundador de Don Capalbi Burguer's Chef, transformó su vida y la de otros. Hoy, su hamburguesería en Parque Avellaneda se destaca por sus sabores y calidad, pero tan o más importante aún, por emplear a personas que, como él, buscan una nueva oportunidad. Una historia de perseverancia, sabor, inclusión y segundas chances.
A las doce de la noche de un día cualquiera de 2018, Jorge Capalbi salía de la cárcel de Sierra Chica con unas pocas monedas en el bolsillo y ningún rostro conocido esperándolo afuera. Había cumplido diez años de condena por robo a mano armada. Atrás quedaban los días en los que las peleas, las drogas y la desesperanza eran parte de su rutina. Decidido a comenzar una nueva vida, esa noche, Jorge regresó a Barrio Cildáñez, el barrio popular al sur de la Ciudad de Buenos Aires que lo albergó desde los 8 años, cuando llegó con su familia desde Salta, su provincia natal.
"Mis recuerdos eran otros, mi mente había quedado encapsulada en el tiempo. Aquella madrugada cuando llegué al barrio no reconocí nada; todo era totalmente distinto. Las calles estaban asfaltadas, estaba urbanizado, había casas de dos o tres pisos y autos por todos lados. Eso sí, la violencia y la delincuencia, tan común en un barrio de emergencia, no había cambiado", cuenta a iProfesional.
Hoy, con 41 años, Jorge está al frente de Don Capalbi, una hamburguesería que emplea a 30 personas, todas con una historia similar a la suya: hombres y mujeres que buscan una segunda oportunidad en una sociedad que rara vez está dispuesta a dársela. "Cuando estás detenido crees que al salir va a ser todo más fácil, pero no es así. Conseguir un trabajo digno, con antecedentes, es casi imposible, y volver a delinquir es la salida fácil para muchos", reflexiona Jorge desde su local en la avenida Olivera 1586, en Parque Avellaneda.
Cuatro meses después de salir de la cárcel, conoció a Melina, quien se convertiría en su esposa y en un pilar fundamental en su nueva vida. Con $300 que le prestó su suegro, compraron un paquete de harina y dos kilos de carne y comenzaron a preparar sándwiches de milanesas en la cocina de la madre de Jorge. Las vendían en el barrio y, para su sorpresa, el negocio prosperó rápidamente. Con el dinero que ganaron, devolvieron el préstamo y alquilaron un pequeño local en el borde del barrio, donde llegaron a vender 90.000 sándwiches en solo ocho meses.
Sin embargo, Jorge sentía que quería más y, aprovechando que la dueña del local no les renovó el contrato porque lo quería vender, se mudaron fuera del barrio, sobre Olivera, una de las principales avenidas de Parque Avellaneda. Un día, impulsado por lo que él mismo llama "su locura", decidió cambiar el rumbo del negocio tras literalmente soñar con las hamburguesas. "Fui al local y les dije a los chicos que guardaran todo, que dejábamos las milanesas y salí a buscar pan, carne y queso cheddar; llevé como para 500 hamburguesas". La decisión, lejos de ser un éxito inmediato, casi lleva al negocio a la quiebra. Pasaron de vender 350 sándwiches por día a apenas tres o cuatro hamburguesas. "Mi esposa y los empleados me querían matar y los clientes habituales que venían por su sándwich de milanesa", cuenta ahora entre risas.
Jorge no se rindió. Salió a la calle con bandejas de hamburguesas para regalarlas entre los vecinos y demostrarles que eran tan buenas como las milanesas. "Regalé como 1.000 hamburguesas", recuerda. La estrategia funcionó, pero poco después, sacando 12.000 hamburguesas por mes, la pandemia puso a prueba su resistencia una vez más. El local cerró durante casi un mes, y cuando pudieron abrir, no vendían nada. Encima, cuando los clientes se empezaron a animar al delivery y el negocio empezó a remontar, Jorge contrajo Covid y estuvo 45 días internado, desatendiéndose el negocio. Cuando regresó, encontró deudas con proveedores e impuestos impagos. "Aguanté hasta 2021; tomé deudas con usureros que no pude pagar y el negocio no dio para más. Estuvo cerrado por cuatro meses. Debía como $5.000.000. Tocamos fondo, pero en vez de desanimarme pensé que entonces peor no se podía estar y que ahora todo iba a ser para mejor", recuerda. No se equivocó. Reabrió el negocio, logró mantener a flote a Don Capalbi y hoy está en pleno crecimiento.
Por mes elabora 16.000 hamburguesas y emplea a 30 personas
Jorge no solo se ocupa de elaborar y vender hamburguesas; también se dedica a cambiar vidas dando trabajo. "Acá todos tienen una historia parecida a la mía. Saben lo difícil que es reinsertarse en la sociedad y lo fácil que es volver a caer. Son 30 personas que tocaron fondo y levantaron la mano para pedir ayuda", explica.
Pero cuando no tiene posibilidades de emplear y quien está enfrente demuestra genuinas ganas de mejorar, Jorge los apoya para que desarrollen sus propios emprendimientos. "Les pagamos cursos para que estudien, los ayudamos comprando maquinaria y los acompañamos en el proceso; mucho más que presentarles plata", cuenta.
Con una producción mensual de 16.000 hamburguesas, su próximo gran sueño está ahora en marcha: Don Capalbi está en obra para inaugurar en marzo un espacio donde los clientes podrán sentarse a comer, algo que hasta ahora no había sido posible. Además, Jorge planea abrir más locales, pero con una particularidad: cada sucursal será operada por algunos de sus empleados más experimentados, con quienes piensa formar sociedades. "La idea es que todos podamos crecer juntos. Yo tuve una oportunidad y quiero que ellos también la tengan", concluye.
Desde el pabellón religioso de la Unidad 28 de Magdalena, uno de los tantos penales donde estuvo en prisión y donde encontró su salvación al abrazar valores como el amor, la familia y el trabajo, hasta las calles de Parque Avellaneda, donde con esfuerzo levantó su hamburguesería, Jorge Capalbi demostró que la vida siempre puede reinventarse. Y en Don Capalbi Burguer's Chef, ese espíritu de superación se cocina todos los días, entre el olor a carne asada y el sabor de una segunda oportunidad.