La controversia por el comunicado del caso Gutiérrez reveló la pelea interna de la oposición
Por estas horas, cuando Horacio Rodríguez Larreta se prepare para su próxima reunión con el presidente Alberto Fernández, deberá agregar al consabido listado de temas sobre la cuarentena un nuevo ítem político: la controvertida declaración de Juntos por el Cambio sobre el crimen de Fabián Gutiérrez.
Difícil imaginar un momento más incómodo para el jefe de gobierno porteño. Justo cuando había hecho avances en la coordinación, en un difícil equilibrio por consensuar con el peronismo pero al mismo tiempo mantener el apoyo partidario, estalla un escándalo político donde tiene todo para perder y nada para ganar.
El presidente calificó como una "canallada" la insinuación hecha el domingo de que el crimen del ex secretario privado de Cristina Kirchner podía tener un trasfondo político por la condición de testigo de Gutiérrez en la causa de corrupción que investiga a la ex presidenta. Y, todo indica, Rodríguez Larreta es uno de los muchos macristas que están de acuerdo con esa crítica que planteó el Presidente.
Trascendió que tras la publicación del comunicado y, más tarde, las respuestas de Patricia Bullrich al Presidente -recordándole la liviandad con la que había realizado acusaciones hace tres años durante el caso Santiago Maldonado-, el espacio opositor estalló en reproches y peleas internas.
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Bullrich fue quien tuvo a su cargo la decisión de dar a conocer un documento que todavía no había sido consensuado. Y, una vez generada la polémica, estalló el grupo de Whatsapp donde los principales dirigentes de Juntos por el Cambio coordinan la estrategia de comunicación.
Allí se cuestionó tanto la insinuación de crimen político como el tono de la denuncia y del pedido de apartamiento de la fiscal del caso –por el solo hecho de ser sobrina de Cristina Kirchner-. Y, de hecho, figuras de primera línea abandonaron el grupo en señal de enojo por la forma en que se manejó la comunicación.
En ese listado de enojados destacan el líder del bloque macrista en Diputados, Cristian Ritondo, el senador Esteban Bullrich, el intendente de Vicente López, Jorge Macri y el de Lanús, Néstor Grindetti. Pero, por supuesto, el más enojado era Rodríguez Larreta, que por el alto perfil y la coordinación con el gobierno nacional a la que se ve obligado por la cuarentena, es quien más puede sufrir las consecuencias políticas.
Gobernantes versus opositores puros
Como suele suceder en estos casos, la radicalización en el discurso es inversamente proporcional a la distancia que se tiene de cargos de responsabilidad de gobierno. Y es por eso que funcionarios que tienen que negociar con Axel Kicillof y el propio presidente -desde regulaciones de la cuarentena hasta políticas de seguridad, pasando por una larga lista de temas presupuestales- son quienes más sienten la falta de reflexión que se evidenció en la redacción del comunicado.
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Lo cierto es que, conforme pasan las horas, se hacen más evidentes los indicios en el sentido de que el crimen de Gutiérrez está dentro de los cánones de un típico caso policial, con una situación de extorsión que derivó en violencia. Con lo cual, los "pases de factura" dentro del espacio opositor se han intensificado.
En todo caso, lo que el caso dejó al descubierto es la disputa sobre quién tiene el control de la comunicación en Juntos por el Cambio y cuál es la estrategia en ese sentido: si se priorizará una oposición cerril al gobierno de Fernández y se cultivará la "grieta" o si se planteará como alternativa de poder con propuestas de agenda.
Y queda en claro que el grupo de dirigentes con responsabilidades de gobierno prefiere la segunda opción, mientras que el ala política del macrismo -liderado por Patricia Bullrich- que ahora ejerce una postura meramente opositora, se siente más cómoda en la confrontación.
Un inesperado alivio para el Gobierno
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Mientras ese conflicto interno se resuelve, en el Gobierno están sacando el provecho político de un inesperado efecto secundario: el escándalo le regaló un poco de aire político al kirchnerismo, que venía golpeado por la serie de reveses en la agenda que intenta instalar el gobierno.
Una larga agenda, en las que destacan el impuesto a la riqueza, la intervención en el mercado agrícola, la expropiación de Vicentín y hasta la causa judicial por espionaje se encontraron con dificultades para consolidarse como temas que marcaran la coyuntura política. Tanto que ya resultan indisimulables los pases de factura dentro del propio oficialismo.
Y cuando ese debate interno por las diferencias estratégicas estaba subiendo los decibeles, el caso Gutiérrez le ofreció al peronismo un motivo de cohesión y un flanco fácil para confrontar con el macrismo. El Gobierno logra, por el solo efecto de un caso policial, reconciliarse con los sectores afines al cristinismo que se sentían poco representados por la nueva agenda. Y ahora, por ejemplo, los medios K logran correr el foco del crimen para plantear el hecho de que, como argumenta la Comunidad Homosexual Argentina, lo del secretario de Cristina se puede encuadrar en un crimen de odio.
En definitiva, un error de comunicación política significó la apertura de una grieta en una oposición donde ya hay una hipersensibilidad creada por las revelaciones de que el espionaje político incluyó a dirigentes de la talla de María Eugenia Vidal y el propio Rodríguez Larreta.
Y esa interna opositora implicó una oxigenación para un espacio oficialista que venía desgastado por sus propios errores políticos y su creciente fisura interna.