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Pichetto pega, Macri muestra gestión y Alberto Fernández responde: la estrategia de Durán Barba empieza a dar resultado

El inicio de la campaña muestra al Gobierno recuperando posiciones, gracias a una comunicación que explota los puntos débiles de la coalición opositora
14/07/2019 - 08:35hs
Pichetto pega, Macri muestra gestión y Alberto Fernández responde: la estrategia de Durán Barba empieza a dar resultado

Lo saben bien los expertos en campañas electorales: hay frases cuyo significado cambia según quién las diga. Por ejemplo, afirmar "Kicillof es marxista" no significa lo mismo si lo dice Mauricio Macri o si quien habla es Miguel Pichetto.

En el primer caso, se estaría haciendo casi un elogio al candidato opositor que busca gobernar la provincia de Buenos Aires. Recibir ese tipo de "acusación" de parte del Presidente no haría más que reforzar la antinomia "popular versus neoliberal", que el kirchnerismo quiere esgrimir como eje central de su campaña.

En cambio, si el que hace la crítica es Pichetto, la cosa cambia. Porque en ese caso la frase pasa a ser parte de un código entre peronistas. El ahora candidato oficialista a vicepresidente está hablándoles directamente a los intendentes del conurbano, a los dirigentes sindicales y a todos los peronistas del aparato tradicional que quedaron heridos tras el reparto de lugares en las listas de votación.

Calificar de "marxista" a Kicillof implica introducir una fisura en la coalición opositora, porque quien está hablando es un peronista, que le dirige un mensaje directo a quienes considera sus compañeros.

Y el contenido es claro: es un recordatorio de que eso que los peronistas de la Provincia van a votar obligados no es peronismo de verdad, es otra cosa que no tiene nada que ver con la tradición ni la cultura de esa fuerza política; es la introducción de una fuerza extraña –tanto ideológica como territorialmente, porque es más porteña que provincial- corporizada en La Cámpora, que llegará para copar espacios que hoy son de los intendentes y sus aliados.

Es por eso que, mientras Pichetto hace esa tarea imprescindible para fomentar la polarización y ayudar a que María Eugenia Vidal potencie el efecto del "corte de boleta" en la Provincia, Mauricio Macri se puede dedicar a los temas donde se siente más cómodo.

Lo dejó en claro en el acto de Parque Norte en el que la coalición Juntos por el Cambio acordó su estrategia comunicacional. Macri se dedicó a enumerar los logros de gestión, luego de admitir que era correcta la crítica interna en el sentido de que el Gobierno no sabía sacar provecho de las realizaciones en términos de obra pública.

Así, mientras Pichetto le pegaba a Kicillof por "marxista" y a Alberto Fernández por apoyar medidas intervencionistas de la economía y por no condenar explícitamente al régimen venezolano, el Presidente hablaba de kilómetros de rutas pavimentadas, de miles de personas que ahora tenían cloacas y de nuevas regiones del país que podía disfrutar la comunicación 4G.

Alberto Fernández, a la defensiva

La estrategia viene dando buen resultado. Porque los candidatos opositores están haciendo exactamente lo que quería el "gurú" Jaime Durán Barba: salieron a contestar.

De esta forma, se cumple el objetivo de que la agenda sea marcada por el oficialismo sin que la oposición –obligada a una posición defensiva- pueda imponer temas de debate.

Al día siguiente de los discursos de Macri y Pichetto, Fernández se vio obligado a aclarar explícitamente que, en caso de ser electo presidente, no impondrá un "cepo" cambiario al estilo del que rigió entre 2011 y 2015, aunque no aclaró exactamente cuál sería el régimen cambiario de su preferencia, dado que también criticó el sistema actual y además dijo que se opone a una flotación limpia, con su consecuente devaluación.

Lo más concreto que dijo Fernández al respecto fue que "hay que reglamentar la inversión golondrina". Paradójicamente, el tema cambiario pasa a jugar un rol parecido que en la campaña del 2015, cuando era el kirchnerismo el que advertía que en caso de ganar Macri sobrevendría una devaluación.

Además de esa respuesta, Fernández tuvo problemas con los periodistas y actuó con evidente malhumor por tener que responder sobre un tema espinoso para el kirchnerismo: el acuerdo con Irán promovido por Cristina para terminar con la controversia sobre las responsabilidades en el atentado terrorista de la Amia.

Y, a pesar de que han pasado dos meses desde que la exmandataria anunciara la fórmula Fernández-Fernández, el candidato del Frente de Todos no logra desprenderse de la sospecha de que, en caso de ganar, no tendrá autonomía para gobernar. Tuvo que dedicar buena parte del arranque de su campaña a recordar que será él quien tome las decisiones y que "soy un personaje difícil de manipular porque soy muy franco".

En definitiva, el candidato no logró instalar temas sobre su eventual gobierno, y tuvo que dar demasiadas explicaciones para el gusto de sus seguidores. Tanto que trascendió que hay un duro debate interno en comité de campaña opositor.

Hay quienes le reclaman que está dedicando demasiado tiempo a alejar temores de Wall Street y la City porteña en el sentido de que no irá a una default de la deuda y que mantendrá una política "market friendly", cuando la urgencia electoral marca que debe enviar más mensaje a los votantes de a pie.

Le piden, concretamente, que hable más sobre la necesidad de crear empleo, de mejorar el salario real y de fomentar el crédito y el consumo.

Pero claro, no es tan fácil estar en el lugar de Alberto Fernández. Las preguntas del periodismo suelen ir directo a las contradicciones entre su discurso y la realidad de los nombres que figuran en las listas del Frente de Todos. Por ejemplo, cuando habla sobre su rechazo al "cepo", le preguntan sobre si Axel Kicillof comparte esa crítica o si sigue pensando que era el sistema adecuado.

Difícil imponer temas para quien debe dedicar la mayor parte de su tiempo a dar explicaciones.

También Kicillof entró en el juego que propuso el macrismo. Ante los embates –además del mote de "comunista" que le endilgó Pichetto, también hubo una insinuación por parte de Vidal en el sentido de que será manipulado por Máximo Kirchner y La Cámpora-, el candidato a gobernador respondió con argumentos que habrán generado el festejo de Durán Barba.

"Desde el punto de vista económico son neoliberales. En la Argentina, este es el mismo proyecto que Cavallo y que Martínez de Hoz. Baja de salarios, tarifazo, apertura importadora, tasas de interés muy altas… Ese combo es el mismo en esas experiencias, yo los llamo neoliberales", contestó Kicillof, luego de desmentir que haya estado afiliado a algún partido marxista.

Pero hay una diferencia sustancial entre la acusación de Pichetto y la de Kicillof: cuando el candidato a gobernador dice que Macri y Vidal son neoliberales, sólo logra el aplauso del núcleo duro de la militancia kirchnerista, mientras que el argumento resulta poco permeable para el resto del electorado, que –como han demostrado los encuestadores con cifras contundentes- se muestra indiferente al debate ideológico.

Un efecto muy distinto al que se genera cuando Pichetto acusa de marxista a Kicillof, porque en ese caso el argumento está dirigido a esmerilar la propia base de apoyo peronista.

Macri empuja a Moyano hacia el rincón de Fernández

Kicillof, a diferencia de Fernández, ha sido más activo en cuanto a desarrollar temas de la agenda de gobierno. Con su reconocida elocuencia argumentativa, habló sobre el endeudamiento de la Provincia y sobre el deterioro en la calidad de vida de los ciudadanos.

Pero también en ese terreno discursivo hay riesgos. La estrategia del búnker macrista se puso de inmediato en evidencia cuando Hernán Lacunza, ministro de economía de Vidal, contestó con cifras lapidarias desde su cuenta de Twitter.

Según Lacunza, el endeudamiento provincial se podría haber evitado si durante los años en que Kicillof fue ministro de Economía, se hubiese corregido la distorsión que perjudicó a los bonaerenses en el reparto del Fondo de Reparación Histórica del conurbano.

"Con Cristina y Kicillof como ministro de Economía nacional, los fondos coparticipables llegaron a su mínimo histórico en 2015 (18,8%) y con Macri y Vidal recuperaron desde 2019, por ley y para siempre, todo lo perdido en 12 años de kirchnerismo", sostuvo.

Y agregó que si en el gobierno anterior se hubieran devuelto esos fondos a Buenos Aires, "hoy la deuda provincial que tanto le preocupa sería cero y habría u$s11.000 millones adicionales para hacer obras, el doble de lo que invirtió Daniel Scioli en ocho años".

La estrategia del macrismo es clara: una postura agresiva dispuesta a no dejar pasar ni un flanco débil vinculado con la década de la gestión kirchnerista. Hablar poco de Alberto Fernández y mucho de Cristina Kirchner.

Y se le agrega un ingrediente por el que Macri muestra una especial preferencia: fustigar públicamente a dirigentes sindicales como Hugo Moyano y Sergio Palazzo.

Macri se cuida bien de elegir nombres a la hora de criticar: no castiga a Héctor Daer, principal referente de la CGT dialoguista, ni a dirigentes que han firmado convenios que quiere mostrar como modelo, tal el caso de los petroleros de Vaca Muerta.

En cambio, plantea la antinomia con aquellos que están sospechados de corrupción o que asuman posturas reñidas con la modernidad y el cambio tecnológico. Así, plantea que Moyano "le quita trabajo a la sociedad" al entorpecer las mejoras logísticas o que Palazzo va a contramano del mundo por querer asimilar como bancarios a los empleados de Mercado Libre.

Pero el objetivo principal, naturalmente, es pegarle por elevación al kirchnerismo. Mediante esas críticas, quiere obligar a Fernández a asumir una postura en ese debate. Y para los opositores, la defensa de Moyano es incómoda.

Con los números de las encuestas en la mano, el Gobierno –y también el kirchnerismo- sabe que que Moyano y sus aliados son los personajes más desprestigiados del país y que pocas cosas son más "piantavotos" que recibir su apoyo político.

La campaña es larga y promete ser dura. Por ahora, la estrategia de Durán Barba -a fin de cuentas, una reformulación de la vieja "grieta"- da señales de estar resultando.

Los sondeos indican que la ventaja opositora se redujo sensiblemente, al punto de que hoy existiría un empate técnico. Resta ver si, tras la reunión de Alberto con Cristina, habrá un viraje en el discurso opositor.