La falta de dólares lleva a un escenario temido por el Gobierno: ¿Massa deberá recortar más importaciones?
Se confirmaron los peores temores: aun con las temperaturas más benignas, que posibilitaron una fuerte caída en la importación de gas, el resultado de la balanza comercial sigue en la "zona roja". Es decir, consumiendo más dólares de los que ingresa: con el saldo negativo de u$s300 millones registrado en agosto, se acumulan tres meses consecutivos de déficit.
Y la perspectiva a futuro es incierta. Por un lado, se descuenta que el "dólar soja" permitirá un impulso a la exportación en septiembre, al tiempo que la compra de combustibles seguirá bajando. Pero, aun así, hay dudas sobre si será suficiente para que el año termine con el superávit que el Gobierno espera.
En su reciente mensaje al Congreso por el proyecto de presupuesto, el ministro de Economía, Sergio Massa, calculó que este año se terminará con un superávit comercial de u$s7.751, una cifra poco ambiciosa en comparación con el saldo de u$s14.750 millones, y sobre todo si se tiene en cuenta que este año se registraron precios récord en las materias primas que Argentina exporta.
Pero, aun con lo poco ambicioso de la meta, hay serias dudas sobre su cumplimiento. Para que ese superávit sea posible, las importaciones tendrían que finalizar el año en torno de los u$s81.000 millones, dado que la expectativa del mercado -expresada en la encuesta REM del Banco Central- es que las ventas alcancen u$s88.525 millones.
Esto implica que en el último cuatrimestre del año las importaciones deberían alcanzar unos u$s23.000 millones, a un promedio de u$s5.750 millones por mes. Y para cumplir ese objetivo sería necesario un recorte de 25% respecto del actual nivel de importaciones.
Por más que la compra de gas, gracias a los calores primaverales, volverá a caer en los próximos meses, con eso no resulta suficiente: aun cuando se produzca en septiembre una reducción de u$s800 millones, como proyectan las autoridades, igualmente el total de importación estaría un 20% por encima del "objetivo" para que el año termine con superávit.
Es una situación que hoy parece improbable, justo en un momento en el que los industriales están advirtiendo sobre el riesgo de un freno en la economía que lleve a la suspensión en fábricas si no se proveen los dólares necesarios para seguir importando insumos y maquinaria.
Importaciones: un alivio primaveral
La buena noticia del reporte de INDEC sobre agosto es que, tal como se había proyectado, la compra de combustibles tuvo una fuerte caída, de u$s945 millones, respecto del nivel récord que se había registrado el mes anterior.
De esta forma, el rubro que este año se transformó en la pesadilla de los funcionarios -de la mano de la explosión de precios energéticos, por la guerra en Ucrania- ahora representa un 17% del total de las importaciones. Es una mejora respecto del 27% que se había alcanzado en julio, pero todavía está muy por encima del promedio histórico: hace un año, la compra de energía era un 13% del total y ya se la consideraba elevada.
Pero si la compra de gas cayó en picada, ¿cómo se explica entonces que se haya repetido la situación del déficit comercial? La respuesta está, sobre todo, en la soja. En agosto, en medio de la polémica sobre el dólar y el perjuicio que la brecha cambiaria suponía para los productores, la exportación se redujo al mínimo.
En aquel momento, el cálculo que hacían las agremiaciones rurales era que, una vez que se descontaban las retenciones y que se producía el efecto de vender dólares al precio oficial y se los recompraba a la cotización del paralelo, los agricultores apenas retenían un 30% del precio internacional de la soja.
Fue esto lo que derivó en el régimen especial propuesto por Massa, de reconocer un dólar de $200 para las exportaciones de soja durante el mes de septiembre, y que generó un efecto de "puesta al día" en las ventas, con un ingreso que ya supera los u$s4.500 millones.
En las cifras de agosto que acaba de publicar el INDEC se refleja el peor momento de la exportación, con el rubro de productos primarios registrando una caída de 18% respecto del mes anterior y de 27% en comparación con el nivel de hace un año. Y si la caída en la venta no fue peor es porque el mercado internacional sigue mostrando buenos precios, que atenuaron el hecho de que, medida en volúmenes, la venta de productos agropecuarios tuvo una contundente reducción de 32% interanual.
Sigue faltando un recorte a la importación
Pero, aun descontando que en los próximos meses haya factores que jueguen a favor -menos importaciones de gas y más exportaciones agrícolas-, las estadísticas dejan dudas sobre si el optimismo del Gobierno está justificado.
Ocurre que cuando se depura el "efecto gas" y se observa las compras sin el rubro de energía, las importaciones siguen mostrando una tendencia ascendente. En agosto se ubicaron en u$s6.501 millones, una suba de 9,6% respecto del mes anterior.
Y los antecedentes del comercio exterior no hacen prever que sobre el final del año venga un alivio sobre la demanda de dólares para compras en el exterior. Más bien al contrario, la expectativa es que las importaciones tienden a aumentar.
El año pasado, las compras "no energéticas" del segundo semestre fueron un 18% más altas que las del primero. Si se mantuviera esa tendencia, entonces las importaciones -sin contar la compra de combustibles- se ubicarían para la segunda mitad del año en torno de U$s40.000 millones.
Y el dato llamativo es que, a pesar de todos los anuncios de los funcionarios en el sentido de que se extremará el control para evitar que haya un "sobre-stockeo" de mercaderías -y, además, la fiscalización por sobrefacturación de importaciones-, las proyecciones se están revisando al alza. En un mes, los economistas subieron en u$s1.705 millones su pronóstico de importaciones para este año, con lo cual están previendo compras totales por u$s81.490 millones.
Además, claro, la salida de dólares se ve agravada por el rubro que no queda registrado en la balanza comercial pero que va ganando un peso creciente en el balance cambiario: los viajes y los gastos con tarjeta de crédito en el exterior.
Los datos de recaudación del impuesto PAIS permiten adelantar que en agosto ese monto fue de u$s800 millones, lo que da un acumulado de u$s5.400 millones por concepto de demanda minorista para turismo y ahorro.
Massa, entre dos "lobbies" opuestos
Con estos números sobre la mesa, la situación del comercio exterior implica todo un desafío para el equipo del ministro Massa, que tiene que hacer frente a dos "lobbies" en sentido opuesto: por un lado, la exhausta caja del Banco Central impone la necesidad de recortar la entrega de divisas, mientras que por otro lado los empresarios advierten que sin importaciones la economía se encaminará a una inevitable recesión.
En estos días Massa intenta conciliar esos dos objetivos contradictorios. Una de sus fórmulas quedó explicitada en el proyecto de ley de presupuesto que se apresta a debatir el Congreso: un blanqueo de capitales, de manera que los importadores usen su propio "canuto" dolarizado y no tengan que pedirle divisas al Banco Central.
Claro, para ello habrá que asumir un costo político: legalizar la entrada al país de fondos no declarados ante la AFIP, luego de haber fustigado con dureza el blanqueo realizado en 2016 por la gestión macrista.
La condición será que estos capitales paguen una multa de 5% y destinen los recursos a importaciones o a operaciones del mercado inmobiliario. De todas formas, no está claro cuánto sería el monto que se podría llegar a ingresar por esta vía y, en todo caso, recién se haría efectiva para el año próximo.
Antes de que eso ocurra, la economía tiene urgencias en el plano cambiario. Para empezar, porque se viene el "efecto del día después" del régimen para la exportación de soja. Los analistas del campo ya pronosticaron que, una vez terminado el beneficio del dólar a $200, la venta sufrirá un previsible bajón.
Y la reciente polémica con el campo -por la prohibición de que los pesos ingresados por la exportación se destinen a la compra de dólar MEP- no contribuye precisamente a mejorar el pronóstico.
En un clima de irritación con el Gobierno, directivos de agremiaciones rurales ya predijeron una caída en las inversiones de cara a la próxima campaña, que ya de por sí lucía poco atractiva, como consecuencia de la escasez de agua.
Este clima político lleva a que, otra vez, los exportadores se mantengan a la defensiva, acumulando stocks y vendiendo "por goteo", mientras en el mercado financiero se reinstala el debate sobre si el Gobierno podrá atravesar el verano sin realizar un ajuste devaluatorio.