El "lado B" de la recaudación de impuestos: crece con fuerza pero anticipa un deterioro de la economía
En la superficie, festejo por el rebote; pero cuando se mira con lupa, preocupación por lo que vendrá: esa es la sensación que dejó tanto en los despachos oficiales como en el mercado la recaudación fiscal de mayo, donde las fisuras del "plan Guzmán" se empiezan a hacer visibles.
Porque aunque los números siguen mostrando un rebote contra el recesivo 2020, la idea que se está instalando en el mercado es que se está llegando a un punto de inflexión. El logro del ministro de Economía en el inicio del año -que los ingresos fiscales aumentaran a un ritmo del doble del gasto público- está llegando a su fin.
Por detrás del incremento nominal de 72,7% -que, a diferencia de meses anteriores, ya no impresiona a nadie porque la comparación es contra el peor momento de la pandemia- aparecen algunos números que marcan cómo las cuentas estatales podrían empezar a deteriorarse rápidamente.
Lo primero, naturalmente, es la constatación de que todo sería distinto si no fuera por el boom sojero que posibilitó un incremento récord en la recaudación de retenciones a la exportación.
Si se hubiesen mantenido los mismos precios agrícolas del año pasado, entonces el aumento de la recaudación de mayo habría sido de 61% en términos nominales, lo que deja un 8% de crecimiento en términos reales, asumiendo que la inflación anualizada para fines de mayo se ubicará en torno del 49%.
Es por eso que Martín Guzmán, cada vez más presionado desde dentro de la propia coalición de Gobierno para incrementar el gasto público- debe ser la persona más agradecida por la "supersoja" de u$s600. Pero hay un problema: mayo fue el punto más alto de la fiesta y a partir de ahora todo irá en declive.
Con la liquidación de divisas por u$s3.545 millones en exportación agrícola -un 82% más que el año pasado, siempre medido en dólares- se llegó a un punto difícil de repetir. El Banco Central pudo darse el gusto de comprar u$s2.090 millones y mejorar las reservas en u$s1.740, mientras que Guzmán vio cómo las arcas fiscales aumentaban un 16% en términos reales -es decir, descontada la inflación-.
Todavía queda junio para seguir esperando un ingreso alto, pero a partir del segundo semestre, si se toman en cuenta los antecedentes históricos, el aporte del agro empezará a decaer. Y, por otra parte, los expertos no parecen convencidos de que los actuales precios del mercado internacional puedan sostenerse en el tiempo.
Sin soja no hay festejo
Es así que, cuando se depura el "efecto soja", ya no es mucho lo que queda por festejar. Si se excluye de la recaudación el ingreso por retención de exportaciones, entonces empieza a desnudarse la realidad de la actividad económica argentina: el incremento de impuestos pagados en comparación con el recesivo 2020 subió menos de 9%. Y si la comparación se hace contra el también recesivo -aunque pre-pandémico- mayo de 2019, se constata una caída de 11%.
Uno de los pocos motivos de festejo fue el rebote en lo recaudado por concepto de seguridad social. Era previsible: en mayo del año pasado -cuando regía la cuarentena estricta y se había generalizado la exención de aportes a las empresas en problemas- se había producido un desplome de 22% real en los ingresos al sistema.
Ahora, se registró un incremento de 70,8% en la recaudación, que en términos reales implica una mejora de 14%. Pero, aun así, lo recaudado por el rubro de seguridad social sigue estando un 11% por debajo del 2019.
El dato es, de por sí, un recordatorio de la pérdida de 155.000 empleos en el sector formal que reconoce la estadística oficial. El número se ve parcialmente atenuado por el incremento de 39.000 puestos en el sector público -lo cual, desde ya, no es un dato que implique una buena noticia para Guzmán-.
Lo cierto es que la comunicación oficial mantuvo el tono optimista que ha sostenido durante todo el año: si bien admitió "cierta desaceleración" en la recaudación por las restricciones a la actividad comercial en mayo, afirmó que "el sostenimiento de las elevadas tasas de crecimiento de los recursos dota de previsibilidad a las finanzas del Estado Nacional".
Es una afirmación con la cual cada vez hay más desacuerdo. La mayoría de los economistas empezó a corregir sus previsiones, con un mayor nivel de déficit fiscal y una menor tasa de variación del PBI -a lo cual se agregó el deprimente pronóstico de la OCDE en el sentido de que Argentina recuperará su nivel de actividad recién en 2026-.
Por caso, un estudio de la Fundación Mediterránea apunta a que el déficit fiscal podría terminar el año en un 5,2% del PBI, como consecuencia de las complicaciones de la pandemia. Es decir, un cambio drástico respecto de los no tan lejanos días en que el mercado creía que se podría bajar el déficit hasta un 3%, mejorando así la meta oficial del 4,5%.
Queda un rubro de ingreso impositivo que ayudará a las arcas fiscales, el aporte extraordinario de las grandes fortunas, que no es formalmente considerado un impuesto y no fue incluido en el informe oficial de recaudación de mayo.
De todas formas, por ese concepto ingresaron el mes pasado $38.654 millones, lo cual hace que la mejora anual en los recursos haya sido de 80% nominal -20% real-. En lo que va del año, ya se percibieron $148.505 por este concepto, y de acuerdo a las expectativas de la AFIP todavía podrían captarse $75.000 millones.
Claro que el producido de este impuesto extraordinario no implicará una mejora de las cuentas fiscales. Es algo que dejó en claro el propio Guzmán, ante las presiones internas para un mayor estímulo estatal a la economía y una mayor asistencia a los afectados por la pandemia.
No por casualidad, el ministro escribió en su cuenta de Twitter una enumeración de los rubros beneficiados con sus respectivas cifras. Mencionó la compra de vacunas y material médico, el refuerzo a los subsidios del Plan Progresar, el subsidio a viviendas en barrios populares, la inversión en exploración energética y, desde ya, el refuerzo a la asistencia del Ministerio de Trabajo con los Repro que se destinan a los rubros más afectados por el confinamiento.
Con ese gesto, Guzmán envió un mensaje político: que entiende el límite a su vocación fiscalista en un contexto de emergencia social que, por si fuera poco, coincide con un año de elecciones.
La apuesta al rebote del IVA
En cuanto al IVA, principal rubro de ingreso fiscal -y el más representativo de la actividad en la economía real-, se registró una suba nominal de 83% -que, llevada a términos reales queda en 23%- pero que comparada con mayo de 2019 sigue marcando una caída real de 11%.
El comienzo del año en este sentido había sido muy flojo -como lo prueba el dato recientemente difundido de ventas de marzo en supermercados, que marcó una caída real de 8,8%-. En el primer cuatrimestre, el IVA evolucionó 47% a tono con la inflación, pero con tendencia a la mejora: en abril ya mostraba una suba nominal de 97%. La desaceleración de mayo está relacionada con el confinamiento dispuesto por el Gobierno ante la emergencia sanitaria nacional, por lo que hay una expectativa de que en junio pueda retomar el crecimiento.
Es, al menos, la expectativa del Gobierno, dado que a partir de junio coincidirán varios factores que propenden a una mejora del consumo: el aumento salarial en varios gremios que acaban de firmar acuerdos de paritarias, el alivio en Ganancias para los asalariados de más de $150.000, y el pago del medio aguinaldo.
Los demás rubros de la recaudación no permiten una comparación correcta para el análisis, dado que en el caso de Ganancias se produjo el impacto por la reducción de las retenciones a los asalariados y que, además, hubo una postergación de los vencimientos del saldo de declaraciones juradas de sociedades, que trasladó parte de la recaudación para junio.
Lo mismo vale para Bienes Personales, que cayó 22,8% en términos nominales después de haber registrado una suba de 358% en el primer cuatrimestre. El motivo para esta merma es que la base de comparación se vio afectada por el pago a cuenta para bienes en el exterior que en 2020 se había efectuado en mayo mientras que este año ya se realizó en abril.
Y se vienen más cuentas a pagar
En contraste con esta situación incierta de los ingresos, del otro lado del mostrador, el del gasto público, todas las señales parecen confirmar una intensificación.
El propio Alberto Fernández en una reciente entrevista con la cadena CNN tuvo una frase elocuente: "El equilibrio fiscal no existe más, lo han roto los países centrales, ya no están en los manuales de la ortodoxia económica, toda Europa tiene un déficit fiscal alucinante".
Y las encuestas, que siguen marcando un malhumor social por la lenta reactivación de la economía, está convenciendo a los funcionarios de la coalición gobernante que el paquete de ayuda de $480.000 millones podría no ser suficiente.
En estos días se está hablando sobre la posibilidad de reforzar las ayudas a empresas e individuos que más han sufrido el impacto de la cuarentena.
Y, en paralelo, Guzmán se esfuerza por convencer al mercado de que financie su rojo fiscal, una tarea en la que ha tenido éxito en el arranque del año, pero que presenta dudas a futuro. Ocurre que el peor período de vencimientos es el que está por venir: sólo entre julio y agosto se acumularán deudas por casi $ 1 billón, lo cual implicará el "test ácido" para la credibilidad del equipo económico.