Los vinos llegan en nuevos formatos: tirados como la cerveza y hasta en latas
¡Seguinos en Instagram, Twitter, o Facebook!
En los últimos días circularon en las redes sociales imágenes de una lata de vino de una reconocida bodega de Mendoza. Si bien se trató de un lanzamiento pensado para el mercado de Estados Unidos, donde este negocio ya mueve más de u$s45 millones anuales, en la industria prevén que este formato estará llegando en breve al mercado doméstico.
En paralelo, en octubre de 2018, el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) publicó una resolución que da vía libre a las bodegas argentinas para comercializar vinos para venta directa al público en envases de acero inoxidable, es decir, que se puede vender en "tanquecitos, garrafas o latas" de hasta 50 litros, tal como se hace con la cerveza tirada.
Aprovechando esta medida, que era reclamada por la industria, una bodega inauguró durante la temporada veraniega espacios en Córdoba y Mar del Plata en el que se ofrecían vinos tirados.
También hay bares de Mendoza en los que está comenzando a popularizarse esta alternativa, en un contexto en el que la industria viene peléandole a una histórica baja de consumo.
En efecto: el año pasado, el nivel cayó por debajo de los 20 litros per cápita, el menor volumen del que se tenga registro.
En paralelo, las exportaciones, si bien crecen, no lo están haciendo a una tasa explosiva, como para ayudar a traccionar a una industria que viene sufriendo las alzas de costos en dólares, tasas de interés por las nubes y un poder adquisitivo que no está convalidando las subas de precios.
Así es como muchos empresarios y bodegueros ven en estos formatos novedosos –para la Argentina- una posibilidad para salir de la crisis.
Potencial del vino tirado
Respecto del potencial que tienen los vinos tirados, desde el Observatorio Vitivinícola Argentino destacaron que "tras la resolución del INV, que autoriza el uso de envases de acero inoxidable para fraccionar vino y su posterior distribución para el servicio directo al consumidor, se abre una nueva alternativa para recuperar espacios ganados por otras bebidas, como la cerveza".
De hecho, postulan que "a nivel mundial, cada vez más bares, restaurantes, bodegas, eventos deportivos y shows musicales están pasando del servicio de vino embotellado al vino en sistemas de grifos".
Según detallan, el vino de barril funciona de la misma manera que la cerveza: con el tirón de la manija de un grifo, la presión del gas (nitrógeno, argón o mezcla de ambos) hace que la bebida salga de la válvula a través de un tubo apto para alimentos, hasta el grifo. A partir de ahí, se dispensa en una copa.
Vinos argentinos: la gran paradoja que hoy enfrenta la uva Criolla
Y el mercado al que todos miran es Estados Unidos: un estudio realizado por Nielsen en ese país, principal consumidor del mundo, muestra que el crecimiento del vino fraccionado en envases de acero inoxidable para el servicio de vino por copa fue de 37% (datos a 2017) con respecto al período anterior, representando un negocio de u$s330 millones.
En diálogo con iProfesional, Julián Díaz, socio y parte de la comisión directiva de la Asociación Argentina de Sommeliers y uno de los más reconocidos impulsores de bares trendy en el país, destacó que "el vino de grifo viene funcionando en algunos países y hubo experiencias positivas, partiendo desde la ecología, tema costos, conservación, simplicidad en el servicio, buscando instancias de consumo más jóvenes, más relajadas, sin protocolo y que el vino siga siendo el protagonista".
En paralelo, Alfredo Sáenz, que dirige la cadena de vinotecas enoGarage y la distribuidora Umami, aseguró que "el mercado está más maduro para vencer el prejuicio de que el vino solo se toma en botella de 750 cm3 y con corcho".
"Evolucionó el consumidor, existen nuevos canales de venta y hay nuevas categorías de vinos, lo cual da una nueva oportunidad a las nuevas presentaciones", resaltó, para luego poner de ejemplo a Estados Unidos, que –según indicó- "se transformó en el principal mercado de vinos en el mundo a partir de dos premisas: aumentar el consumo de blancos y desarrollar nuevas presentaciones y categorías".
Ahora bien, para que se imponga ya sea el vino en lata o el vino tirado, Sáenz consideró decisivo que haya un fuerte acompañamiento por parte de la industria: "La oferta genera la demanda. Entonces nadie va a pedir un vino tirado si no existe o no lo conoce; lo importante es que aparezca la categoría y las bodegas lo desarrollen con el suficiente foco. En esta etapa de génesis es muy importante el apoyo de la comunicación que reciba la categoría".
Díaz coincidió en que es importante informar al consumidor: "Creo que el vino tirado puede funcionar perfectamente en bares y en restaurantes que apunten a ese público y que se busque una forma de comunicarlo donde esto no se oculte sino que sea una virtud".
Tegui en SuperUco, el inicio de un nuevo ciclo ICBC Exclusive Gourmet
¿Y qué hay del vino en lata?
Mientras que los vinos en garrafas crecieron al 37% en Estados Unidos, el negocio de las latas es más chico: mueve u$s45 millones, pero con una tasa de expansión más alta aun, del orden del 45%.
Díaz consideró que es un formato "que puede funcionar en la actualidad. Por un lado, porque hubo un crecimiento de la categoría de latas y ya no se asocia únicamente a bebidas malas o comunes o gaseosas. Por otro, porque creo que el público más joven está más abierto a este tipo de novedades y, si se apunta a ese tipo de consumidor y a un precio razonable, puede funcionar y puede apuntar a otras instancias de consumo en las que hasta ahora el vino no llega con facilidad".
Acto seguido, agregó que "el formato del vino actual está en crisis". Por eso, señaló que "si algo podemos aprender de la cerveza, es que la diversidad de formatos es clave: cerveza en lata, botella, barrilito de supermercado, cerveza tirada… Hay que aprender a tener la capacidad de adaptación, demostrar utilidad y no alejar con protocolos".
"Es necesario ver una idea nueva, un cambio de mentalidad en la industria del vino para llegar a un público que está reclamando un cambio", concluyó Díaz.
A esta idea también se sumó Sáenz: "Creo que debemos entender los hábitos, rutinas, momentos y usos y costumbres de los consumidores más jóvenes. Claramente, necesitamos abrir la cabeza para poder interpretarlo y actuar en consecuencia".