Teletrabajo: promulgada la ley, ahora viene la batalla por una "reglamentación flexible"
En menos de dos meses el teletrabajo en la Argentina se convirtió en ley y se promulgó. Una velocidad escasamente vista en la discusión y aprobación de otras normas. Tal como sucedió durante el tratamiento, vuelve a haber coincidencia en que, lejos de alentar una modalidad de trabajo que tiene alta aceptación entre los empleados, la norma actuará como obstaculizadora del home office.
A menos que, en el camino hacia la reglamentación, se tome en consideración lo expuesto durante las "rondas de consultas".
Esta mirada venía siendo observada tanto por aquellas organizaciones que ya estaban implementando el teletrabajo como por quienes adhieren a las nuevas formas de desempeño que habilitan la conectividad y las diversas tecnologías que se apoyan en ella. Excede, inclusive, los planteos que expusiera en tono escandaloso el conductor y productor de medios Mario Pergolini. Entre quienes miran hasta con cierta simpatía la nueva ley, que lleva el número 27.555, algunos admiten que podría promover la ligitiosidad.
Un informe de CIPPEC en el inicio de la cuarententa estimaba que unos 3,3 millones de trabajadores argentinos podían realizar sus tareas desde el hogar, aun cuando luego había que discriminar cuántos de ese total tendrían el equipamiento necesario para desarrollarla. De hecho, el reporte también recordó que, hasta ese momento, menos del 8% de los trabajadores hacía home office.
A cinco meses del inicio de la cuarentena, aún con sus sucesivas flexibilizaciones en distintos puntos del país, un informe de Carrier y Asociados señaló que el 57% de los usuarios de internet de la Argentina mayores de 18 años estaba haciendo trabajo remoto desde sus casas. Esto equivale a unos 7 millones de trabajadores, incluidos tanto los que están en relación de dependencia y que se vieron obligados a hacer home office como los que ya ejercían esta modalidad como trabajadores independientes.
"Creo que esto puede generar que se frenen algunas iniciativas orientadas a fomentar el teletrabajo. Porque la ley puede obrar más como inhibidora de una tendencia que venía desarrollándose bien y que ahora generará dudas por la litigiosidad a futuro", dijo a iProfesional Rubén Figueiredo, profesor del IAE Business School de la Universidad Austral.
Más tajante en su postura, Adrián Gilabert, autor del libro El trabajo ha muerto, dice: "Es una mala ley, con aspectos de difícil cumplimiento. El problema es que para no incumplir una ley nacional suele ser preferible evitar en este caso la nueva modalidad. Y eso es un atraso respecto de otros países de la región en cuanto a competitividad y calidad de vida de las personas. La reversibilidad aumenta costos y es un factor clave que hará que muchas pymes no adopten la modalidad".
Una de las críticas comunes que se escuchó mientras el proyecto se discutía en el Congreso fue que, hay que decirlo nuevamente, se tomó en cuenta más la postura sindical que la de las organizaciones. Postura que, inclusive, es compartida por las organizaciones gremiales jóvenes con una visión más aggiornada sobre el mundo del trabajo actual.
"Creo que va a haber que discutir varias cosas pero no que no haya que tener una ley sobre derechos laborales respectiva al trabajo remoto. Habrá que pensar una ley que promueva el teletrabajo al estilo de la ley de economía del conocimiento", señaló, por su parte, Ignacio Lonzieme, secretario general de la Unión Informática, quien admitió, asimismo, que "puede haber litigiosidad" aunque descartó que se produzca una hecatombe.
Este es uno de los gremios que trabaja desde hace varios años con un protocolo orientado al teletrabajo. Para Lonzieme el tema merecía un debate más profundo y prolongado en el Congreso, punto en el que, con excepción de los diputados y senadores, tenía amplio consenso entre las empresas que comenzaban a abordar el tema por primera vez y las que ya llevan una década desarrollándolo sin problemas.
Con una perspectiva un poco más esperanzadora, Ramiro Albrieu, investigador principal del área de Desarrollo Económico del CIPPEC, dijo que "la ley es de contenidos mínimos. Si se logra mantener el espíritu y su reglamentación es un poco más flexible puede ayudar. Hay puntos que van con la discusión internacional, como el derecho a la desconexión", e insistió en la necesidad de que se avance en la flexibilidad.
En la previa de la promulgación, el ministro de Trabajo Claudio Moroni, en diálogo con CNN Radio, dejó en claro que gran parte de lo que viene en materia de teletrabajo será tarea de lo que las distintas actividades resuelvan en el marco de los convenios colectivos de cada actividad.
Tras destacar que el trabajador tiene derecho a la desconexión digital y que las cuestiones vinculadas con las tareas de cuidado dentro del hogar forman parte de una ampliación de derechos, también puso en el marco de los convenios los aspectos referidos a la reversibilidad.
"Esto también va a tener que ser regulado en los convenios colectivos. Lo que yo digo siempre es que hay un principio general del derecho que es la buena fe. La reversibilidad debe ser entendida: yo si exijo volver al lugar de trabajo, primero eso tiene que ser posible. Si en realidad yo nunca tuve un lugar de trabajo en la empresa porque siempre fui contratado originalmente como teletrabajador, no hay reversibilidad posible porque no hubo lugar original. Y si yo tuviera un lugar original tendremos que ver las circunstancias de hecho, de modo tal que esto no se convierta en una obligación de imposible cumplimiento", señaló, entre otras definiciones.
Ignorancia y decepción
La falta de conocimiento de los legisladores sobre lo que sucede en las organizaciones y también sobre los cambios que las mismas personas se plantean en relación al trabajo es lo que puso de manifiesto Gilabert.
"Es evidente que no podemos esperar nada. Nuestros legisladores no han estudiado el tema con profundidad, Colombia tiene su ley desde el 2008, Costa Rica desde el 2016, Perú 2013 y México 2019. Tampoco han consultado a expertos. Da la sensación que quisieron sacar una ley para no quedarse afuera de la "agenda" que estábamos llevando adelante los privados, analizando los efectos, ventajas, correcciones. No se puede esperar nada de una ley que ignora la realidad de las empresas y las personas. Este tipo de leyes en la región han sido para fomentar el empleo, no para obturar", señaló Gilabert, también consultor y especialista en crisis empresaria.
Desde que el teletrabajo se instauró como el único modo de continuar con la actividad de las organizaciones, comenzaron a relevarse las primeras consideraciones de los protagonistas de la nueva modalidad: los empleados. Principalmente, aquellos en relación de dependencia.
Un reporte de Bumeran reveló que, antes de la pandemia, un 32,9% de los argentinos tenía la posibilidad de teletrabajar, contra un 67,1% que no contaba con ella. Y que, a cinco meses del inicio de la cuarentena, el 67,1 consideró que es más productivo en su casa, contra un 32,9% que aseguró que es más eficiente en la oficina.
En las conversaciones que iProfesional mantuvo a lo largo de este tiempo con distintas organizaciones, de diverso tamaño, con intereses dispares, hubo un punto coincidente: la falta de estudio, de conocimiento, de capacidad de escucha y de preparación de los legisladores para abordar el tema. Escasísima intención en encontrar puntos de interés en común.
"Hubiera deseado que al menos estudiaran las encuestas que están haciendo las empresas. Donde lo que ocurre es que los solteros y las parejas no quieren volver a la oficina. Quienes tienen hijos tienen sus dudas y mientras estábamos trabajando en resolver esta problemática sale una ley que nos impide encontrar soluciones con libertad y en pos de las personas", subrayó Gilabert.
Y agregó: "Somos muchos que estamos trabajando para encontrar un modelo de actividad plena. La palabra trabajo en latín (tripaliare) significa tortura. La ley no nos ayuda para que el trabajo deje de significar sufrimiento para muchas personas. Es llamativo, curioso, da que pensar".
La expectativa en la reglamentación
Albrieu, del CIPPEC, consideró que el principal problema existente con la norma aprobada es que "muchos de los que hacen teletrabajo se desempeñan en el sector de servicios, cuya modalidad es, tal vez, de cuatro o cinco días en la semana en el cliente, con lo cual esta norma los perjudica. No es lo mismo que en el rubro inmobiliario que, tal vez, se puede realizar uno o dos días en la semana en modo home office y luego en la oficina. Si no se logra flexibilizar, ese punto será problemático".
Es cierto que no todo el mundo cuenta con las comodidades necesarias en su casa para ejercer el trabajo remoto. Y también que un número de empresas imposible de mensurar no pudo satisfacer las necesidades de equipamiento necesarias para cumplir con las tareas, un punto contemplado en la ley y que pone del lado del empleador la obligación de proveerlo en su totalidad.
"Tampoco es que todo el mundo hará teletrabajo. Lo insólito es que si a las dos partes le viene bien el teletrabajo ¿por qué habría que someterse a algo tan restrictivo? Si en un futuro surge un conflicto entre las partes y se llega a un juicio, el juez va a estar del lado del empleado porque es el eslabón más débil, pero esto es lo que inhibirá al empleador en la posibilidad de tomar más gente", agregó Figueiredo.
Para el docente de la Universidad Austral, lo que más se lamenta es que, justamente, hay una cantidad de trabajadores a quienes les interesa seguir con esta modalidad.
"La gente trabaja cuando quiere, es cada vez más flexible. Entonces, legislar algo tan restrictivo complica. La ley se basó en una de 1975 y la vida era otra, no podemos seguir con esa misma mirada. La norma defiende al que está empleado pero inhibe al desempleado a que pueda ser incorporado al mercado laboral. Me parece que esto es un freno, un obstáculo, no va a potenciar la oportunidad", lamentó.
"Una ley restrictiva y nada proyectiva. Una ley que tiene pretensiones de cuidarnos pero ocurrirá lo contrario", puntualizó en la misma sintonía Gilabert.
Desde la Universidad Austral, Figueiredo sostuvo que la implementación abrupta de la cuarentena generó también un cambio abrupto en la dinámica de los hogares porque se rompió la rutina y hubo desorganización.
"A pesar de la sorpresa hay que reconocer que funcionó. Con sus más y sus menos. Pero funcionó, se salió adelante. De modo masivo nos adaptamos. Es esperable pensar que, luego de la experiencia recogida, todo está dado para que, con mejoras, la situación sea aún más satisfactoria", indicó, hasta con cierta esperanza.
A lo que Albrieu agregó que "si queda como está y no se gana flexibilidad,será un desincentivo a esta modalidad", concluyó.