Con un guiño de la agroindustria, el campo buscará avanzar con una gran protesta
En el campo hay mal humor y no descartan medidas. Desconfían de la Casa Rosada. El gobierno de Alberto Fernández, en tanto, prevé anunciar medidas antiinflacionarias tras contar con la aprobación del acuerdo con el FMI en el Congreso.
Buscará nuevamente hacerse de fondos frescos obtenidos de la cadena oleaginosa para cubrir los baches que le generan la pretensión de sostener el abaratamiento social de alimentos como el pan y la carne.
Aplicar mayores impuestos y la imposición de precios en las góndolas no hace más que causar día a día mayor incomodidad en los sectores con los que habitualmente negocia el gobierno.
La indisposición a concurrir a las reuniones con funcionarios crece así en los negociadores del sector frigoríficos, industrial, de la exportación oleaginosa y de los productores en general, que ya están realizando asambleas para canalizar su enojo.
La Mesa de Enlace, no evita el diálogo, pero no descarta la toma de medidas.
El campo avanza con una marcha y desconfía del Gobierno
En algo coinciden en el sector privado, la Casa Rosada habla de "especuladores" mientras que en los despachos se les pide siempre un mayor esfuerzo por nada. Con el correr de los meses los productos atados a programas como "Precios Cuidados" se retrasan y ofrecen una brecha difícil de salvar para las empresas.
También se menciona la falta de ajuste en el gasto político y el rechazo oficial a recortar impuestos como el IVA, que tiene un impacto directo sobre el consumo.
Tras el apuro de suspender el pasado domingo los millonarios envíos de harina y aceite de soja al exterior, la reunión de Julián Domínguez, ministro de Agricultura, con el presidente Alberto Fernández en los jardines de la Quinta de Olivos sirvió para asegurarle a la cartera agropecuaria un lugar preferencial en la toma de decisión sobre las medidas que se anuncien el viernes.
De cualquier forma, el objetivo será sumar más de 400 millones de dólares para atender el desacople inflacionario que generó la invasión de Rusia a Ucrania. Países que mueven un 20% del mercado mundial de trigo y un 5% del mercado maicero.
Se dispararon los valores del trigo, petróleos y otras commodities
Sabido es que el conflicto disparó los valores del trigo, del petróleo y de los valores internacionales de insumos vitales para la producción de granos y carne en la Argentina.
Entre ellos está el caso de los fertilizantes que en la última semana aumentaron más de un 20%.
Poco duró la afirmación realizada por el propio Julián Domínguez en rueda de prensa hace ya diez días, que no preveía la adopción de "medidas drásticas", hecho que incluía un cierre de exportaciones o bien incremento en retenciones ante la guerra.
Aún no sucedió, pero en los pasillos de Paseo Colón al 900 ya descuentan la promoción de un decreto para subir en dos puntos porcentuales las retenciones que se pagan por la harina y aceite de soja, tras ser prohibido su envío al exterior desde el domingo pasado.
Así la alícuota en cuestión pasaría de un 31 a 33% para los subproductos oleaginosos. Esto representa un monto adicional a percibir de 425 millones de pesos, según estimaciones realizadas por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires y la Fundación INAI.
Para el 2022, la exportación tiene proyectadas ventas externas por 27,5 millones de toneladas de harina de soja y otras 5,8 millones de aceite. Hasta el momento sólo se computaron envíos por casi 4 millones de toneladas de harina y 1,1 millón de aceite de soja.
La "guerra contra la inflación" y las commodities
Con una inflación anual del 50% y un 42% de la población en la pobreza, la guerra en Ucrania llegó en un momento complejo para la economía argentina. El conflicto no hizo más que acelerar la tónica inflacionaria y ejercer presión sobre los precios de commodities como granos y petróleo.
Por ello durante un acto en Malvinas Argentinas, el presidente Alberto Fernández prometió públicamente que "el viernes va a empezar otra guerra contra la inflación. Donde vamos a terminar con los especuladores y poner las cosas en orden".
Hasta el momento hay borradores de medidas, sobre las que trabajan funcionarios de Agricultura y Desarrollo Productivo, con asistencia del Ministerio de Economía.
Martín Guzmán, responsable de la cartera económica, dijo en el Senado que el gobierno se encamina a adoptar "acciones para proteger la capacidad de compra de los argentinos, en particular de alimentos".
También ante los senadores comentó: desde el Poder Ejecutivo Nacional "no se contempla un aumento de los derechos de exportación de los granos, del trigo, el maíz, el girasol, el poroto de soja y los demás granos". Allí nada dijo de la impunidad que pudieran tener los subproductos de la soja.
El plan es claro. La tónica inflacionaria que generará la guerra o la suba del costo de vida deberá pagarse con nuevos impuestos.
Suba en las retenciones a las exportaciones
El desacople de precios internos será pagado con el aporte de la exportación oleaginosa, y como se verá por el productor sojero. La herramienta utilizada será por vía de un decreto con anexos, donde no se podrá tocar a los granos.
Desde la industria, mascullan bronca y se llaman a silencio hasta que la decisión sea publicada en el Boletín Oficial.
Toda acción posterior de los privados es posible, incluso recurrir a la Justicia. La Cámara de la Industria Aceitera (CIARA) y la Cámara de Exportadores (CEC) ya rechazaron públicamente la suspensión adoptada.
También para la Asociación de la Cadena de la Soja (ACSOJA), la medida actúa en contra del desarrollo que requiere el sector sojero, que año a año pierde producción frente al maíz.
En el ruralismo, hay agotamiento. El pago de impuestos se lleva más del 67% de la renta agrícola. Para muchos, el vaso está casi lleno.
A la suspensión de exportar subproductos oleaginosos, le anticiparon medidas de intervención en el mercado de trigo, maíz y carne vacuna. Incluso la imposición de un fideicomiso generó un universo de rechazos: los privados lo ven como una retención encubierta.
Por ello, esta semana se fueron sucediendo muchas asambleas, y dio pie para organizar más en el Interior.
La mayoría de ellas organizada por productores autoconvocados, muchos incluso actúan dentro de organizaciones del ruralismo pero no quieren perderse la protesta.
Las movilizaciones del campo contra las nuevas medidas
La primera movilización de esta semana se concretó en la intersección de las rutas nacionales A12 y la 34, en San Lorenzo, Santa Fe, próximo a los principales terminales de granos y plantas oleaginosas en el norte del Gran Rosario. Otra movilización está programada para el jueves a la vera de la ruta 36, en Altos Fierro, al sur de la Ciudad de Córdoba.
En el listado anotamos una tercera, el viernes en Baradero, en el norte bonaerense, donde muchos productores marcharán gustosos a hacer acto de presencia en un acto en el kilómetro 147 de la ruta nacional 9.
La Mesa de Enlace Agropecuaria, conformada por las cuatro entidades del campo, ya tomó nota del malestar en las bases en la última asamblea en Alcorta, Santa Fe. Por ahora mantienen el diálogo con el gobierno aunque la confianza es mínima.
Saben que los números no cierran para el agricultor y menos para el ganadero, que sufre un gordo caro contra una invernada desacoplada en su precio.
Desde la Mesa se rechazó el cierre de exportaciones, y otras acciones oficiales como los fideicomisos y no descartan tomar futuras acciones gremiales.
Por ello, Nicolás Pino, presidente de la Sociedad Rural Argentina, reconoció que "la Mesa de Enlace dialogaba con el gobierno, con poco resultado. Se verá día a día. Si hay mal humor en el campo? Hay mucho. Si habrá acciones de fuerza por delante? Se van a ir definiendo. Seguramente vamos a tener que tomar alguna medida. Pero hoy hay que actuar con cautela y ver cómo se resuelven las cosas".
Las pérdidas de los productores, en números
Al cuantificar la pérdida que sufriría en su bolsillo el productor de incrementarse las retenciones oleaginosas, Lorena D’Angelo, analista del mercado granario, aseguró que una quita a los exportadores por más de 400 millones de dólares redundaría en una caída en la capacidad de pago de las plantas que reciben porotos para agregarle valor a la exportación.
Con una nueva retención, es decir una retención de 33% para la harina de soja y también el aceite, la capacidad de pago de las plantas receptoras al productor caería de u$s485 a u$s469 por tonelada del poroto que reciban.
Esto representaría para el bolsillo del agricultor sojero una merma de ingresos de u$s16 por tonelada.
Según los números realizados por D’Angelo, por cada camión que carga unas 30 toneladas, son u$s480, lo que significa una pérdida de 50 mil pesos a tipo de cambio oficial, o bien unos $100 mil al valor del dólar blue que deja de percibir el productor.
Los frigoríficos, imposibilitados de cumplir con los acuerdos
La falta de herramientas sólidas para aplicar en política agropecuaria y económica, hacen que la Casa Rosada tenga poca chance de ganarse el favor del campo.
Por ello, a la gestión de Alberto Fernández se le hace imposible esquivar las críticas que depositan en su gestión no solo la Mesa de Enlace Agropecuaria, sino también desde las cadenas de valor del trigo, el maíz, incluso las cámaras aceiteras y exportadoras de productos oleaginosos y ahora también se suman a este listado los frigoríficos exportadores.
Todos ya descreídos de las promesas realizadas desde el ámbito gubernamental, mezcladas con amenazas, y que concluyen en más presión para que desde el sector privado se soporte cualquier ajuste en los precios.
En las últimas horas, los frigoríficos exportadores ya le indicaron a Roberto Feletti, secretario de Comercio, que les resulta imposible mantener el abastecimiento acordado de 60.000 anuales toneladas a grandes cadenas de supermercados a precios al primer bimestre.
Así el plan oficial para sostener los valores de la carne hasta fin de año no logró ni llegar a abril sin ser revisado.
Precios de la harina de trigo y la leche, precios incontrolables
Lo mismo sucede con la harina de trigo o bien con la leche, lo que se acuerda en los escritorios, difícilmente logra mantenerse en la comercialización entre privados. Allí se utilizan artilugios comerciales como cambio de marcas o bien en el packaging de los alimentos que llegan al consumidor.
Esto tiene lugar en momentos en que el consumo doméstico de carne vacuna no para de caer. Hace rato dejó de ser el producto estrella en la mesa de los argentinos.
Según los datos aportados por la Cámara de Industria y Comercio de Carnes (CICCRA), en febrero pasado la compra de carne per cápita cayó un 1,8% interanual.
El gasto de las familias argentinas se situó en 48 kilos de consumo por habitante por año. Allí pesa el precio, el encarecimiento de los cortes de animales más chicos y también el mejor acceso a valores como la carne de pollo o de cerdo.