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Efecto Máximo: se rompió la alianza y hay expectativa por la reacción de Cristina y el impacto en los mercados

La renuncia del jefe del bloque oficialista desnudó las diferencias internas del Gobierno. La calma financiera que se había recuperado, otra vez en riesgo
01/02/2022 - 07:00hs
Efecto Máximo: se rompió la alianza y hay expectativa por la reacción de Cristina y el impacto en los mercados

"¡Despabílense!", les pedía Cristina Kirchner a los dirigentes de la Unión Cívica Radical en su recordado discurso del 10 de diciembre, cuando recordó que los dos presidentes de esa fuerza política habían sido condicionados y desestabilizados por el Fondo Monetario Internacional.

En las últimas horas, esa frase se resignificó y ahora parece estar dirigida al propio Alberto Fernández y al peronismo en general, que está celebrando el entendimiento con el FMI como una victoria política.

Lo cierto es que ese oxígeno político que había recuperado Alberto Fernández el viernes pasado acaba de desaparecer de un plumazo. La renuncia de Máximo Kirchner a presidir el bloque de diputados del Frente de Todos implica la ruptura de la coalición gubernamental, un hecho que desencadena una serie de consecuencias políticas y financieras.

Por lo pronto, cambia drásticamente el humor de los mercados. Si hasta el lunes se hablaba de la perspectiva de un blue a la baja y una garantía de paz financiera de corto plazo para el Gobierno, ahora el análisis vuelve a estar teñido de incertidumbre. Lo cual implica, como ya se ha visto, la posibilidad de una fuerte volatilidad en el precio del dólar paralelo y en los bonos soberanos, así como un nuevo riesgo para las reservas del Banco Central.

Qué tan grave pueda ser la corrida es algo que nadie tiene en claro, porque la reacción de los inversores cambiará en función de las nuevas señales políticas que vayan apareciendo.

Y la primera gran duda es qué tan dura será la pelea política interna. Es decir, si se limitará a la expresión de disenso sobre el acuerdo con el FMI pero no implicará un boicot al acuerdo, o si, por el contrario, esto supondrá una fractura en la fuerza legislativa oficialista, con diputados y senadores fieles a Cristina votando en contra del acuerdo de facilidades extendidas.

De momento, ni la carta de renuncia de Máximo ni las declaraciones de referentes del kirchnerismo hacen pensar en un voto negativo. Es un escenario difícil de imaginar porque, en los hechos, podría significar la caída del acuerdo y, por consiguiente, el default.

Es cierto que antes de que se conociera el texto del entendimiento con el FMI hubo una serie de declaraciones de dirigentes kirchneristas -ninguno diputado ni senador- que "coqueteaban" con la idea de que, antes un mal acuerdo, sería preferible un default. Pero también hubo referentes, como el diputado Carlos Heller, que luego de conocido el acuerdo lo elogiaron como el mal menor y argumentaron en favor del voto en el Congreso.

En el ámbito político hay cierto consenso respecto de que nadie querrá aparecer como responsable de un default. Y, por si alguien tuvo la tentación, el propio Alberto Fernández hizo un "llamado a la responsabilidad de todos" y recordó que no hay formas de financiación alternativa. En vísperas de su viaje por Rusia y China, dijo que los eventuales acuerdos con estas dos potencias también están supeditados a que se formalice el acuerdo con el FMI.

Fue en ese sentido que acusó a sus críticos de haber quedado anclados en la "mirada bipolar" propia de la guerra fría.

Un golpe indirecto al FMI y a Macri

De todas formas, aun sin votar en contra el acuerdo con el FMI, el kirchnerismo puede hacer gestos que debiliten la alianza gubernamental. Podría darse la situación de que Máximo, para que en el futuro no le recuerden que avaló con su voto un acuerdo inaceptable, se retire del recinto o se abstenga. Y ya se está especulando sobre la posibilidad de que, en los próximos días, se reanude la ola de renuncias de funcionarios K, como había ocurrido tras la derrota oficialista en las PASO.

Es una situación que, a estas horas, debe tener nerviosos a los funcionarios del propio Fondo Monetario. Después de todo, uno de los puntos de mayor insistencia en el último año había sido que la negociación tuviera "el más amplio apoyo político y social".

Cuando el FMI pide ese consenso, el mensaje político que está enviando no es tanto que Alberto garantice el apoyo de sindicatos y cámaras empresariales, ni siquiera el de la oposición macrista, sino el de Cristina Kirchner, la única persona con capacidad real de hacer que el plan económico fracase si no acompaña las medidas.

El FMI le había pedido a Alberto que el acuerdo tuviera el más amplio consenso político: es decir, el apoyo de Cristina
El FMI le había pedido a Alberto que el acuerdo tuviera el más amplio consenso político: es decir, el apoyo de Cristina

Ahora, en este escenario político, el Fondo se encuentra ante una incomodidad: el acuerdo podría llegar a ser aprobado por el Congreso pero sin los votos del kirchnerismo. Es decir, se cumpliría el consenso desde el punto de vista formal, pero no se lograría el objetivo político que quería el Fondo, que era evitar la posibilidad de que una fuerza política con convocatoria masiva pudiera sabotear el programa de entendimiento.

Hay, además, otra consecuencia extraña que dejó la renuncia de Máximo: pone a la oposición en la situación incómoda de tener que ponerse en un rol de árbitro entre la facción peronista albertista y la kirchnerista.

Hasta ahora, Juntos por el Cambio había elogiado tibiamente el entendimiento y había pedido más detalles para analizarlo. Pero hubo dirigentes que, en clave de chicana política, habían dicho que antes de garantizar su voto querían escuchar el apoyo explícito por parte de Cristina Kirchner.

¿Debe entenderse, entonces, que si finalmente el kirchnerismo no apoya en el Congreso, el bloque opositor votará en contra del acuerdo con el FMI? Resulta casi inimaginable que termine siendo el macrismo el que sea acusado de empujar al país al default. De manera que la oposición también está en un dilema incómodo, que lo empuja a alinearse con el Presidente y defender el acuerdo más allá de lo que le gustaría.

Todos miran a Cristina

Todos estos interrogantes llevan, una vez más, a la cuestión clave y central: ¿cuál es la opinión de Cristina Kirchner? A juzgar por lo que dijo el Presidente en televisión, ella no avaló la decisión de Máximo, aunque resulta difícil de pensar que discrepe con el contenido de la carta.

Máximo refleja lo que el kirchnerismo, es decir Cristina, siempre pensó. Que había que negociar con más fuerza, que había que denunciar y hacerle pagar al FMI el costo de haber violentado su propio estatuto para darle apoyo político a Macri, y que el resultado de lo negociado no garantiza mínimamente ni el crecimiento económico ni el resultado electoral favorable en 2023.

Ahora se entiende mucho mejor el gesto incómodo de Martín Guzmán en la conferencia de prensa, cuando se le preguntó si Cristina había dado su apoyo, y él se limitó a contestar que el acuerdo iba a ser debatido en el Congreso.  

Guzmán empezó su presentación agradeciendo a Cristina Kirchner, y luego machacó sobre los puntos que Cristina había puesto como condición para dar su respaldo: que no se recortara el gasto público, que no se pusiera en riesgo el crecimiento, que no se exigieran reformas estructurales, que se siguiera negociando por una reducción de tasas de interés.

En sus últimas apariciones públicas, como su visita a Honduras, Cristina Kirchner tuvo discursos duros para con el FMI
En sus últimas apariciones públicas, como su visita a Honduras, Cristina Kirchner tuvo discursos duros para con el FMI

Pero, por lo que se está viendo ahora, la vicepresidente no comparte la visión de Alberto en el sentido de que el trato con el Fondo "no condiciona" al país. Acaso el punto central de la desavenencia fue el agitado en las últimas semanas, sobre la injerencia de las famosas "misiones", que pueden terminar co-gobernando y aplicando vetos, siempre con la amenaza de cortar el financiamiento.

Guzmán aclaró que era imposible evitar las misiones, y no faltaron quienes recordaron que el propio Néstor Kirchner las había aprobado en 2003. Pero lo cierto es que para el kirchnerismo duro parece haber un escollo imposible de superar.

Las señales de Cristina parecen ir claramente en contra de la promesa que el 10 de diciembre había hecho Alberto Fernández, en el recordado contrapunto público, cuando el Presidente le dijo: "quedate tranquila, Cristina, no vamos a negociar nada que implique comprometer el crecimiento y el desarrollo social".

Pero Máximo Kirchner, con su dura carta, acaba de dejar en claro que Cristina no quedó tranquila ni con el discurso de Alberto ni con las explicaciones técnicas de Guzmán.

La gran pregunta, ahora, es hasta dónde está dispuesta a llegar para manifestar su descontento.