El Zoom menos pensado: un revitalizado Guzmán, con los popes de AEA
Para este viernes se ha organizado un zoom que pocos imaginaban: en una múltiple conexión, el ministro de Economía, Martin Guzmán, dialogará con los miembros de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), esa entidad que reúne a las más poderosas cabezas de las principales compañías del país. Puede ocurrir, claro, que se suspenda este encuentro virtual por algún acontecimiento sobrenatural o una señal de peligro emanada desde un sector del gobierno: todos saben que la línea Cristina, por denominarla de algún modo, mantiene reserva, distancia y encono con esa corporación, a la que supone dominada por la influencia de su ancestral enemigo, el Grupo Clarín (también responsabiliza a Techint de ser copartícipe mayoritario en la conducción).
Inclusive, si uno se detiene en antecedentes, recordará que el hijo de la Vicepresidenta, Máximo, en un último y airado discurso en Diputados, increpó a la CGT de los gordos y viejos por haberse reunido con la cúpula de AEA siguiendo sus instrucciones, incluyendo una velada intimidación para que no repitieran la experiencia. Esa advertencia origino una respuesta irónica e impensada por parte de uno de los jefes gremiales, confrontativa, y de escasa aparición en los medios (Carlos Acuña, estaciones de servicio). Sorpresa: nadie de la central obrera le reprochó sus palabras. Y, para asombro de muchos, luego del tiroteo verbal, los empresarios y sindicalistas se volvieron a encontrar, acordaron decisiones conjuntas y se suponen capaces de constituir el embrión de ese ajado proyecto del pacto social que deambula por el país desde hace décadas.
Además, Máximo tal vez se vuelva contemplativo con los que discrepa en el orden local: se aburrió de vociferar contra el imperio norteamericano, mandatarios y socios capitalistas, mientras su gobierno contrata y paga consultoras en USA —algunas con más de mil abogados— para que tengan en cuenta a los Fernández, y a él mismo, en Washington. Falta otro detalle. El trencito de AEA y CGT a favor de una usina de iniciativas ofrece una derivación política manifiesta: parece "empoderar" a Alberto en su relación con Cristina, le concede un up-grade al Presidente en esa pugna que le atribuyen con su segunda. O a su segunda con él. Al menos, es lo que quieren creer muchos de los participantes en el cónclave.
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Posicionando a Guzmán
De ahí la sorpresa por la etérea visita de Guzmán este viernes con los más importantes empresarios del país, no tanto porque se desconfiara de su espíritu abierto y democrático, sino por el encantamiento que revela por la doctora Kirchner y de quien no ignora que la representación del Mal es cualquier mención al apellido Magnetto o Clarín, causantes de sus desgracias personales, familiares, judiciales y hasta económicas. Para algunos, entonces, la actitud dialoguista del ministro de Economía puede significar un desafío propio o el mérito de haber calibrado una necesidad imperiosa para que nadie se ausente de sus futuras negociaciones con el FMI, requiriendo la mayor unanimidad para su emprendimiento.
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Si pudo imponer este último criterio dentro de la interna gubernamental, habrá que convenir en que ha ejercido una capacidad superior a la de haber llegado a un entendimiento con los bonistas acreedores, a pesar de comprometer —entre otras menudencias— pesos por dólares o pagar índice CER más seis puntos de tasa. Finalmente, en el gobierno dirán que son pavadas, cuando muchos de sus integrantes se hubieran escandalizado si esas decisiones hubieran sido suscriptas por otras administraciones. La realidad es la única verdad, justificaría Perón. Y el cemento en el rostro de los que hoy juran ser sus seguidores.
En momentos en que casi no hay espectáculos públicos por el virus, el convite del viernes ofrece una tentación adicional, ya se agotó la boletería, mucha gente espera fuera del estadio zoom. Para las dos partes será una novedad: Guzmán no registra asiduidad con el mundo empresario y el núcleo de AEA accede a una figurita difícil, poco accesible en estos 8 meses y pico de administración, dispuesta ahora a interesarse en problemas ajenos a la transacción de bonos, quizás curiosa hasta por la eventualidad de algún convenio en barbecho entre el sindicalismo y el sector empresario.
Se diría que desde el último fin de semana, cuando Guzmán empezó a inundar los medios con reportajes y apariciones, su gestión a cargo de Economía adquiere otra dimensión, como si pretendiera vestirse realmente de ministro. Esa búsqueda de confianza personal —que no se logró por ahora en el resbaladizo mercado cambiario, tampoco en el riesgo país— fue reforzada hasta por el propio Fernández, cuando le pidió a Sergio Massa que esquivara señalar en público su participación en la negociación de la deuda y le cediera todo el mérito a Guzmán. Y así fue. Se trata de crear un hombre fuerte en el gabinete que revitalice la gestión, sólido en lo suyo pero todavía sin la galladura suficiente para convencer a los mercados.
Una agenda caliente
Cuesta saber los interrogantes que el ministro le planteara a los empresarios, nadie sabe si quiere recurrir a su master piece de la negociación con los bonistas a culminar este 24 o advertir sobre la que iniciara con el FMI próximamente. Sin duda, no es la mayor preocupación que demanda su audiencia. En ese entorno, por encima de los arreglos internacionales que aprueban a pie juntillas, manifiestan otras inquietudes, algunas obvias por la crisis. Como es de rigor en ese universo, habrá preguntas sobre la falta de oportunidad económica para impulsar la reforma judicial, la falta de actividad, el cierre de empresas, la emisión monetaria o saltos inflacionarios para el último trimestre. Algún atrevido hasta incursionara sobre la influencia de Cristina, si cogobierna. Para muchos, es casi delictual esa posibilidad.
Sin embargo, el enigma más cercano para los contertulios se distingue con urgencia: la fragilidad de las reservas del Banco Central, un bote perforado por un goteo diario y una general vocación de incrementar los stocks previendo algún estallido cambiario. Hoy, de lejos, resulta la mayor inquietud en las compañías, grandes o pequeñas, teñidas por la falta de confianza. Ni hablar del mantenimiento de la brecha que genera otras distorsiones económicas en materia de impo y expo.
Quizás, si hay referencias a la declamada especialidad de Guzmán en tratativas externas, se lo consulte sobre las futuras discusiones con el FMI para saber en qué presupuesto o balance imagina el ministro habrá de ingresar la deuda con el organismo, ya que el compromiso con los bonistas es hasta el 2035 e implica —salvo en la etapa inicial con los Fernández en el gobierno— erogaciones que van entre 7 y 9 mil millones de dólares por año hasta esa fecha. Si ya se torna problemático pagar esas cifras, queda una duda gigante sobre la fecha futura a cumplir con el FMI. ¿Después del 2035? Quizás el Papa, tan influyente sobre la católica Georgieva, consiga una indulgencia.
Aunque no se conoce la duración establecida de la charla entre el ministro y los dirigentes de AEA, quedan temas pendientes mientras Guzmán se llevará emergencias reclamadas por la economía real, transitadas a medias en el despacho de Kulfas. Por su parte, los miembros de AEA se quedarán para otro zoom y conocer de algunos dirigentes las medidas que piensan conciliar con la CGT. Un pato para Cristina y su hijo que por ahora lo miran por tv, a favor del empoderamiento de Alberto y por la hechura de un nuevo ministro que quiere alcanzar otra estatura. Lástima que no le sobra tiempo.