"El invierno está llegando", el argumento central del Gobierno ante la grieta por la cuarentena
"Qué me importa cuánto dura la cuarentena si los casos de contagio se quintuplican". Tal vez esa haya sido la frase más representativa del momento que vive el Gobierno, y que se expresó en la conferencia de prensa del presidente Alberto Fernández junto a Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof.
El presidente lució irritado por momentos, cuando los periodistas le recordaron los pedidos de una flexibilización por parte de los comerciantes, las situaciones de "angustia" de parte de gente hastiada del encierro o las estadísticas que marcan que Argentina tendrá la cuarentena más larga del planeta desde que empezó la pandemia.
Y lo cierto es que el presidente mantuvo cierta coherencia respecto de lo que habían sido sus anteriores comunicados. Hace dos semanas había explicado que el criterio por el cual se podría determinar que la ciudad y la provincia de Buenos Aires pasaran a la "fase 4" de la cuarentena –es decir, de relativa normalización en la actividad económica- era que la tasa de duplicación de contagios se enlenteciera al punto de ocurrir cada 25 días.
Muy lejos de ese objetivo, tanto en la ciudad como en el conurbano, en apenas 14 días los contagios diarios son ahora casi cinco veces más que en aquella conferencia de prensa.
Desde ese punto de vista, no debería haber polémica posible. Y sin embargo, tanto Alberto Fernández como el jefe de gobierno porteño y el gobernador bonaerense comprobaron que, aun con la contundencia de esos números, cada vez deben invertir mayor esfuerzo de comunicación para justificar la necesidad de mantener el confinamiento.
"¿Qué provoca angustia, salvarse, que a uno le pidan que se cuide? ¿No genera más angustia enfermarse?", contestó el presidente, sin ocultar la irritación de sentir que tenía que explicar lo obvio.
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Las estadísticas pro cuarentena
Y la reiteración de la justificación es un síntoma elocuente del problema al que se enfrenta el gobierno: se está haciendo difícil la batalla de la opinión pública. Porque si bien es cierto que las encuestas siguen confirmando un apoyo a la estricta política sanitaria, también es verdad que la desesperación de los sectores más afectados está haciéndose notar de una manera cada vez más explícita.
Por caso, en los días previos a la alocución presidencial hubo comerciantes que se manifestaron en grandes ciudades como Córdoba y Mar del Plata.
Además, hubo intensos enfrentamiento entre comunicadores, que están recreando la "grieta" en bandos que militan, respectivamente, la cuarentena o la flexibilización y que alcanzó su clímax en los ataques recibidos por el periodista Nicolás Wiñazki –insultado por pedir en la pantalla de TN poder conocer a su sobrina- o en las críticas al epidemiólogo Pedro Cahn, integrante del comité de asesores del presidente, que protestó "me cuesta entender la militancia anticuarentena, que me expliquen cuál es la alternativa".
Y, por cierto, continuó la profusión de análisis político en el sentido de que el Gobierno "se enamoró de la cuarentena", un argumento que insinúa que el presidente sobreactúa la dureza sanitarista para compensar las falencias en otros planos de la gestión, como la economía. Es uno de las críticas que más enoja a Alberto, que fue munido de números para responder a la acusación.
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Estuvo la consabida comparación con países latinoamericanos que atraviesan la fase aguda de la pandemia, como Chile o Brasil. Pero, sobre todo, estuvieron los números económicos. En parte, el planteo del presidente es que la cuarentena no es solamente decretada por el gobierno, sino por los propios consumidores, que aun en aquellos comercios que sí están habilitados para funcionar retrajeron sustancialmente su nivel de consumo.
El "raconto" sobre las plantas industriales que se han reconvertido de urgencia para producir implementos de protección contra los contagios o que han podido reabrir aplicando protocolos sanitarios -como la automotriz Volkswagen- intentó responder a las críticas sobre una supuesta indiferencia gubernamental por la parálisis económica.
Y en cuanto a la asistencia a los desocupados, explicó que seis de los nueve millones de argentinos anotados para el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) ya habían recibido su primer cobro de 10.000 pesos –dos meses después de haberse anotado en la lista de beneficiarios-, o que la mitad de los autónomos ya habían recibido su crédito a tasa cero.
El propio mandatario admitió tácitamente la dificultad para gestionar esa ayuda con un argumento algo extraño: que recién por causa de la pandemia se descubrió la magnitud de la informalidad de la economía argentina.
La batalla de la opinión pública
Pero, sobre todo, el presidente dejó traslucir que tiene en claro que su dificultad mayor en estos días es sostener el apoyo de una clase media de los grandes centros urbanos que empieza a cuestionarse si la dureza y extensión de la cuarentena se justifican. Porque es cierto que hay vecinos a los que les va peor, pero también están circulando los comentarios sobre casos cercanos como Uruguay, donde se reanudarán las clases la semana próxima.
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Esa batalla por la opinión pública es, a partir de ahora, el centro del esfuerzo político. Y Alberto respondió a las críticas con la contundencia de los datos médicos. En otras palabras, que lo peor recién está empezando.
Fue bien elocuente su defensa cuando dijo que los analistas pueden escribir basándose en especulaciones, pero quienes tienen la obligación de gobernar tienen la responsabilidad de cuidar a la población basándose en datos de la realidad.
Por eso elogió a gobernadores de la oposición. Y Rodríguez Larreta correspondió al confirmar el tono dramático. Puso de manifiesto que, aunque los números sean particularmente graves en las villas de emergencia, de ninguna manera la población de los barrios de clase media pueden relajarse y pensar que el problema les resulta ajeno, porque los aumentos de contagios abarcan a toda la ciudad.
Y Kicillof, que no puede resistirse a la tentación de criticar la "pesada herencia" recibida de María Eugenia Vidal en materia de infraestructura hospitalaria, apuntó en el mismo sentido para justificar la adopción de medidas más restrictivas para la movilidad en el conurbano.
Y dejó una reflexión que sintetiza el mensaje en defensa de la cuarentena: faltan 28 días para que llegue el invierno. Tanto por las proyecciones estadísticas de los contagios como por la experiencia europea, hay cierta propensión a pensar que en la estación invernal es cuando los países alcanzan el momento agudo de la propagación del coronavirus.
Y Kicillof recordó que hace un año, sin pandemia, ya la infraestructura sanitaria en el conurbano estaba colapsada por el aumento estacional de internaciones que ocasionan las neumonías, la influenza y las típicas enfermedades contagiosas en el invierno.
En definitiva, el argumento oficial es claro y contundente: "el invierno está llegando", y con él vienen padecimientos que harán parecer banales y frívolas las críticas que hoy se hacen a las angustias provocadas por el encierro hogareño.