La presión se hace insoportable para Alberto: el desplome de la economía terminó marcando el límite de la cuarentena "full"
"Necesito que me digas cuándo voy a poder abrir. No puedo seguir así. Este mes pagué los nueve sueldos de mis empleados con la ayuda de ustedes, pero creeme que no puedo más. No me dan los números. Así como vamos, me conviene cerrar y reabrir cuando sea, después que pase todo esto. Pero al menos voy a poder dormir tranquilo. No le voy a deber a nadie ni se me va a seguir agrandando la deuda".
El monólogo -desesperado- fue pronunciado por uno de los socios de un reconocido bar y restaurante de la zona sur del conurbano bonaerense. Lo escuchaba el intendente, un cliente histórico del lugar. Ocurrió el miércoles pasado. Luis (así se llama el comerciante) terminó con el barbijo en la mano, en medio de la fatiga.
El intendente fue uno de los que, durante la semana, se comunicó con el gobernador Axel Kicillof para transmitirle historias como esas. Simples y dramáticas. "A la gente hay que decirle cómo vamos a seguir. Darle un horizonte. Un cronograma. Todos entienden las dificultades, pero así como vamos, ya no da para más", cuenta el jefe comunal.
De eso se trata lo que sucederá hoy viernes. Después de 50 días de confinamiento, flexibilizado de hecho en las últimas jornadas, Alberto Fernández se aprestar a dar el paso más audaz desde que, a mediados de marzo, ordenó la cuarentena obligatoria.
Bajo una gran presión social y del poder económico, el Presidente decidirá -luego de un diálogo cara a cara con los asesores sanitaristas- la nueva fase del aislamiento.
Condicionado por una actividad económica que ya venía muy débil, pero que en las semanas de pandemia registra una caída en vertical, Alberto F. dará luz verde para que unas 1.000 grandes industrias vuelvan a operar. Y que lo mismo suceda con sectores comerciales tanto de la Ciudad de Buenos Aires como del conurbano.
Quedarán exceptuados los centros comerciales y los restaurantes, salvo para que hagan delivery o el denominado "take away".
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En ambos casos -industrias y comercios- habrá un protocolo estricto que tendrá que cumplirse. En el caso de las industrias, el foco estará puesto en el transporte que utilizarán los trabajadores para llegar a las plantas, y habrá una flexibilización en los turnos para respetar la distancia social de los empleados.
Para los comercios que reabran será necesario que el ingreso a los locales sea controlado. Incluirá desde jugueterías hasta bazares y las cadenas de electrodomésticos. En algunos casos será obligatorio sacar turnos antes de concurrir.
En el conurbano, algunos intendentes idearon especies de "salvoconductos" para que por allí transiten los camiones que se desplazan de una localidad a otra, con el objetivo de cargar mercadería. Por ejemplo, materiales para la construcción destinados a la obra pública.
También analizan la reapertura de la versión "auto" de los locales de comidas rápidas, tipo "AutoMac". También, con un protocolo para que no haya contacto entre comprador y vendedor.
El jefe de ministros de uno de los intendentes más fuertes del conurbano se sinceró, en diálogo con iProfesional: "Al principio era más fácil sostener la cuarentena: la gente estaba asustada por lo que veía en Europa. Y en las primeras semanas, nosotros teníamos muchas donaciones. En las últimas dos aflojaron, es lógico. Ayudaron todos, desde las grandes fábricas de alimentos y de productos de limpieza hasta comerciantes. La única excepción fueron las cadenas de supermercados", cuenta el funcionario.
Hasta acá también se dio una inédita comunión política entre distintos sectores. Desde el lado de los gobernantes, la disolución de la grieta entre la coalición gobernante, el jefe de Gobierno porteño y el resto de los gobernadores de la oposición.
También hubo una alianza indesmentible entre esos políticos de diferentes orígenes con los empresarios y los referentes sociales. "Lo vi trabajando codo a codo a Horacio Rodríguez Larreta con el dirigente Pitu Salvatierra", cuenta un testigo de esa confraternidad obligada por el coronavirus.
Guardando la "reserva" por si hay que retroceder
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La idea de que la cuarentena ha llegado a una necesidad de plasticidad es compartida por quienes monitorean a diario el escenario político.
"Mayo es el límite. Entre la gente, por ahora sigue preocupando más el coronavirus que la situación económica. Pero percibo que ese escenario se dará vuelta una vez que empiece junio", reflexiona el politólogo Lucas Romero, director de la consultora Synopsis.
"Hay indicios de un desacople entre la crisis económica y el impacto político de esa crisis, que en gran medida es adjudicada a la pandemia", analiza Romero.
"Es como si Alberto Fernández pudiera decir que se trata de la pandemia recibida, como si fuera una herencia que le cayó encima", completa, en diálogo con iProfesional.
De acuerdo con el último relevamiento de Synopsis, sólo a un 35% de la población le preocupa más la situación económica que la propagación del virus. A pesar de que un 60% de los consultados admitió que les han caído los ingresos en el hogar.
"La mitad de los que dicen que hoy en día obtienen menos entrada de dinero conservan, a la vez, una buena imagen de Alberto. Hay que tener en cuenta que uno de cada tres, entre ellos, no lo votó al actual Presidente", refrenda Romero.
Sin embargo, el politólogo asume que este escenario positivo en términos políticos para el jefe de Estado tiene poco recorrido.
La idea que se instaló en todos los estratos del Gobierno es que la cuarentena viene pegando muy duro en los ingresos de la población, y que hay necesidad de flexibilizarla. Es lo que están a punto de anunciar hoy mismo.
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"Si comparamos con un tanque de nafta, ya se consumieron dos tercios de combustible en los 50 días de cuarentena. Hay que guardar nafta por si los números empeoran y hay que volver a pedirle a la gente que vuelva a las casas a guardarse", explica Romero.
El director de Synopsis también comparte la idea de que, hasta acá, la Casa Rosada puede mostrar que ha cumplido con su objetivo de preservar la vida de los ciudadanos por sobre los intereses económicos.
"Es un activo que ya ganó", dice.
Cierto es que el Gobierno puede mostrar, al día de hoy, que las estadísticas lo favorecen. Países europeos con notable reputación, como Suecia, poseen números muy malos a la hora de concluir si el gobierno de aquel país defendió o no a sus ciudadanos.
Lo mismo sucede con los Estados Unidos y Brasil, que desestimaron la aplicación de una cuarentena ordenada como en la Argentina.
Según los últimos registros, mientras en Brasil murieron 40 personas por millón de habitantes, en la Argentina esa relación baja a 6. En Estados Unidos, ese parámetro alcanza a 228 fallecidos por millón de habitantes.
Hay dos datos que Alberto F. no puede perder de vista de acá a fin de mes, que seguramente condicionarán su gestión en relación a la pandemia. El primero: el hecho de que la mayoría de los acuerdos de los sindicatos con las empresas finalizan junto con el mes de mayo.
En otro plano, aparentemente desligado de esa cuestión de entrecasa: hacia esa fecha, finalmente, se sabrá si la Argentina ha caído nuevamente en default con su deuda.
Ni uno ni otro dato permanecerá ajeno a la decisión sobre lo estrictamente sanitario. La dinámica económica no puede desligarse de los acuerdos con los dueños de las empresas ni de la situación con la deuda. Hacia allí vamos, inexorablemente.