¿Malas noticias para Alberto Fernández? En un reñido final, Lacalle Pou quedó a un paso de ser presidente de Uruguay
Uruguay pasó en vilo la noche del domingo, tras el balotaje presidencial en el que el favorito opositor, Luis Lacalle Pou (Partido Nacional), se impuso por una diferencia tan inesperadamente ajustada que habrá que esperar para confirmar oficialmente su triunfo.
La diferencia entre los candidatos al cierre del escrutinio de la Corte Electoral uruguaya dependerá de los votos observados. Este dato se conocerá con certeza entre el "jueves o viernes", de acuerdo a lo que dijo el presidente de la autoridad electoral, José Arocena.
Escrutado el 100% de los sufragios, la Corte Electoral dio unos 1.168.019 votos para Lacalle Pou (48,71% del total) y 1.139.353 (47,51%) para el oficialista Daniel Martínez (Frente Amplio). Los votos "observados" suman unos 35.229 y tendrían que volcarse en su enorme mayoría al Frente Amplio para revertir el resultado del primer escrutinio a favor de Lacalle Pou.
La votación cerró a las 19:30 hora local, tras una jornada tranquila con una asistencia a las urnas cercana al 90%. En general, los sufragios observados corresponden a militares, policías y adultos mayores que votaron en lugares diferentes de donde estaban empadronados, por lo que serán considerados válidos, y que no modificarán la tendencia de los resultados.
En cambio, sí esperaban que la diferencia tal vez se ajustara un poco más con las mesas que faltaban computar, porque las últimas que se cargan suelen pertenecer a los centros urbanos, más afines al FA.
El cuadro, inédito en la historia de la democracia uruguaya, trastocó planes y expectativas, y sumió en el silencio público a los dirigentes de ambos sectores, que analizaban la situación a puertas cerradas en sus respectivos comandos de campaña.
La sensación de que los pronósticos -que vaticinaban el triunfo de Lacalle Pou por entre cinco y ocho puntos porcentuales de diferencia- no se cumplieron, algo que resultó evidente a solo una hora después del cierre de las urnas, cuando las firmas de opinión pública quedaban autorizadas para revelar los resultados de sus encuestas a boca de urna. Entonces solo dos empresas lo hicieron -en ambos casos, con tres puntos de ventaja a favor de Lacalle Pou- y las otras dos resolvieron no divulgar sus datos, mientras sus ejecutivos mencionaban informalmente que había una situación de empate técnico.
En forma paralela, fuentes del FA se ilusionaron con un supuesto triunfo de Martínez por un punto de diferencia, aunque horas después admitieron que sus proyecciones daban ganador a Lacalle por menos de un punto.
Sin embargo, Daniel Martínez no llamó a Lacalle Pou y no reconoce la derrota. "Recién hablamos con La Corte y la diferencia seguramente no va a ser superior a lo que son los votos observados, hay que esperar todavía para esperar el resultado final. Lo que si nos deja claro que el presidente no va a tener el 50%, necesitamos los acuerdos que permitan gobernar para un solo Uruguay, gobernar para la gente", indicó Martínez durante su discurso.
El candidato oficialista afirmó que "quedó demostrado que no alcanzaban acuerdos entre cuatro paredes" ya que "el pueblo uruguayo es inteligente, define con su corazón y con su cabeza".
"Utilicemos esa inteligencia para entender que nos enfrentamos a una situación inédita. Ahora debemos esperar, pero recién me mandaron un mensaje con una frase maravillosa y a veces sintetizan mucho más que los mil discursos: "Intentaron enterrarnos, lo que no sabía es que somos semillas", enfatizó.
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Lacalle Pou habló recién pasada la medianoche del domingo. Confirmó que esperará para proclamar la victoria y que el ajustado resultado implicaba que ambos partidos deberán colaborar en el futuro. "Formalmente lo sabremos en pocos días", dijo Lacalle Pou, aunque aclaró que "desde nuestro punto de vista el resultado es irreversible".
La sorpresa también se vivió en las calles, donde los preparativos de ambos sectores para las eventuales celebraciones fueron variando de clima según corrían las noticias y los rumores.
En los grupos del Partido Nacional y sus aliados, la euforia por un triunfo que consideraban seguro dio paso a cabildeos nerviosos y a una ansiedad evidente.
En cambio, entre los simpatizantes del FA fue creciendo de a poco una alegría que no estaba en los planes y que se evidenció en bailes en las calles, donde también se notó una presencia policial abundante, en previsión de disturbios.
¿Malas noticias para Alberto Fernández?
De confirmarse el triunfo del Partido Nacional sería una mala noticia para el presidente electo de la Argentina, Alberto Fernández quien apoyó abiertamente a Martínez, de quien se definió como "amigo personal" y, fundamentalmente, porque perdería un aliado fundamental en el plano internacional.
Luego de la traumática salida de Evo Morales de Bolivia y con la aparente normalización de la situación en Ecuador y Chile, el presidente electo argentino ve cómo el panorama regional que había imaginado hace apenas un mes empieza a cambiar radicalmente.
De estar rodeado por gobiernos con los que comparte cierta visión de la realidad latinoamericana, pasó a sentirse en soledad, a contramano de una región que se "derechiza".
El caso de Uruguay es particularmente significativo, porque Alberto Fernández había manifestado su apoyo explícito al Frente Amplio, al punto de haber viajado a Montevideo para entrevistarse con el presidente Tabaré Vázquez y con el candidato Daniel Martínez.
En esa visita, el presidente electo argentino había puesto de manifiesto los logros de la gestión de gobierno del Frente Amplio, en un gesto que generó polémica en la vecina orilla.
"Han logrado tener un Uruguay más equitativo, que ha crecido. Uruguay en 2005 tenía 40 puntos de pobreza y hoy tiene 8 según la CEPAL. Es una prueba de lo que ha hecho el Frente Amplio en todos estos años", mencionó Fernández.
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Por eso, el resultado de la elección es un golpe para la izquierda latinoamericana y para Fernández en particular, que quedaría virtualmente sin aliados ideológicos en la región y sin apoyo de colegas para afrontar el duro enfrentamiento verbal que está teniendo en la previa con el primer mandatario de Brasil, Jair Bolsonaro, con la amenaza incluida de aislar al país del Mercosur.
Uruguay cambia el rumbo
El Frente Amplio, nacido en los años ´70, forjó su épica en la resistencia a la dictadura militar y, tras varios intentos fallidos, llegó al poder en 2004, con Tabaré Vázquez.
Eran tiempos favorables para la economía del país vecino, lo cual quedó en evidencia con la arrolladora elección de José "Pepe" Mujica en 2009. A pesar de que en esa segunda gestión ya empezaron a evidenciarse problemas fiscales, igualmente el país mantuvo una relativa bonanza, con lo cual Tabaré pudo regresar para un nuevo mandato en 2014.
Pero ahora la situación es diferente. Con un crecimiento del PBI que se prevé casi nulo para este año y un déficit fiscal de 5%, cierto malestar social se hizo indisimulable.
Esto parece llevar a Lacalle Pou del Partido Nacional a la Presidencia. Se trata de un dirigente que está identificado con el estrato social más liberal y tejió una coalición con los otros partidos de la oposición, como Partido Colorado, Cabildo Abierto, Partido Independiente y Partido de la Gente, para llegar al poder.
Lacalle es hijo del ex presidente Luis Alberto Lacalle Herrera, que gobernó entre 1990 y 1995. Es un típico exponente de la centroderecha liberal, que ha criticado la gestión del Frente Amplio por su tendencia al intervencionismo estatal y a aumentar la presión impositiva.
Durante la campaña electoral, una de las estrategias preferidas por la izquierda fue hacer una analogía entre las propuestas de Lacalle y la política económica de Mauricio Macri. Algo a lo que el candidato uruguayo respondió trazando las coincidencias entre el Frente Amplio y el kirchnerismo, un argumento que en la vecina orilla tiene peso, tanto por la histórica desconfianza hacia el peronismo como por el recuerdo reciente del conflicto por las papeleras de Fray Bentos.
Las desventajas de apostar a perdedor
Este resultado electoral generaría un cambio radical en la postura de gobierno del vecino país y significa un severo golpe para Alberto Fernández antes de asumir la presidencia. No sólo por la soledad en la que se ubicaría respecto de los otros líderes de América Latina, sino también por el espaldarazo explícito y reiterado que le brindó al partido político perdedor.
"Fue una elección muy floja de política exterior ir a apoyar al partido que ya se sabía que perdía en Uruguay y no tenía que meterse", opina el analista internacional Luis Palma Cané, para quien Fernández "se subió a un tren regional que ya perdió velocidad, porque, por ejemplo, Piñeira no cae, y se fue Evo Morales".
Patricio Degiorgis, director del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Belgrano (UB), afirmó que el apoyo explícito brindado por el presidente electo argentino al candidato del Frente Amplio se lee tanto por una afinidad ideológica natural, como por una suerte de gesto de "reparación histórica personal" hacia el presidente Tabaré Vázquez, por "aquellos duros años de conflicto por las pasteras", cuando era jefe de Gabinete.
Esta cercanía de Fernández con el Frente Amplio se manifestó apenas fue designado por Cristina Fernández de Kirchner como candidato presidencial por el Frente de Todos, cuando fue a visitar a Mujica, el pasado 31 de mayo. En aquél momento, el próximo mandatario argentino mencionó en Twitter: "Vuelvo a encontrarme con un viejo amigo, un maestro y una gran fuente de inspiración para la misión que nos espera a los argentinos".
Luego, a comienzos de octubre, ambos se volvieron a juntar para exponer en el Colegio Nacional Buenos Aires, y a principios del corriente mes se vieron nuevamente en la Universidad Nacional de Tres de Febrero, entre otros encuentros que tuvieron.
Incluso, Mujica le dijo a Fernández: "Es un honor tener un amigo que consiguió una changuita de presidente", para agregar en tono más serio que es un "amigo necesario e imprescindible en esta batalla por ser una América que sea nuestra Nación".
La difícil búsqueda del término medio
Más allá de la amistad entre ambos líderes, y de lo "socialmente respetado" que es Mujica -según las propias palabras de Fernández- la identificación y alineación política que está mostrando el Presidente electo argentino es estratégica: busca un punto intermedio que lo aleje tanto de la derecha liberal como de la izquierda extremista y antidemocrática como la que que representa el venezolano Nicolás Maduro para la región.
Esto quedó demostrado luego del triunfo del líder del Frente de Todos a fines de octubre, cuando le agradeció el mensaje de felicitación enviado por Maduro, con un tono crítico: "América Latina debe trabajar unida para superar la pobreza y desigualdad que padece. La plena vigencia de la democracia es el camino para lograrlo".
Dejando de lado las contadas alianzas que le quedan en pie a Alberto Fernández, la coincidencia es que se encontrará en un contexto regional poco afín.
"La pérdida del Frente Amplio en Uruguay va a dejarle la sensación de que está solo, lo cual es simbólicamente fuerte y que estará rodeado de gobiernos de derecha o conservadores o por situaciones verdaderamente críticas. Un Alberto solo puede ser un shock, y Uruguay sería un gran aliado en este marco", resume el analista político Julio Burdman a iProfesional.
A pesar de ello, y con miras al rearmado regional, Degiorgis considera que las relaciones argentino-uruguayas son hoy lo "suficientemente sólidas" como para que, en caso de ganar Lacalle Pou, se continue la estrechísima vinculación que se ha registrado durante estos cuatro últimos años, con gobiernos que también han sido de distinto color político, como los de Macri y Tabaré. "No veo pues que el resultado del domingo pueda influir o menoscabarla", acota.
Cuando asuma Fernández el próximo 10 de diciembre,se encontrará con una región en la cual ocho de los diez países iberoamericanos de América del Sur (Brasil, Colombia, Perú, Chile, Ecuador, Paraguay, Bolivia y Uruguay) estarían en la dirección contraria al "progresismo" que impulsa el Presidente electo de Argentina.