La jugada más arriesgada de Macri: apostar su recuperación electoral a un "giro populista"
Imposible no es. A pesar del estupor que causó en la opinión pública la actitud de Mauricio Macri de redoblar la apuesta y tratar de revertir la diferencia de 15 puntos que le sacó Alberto Fernández en las PASO, hay antecedentes que muestran remontadas históricas.
Pero claro, no se trata de situaciones que se pueda calificar como "normales". Los hermanos Rodríguez Saa en San Luis lograron, en las legislativas de 2017, revertir un resultado desastroso en las PASO –Adolfo había quedado 16 puntos debajo de la oposición- y finalmente ganar por 10 puntos, quedándose con las dos bancas para el Senado.
Lo que ocurrió en el medio como para posibilitar semejante recuperación hubo una fuerte reacción política, una intensa tarea militante… y un festival de consumo que incluyó el reparto de colchones, electrodomésticos, la aprobación de miles de becas y planes de asistencia social en efectivo. Todo salido de la caja provincial.
La noche el triunfo, Adolfo se jactó de su logro: "No hay ningún tratado o manual político que diga que se podía lograr lo que hicimos hoy, pero Alberto me dijo que sí y lo logramos".
Su hermano, por entonces gobernador, también se mostró orgulloso de su recuperación, "que parecía imposible" después de "la trompada" que había significado la derrota en las PASO. Mientras tanto, la oposición denunciaba, por enésima vez, el uso clientelista del aparato estatal provincial.
En el resto del país, la hazaña de los Rodríguez Saa fue celebrada como una picardía más en el largo anecdotario de los pintorescos caudillos de San Luis, casi una confirmación de su capacidad para hacerse del poder y administrarlo.
Para los seguidores más puristas del macrismo puede parecer una herejía lo que está ocurriendo en estos días, pero lo cierto es que desde la mesa chica del Gobierno hay fuertes presiones para que la misma receta se aplique a nivel nacional.
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El objetivo, según dijo explícitamente Macri en su conferencia de prensa post-derrota, es reconciliarse con esa clase media que lo había votado en 2015 y 2017 y que ahora le dio la espalda.
El argumento oficial es que se llegó a la conclusión de que el pedido de austeridad había llegado demasiado lejos y que era necesario que se sintiera un compromiso del gobierno en el mantenimiento del estilo de vida de esa franja del electorado.
Más explícita aún, la diputada Elisa Carrió, luego de una reunión con el Presidente, dijo que la confianza para ganar en octubre estaba intacta luego de la aplicación de "correcciones políticas y económicas".
Un alivio en el impuesto a las Ganancias para los asalariados de nivel medio, una moratoria para las Pymes atrasadas con la AFIP, más dinero volcado a estímulos al consumo a través de planes de cuotas fijas son la parte medular del combo.
Desde el punto de vista electoral, el objetivo es que eso contribuya a mejorar el humor, de tal forma que el macrismo pueda llegar por lo menos al 35% del electorado en octubre. Si el Frente de Todos baja a 44% -algo que sería factible por la vía de mejorar el nivel de concurrencia de votantes-, se estaría en un escenario de balotaje.
El riesgo de contradecir el discurso
Con esa mínima ilusión en mente es que el macrismo está preparando una de sus jugadas más arriesgadas. Porque el mini boom consumista no sólo llega a destiempo y es de dudoso efecto electoral. Lo peor es que contradice muchos de los principios por los que el Gobierno ha peleado en sus tres años y medio de gestión.
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La caja fiscal está golpeada, y a lo largo de todo el año la recaudación ha venido evolucionando por debajo del nivel de la inflación. En otras palabras, ha caído en términos reales.
El hecho no pasó inadvertido para los funcionarios del Fondo Monetario Internacional, que aconsejaron una mayor presión tributaria –mencionaron incluso una eliminación de exenciones del IVA a artículos de la canasta básica-.
Ante semejante consejo impracticable en la política, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, había prometido que con la caída de la inflación y el regreso de los "brotes verdes", el segundo semestre traería una suba de la recaudación. Pero la realidad es que en julio volvió a haber una caída.
Con ese panorama parece complicado que un gobierno que ha defendido los valores de la austeridad –y que explícitamente prometió llegar a fin de año con "déficit cero"- se lance a financiar una dudosa fiesta consuelo del consumo.
Peor aun si: había trascendido en las últimas horas que parte de la financiación provendría de una suba de las retenciones a los productores agrícolas, algo que luego desmintió el ministro de Agricultura Luis Miguel Etchevehere.
Tal vez en el equipo de Macri lo veían factible desde lo económico –y hasta habrá quien lo justifique con el argumento de que pasar de $4 a $6 por dólar es lógico tras la reciente devaluación- pero entraña un riesgo en lo político.
Las retenciones al campo tienen una connotación simbólica inseparable del kirchnerismo desde la célebre resolución 125 del año 2008. El propio Macri eliminó las retenciones en su segundo día de gestión, y cuando la crisis lo obligó a restituirlas pidió perdón, dijo que era "un impuesto horrible" y prometió que durarían poco.
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Se haría difícil justificar ahora una medida de este tipo al mismo tiempo que se hacen advertencias sobre las consecuencias negativas de un regreso del kirchnerismo al poder.
Preocupación entre los allegados
Lo cierto es que hay mucha gente preocupada entre los allegados al gobierno. Por caso, un banquero de una entidad internacional con llegada directa a Macri comentó entre conocidos que lo había visto alterado al Presidente y que temía por las decisiones que se pudieran tomar en el estado de ánimo que embarga a la "mesa chica".
No es que nadie dude sobre la capacidad de generar un boom de consumo. Más bien al contrario, se descuenta que en el contexto de incertidumbre actual, todos los argentinos con capacidad de compra sacarían provecho de cualquier posibilidad de comprar en cuotas fijas.
De hecho, en los bancos y las cadenas de electrodomésticos dijeron a iProfesional que se está notando un incremento en la disposición de compra. Hay gente que salda en efectivo los resúmenes de la tarjeta de crédito con tal de liberar capacidad de compra en cuotas. Y si no hay mayores ventas es porque las propias cadenas están limitando la comercialización, a la espera de mayor certidumbre con el dólar.
Pero en todo caso todos comprenden que no se trataría de un consumismo motorizado por el optimismo sino por la desconfianza. Como se decía en la época en que regía el cepo cambiario, una "fuga al consumo", en la cual la forma de proteger el salario era transformarlo en bienes.
Los partidarios de Macri desde la primera hora temen que, en aras de ganar votos con vistas a la segunda vuelta, el Presidente termine enviando señales contradictorias respecto de lo que ha sido su línea discursiva en tres años y medio. Si después de "bancar" un ajuste de proporciones con un tarifazo y apretón monetario incluidos, ahora los votantes ven cómo se empiezan a repartir recursos fiscales escasos, está el riesgo de que el capital de credibilidad política de Macri se deteriore en su propio núcleo duro.
Hay también, al respecto, ejemplos históricos. Cristina Kirchner en el 2013 había tenido un mal resultado en las PASO, justo en un momento en el que un tema de debate a nivel nacional era el impuesto a las Ganancias.
Cristina se había negado a actualizar el "piso" no imponible, con el argumento de que sería un acto de irresponsabilidad y de falta de solidaridad, porque con ese dinero se financiaba la Asignación Universal por Hijo. Sin embargo, tras unas PASO desastrosas, cedió a las presiones y movió el piso del impuesto.
El resultado es conocido por todos: en octubre de ese año volvió a perder y preparó el terreno para la llegada del macrismo al poder. Los propios consultores kirchneristas reconocieron que había sido un error: ninguno de los que acumuló más dinero en su bolsillo revisó el voto entre las PASO y octubre.