Por qué la economía argentina hoy "no puede funcionar", según un reconocido analista
A fin de evaluar lo que se espera para este 2021 en dólar, inflación y rumbo económico, iProfesional dialogó con Martin Vauthier, experto en Finanzas y director de la consultora Eco Go.
En la siguiente entrevista hace hincapié sobre la necesidad de aplicar un plan "creíble", porque afirma que "la economía no puede funcionar con la brecha cambiaria y el actual riesgo país". Por ende, afirma que se debe controlar a las variables clave.
-Comenzó un nuevo año, ¿cómo analiza la economía?
-El 2021 se inicia con un panorama muy complejo para la economía. Los devastadores efectos de la pandemia sobre la estructura productiva y los indicadores sociales se montaron sobre una economía que acumulaba una década de estancamiento, con una demanda de dinero muy débil, sin ahorros y sin acceso al crédito.
Entonces, sin moneda y sin crédito, la emisión monetaria destinada a financiar el incremento en el déficit fiscal durante 2020 se filtró al mercado de cambios vía un aumento en la brecha y una compresión en el superávit externo. Todo eso llevó al Banco Central a administrar la escasez de reservas netas con restricciones.
Argentina comienza 2021 con una economía en rebote estadístico a medida que se reabren actividades, pero con un marcado desequilibrio monetario cambiario (relación pasivos en pesos del BCRA sobre reservas netas), precios relativos que se fueron desalineando y con escaso margen fiscal y monetario para impulsar la economía en un contexto social muy complejo.
-Ante este panorama, ¿qué debería hacer en lo inmediato el Gobierno?
-Frente a este escenario, resulta urgente la implementación de un programa de estabilización creíble que logre revertir expectativas, encarar la raíz fiscal del desequilibrio monetario cambiario. También dejar atrás una crisis de balanza de pagos que lleva casi 3 años, y sentar las bases para avanzar en reformas estructurales que le permitan al país crecer, sin chocar recurrentemente con la restricción presupuestaria.
-En base a lo expresado, ¿qué temas le preocupan en este momento del país?
-Argentina necesita en forma imperiosa revertir expectativas y comenzar a construir una historia creíble. Con un riesgo país en casi 1.400 puntos después de una reestructuración de deudas y una brecha cambiaria cerca de 70%, la economía no puede funcionar.
La prioridad debe ser presentar un programa que, en el corto plazo, explicite una hoja de ruta para comenzar a resolver el desequilibrio monetario cambiario. Actualmente, la relación pasivos en pesos del BCRA (remunerados y no remunerados) al dólar oficial, frente a las reservas netas, se ubica en torno a 22 veces. Es demasiado respecto a las 4 veces de mediados de 2019 y 6 al inicio del ASPO en marzo.
-Es grande este desfasaje, ¿cómo se corrige?
-La corrección en este ratio puede darse de tres maneras: reducción en la cantidad de pesos en la economía; aumento en las reservas netas; o licuación de los pesos, vía una suba en el tipo de cambio de referencia.
Sin perspectivas de un superávit fiscal en el corto plazo que permita absorber pesos, en el ideal un programa debería apuntar a dar una señal fiscal contundente que elimine el financiamiento monetario del déficit. Además, reforzar las reservas netas del Banco Central y acotar el movimiento requerido en el tipo de cambio de referencia, dado su impacto sobre los indicadores sociales en un contexto muy complejo.
-Respecto al dólar, ¿qué considera que puede pasar esta vez con el tipo de cambio?
-En la historia, los episodios de brecha cambiaria se resolvieron, en general, con una suba en el tipo de cambio oficial y no con una baja en los tipos de cambio alternativos.
Esta vez, a diferencia de otras ocasiones, la brecha no se origina en un atraso del tipo de cambio oficial, desde la perspectiva del equilibrio externo base devengado, con un tipo de cambio real multilateral en niveles de 2010. Sino que ahora hay una combinación de expectativas muy deterioradas y el "combustible" que implica el aumento de 70% en la cantidad de pesos en el último año, frente a un Banco Central con muy poca munición.
Por este motivo, la dinámica del tipo de cambio va a depender de cómo se resuelva el desequilibrio monetario cambiario.
En un escenario virtuoso, una corrección moderada en el tipo de cambio de referencia y la caída en los tipos de cambio alternativos comprimiría la brecha, llevaría a que el BCRA pase de administrar la escasez a recomponer reservas en forma sostenida, y ayudaría a corregir precios relativos con un traslado a precios más acotado, todo en un contexto de estabilización macroeconómica.
Por el contrario, sin una señal fiscal contundente, refuerzo de reservas y mejora de expectativas, el riesgo es que la brecha siga presionando al balance del Banco Central. Y se filtraría en mayor medida a la inflación y el nivel de actividad, derivando eventualmente en una corrección desordenada con alto impacto inflacionario.
-La inflación es un gran problema en Argentina, ¿qué considera que puede pasar este año?
-Durante 2020, la pandemia y las medidas de aislamiento anestesiaron en forma transitoria a la inflación, que pasó de un promedio mensual de 2,8% entre diciembre de 2019 y marzo de 2020, a 1,8% entre abril y julio.
Contribuyeron a esta situación la menor velocidad de circulación del dinero, que es la contracara de un aumento en la demanda de dinero y una suba en la tasa de ahorro en los sectores que lograron mantener ingresos. Y una estructura de la canasta de precios, donde sólo el 40% correspondía a precios "libres", ya que el 60% restante incluye precios bajo acuerdo, precios regulados y bienes y servicios sin oferta por la pandemia, como el entretenimiento o el turismo.
A partir de agosto, la reapertura gradual de actividades y la filtración de la brecha cambiaria a los precios más "dolarizados" comenzó a impactar en una aceleración en la inflación, que en el último trimestre del año puede promediar 3,7% mensual.
Frente a una variación anual en 2020 distorsionada por la pandemia, la magnitud de la aceleración de la inflación en 2021 frente al reacomodo de precios relativos (márgenes minoristas-mayoristas y bienes-servicios), va a depender nuevamente de la capacidad para implementar un programa de estabilización que fortalezca la demanda de dinero, con un movimiento moderado del tipo de cambio oficial.
A ello se le suma una compresión significativa de la brecha y una coordinación de expectativas en los procesos de formación de precios y salarios.
Por el contrario, si no se logra estabilizar la macroeconomía y se continúan acumulando distorsiones, sin generar un ancla sostenible, el riesgo es que la resolución del desequilibrio monetario cambiario ocurra con una nueva licuación que gatille una aceleración inflacionaria significativa, frente a una demanda de dinero muy débil.
-¿Cómo analiza las medidas que ha tomado el Gobierno hasta el momento?
-Las paridades actuales de los bonos locales reflejan expectativas muy deterioradas, en un contexto donde el Gobierno no ha logrado generar la confianza y la previsibilidad necesarias para destrabar la situación cambiaria y pavimentar el camino, para un crecimiento económico que vaya más allá del rebote post pandemia.
Al mismo tiempo, no se ha avanzado en un programa fiscal contundente y creíble que brinde la señal de que van a dejar de "sobrar pesos" frente a una demanda de pesos exhausta, ni en una hoja de ruta o estrategia de salida que brinde señales sobre cómo se va a resolver el desequilibrio monetario cambiario, o las distorsiones de precios relativos que se fueron acumulando.
Para el mediano plazo, además de estabilidad macroeconómica y previsibilidad regulatoria, se requiere avanzar en señales e incentivos para que los sectores más dinámicos puedan despegar, con un modelo de crecimiento basado en la inversión y las exportaciones, único esquema donde el consumo puede aumentar en forma sostenida y sostenible, sin derivar en crisis recurrentes.
La reglamentación de la ley de Economía del Conocimiento, la eliminación de derechos de exportación a los servicios y el impulso a medios electrónicos de pagos son medidas positivas para la productividad, que deben multiplicarse en distintos sectores.
-¿Cuál es el impacto que puede tener la negociación del Gobierno con el Fondo Monetario Internacional?
-Más allá de que es altamente probable que se alcance un acuerdo de refinanciación de vencimientos, teniendo en cuenta que Argentina no tiene espacio para cancelar en efectivo los pagos y el impacto que generaría el ingreso en atrasos para la cartera del FMI, lo relevante va a ser la estructura el acuerdo y su capacidad para generar credibilidad y contribuir a la estabilización macroeconómica.
Un acuerdo que sólo postergue vencimientos pero no incluya un compromiso fiscal significativo, o un desembolso de organismos para reforzar reservas, difícilmente logre revertir expectativas, en línea con lo que ocurrió con la renegociación de la deuda externa el año pasado.
Es decir, si bien el acuerdo fue exitoso, extendiendo plazos y reduciendo cupones de intereses, al no estar acompañado de un programa económico (fiscal, monetario y financiero) que brindara certidumbres, se perdió la oportunidad de capitalizarlo y utilizarlo como punto de partida para estabilizar.
-En su visión, ¿qué aspectos debería tratar el Gobierno que no está enfocando?
-La prioridad de corto plazo debe ser la implementación de un programa que resuelva el desequilibrio monetario cambiario y destrabe la macroeconomía vía un shock de expectativas, algo que por el momento no se ha intentado explicitar.
Asimismo, ningún programa va a ser creíble a mediano plazo si no apunta a mejorar la muy pobre tasa de crecimiento potencial de la Argentina, mediante la generación de consensos que permitan avanzar en reformas estructurales postergadas en distintos ámbitos, como el laboral, previsional, inserción internacional, impositiva, infraestructura, entre otros.