Matías Rajnerman: "La presión cambiaria va a seguir, la situación es delicada"
El economista jefe de Ecolatina, Matías Rajnerman, da un exhaustivo análisis de la situación económica y financiera de la Argentina, en el arranque de 2021.
Sostiene que la situación cambiaria -a pesar de las compras de divisas por parte del BCRA a lo largo de diciembre- sigue siendo muy delicada. Y da pistas de que el escenario político no es ajeno a esas tensiones. En este diálogo con iProfesional arriesga, también, una visión para todo este año.
-El BCRA viene con una seguidilla de compras de dólares en el mercado. ¿Cree que en algún momento volverá la presión cambiaria? ¿O el mercado se convenció de que no habrá devaluación (del oficial)?
-Después de seis meses en posición vendedora, el Banco Central volvió a comprar dólares en diciembre. Aunque la recomposición de reservas está lejos de revertir el deterioro acumulado desde junio (u$s -6.000 millones vs. u$s +200 millones), era importante frenar la caída y cambiar la tendencia. La mejora obedece a tres grandes factores.
Por un lado, una cuestión estacional: al cierre del año sale la cosecha fina (trigo y maíz), de modo que la entrada de agrodólares y la posición del Banco Central se fortalecen.
Además, los mayores controles a las importaciones, especialmente aquéllos más vinculados con cuestiones cambiarias que productivas, frenaron una de las principales fuentes de salida de divisas que quedaban.
Por último, hay una cuestión de tiempos: una corrida no puede durar para siempre. En este sentido, el adelantamiento de importaciones y la posposición de exportaciones que incentivó la brecha cambiaria, especialmente entre septiembre y noviembre, pareciera haberse relajado en las últimas semanas.
-Entonces, ¿se terminó la corrida?
-Más allá de estas buenas noticias, la presión cambiaria va a seguir latente: las reservas netas están en mínimos desde 2015, y la situación seguirá delicada.
Creo que hay dos grandes cuestiones que podrían forzar un ajuste del dólar oficial: la cuestión sanitaria y la cuestión política. Respecto de la primera, un rebrote de coronavirus sin vacuna podría implicar un nuevo aumento del déficit fiscal y de la emisión, generando algunas presiones en el mercado cambiario, especialmente en el "paralelo".
Además, los vaivenes políticos y la falta de orden hacia el interior del Frente de Todos -sumado a la vuelta atrás con algunas señales de consistencia fiscal- pueden provocar algunas tensiones en el frente cambiario.
-¿Cuál es su expectativa para el dólar blue?
-En la Argentina, la incertidumbre es sinónimo de compra de dólares. Por lo tanto, mientras haya incertidumbre, habrá presiones cambiarias.
El recalentamiento de los últimos días de 2020 tiene más que ver con cuestiones coyunturales que estructurales -cobro del aguinaldo, fin de la incipiente vuelta del turismo extranjero y menores perspectivas de llegadas-.
Sin embargo, mientras que la situación sanitaria no se descomprima, las tensiones seguirán latentes. El acceso al crédito privado sigue vedado para el Estado Nacional, y, mientras no se reabra, cualquier exceso de gasto deberá financiarse con "pesos no deseados" que, en parte, se irán al dólar paralelo, aumentando su precio.
El gran problema que tenemos es que en unos pocos días de stress se pueden borrar muchos meses de calma y avances; y lamentablemente, mientras que la pandemia no desaparezca -y algo similar pasa con las tensiones políticas- la falta de certeza tampoco lo hará.
En consecuencia, las chances de una nueva aceleración del dólar blue seguirán vigentes. Aunque en términos históricos un dólar en 160 pesos esté caro, si no hay previsibilidad, ni herramientas masivas y atractivas de ahorro en pesos, la corrida siempre estará al acecho.
¿El gobierno logrará su objetivo de no devaluar el tipo de cambio oficial?
Esta pregunta es difícil de responder, ya que no obedece sólo a factores económicos. En primer lugar, corresponde marcar que la situación está mejor que hace un par de semanas. A partir de algunas señales de austeridad fiscal que se vienen mandando desde octubre y de la intervención del Banco Central y la ANSES en las cotizaciones financieras, la corrida se atenuó un poco.
Ahora bien, sólo se dio el primer paso, uno difícil, pero todavía faltan muchos escalones. Una devaluación aceleraría la inflación y golpearía al poder adquisitivo, dando por tierra con cualquier recuperación incipiente de la actividad. Por lo tanto, es lógico que el gobierno quiera evitarla, más en un año electoral.
El gran problema es que para eso hace falta, entre otras cosas, restringir la liquidez, o sea, ajustar las cuentas públicas. En consecuencia, lo que se puede ganar de rédito electoral por el lado cambiario, se pierde en parte por el lado fiscal. Además, venimos de tres años muy complejos en materia social, donde recortar algunos gastos podría recalentar algunas tensiones en este plano.
Para superar la devaluación, hay que transitar un equilibrio muy fino y sobre el que no hay una respuesta de antemano, sino que se irá determinando sobre la marcha. El punto en contra es que para sortear la crisis hay que alinear todos los planos, mientras que si uno solo se desalinea alcanza para generar, nuevamente, presiones.
-¿Cuál es el escenario más probable para 2021 en inflación y crecimiento?
-Este año estará determinado por dos variables: dólar y Coronavirus. Si no hay segunda ola de COVID, el tipo de cambio oficial puede subir de manera controlada y en línea con el nivel general de precios, tal como viene sucediendo en los últimos meses. En este caso, la inflación se aceleraría, aunque no se desbocaría: los ajustes salariales y de tarifas de servicios públicos que se pospusieron en este 2020 pandémico le ponen un piso importante a la inflación del año electoral.
A la vez, la baja base de comparación que deja el año pasado con caída récord del PBI impulsará la recuperación económica en 2021. No obstante, este avance será más estadístico que real: en un escenario optimista, terminaríamos 2021 casi 5% por debajo del nivel de 2019, de modo que seguiremos lejos de los niveles pre-pandemia.
- ¿Y si sobreviene una devaluación?
-Si el tipo de cambio oficial se dispara, la inflación lo seguiría, dando por tierra con la recuperación de la actividad. Aunque será difícil que en 2021 volvamos a tener una caída del PBI en el promedio anual, producto del desplome de 2020, en este caso la recuperación será muy acotada.
-¿Un acuerdo con el FMI mejorará las expectativas del mercado?
-En 2018, los acuerdos que firmó el gobierno de Cambiemos con el FMI tenían tres patas: fiscales, monetarias y cambiarias. En el primer caso, se impuso una reducción más acelerada del déficit primario que la que el gobierno había previsto.
En esta oportunidad, me parece que la lógica podría repetirse. A la vez, en el segundo acuerdo, se fijó una meta de "emisión cero" entre septiembre de 2018 y fin de 2019 -con la inflación del período, se licuaría la base monetaria-. Esto obligaba a tener una tasa de interés muy alta, desalentando las presiones cambiarias. Aunque una meta tan exigente como la de 2018 no se repetiría en este contexto, tampoco creo que el actual gobierno sea tan renuente a pautar algún límite a la emisión.
El gran problema podría estar en el frente cambiario. Por regla general, el organismo multilateral es esquivo a los controles de cambios y partidario de la libre flotación o algo que se le parezca. A la vez, en pos de asegurarse los repagos de sus préstamos, suele fijar objetivos de acumulación de Reservas.
En este caso, cualquiera de las dos medidas implicaría un ajuste del tipo de cambio -devaluación-, y por todo lo desarrollado en la entrevista, me parece que el equipo económico estaría en contra de aceptar esta regla. Creo entonces que el acuerdo con el Fondo podría dar algunas certezas en el plano fiscal e incluso monetario, pero que sería menos riguroso en materia cambiaria.
-¿Subirán los precios de los bonos?
-En este escenario de exceso de liquidez a escala global, los precios de los bonos pueden subir mucho con poco. En este sentido, creo que el acuerdo podría ayudar, siempre que la cuestión política se mantenga calma.
Argentina tiene un riesgo de default muy bajo con los acreedores privados hasta 2025, de modo que un riesgo país en la zona de 1.300 puntos básicos refleja las dudas del mercado sobre la situación económica y política actual más que un riesgo de impago como podía mostrar hasta agosto pasado. En consecuencia, un acuerdo con el FMI que establezca un sendero plurianual -que sea creíble- podría ayudar a los activos financieros argentinos.