El nuevo partido en la economía: Massa y Milei reacomodan los discursos para ver quién es más "market friendly"
Sergio Massa y Javier Milei entendieron perfectamente de qué se trata el partido que jugarán en las próximas cuatro semanas: resultará ganador el que inspire menos temor a un caos económico. Al menos, eso es lo que ambos candidatos dejaron en claro en sus discursos luego de conocerse los resultados que los dejaron en la posición disputar el balotaje.
Y es un partido en el que, aunque parezca paradójico, Massa arranca con ventaja. La semana pasada, en medio de un clima enrarecido por el virtual cierre del mercado paralelo, con operativos policiales en las "cuevas", los analistas pronosticaban que el resultado de la elección podría llegar a disparar una presión devaluatoria insoportable si se confirmaba una victoria contundente de Milei.
El candidato libertario, con su prédica de desprecio por el peso y su insistencia en el rápido cierre del Banco Central y la adopción de la dolarización, había traído una preocupación unánime entre los expertos. Se hablaba de un posible "overshooting" del dólar paralelo por encima de los $1.300.
Y, casualmente, cuando en la noche del domingo empezaron a circular las primeras versiones sobre la buena votación de Massa, en el mercado del dólar cripto empezó a notarse un rápido descenso en la cotización, que cayó por debajo de los $1.000.
Estaba claro el estado de ánimo entre los inversores y los analistas del mercado. Con un escenario de balotaje en el que Milei arranca desde el segundo puesto y necesariamente debe buscar alianzas con la coalición Juntos por el Cambio, se torna mucho menos probable -aun cuando finalmente terminara electo presidente- que las propuestas más polémicas puedan estar en la agenda del próximo gobierno.
De hecho, en su discurso del domingo -que fue escrito y no improvisado, una prueba de que no se quiso dejar nada librado a imponderables- Milei suprimió las palabras que más había mencionado durante la campaña. Ya no habló de luchar contra la casta sino de dejar en el pasado al kirchnerismo, un guiño para el mensaje anti-corrupción de Patricia Bullrich.
Pero, sobre todo, no habló de motosierra ni mencionó la palabra "dolarización". No dijo que los billetes de pesos valen "menos que excremento" ni insinuó reformas que pudieran hacer temer un recorte en los servicios públicos, sobre todo en las áreas de salud y educación. Más bien al contrario, se encargó de reforzar que no quiere recortar derechos sino privilegios.
Esa súbita "bullrichización" del discurso de Milei deja en evidencia la necesidad de forjar alianzas con quienes hasta la semana pasada intercambió acusaciones. Pero, sobre todo, dejó en claro que Milei quiere recuperar la imagen que perdió desde las PASO: la de ser el candidato "market friendly".
La disyuntiva de un Milei necesitado de moderación
Los análisis de las administradoras de fondos en los últimos días eran muy claros al respecto: los escenarios de caos financiero correspondían a la eventualidad de una victoria de Milei en primera vuelta. Para ese caso, se preveía un dólar blue casi sin techo, una salida masiva de los depósitos de plazo fijo -que desde las internas hasta hoy perdieron casi $2billones- y una caída de los bonos -tanto los nominados en dólares como los de la deuda doméstica-.
Por caso, el último reporte de la administradora de fondos Consultatio hacía una advertencia inquietante: que el precio del "contado con liqui" estaba reflejando el resultado de las PASO pero no todavía la posibilidad de una victoria de Milei. Por lo tanto, le asignaba un potencial de suba abrupta en el precio si el candidato libertario terminara primero, porque consolidaría en el mercado la certeza de que el proyecto dolarizador estaría más cerca de concretarse.
Lo cierto es que en la previa del domingo electoral hubo abundancia de pronósticos de "Rodrigazo" o de alguna variante confiscatoria de los depósitos. Y, por primera vez en décadas, el riesgo de una hiperinflación apareció como una posibilidad real.
La consultora LCG advertía que en caso de que Milei haga "un nuevo desprecio por el peso", se podría acelerar la salida de depósitos bancarios. Y que el dólar anclado en $350, conviviendo con una inflación de dos dígitos, sufrirá una fuerte presión del mercado.
Ahora, súbitamente, el revés electoral le recordó a Milei, para ganar la elección, tiene que convencer al electorado de que el verdadero riesgo para la economía es la continuidad del plan de Massa. Y su propuesta de paz hacia Juntos por el Cambio supone la predisposición a escuchar las críticas a sus propuestas más controvertidas.
¿Seguirá Massa recomendando a los ahorristas que no renueven sus plazos fijos? ¿Seguirá ignorando la opinión de Carlos Melconian y gran parte del gremio de los economistas, que sostienen que el plan dolarizador implica un alto riesgo de caos financiero y licuación de activos de los ahorristas?
Es la decisión que debe tomar el libertario para remontar la desventaja frente a Massa. Y su primera reacción tras conocer los resultados llevan a pensar que hará un corrimiento a posturas más convencionales.
Pero claro, para Milei la moderación no es una jugada exenta de riesgos. Por un lado, tiene como incentivo el sacarse la etiqueta de "impredecible" que le colgó el mercado. Pero, por otro lado, es difícil retractarse después de haber hecho propuestas tan radicales sin que su base militante sienta que está traicionando su esencia.
Se podía ganar con inflación alta
En la vereda oficialista, los motivos para el festejo son muchos. Primero, se confirmó la tesis que ya le habían expuesto a principios de año los gobernadores peronistas que ganaban los comicios provinciales: la alta inflación no es un impedimento para triunfar en las urnas. El consejo de los gobernadores era que aun con aumentos de precios podría ganar, siempre que cumpliera con dos condiciones: una relativa estabilidad cambiaria y el sostenimiento de la actividad comercial y el consumo.
El propio Massa confirmó que había internalizado ese consejo cuando confesó en entrevistas periodísticas que, puesto en la disyuntiva de frenar la actividad o de sufrir mayores distorsiones financieras y una inflación más alta, eligió este segundo escenario. Es por eso que, para sorpresa de los analistas, mantuvo las importaciones por encima de u$s6.500 millones de dólares, una cifra similar a la del año pasado, con la diferencia de que este año las exportaciones caerán u$s20.000 millones.
Pero, además, Massa tiene otro motivo para festejar: siendo ministro de economía de un país con una inflación mensual de 12,7%, logró posicionarse de tal forma que aparece ante el mercado financiero como más confiable y predecible que su contendiente. El hecho de que la perspectiva de la deuda mejore y que el dólar paralelo caiga porque Massa le sacó ventaja a Milei deja en claro que hoy es el opositor el que más temor genera entre los inversores y empresarios.
Ya algo de eso se había insinuado cuando las asociaciones de bancos se alinearon con el discurso oficial que rechaza la tesis de que los intereses que pagan las Leliqs pueden equipararse al déficit fiscal. Y además el sistema financiero repudió los dichos "irresponsables" sobre la inconveniencia de renovar plazos fijos.
El desafío de mostrar estabilidad
Ahora, a Massa le falta confirmar que es digno de la confianza del mercado financiero y las empresas. Su gran apuesta es poner un ancla a la inflación por la vía de congelar el dólar en $350 hasta el 15 de noviembre, un objetivo que la mayoría de los analistas califica como difícil de cumplir y, además contraproducente.
Sin embargo, Massa tiene planes también en ese sentido: la versión que corre en el mercado es que podría extender a todas las exportaciones la posibilidad de liquidar parte de los dólares en el mercado del "contado con liquidación". Incluso se mencionó que esa parte podría subir del actual 25% a un 30%. De esa forma, se estaría ante un desdoblamiento cambiario de hecho, una medida que no se aleja de la que el equipo de Melconian estaba planteando para un plan de gobierno de Bullrich.
Massa se cuidó en su discurso de no tener expresiones agresivas para con los empresarios. A diferencia de lo que solía hacer Cristina Kirchner, no los mencionó como culpables de la inflación sino que les envió señales amistosas al hablar de la necesidad de incentivar la producción.
Y hasta se animó a meterse con temas tabú para el kirchnerismo, como la reforma de la legislación laboral, al decir que es necesario modernizar el sistema pero sin que se pierdan derechos.
En definitiva, más señales de que el electorado argentino está reclamando un corrimiento al centro, con una agenda reformista pero sin propuestas estridentes.