El dólar acelera la crisis: Massa toma medidas desesperadas ante un mercado que ya no cree en el "Plan Llegar"
Se agotan los dólares del fondo de la olla, las medidas que antes daban resultado ahora ya no generan el mismo efecto y en el mercado se generaliza una sensación de aceleración en la crisis que sólo puede detenerse con una noticia de alto impacto. Con un dólar blue que volvió a acelerar, tocó los $440 y este viernes ya está en los $437, todas las miradas están dirigidas al pedido de fondos frescos que Sergio Massa le hizo al Fondo Monetario Internacional.
La del jueves fue otra jornada traumática, a pesar del esfuerzo por enviar señales políticas de unidad en la coalición gubernamental. Luego de la renuncia del asesor Antonio Aracre -supuesto conspirador en las sombras y artífice de la escapada del dólar de los últimos días-, el Gobierno intentó enviar una señal de respaldo a Massa con la difusión de una foto junto al presidente Alberto Fernández.
Se difundió la noticia de una reunión en Olivos, en la cual el ministro puso al día al Presidente sobre las negociaciones con el FMI, que implican una revisión general del acuerdo "stand by" en la que el organismo flexibilizará sus exigencias, en atención a la crisis climática en el campo -un "game changer" según la definición de Gita Gopinath, la estricta número dos del Fondo-.
Pero, sobre todo, lo que se hizo trascender es que está en plena negociación la posibilidad de que el FMI adelante para el cortísimo plazo los desembolsos que estaban previstos en el calendario, de forma tal que el Banco Central podría tener un refuerzo inmediato de u$s10.000 millones.
Al mismo tiempo, se comunicó una decisión del Banco Central largamente reclamada por el mercado: un ajuste de la tasa de interés, que ahora se ubica en 81%. Esto implica que los ahorristas que tengan su dinero en plazos fijos reciben 6,75%, en vez de los 6,50% que cobraban hasta ahora.
Aun con esas señales, el mercado no sólo no dio muestras de tranquilidad, sino que el nerviosismo fue en aumento, con mayor demanda por el blue en las "cuevas".
Y la verdad es que motivos no faltaron. Para empezar, porque volvió a ser una jornada muy pobre en cuanto a liquidación de dólares de los productores sojeros, en una confirmación de que el "dólar agro", la gran carta de Massa para atravesar el invierno sin turbulencias financieras, puede terminar en un fiasco.
¿Hacia otro dólar con "valor pánico"?
Además, se dio a conocer el dato de la balanza comercial de marzo, con un pésimo resultado: un déficit de u$s1.059 millones. Hay que remontarse a agosto pasado, cuando la cuenta de importaciones de gas rondaba los u$s2.000 millones, para ver un resultado tan negativo.
Y lo peor es que el déficit no se produjo como consecuencia de una suba en las importaciones -de hecho cayeron un 4,2%- sino por el desplome en la exportación, que registró un 22% menos que hace un año.
Esto viene a confirmar los peores pronósticos, como el que hizo la Bolsa de Comercio de Rosario, que proyectó para el trimestre abril-junio una caída de 30% respecto de los casi u$s13.000 millones que había ingresado todo el complejo agroindustrial. Lo peor de todo es que el año pasado, aun con ese ingreso récord del campo, se produjo una crisis financiera que terminó con una aceleración inflacionaria, la suba récord del blue, la salida de Martín Guzmán y el interinato de apenas un mes de Silvina Batakis.
Si se toma ese momento de crisis como punto de referencia, entonces la conclusión es que el blue tiene amplio recorrido al alza, dado que el récord de $338 que alcanzó el dólar paralelo en julio del año pasado equivaldría hoy, si hubiese corrido igual que la inflación, a $560.
Aquella cotización era considerada por los analistas como "un precio de pánico" y sin asidero en los fundamentals de la economía. Hoy, los analistas apuntan a que un precio "de equilibrio" podría situarse en $470. Sin embargo, con un panorama político enrarecido y rumores varios sobre cambios en la política económica tras las elecciones, la posibilidad de otro "dólar pánico" ya no es descartada en los análisis.
Por lo pronto, la medida de endurecimiento del cepo comunicada por el Banco Central ya es, de por sí, un indicador de la gravedad de la situación. Con el objetivo de patear para el año que viene gastos por u$s2.000 millones se adoptaron medidas drásticas que venía reclamando hace un año el kirchnerismo, y que afectan los pagos de deudas y de contratación de servicios de las empresas.
Medidas que no alcanzan
Lo cierto es que la percepción del mercado no mejora, a pesar del esfuerzo del Gobierno por comunicar buenas noticias que el Gobierno, como por ejemplo el "rolleo" de la deuda que vencía en estos días -unos u$s1.000 millones, al tipo de cambio oficial-. Había nerviosismo porque, a diferencia de lo ocurrido en otros vencimientos, esta vez el grueso de los bonos estaban en manos de inversores privados.
Massa logró renovar todos los vencimientos y hasta quedarse con un plus de financiamiento de 37%. Pero la mayor parte de los vencimientos fueron de corto plazo -en el segundo semestre del año- y tuvo que convalidar tasas de interés reales de 132% anual, es decir bien por encima de la previsión de inflación de 113% que hacen que los economistas de la encuesta REM para los próximos 12 meses.
Por otra parte, la suba de tasas para los minoristas que finalmente decidió el Banco Central no dejó conforme a casi nadie. El rendimiento para los ahorristas sigue siendo menor que la inflación -6,75% después de un mes en que el IPC marcó 7,7%-, algo que no parece suficiente como para convencer a los depositantes de cambiar su actitud y abandonar el refugio del dólar. Sobre todo cuando las estimaciones de inflación para los próximos meses, lejos de mostrar una moderación, ya se ubican en el entorno de 7%.
Lo cierto es que la velocidad a la que se achican los depósitos de los pequeños ahorristas es de un 4,2% mensual, y los plazos de colocación se van reduciendo, al punto que ya se limitan a 50 días. Los economistas ya hablan sobre el agravamiento de la caída en la demanda de dinero: el público no quiere pesos en los bolsillos y corre a refugiarse en una moneda más confiable.
Pero lo peor de todo es que tampoco hay un consenso respecto de que una mayor suba de la tasa pueda ser un remedio a la fuga hacia los dólares. De hecho, hay economistas que creen que, con los actuales niveles de distorsión de la economía, el efecto de la suba de tasas pasa a ser más bien marginal.
Lo expuso de manera cruda el economista Juan Carlos de Pablo, veterano de los días de crisis hiperinflacionaria en los años ’80: "La historia dice una cosa dramática que es la siguiente: si, Dios no lo permita, esto desbarranca y va hacia una híper, no hay tasa que alcance en una huida hacia el dólar".
¿Hacia la hiperinflación moderna?
El sólo hecho de que la palabra "hiperinflación" haya vuelto al léxico cotidiano de los argentinos ya es de por sí elocuente. La probabilidad de una espiralización de precios al estilo de los ’80, algo que hasta hace pocos meses era considerado imposible, hoy aparece en la mesa de debate.
Por cierto que las situaciones no son comparables. En los años ’80 todo el mundo vivía altos números de inflación y Argentina venía de una inercia de varios años de inflación a tres dígitos. Desde ese punto de vista, una híper tal como se la ha definido tradicionalmente -más de 50% de inflación en un mes- es poco probable.
Sin embargo, hay quienes argumentan que, en el siglo 21, las hiperinflaciones modernas ya son las de tres dígitos al año. Es decir, Argentina estaría ingresando en esa zona. Uno de quienes sostiene esa tesis es Diego Giacomini, quien recuerda que en los años 80, la crisis argentina consistió en pasar de una inflación 22 veces más alta que la del promedio latinoamericano a una que era 45 veces más alta.
Ahora, recuerda Giacomini, se pasó de una inflación de 53% al inicio de la gestión Fernández, que era 20 veces más alta que el promedio de la región, a una nueva inflación que se aproxima a 120% anual, que sería 48 veces más grande que la de América latina.
"Con tres dígitos de inflación, probablemente la pasemos peor que lo que la pasamos en 1989 en materia de indicadores socioeconómicos y en los negocios", advirtió en una entrevista.
Por lo pronto, la demanda de pesos sigue cayendo: la relación entre la base monetaria y el PBI cayó a un mínimo histórico de 5,2%.
Y los economistas calculan que, en su esfuerzo por retirar pesos del mercado, el Banco Central agranda su "déficit cuasifiscal" a tal punto que sólo por pago de intereses se inyectan en la economía $858.000 millones. En otras palabras, cada cuatro meses se duplica la base monetaria.
Se agotan los dólares
El interrogante para las próximas horas es si la suba de tasas de intereses, el "rolleo", la venta masiva de bonos dolarizados, el endurecimiento del cepo cambiario y las fotos de Massa junto a Alberto Fernández serán suficientes como para cambiar el humor de un mercado que considera que el "Plan Llegar" está amenazado.
Por lo pronto, el costado más dramático es el fiasco del "dólar agro", que avanza por goteo. Después de una jornada con liquidaciones cero, el jueves hubo ventas por apenas u$s72 millones, con lo cual en el arranque del programa de incentivo exportador apenas se lleva vendido u$s997 millones, de los cuales el BCRA logra retener menos del 30%.
La cifra de la venta es un tercio de lo que se obtenía en la primera edición del "dólar soja" de septiembre, y confirma la visión de quienes afirman que el dólar de $300 se quedó corto, porque les deja a los productores sojeros un precio poco atractivo.
Traducido a dólares, los productores, que aspiraban a obtener un precio de u$s383, deberían resignarse a vender por sólo u$s310, según la estimación que hizo el economista Salvador Vitelli, analista del mercado agropecuario.
Para colmo, un nuevo reporte de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires recortó otra vez la proyección de la cosecha de soja para esta campaña, apenas 22,5 millones de toneladas, lo que implica un desplome de 48% respecto de lo obtenido el año pasado.
En este contexto, los productores extreman su actitud defensiva y prefieren retener soja, a la espera de alguna medida económica que mejore su ingreso.
El FMI se acuerda de 2018
En definitiva, la palabra "devaluación" está en el aire. Las consultoras económicas calculan que, aun con el ingreso del nuevo programa de incentivo exportador, las reservas netas del Banco Central están por debajo de los u$s2.000 millones.
Las medidas que se están adoptando lucen insuficientes como para revertir el panorama, y hoy todo parece depender de que el FMI dé luz verde para un salvataje en forma de fondos frescos.
Pero hay problemas: el FMI está dispuesto a revisar su meta de acumulación de reservas, pero sigue mostrándose duro respecto del objetivo de bajar el déficit fiscal a 1,9% del PBI. Esto pone una mayor expectativa al agravamiento de la inflación, dado que la "licuación" es la única forma de reducir el gasto público en un año electoral, donde no se puede hacer recortes nominales.
Aun así, sigue sin alcanzar: el Fondo ya avisó que considera que el peso está sobrevaluado. Y que ese retraso cambiario podría llegar a un 25%.
En otras palabras, que sin una corrección cambiaria previa, cualquier ayuda financiera que haga al Gobierno corre el riesgo de esfumarse rápidamente, tal como le ocurrió a la gestión macrista en 2018.
Ahí está el gran dilema del Gobierno, porque por un lado la devaluación aparece como una necesidad financiera, pero desde el punto de vista político significaría un golpe letal a las aspiraciones electorales del peronismo.
Con este panorama, los componentes para que el blue siga su carrera alcista están servidos.