Tras el test con el FMI: Guzmán, ¿en riesgo por una promesa incumplible con Cristina Kirchner?
Martín Guzmán atraviesa días de peligro por una promesa que difícilmente pueda cumplir. Pero su temor no es, como muchos creen, al próximo test que deberá pasar ante el Fondo Monetario Internacional: lo que más complica al ministro de Economía es que, contrariamente a lo que prometió, la economía empieza a dar señales de enfriamiento.
De hecho, se empieza a generalizar, tanto entre los economistas, empresarios y banqueros, como en el propio ámbito político, que las buenas cifras que se están viendo en estos días no son más que el efecto estadístico por el "arrastre" que dejó el año pasado, pero que en los próximos meses ya se harán notar con fuerza los factores recesivos.
Y, lo peor de todo para un ministro que es cuestionado desde la propia coalición gobernante, son muchos quienes creen que la tendencia recesiva no es apenas un producto de la mala suerte -como la suba en el precio internacional del gas- sino que es una consecuencia del propio acuerdo con el FMI, que requiere un enfriamiento para poder cumplir las metas de equilibrio fiscal y monetario.
Por lo pronto, en la última encuesta Focus Economicus -de la cual participan 56 bancos y consultoras- se prevé que el crecimiento será de 2,6%, una cifra que no sólo se aleja mucho del 4,5% prometido por Guzmán sino que supone una proyección incluso inferior a la del FMI. Algunos de los participantes más escépticos creen que la actividad apenas mostrará una mejora en torno del 1%.
Se cierra la grieta: todos ven una recesión
Lo curioso es que en ese diagnóstico se unen todos los extremos del arco ideológico. En el macrismo, los principales economistas pronostican un pronto cambio de tendencia, para peor.
El diputado Luciano Laspina, uno de los "ministeriables" de la oposición y devenido principal asesor de Patricia Bullrich, le puso cifras a ese pesimismo: indica que el arrastre estadístico permitiría un crecimiento de 3%, lo que implica que en el segundo semestre habría una caída real. "Es muy probable que la economía esté cayendo fuerte, entre 1,5% y 2%", aseguró en una entrevista.
Señala el potencial recesivo de los cortes de energía a la industria el próximo invierno. "Pero además la aceleración inflacionaria es otro de los factores que seguramente va a condicionar el crecimiento, la suba de las tasas de interés y, sobre todo, la incertidumbre. Con lo cual es muy probable que la estanflación que vive Argentina hace más de diez años se agudice este año", agrega el referente del PRO.
En la otra vereda del mostrador, el kirchnerismo ha dejado en claro, desde el mismo momento en que se dio a conocer el contenido del acuerdo negociado por Guzmán, su sospecha de que el costo de ese nuevo stand by sería un ajuste recesivo.
Y es una crítica que se renueva periódicamente. El último en disparar munición gruesa contra Guzmán fue Andrés "Cuervo" Larroque, quien en un acto con la participación del gobernador Axel Kicillof y el diputado Máximo Kirchner -lo cual garantizaba alta repercusión mediática- lanzó una frase-bomba: "La verdadera política de desarrollo social se hace en el ministerio de economía".
Era una alusión a las limitaciones que tiene el Frente de Todos y él mismo como ministro de Desarrollo bonaerense, cuando desde el gobierno nacional se toman políticas que inducen a una caída en los ingresos.
El Gobierno y un optimismo en solitario
Pero lo que más llamó no fue la crítica en sí, sino la oportunidad: se hacía pocas horas después de haberse conocido nuevos indicadores de reactivación productiva que habían sido ampliamente difundidos desde el gabinete de Alberto Fernández.
Por ejemplo, el crecimiento de 9,1% que registró la economía en febrero, según el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE). Esa cifra implica que el primer bimestre del año ya registra un crecimiento de 7% interanual e incluso supera en 2,8% al 2019, el último año pre-pandémico.
En notorio contraste con las críticas que hace el kirchnerismo, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, aprovechó esos indicadores para reforzar su prédica sobre el crecimiento de la economía real, pronosticando que la industria tendrá una variación positiva de 6% y una mayor creación de puestos de trabajo y que destaca que rubros como los despachos de cemento están en un récord histórico.
"La reactivación no se detiene, no es un rebote de nada, es crecimiento, por la nueva política industrial que hemos implementado. Ya hemos recuperado todo lo perdido en pandemia y casi todo lo perdido por la crisis de Macri", se defendió Kulfas.
Pronósticos de enfriamiento
Pero el contraste con lo que ve el mercado es fuerte. Tras el primer trimestre con números positivos se espera que en el período abril-junio haya una caída de al menos 0,5%, algo que puede sonar contradictorio dado que esa época del año suele ser la mejor en términos estacionales, dado que es cuando se produce el mayor ingreso de dólares por la exportación agrícola.
Este año, de la mano de los buenos precios del mercado de commodities, se espera un ingreso superior a los u$s3.000 millones cada mes, según la estimación de la Bolsa de Comercio de Rosario.
Sin embargo, la visión generalizada es que el beneficio -tanto fiscal como en términos de divisas- que dejarán los "sojadólares" serán superados por los costos de la energía, que según algunas estimaciones costará no menos de u$s8.000 millones en el año.
De hecho, hasta algunas de las políticas oficiales de lucha contra la inflación son vistas como un obstáculo para el crecimiento, como es el caso de las mayores retenciones al aceite y la harina de soja, dos de los principales productos industriales de exportación, que sufren un mayor gravamen para conformar el fideicomiso de subsidio a productos farináceos.
Esto ha hecho que los números del comercio exterior, aun cuando se prevea una exportación récord del orden de u$s85.000 millones, no deja mucho margen para el festejo.
"La posibilidad de un escenario con leve disponibilidad de divisas durante el segundo trimestre, abre el riesgo de incumplir la meta de acumulación de reservas y encontrarnos frente a un cuello de botella que complique la continuación de la mejora en la actividad económica de la mano de un avance en las importaciones", argumenta un informe de Ecolatina.
Y, de hecho, ya hay números que van en esa línea. La industria, según la medición que hace la Fundación FIEL, está acotando su crecimiento a 3% interanual, con la peculiaridad de una gran diferencia por sectores. Así, mientras algunos crecen a buen ritmo, como la industria química y el sector automotor, otros sectores, como el de alimentos, registran una caída de 1%.
¿El freno ya empezó?
Ya hay investigaciones que registran un freno en la industria para marzo. El Centro de Estudios para la Producción prevé una caída de 1,9% respecto de febrero.
De hecho, hay dudas sobre lo que arrojará el próximo EMAE, dada la diversidad de situaciones según rubros de actividad. Un informe de la Fundación Mediterránea destaca que la construcción, la minería, el transporte, las finanzas y el turismo siguen con un nivel de empleo inferior al de 2019.
"Cabe preguntarse si aquellos sectores que han rebotado con más fuerza podrán sostener su dinámica y, al mismo tiempo, si el resto de los sectores, que todavía se hallan por debajo del nivel de fin de 2019 en contratación de trabajadores, encontrarán condiciones para recuperar el terreno perdido", plantea el informe, que recuerda las dificultades que se avizoran en la actividad por las restricciones para importar insumos.
También el consultor Salvador Di Stefano, muy influyente en el ámbito agropecuario, anticipó que el índice de producción industrial de febrero será el techo del año y que este año "el PBI crecerá menos del 3% proyectado por el Gobierno".
Su visión es que, presionado por la pérdida de competitividad y la escasez de divisas, el Banco Central acelerará la tasa devaluatoria y también la tasa de interés, lo cual complicará el acceso de las empresas al crédito.
Por lo pronto, ya se está constatando una caída de los préstamos a las empresas, que en marzo fue del 0,8%, tras una caída de 3,5% registrada en febrero.
¿Un acuerdo diseñado para ser recesivo?
Un denominador común a los análisis es la cuestión de la incertidumbre política y económica. Aun cuando el Gobierno plantea que la firma del acuerdo con el FMI despeja las dudas sobre la capacidad de Argentina para consolidar su crecimiento, los economistas creen que el mercado hace otra lectura.
Por ejemplo, desde la Universidad Austral, se advierte que "los ajustes acordados con el FMI en variables determinantes como las tarifas de servicios públicos no solo afectarán el nivel de precios, sino también la actividad económica".
Y agrega: "Las proyecciones de crecimiento del Producto Interno Bruto están sujetas a la gestión y las tensiones políticas que se evidencian, generando un alto nivel de incertidumbre de mercado".
El diagnóstico escéptico sobre la economía real se completa con la visión de otra caída adicional en los ingresos reales de la población.
"Los principales efectos se verían sobre el freno a la recuperación de la demanda interna y los sectores específicamente dependientes del consumo -como lo son determinadas ramas de la industria manufacturera y el comercio", argumenta Ecolatina.
Pero, sobre todo, si hay algo que entre los economistas está cobrando fuerza es la sospecha de que, más allá de los contratiempos macroeconómicos, lo que enfriará la economía será el propio acuerdo con el FMI, cuya lógica fiscalista requiere que los costos del gasto público sean "licuados" por la inflación.
Al respecto, en una reciente videoconferencia, el economista Emmanuel Álvarez Agis, ex viceministro de la gestión de Cristina Kirchner, fue explícito. Realizó un estudio comparativo de todos los acuerdos firmados con el FMI a lo largo de la historia argentina y concluyó que, en casi todos, el resultado después de un año de la firma era más inflación y una caída real de la actividad.
"El FMI soluciona lo que quiere solucionar. Pero hay que entender cuál es su objetivo: no es ni la inflación ni la pobreza ni el crecimiento, sino la crisis de la balanza de pagos", fue su expresiva definición. Que va en el sentido inverso de la gran promesa de Guzmán, ahora puesta en duda: que el acuerdo con el FMI se haría en un contexto de crecimiento de la economía.