Tras la inyección de pesos en la economía, ¿viene más consumo o un mayor aumento de precios?
El "plan consumo" está en marcha. Ya la gente cobró el aguinaldo, los que tienen sueldos de $150.000 están sintiendo el alivio en el impuesto a las Ganancias y varios sectores negociaron a la suba los acuerdos salariales. En los próximos días comenzará el pago del bono extra a los jubilados. Además, las asistencias sociales que según el Gobierno totalizarán $40.000 millones, también entraron en vigencia. Y, por otra parte, el Gobierno extremó los controles para evitar las subas de precios (aunque la inflación anualizada ya superó el 50%).
Sin embargo… la aguja no se mueve. Y, lo que es peor, los empresarios creen que no hay muchas chances de que se mueva en el corto plazo.
Las señales abundan:
- El índice de confianza del consumidor, medido por la Universidad Di Tella marcó el mes pasado su cuarta caída en el año. Y, cuando se pregunta específicamente sobre la predisposición para comprar bienes durables -electrodomésticos o automóviles- el índice una caída de 10% mensual.
- La encuesta de la Cámara de la Mediana Empresa (Came) marca que en junio las ventas minoristas siguieron con niveles bajos. Si bien en la comparación contra el 2020 hay una suba de 8% -medida a precios constantes- se atribuye esta variación a la baja base de comparación, porque hace un año la cuarentena estaba en su momento más duro. La situación queda más clara cuando se hace la comparación contra el pre-pandémico 2019: en ese caso, las ventas están todavía un 16% abajo, pese a que también aquel año había sido recesivo.
- Pero el dato más desesperanzador de la encuesta de CAME es que, cuando se les pregunta a los empresarios cómo imaginan el trimestre siguiente -es decir julio-agosto-septiembre- una mayoría de 57% muestra pesimismo: cree que sus ventas bajarán o, como mucho, se mantendrán en los niveles actuales.
- El último sondeo de la consultora Scentia mostró en junio caída interanual del 2,1% en el consumo masivo. Y si bien implica una caída menor a la que se venía observando, se aclara que este fenómeno obedece a que se compara contra meses del 2020 de bajas ventas por el stockeo preventivo que habían hecho las familias al inicio de la cuarentena. Cuando se toma la primera mitad del año y se la compara contra el 2020, el desplome de las ventas es del 7,4%.
- Para peor, los rubros de mayor caída en la medición de Scentia son los productos de higiene, con una baja de 5,5% y los alimentos, que cayeron un 5,1%.
La difícil tarea de motivar al consumidor
Y las cifras se complementan con las continuas malas noticias que llegan desde el ámbito empresarial: desde el cierre de la parrilla "El Tano" hasta la reconversión de la marplatense Torres de Manantiales; desde la despedida definitiva de Falabella hasta la crisis financiera de Garbarino.
En definitiva, un clima que parece confirmar a los más pesimistas, como el influyente Carlos Melconian, que había pronosticado el fracaso de los intentos del Gobierno por reactivar la economía por la vía de inyectar dinero en el mercado.
"La masa salarial hoy no va a excitar ni un clavo, ni los cheques para los jubilados. Entramos en un escenario donde por el lado del consumo vas a tener un estancamiento, ahí está el diablo de la política inflacionaria", grafica Melconian. Desde su punto de vista, la inflación, que hace una década actuaba como un aliciente para el consumo, hoy sólo cumple la función de licuar la deuda pública.
Los expertos apuntan a que este fenómeno está vinculado no sólo a la pérdida de poder adquisitivo de los salarios sino también a la cautela de los consumidores, muchos de los cuales han adoptado cambios de hábito por la pandemia.
"Muchos están con incertidumbre laboral, o directamente viven colgados de un subsidio, por lo cual su perspectiva es muy chata. El Gobierno quiere que consuman más, pero ya se instaló una cultura de consumir más chiquito, más barato, segundas marcas. Es algo que se ve incluso en la minoría que tiene ingresos más altos", observa Guillermo D’Andrea, que dirige el departamento de mercados y retail en el IAE Business School.
Su pronóstico es que la pandemia aceleró ciertos cambios que venían insinuándose, y que ya no tendrán una marcha atrás. "Yo en los zooms pregunto cuántos tienen puestos zapatos, y nadie responde, porque todos están en zapatillas. Es todo un síntoma, el look deportivo sin estar haciendo deporte, porque la gente se queda mucho en su casa. Y muchas compañías se han dado cuenta que hay un ahorro en el trabajo remoto", agrega.
El riesgo: que la respuesta sean más aumentos
Pero los expertos también advierten que lo más preocupante del momento no es la baja dinámica del consumo: el peligro que es las empresas, ante un incremento de la demanda por la inyección monetaria, no respondan con mayor producción sino con una suba de precios.
"El alivio de ponerle más dinero a la gente en el bolsillo a través de distintos mecanismos está acompañado de un aumento de costos para el sector productivo. Y se hace muy difícil, con todas las rigideces que tiene la economía, absorber esos costos", argumenta Diana Mondino, economista y docente de la Ucema.
"Si una empresa tiene que dar aumentos de salarios, si hay subas de tarifas públicas para industriales, si aparecen más restricciones para importar insumos, los costos van subiendo. Y ante una mayor demanda, es posible que respondan con un aumento de precios", justifica.
Las encuestas entre empresas, y especialmente en las pymes, parecen darle la razón. Sobre ese punto, Claudia Coppola, socia de Price Waterhouse Coopers, afirma que en un reciente sondeo el ranking de preocupaciones ubica a la presión tributaria, a la inflación y a la volatilidad del tipo de cambio como los principales factores negativos.
En esa encuesta de PwC, un 44% de las pymes respondió que prevé para el corto plazo un crecimiento bajo o nulo, mientras un 41% se mostró más optimista.
"Son los temas de preocupación permanente. Y si a eso le sumamos la incertidumbre que da la pandemia en el día a día, es natural que la expectativa sea la de un aumento de precios antes que una suba en los niveles de actividad", afirma Coppola.
En la misma línea, el director de Scentia, Osvaldo Del Río, afirma: "Las mejoras salariales de los próximos meses van a ser un parche que generará un efecto de corto plazo, porque mientras el nivel de producción no aumente, difícilmente haya una dinámica de precios diferente a la actual".
Y también en ese sentido, un informe del consultor Salvador Di Stefano, alerta que hoy el problema es que las empresas están "con severos problemas de caja, sin capital de trabajo, con dotación de personal reducida y demanda escasa". En ese contexto, advierte, sin stock de productos, ante un aumento del consumo responderán con aumentos de precios.
Señales preocupantes
Llevado a números, mientras las proyecciones sobre consumo, como la encuesta de Latin Focus, prevé una suba de 6,8%, las expectativas de inflación tienden al pesimismo. El promedio de las consultoras creen que hacia fin de año se habrá acumulado el Índice de Precios al Consumidor habrá llegado a un 48,4% - es decir, no mejorará respecto de la situación actual-.
Pero hay voces más pesimistas que advierten que, contrariamente a lo que espera el Gobierno, difícilmente en el segundo semestre se pueda perforar el piso de 3% en la inflación. Incluso, entre los economistas que se muestran más desconfiados sobre las bondades del plan oficial, como Roberto Cachanosky, ya se habla de un piso de inflación de 60% para el año.
Las últimas noticias en el plano financiero parecen abonar las tesis de los pesimistas: luego de un primer semestre "virtuoso" en el que la recaudación impositiva creció al doble del gasto público y en el que Martín Guzmán disminuyó su dependencia de la "maquinita" del Banco Central, se nota un punto de inflexión.
Por caso, el mercado tomó nota de que el Tesoro recibió una nueva asistencia de $80.000 millones en concepto de utilidades por parte del BCRA, pocas jornadas después de haber recibido un giro por $90.000 millones.De esa manera, en lo que va del año se acumula una asistencia monetaria para financiar el gasto público que asciende a $410.000 millones.
Es un número que todavía muestra una contención respecto de la meta original, porque implica que el déficit fiscal se está financiando "fifty-fifty" entre el crédito del mercado y la emisión monetaria, cuando lo previsto en el presupuesto era un 60-40 en favor de la emisión.
De todas formas, la relación actual ya implica un deterioro respecto de los números que se exhibían hace apenas un mes. Y ponen una nota de duda sobre qué tan grave pueda ser la emisión durante el segundo semestre, y al calor de la campaña electoral.
Pero además, cómo olvidarlo, está el "factor dólar", al que las empresas siguen mucho más de cerca que a los números de la política monetaria. Entre la suba del dólar paralelo, la mayor restricción para la compra del "contado con liqui" y la previsión de nuevas trabas para las importaciones, todos los empresarios que tienen algún insumo importado en su negocio, están recalculando los costos de reposición al alza.
Otro motivo poderoso para suponer que, ante un impulso de la demanda por la mayor presencia de pesos en la calle, del otro lado del mostrador estará presente la política de los aumentos de precios preventivos.