¿Sos de clase media?: esta es la plata que necesitás ganar por mes, según un relevamiento oficial
La disparada inflacionaria de los primeros meses de 2021 genera incertidumbre entre los argentinos, que ven cómo sus salarios pierden poder adquisitivo mes a mes.
En este contexto, una pregunta clave para muchos es cuál es el nivel de ingresos necesario para ser considerado de clase media, una categoría no sólo económica, sino también socio-cultural con la que se identifica gran parte de la población.
Según un relevamiento realizado por la Dirección General de Estadísticas y Censos de la Ciudad de Buenos Aires, una familia tipo (dos adultos y dos hijos de entre 6 y 9 años) necesita tener ingresos de al menos $90.493 para integrar el segmento "medio" de la clase media. Este cálculo considera que son propietarios de su hogar, por lo que si deben alquilar, la suma puede llegar fácilmente a los $125.000.
En el estrato inferior, el sector "medio frágil" necesita ganar un mínimo de $72.394 por mes.
En el otro extremo, los sectores "acomodados" son para el Gobierno de la Ciudad aquellos cuyo ingreso familiar comienza en los $289.500.
La línea de pobreza en CABA
El mismo informe del Gobierno de la Ciudad señala que entre los meses de enero y marzo la Canasta Básica Alimentaria aumentó un 15,4% en este distrito (y 48,2% en el último año). Los hogares que no llegan a cubrirla se encuentran en situación de indigencia.
En tanto, la Canasta Básica Total –que determina la línea de pobreza- tuvo un incremento de 13,5% en los primeros tres meses del año y acumula un 42,2% en los últimos 12 meses.
De esta manera, en la Ciudad una familia tipo -compuesta por dos adultos y dos menores- es indigente si sus ingresos son inferiores a los $31.526. Y es pobre si sus ingresos no alcanzan los $59.208.
Hay que notar que la Canasta Básica Alimentaria y la Total no incluyen el costo de vivienda, por lo que el costo de vida real es más alto.
A partir de ingresos de $59.208 –y hasta los $72.3.94- el informe de la Ciudad considera a las familias como "no pobres vulnerables".
Precios sin freno y tensión en el Gobierno
En contra de las expectativas del propio Gobierno, abril arrancó muy caliente en materia de inflación. Sobre todo en los precios de los alimentos. Distintas consultoras que miden la evolución de los precios "online" ya lo detectaron y Martín Guzmán monitorea la situación muy de cerca, con preocupación.
El ministro ya había decidido una ralentización en las mini devaluaciones diarias para ponerle paños fríos a la inflación, que se aceleró en los últimos meses y pone en riesgo la estrategia oficial de calma esa dinámica en la previa a las elecciones y cuando pretende poner en caja las pretensiones de los principales gremios en las paritarias.
Una de las consultoras que testeó el comienzo caliente de abril fue Eco Go, dirigida por la economista Marina dal Poggetto. Para la primera semana del mes midió una inflación del 2,1%. Es un registro que está por encima de las primeras semanas de febrero y de marzo -que de por sí ya fueron meses de elevada inflación: la primera de febrero había dado 0,9%; y la de marzo, un 1,6%.
Según Dal Poggeto, la carne volvió a mostrarse como el rubro más problemático. Los "cortes delanteros" (asado, vacío, falda, paleta, por citar algunos) marcaron una suba promedio del 8,2%. Nada menos. Mientras que los "cortes traseros" (bola de lomo, cuadril, nalga), un encarecimiento del 5,7%
Por detrás, las bebidas subieron un 5,7%. Y, otra vez, el precio del pan mostró una dinámica alcista: del 3,5%. Las verduras lo hicieron en un 3,4%.
De acuerdo a los registros de Eco Go, en las últimas cuatro semanas, la inflación fue del 4,2%, dando cuenta de una aceleración que se hizo evidente desde antes de la finalización del 2020. Y aun cuando rigen severos controles a los precios de los alimentos envasados en los supermercados.
Justamente, antes del fin de semana, el Gobierno se endureció frente a las principales fabricantes de alimentos, e incluyó a las cadenas de supermercados en la pulseada. A esas grandes compañías, con las cuales existe una verdadera "guerra" por los precios, Comercio Interior las obligó a mantener la guardia alta para asegurar el normal aprovisionamiento de productos durante la emergencia sanitaria.
La poderosa Paula Español denunció en una carta pública que existe desabastecimiento de productos de la canasta básica en las góndolas. Hace unos días ya había avisado de un control al etiquetado de los alimentos, con el objetivo de que las empresas dejen de burlar los controles de precios lanzando al mercado artículos con diferentes envases para evitar el congelamiento.
Desde que arrancó el programa de Precios Máximos -que arrancó en marzo del año pasado con la inclusión de 100.000 productos y que ahora dispone de unos 70.000-, Comercio Interior autorizó dos aumentos -uno en julio y otro en octubre-, por un total del 11%.
Las empresas fabricantes se quejan de que sus costos crecieron bastante por encima de esa cifra. Ponen como ejemplo lo sucedido con el índice de inflación interanual, que ahora se encuentra en el 41%. Y con lo sucedido con los productos frescos -que escapan a la lupa oficial: la carne, las frutas y las verduras se encarecieron cerca del 70% en el último año.
El Gobierno no le encuentra la vuelta a la situación. Alberto Fernández mandó a marcarle la cancha a los frigoríficos, que forman parte de la cadena de la carne. El Ministerio de Economía cree que, más que los productores ganaderos o las carnicerías, el problema de los precios de la carne está en la mitad de la cadena de valor. Y hacia allí apuntará ahora buscando algún tipo de solución.
Precios y stock: presión a empresarios
En las últimas semanas se sucedieron distintas medidas para endurecer los controles. Se puso en marcha el "Sipre", el sistema por el cual las empresas más grandes deben informar todos sus movimientos: sus precios de venta, pero también los niveles de stock y detalles de la facturación.
Los empresarios recurrirán a una instancia judicial para hacer el reclamo y así evitar compartir esa información. Básicamente plantean que varios datos que les pide el Gobierno son confidenciales y hacen a la competencia entre las compañías y que, por otra parte, les insume costos adicionales que no están dispuestas a aceptar.
La tensión se acrecentó hace algunos días cuando Comercio Interior advirtió que las empresas deberán informar también sobre los cambios en los envases.
En las últimas semanas se hizo evidente la aparición de una vía de escape para saltar esa valla: varias de las alimenticias más grandes sacaron al mercado productos "novedosos" que ya no forman parte de las regulaciones. Es decir, tienen precios de "mercado", ya sin el control estatal.
Esos productos van ganando espacio en las góndolas. En algunas oportunidades quitando protagonismo a los artículos que sí se encuentran bajo regulación estatal.
En las últimas semanas fue notoria la escasez en las góndolas de aceites, arroz y yerbas, entre otros productos de la canasta básica.
En el caso de los aceites hubo una negociación que terminó en un acuerdo con los fabricantes. Pero también sucedió que algunas marcas volvieron al mercado bajo el rótulo de aceite de girasol "alto oleico", lo que les permitió zafar de los controles y sumar una remarcación en la venta al público.
Otra aparición controvertida fue la de envases de aceite "reducido en sodio". O la "harina con vitaminas y zinc". Y el postre en polvo para preparar "con vitaminas". O la "yerba premium". O directamente el paquete de galletitas con menos unidades o con galletitas más pequeñas.
Está claro que al Gobierno se le está complicando el control de la dinámica inflacionaria.
El dólar como ancla
Guzmán arrancó este 2021 adelantando que utilizaría al tipo de cambio como ancla de las expectativas inflacionarias. A diferencia de lo sucedido el año pasado, cuando hubo un acompañamiento entre la cotización del dólar y la evolución de los precios, el ministro ya dijo que el billete verde subiría este año 25%.
Los últimos números del ancla cambiaria lucen elocuentes:
● En diciembre de 2020, con una inflación del 4%, la cotización del dólar subió 3,5%.
● En enero, con una inflación del 4%, el dólar se elevó 3,75%.
● En febrero, los precios subieron 3,6% pero el dólar lo hizo un 2,9%.
● Y, finalmente, el mes pasado, contra una inflación cercana al 4%, la cotización del dólar subió apenas el 2,4%
Como queda a la vista, en los últimos dos meses, el Banco Central enfrió el "crawling peg" y puso en marcha un objetivo de devaluación por debajo a la inflación, con lo cual intenta apaciguar la expectativa inflacionaria.
¿Alcanzará con esa medida para desacelerar la dinámica de los precios? ¿O, por el contrario, lo único que logrará es que en algún momento el "mercado" descuente una futura devaluación?