Menor a la esperada, la inflación de julio fue de 1,9% pero advierten sobre una escalada para los próximos meses
La inflación de julio fue del 1,9% y sorprendió al ubicarse por debajo de las estimaciones privadas. No obstante, los analistas anticipan que se ha fijado un nuevo piso para el ritmo de los precios, que volverían a protagonizar una escalada en los próximos meses.
La medición del INDEC, de alcance nacional, se ubicó por debajo de los pronósticos de la mayoría de las consultoras privadas, que habían proyectado un alza por encima del 2% para julio.
De esta manera, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) acumula una suba del 15,8% en lo que va del año y una variación interanual del 42,4%.
Durante el séptimo mes del corriente año, las mayores subas se dieron en los rubros de indumentaria y equipamiento para el hogar.
En tanto, sorprendió que el aumento en el apartado "Alimentos y bebidas" fue de sólo 1,3%. De hecho, a mediados de julio el Gobierno autorizó aumentos en determinados productos que conforman los programas de Precios Máximos, de entre 2% y 4,5%, y en Precios Cuidados, de entre 4% y 6%.
El 1,9% se encuentra debajo de las previsiones de las consultoras. Los analistas de la plaza financiera habían estimado que la inflación llegó al 2,2% en julio, según los resultados del Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM), elaborado por el Banco Central.
En tanto, los gremios habían medido una inflación del 2,4% para el mismo mes.
Los precios que más y menos subieron
Alimentos y bebidas no alcohólicas registró una suba de 1,3% en julio, donde los aumentos que seobservaron en infusiones, frutas, carnes y derivados, y pescados y mariscos fueron parcialmentecompensados por la retracción en verduras, tubérculos y legumbres.
Las divisiones Equipamiento y mantenimiento del hogar (3,9%) y Recreación y cultura (3,3%) fueron las que mostraron el mayor crecimiento, principalmente por subas observadas en equiposelectrónicos y electrodomésticos. En tanto, las divisiones Educación (0,1%) y Comunicación (0,7%)fueron las de menor aumento en julio.
La división Prendas de vestir y calzado exhibió un incremento de 3,3%, aunque con heterogeneidad entre las distintas regiones: variaciones más altas en prendas en Cuyo y Patagonia y encalzados en Pampeana y NEA, mientras que GBA fue la de menor aumento en ambos rubros.
El INDEC informó que "la cantidad de precios relevados en julio fue mayor a la de junio" y que "la única división que debió imputarse por el Nivel general fue Restaurantes y hoteles, debido a que la mayoría de los locales que la integran permanecieron cerrados", por la emergencia sanitaria.
Próximos meses: ¿se viene una escalada de precios?
La calma previa a la tormenta: así es como definen los economistas la situación actual de los precios. La cifra de inflación de julio, que el Indec dio a conocer el jueves fue relativamente baja, pero nadie cree que la situación sea para festejar, porque hay consenso en que la escalada de precios está a la vuelta de la esquina.
Para peor, ya hubo el mes pasado ciertos indicios en el sentido de que en las zonas del país donde la cuarentena se había flexibilizado se dieron aumentos de precios mayores que en el AMBA y las regiones donde todavía había muchos rubros de la actividad en virtual parálisis.
Por caso, mientras la inflación general de julio fue de 1,9% a nivel nacional, en el Gran Buenos Aires, donde más se nota el efecto cuarentena, la inflación del mes fue de apenas 1,6%, es decir 0,3 puntos debajo del promedio nacional.
En la región del NEA, con actividad más liberada, la inflación fue del 2,2%. En tanto, en la Patagonia escaló al 2,7%.
Y además queda en claro que estos promedios están contenidos por el congelamiento tarifario. Cuando se toma el rubro alimentos, los números también dan muy encima del promedio, y también es notoria la diferencia en las zonas de mayor apertura. Para el último semestre hubo una diferencia de 2,3 puntos -17,2% versus 14,9%- para el promedio nacional respecto de Buenos Aires.
Eso lleva a la paradoja de que la noticia positiva de una gradual salida de la cuarentena y la normalización de la economía vengan con el "lado oscuro" de un agravamiento de la situación en las góndolas.
En un nuevo escalón
En junio había ocurrido una decepción: el 2,2% fue un registro elevado en comparación con la expectativa previa, que rondaba el 1,5%. Ahí ya quedó en claro que los meses de inflación baja –es decir, inferiores a un 2%- habían quedado atrás.
Ahora se conoce que julio siguió en esa tónica y se espera que a partir de agosto ya se empiece a notar otro salto de nivel.
Para el séptimo mes del año, la mayoría de las consultoras que realizan relevamientos y elaboran pronósticos –tales como Ecolatina, CEPA, Ferreres, Seido, Cerx- anticiparon entre 2% y 2,2%. Y en esa cifra también se ubicaron firmas que hacen monitoreos propios de precios en supermercados, como Focus Market, dieron 2,1%.
El hecho de que el Gobierno haya autorizado incrementos en precios de la canasta básica, como alimentos, en el marco del acuerdo de precios máximos, abonó la expectativa de que la tendencia a la suba, como mínimo, se mantuviera en el nivel del mes anterior. Alimentos y bebidas tiene una fuerte ponderación en la canasta familiar, y en junio, antes de la corrección de precios, había compensado el resto de los incrementos, a tener una variación modesta de sólo 1%.
Además, la encuesta REM del Banco Central indica que los bancos y consultoras esperan un sendero creciente de inflación para los próximos meses, con un promedio de 3,5% mensual, pero aumentando sobre fin de año.
Lo peor está por venir
Algunos economistas influyentes, sin embargo, aventuraron proyecciones mucho más preocupantes, tanto que algunos temen la repetición de escenarios de crisis históricas como el recordado "Rodrigazo".
Por caso, Orlando Ferreres, en una conferencia por Zoom argumentó que hay condiciones para que ya en septiembre la inflación se ubique en el nivel de 5% mensual.
"Nos preocupan los niveles de emisión que está teniendo el Banco Central, por el impacto que tienen en la inflación, porque aunque lo esterilice a través de las Leliqs, que son un problema aparte, es un nivel de emisión muy fuerte. Hoy el M2 (la sumatoria de efectivo, depósitos a la vista y plazos fijo) subió 95% interanual", precisó.
Y agregó: "Además, está el impacto de la devaluación en materia de inflación. La mitad de la inflación se justifica por la devaluación el peso".
Precisamente ese punto es el que el Gobierno está atendiendo con especial interés. Y es por eso que hasta ahora se han resistido las sugerencias y presiones para que haya un incremento en la velocidad a la que el Banco Central desliza el tipo de cambio oficial.
"En la Argentina, los procesos de aceleración inflacionaria se produjeron por saltos del tipo de cambio. Nosotros llevamos una política monetaria y cambiara completamente distinta a la del gobierno anterior, con modificaciones muy importantes en regulación cambiaria, tasa de interés y en la curva de ahorro en pesos", dijo la vicejefa de gabinete, Cecilia Todesca, en una entrevista con la agencia oficial Telam.
La visión del Gobierno es que cada salto cambiario provoca un agravamiento en la puja distributiva. Y por ese motivo insinuó que una de las próximas medidas oficiales será la convocatoria de un acuerdo de precios y salarios.
En cuanto a las críticas por la emisión, hay una actitud ambivalente, en la cual a veces chocan el discurso y los hechos. Porque mientras por un lado desde el oficialismo se rechaza la clásica visión ortodoxa que vincula la emisión con la inflación, lo cierto es que el Banco Central ha empezado a mostrar cierta prudencia al respecto.
Es así que Miguel Pesce se está esforzando en contrarrestar la emisión, al retirar masivamente pesos del mercado. Después de haber asistido al Gobierno con $1,25 billón desde que empezó la cuarentena, pasó la aspiradora para retirar $870.000 millones.
Factores que se dan vuelta
Lo cierto es que, a pesar de esos cuidados que argumenta el Gobierno, abundan los motivos para pensar en un empeoramiento de la inflación. Sobre todo, porque hay factores que hasta ahora han jugado a favor de una relativa estabilidad y que ya no podrán actuar con la misma eficacia.
Por caso, los precios regulados empezarán a tener revisiones. En particular los combustibles, que por su naturaleza actúan como un transmisor de incrementos de precios para el resto de las actividades.
Por la presión de YPF, el Gobierno accedió a corregir el precio de las naftas, algo que recién reflejará su impacto en la medición de inflación de agosto. Los referentes del sector hablan de la necesidad de un ajuste de no menos de 12%.
De manera similar, se prevén aumentos en telefonía y servicios de comunicación, con subas que se prevén entre 6% y 15%. Esas subas impactarán en los precios de septiembre.
Pero, además, la flexibilización de la cuarentena y la relativa normalización de algunas actividades ha hecho que se empezara a mover el principal factor que hasta ahora contuvo a los precios: el salario.
Hay ramas de actividad que ya han pactado incrementos, tales como los bancarios, los camioneros, el personal de logística del e-commerce y ciertos sectores vinculados a la alimentación.
Y, por otra parte, con la "nueva normalidad" tenderá a perder eficacia el otro gran aliado de estos últimos meses: la baja circulación del dinero. En un contexto de aislamiento estricto, incluso quienes mantuvieron sus ingresos inalterados disminuyeron el nivel de consumo, ya fuera por precaución ante la incertidumbre laboral o porque directamente habían desparecido ciertas categorías de gasto, como el esparcimiento.
En la medida en que esa situación se revierta, se producirá un rebote en la economía, cuya "cara B" será la vuelta a la circulación de los billetes que estaban guardados. Y eso, según buena parte de los economistas, traerá la temida aceleración en las subas de precios, de no mediar medidas de contención del gasto –algo que hoy no parece políticamente viable-.