La deuda externa, otra gran mochila de los argentinos: desde cuándo se comenzó a pedir plata y cuánto debe el país
La Argentina atraviesa un momento clave en la historia de su deuda externa, luego del acuerdo alcanzado por el Gobierno con los acreedores días atrás. Como país debemos alrededor de u$s327.00 millones. Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra y nuestro derrotero de endeudamiento es fiel prueba de eso.
"Nuestro país siempre tomó deuda, pero el proceso fuerte se dio desde la década de 1970. A partir de la dictadura, la economía tiene niveles de déficit fiscal muy grandes y parte del su financiamiento se realizó a través de endeudamiento", cuenta Martín Shorr, sociólogo doctorado en economía, quien considera que saber para qué se endeudaron los gobiernos a lo largo de su historia es muy importante para entender nuestras crisis externas repetidas.
Así, indica que "la Argentina ha pagado muchas veces sus compromisos y el principal problema no es el endeudamiento en sí mismo, sino que ningún gobierno aplicó los fondos a realizar cambios en la estructura productiva".
"El endeudamiento en sí mismo no es ni bueno ni malo", asegura. Y es que, desde su visión, el problema de fondo tiene que ver con que "la deuda argentina está muy asociada al financiamiento de la fuga de capitales y a la dolarización en ciertos sectores altos de la sociedad".
Empréstito Baring: empezaba a cargarse la mochila
En tanto, Noemí Brenta, doctora en Economía, investigadora y docente en la UBA y en la UTN Facultad regional de general Pacheco, nos lleva al inicio de la deuda argentina y detalla que "se remonta al empréstito Baring, un préstamo que tomó el entonces presidente Bernardino Rivadavia en 1824 por 1 millón de libras".
"Los acreedores descontaron gastos, comisiones y se cobraron a cuenta dos años de la deuda, por lo que terminamos recibiendo casi la mitad del dinero acordado. Además, se tomó con el fin de llevar adelante obras en el puerto de Buenos Aires y fundar un banco argentino que respaldara la moneda, pero no se hizo todo eso", relata. Luego, cayó en mora y se terminó de pagar recién a principios del siglo XX.
De este modo, este caso pionero revela tres elementos que comunes a todo el endeudamiento argentino: los fondos no van el desarrollo, condiciones injustas y falta de cumplimiento por parte nuestra.
Por su parte Roy Hora, doctor en Historia por la Universidad de Oxford, aporta a este análisis que "en Argentina la tentación de los gobiernos de tomar crédito en el exterior y que lo pague el que sigue es muy grande". Él divide el proceso de endeudamiento externo argentino en cuatro momentos históricos:
De 1810 a la década de 1860: según su visión, ese período está marcado por un bajo nivel de endeudamiento. Al igual que Brenta, menciona en esos años al famoso empréstito Baring como la génesis de la deuda nacional, pero lo identifica como "un fenómeno aislado" de la época. Explica que en ese momento la Argentina no tenía construido un estado suficientemente sólido como para salir a pedir dinero con suficiente respaldo y que los mercados de capitales todavía no estaban maduros. No obstante, señala que "el incumplimiento argentino en esa primera experiencia dejó huella porque demoró el ingreso del país al mercado de capitales cuando comenzó a formarse" (a mediados de siglo).
De 1860 a 1930: hora describe esta etapa como de mucha agresividad por parte de la Argentina en el sentido de que demandó mucho capital. "Éramos un país con un mercado de capitales local muy pequeño y que dependía de los recursos externos para crecer", explica. Dada esta situación, indica que hubo mucha vocación por conectarse con el circuito financiero europeo y por tomar dinero para mover la economía privada y abastecer al sector público.
"En esos años, la Argentina se convirtió en uno de los países en los que la inversión extranjera directa fue más grande y esto tenía sus riesgos", advierte el investigador del CONICET y profesor de la Universidad de Quilmes y de San Andrés. Prueba de esto fue la crisis que atravesó la presidencia de Nicolás Avellaneda hacia fines de 1875 como consecuencia de una situación mundial que frenó e flujo de créditos y achicó las reservas.
Otro hito que menciona Brenta lo ocurrido en 1890, cuando, a raíz de la política económica de Miguel Juárez Celman, el Estado se había endeudado brutalmente y Argentina cayó en default. "Fueron préstamos tomados muy irresponsablemente y que no se pudieron pagar", detalla. Explica, así, que entre 1887 y 1889, entraron capitales que fueron en parte a infraestructura y obra, pero otra porción se destinó sostener una política económica inviable. Así, en 1891, la deuda externa argentina sumaba 879 millones de pesos oro (entre pública y privada).
Luego, Hora menciona la crisis política de 1901, año de consolidación de la deuda externa heredada de 1890. El objetivo era establecer un esquema de pagos de mayor plazo, lo que llevó a una crisis política importante para el segundo gobierno de Julio Argentino Roca.
De 1930 a 1970: "El gran cambio se dio con la llegada de la década de 1930 porque el mercado de capitales se fue cerrando para Argentina. La crisis golpeó a Estados Unidos, que estaba desplazando a Londres como gran fuerte de financiamiento mundial, y luego vino la Segunda Guerra Mundial, que frenó al sistema financiero internacional", describe el historiador.
En este punto, Brenta nos ubica en la llegada de la Gran Depresión. "En ese momento, la Argentina siguió atendiendo la deuda externa, instituyó el régimen de control de cambios para poder cumplir con sus compromisos y le bajaron tanto las exportaciones que tenía pocas divisas", cuenta. Menciona como icónico al pacto Roca-Runciman (firmado en mayo de 1933), que incluyó un empréstito de desbloqueo para pagar los atrasos de la deuda y estableció un plan de emisión de bonos.
Hora comenta que nuestro siguió cumpliendo con las obligaciones financieras en esos años, "pero haber sido un buen pagador no le sirvió de mucho porque la crisis fue larga y después vino la Segunda Guerra Mundial". Luego –según cuenta la profesional principal del CONICET- Juan Domingo Perón repatrió la deuda externa en una época en la que las economías del mundo se habían cerrado, lo que lo llevó a financiarse con recursos nacionales en un principio y a buscar inversión directa desde 1953.
Su gobierno fue derrocado por la Revolución Libertadora de 1955 y las nuevas autoridades mandaron una misión al exterior para renegociar el endeudamiento acumulado ante el Club de París. "Eran principalmente los saldos comerciales de los convenios bilaterales que tenía el país y se renegociaron en 1956 a fin de que la Argentina pueda entrar al multilateralismo", rememora.
"Fue positivo porque no podíamos mantenernos al margen de las relaciones económicas internacionales. El problema fue que la Libertadora tomó deuda y, después, Arturo Frondizi también lo hizo, dado que asumió en plena crisis la de balanza de pagos", relata. Tal es así, que la deuda en ese momento era de u$s 500 millones y se elevó a u$s1.800 millones en su mandato.
De 1970 a nuestros días: "De la década de 1970 hacia acá, la deuda tiene un rol central en la redefinición del capitalismo argentino en estos años, que se resume en: reprimarización, financiarización y desindustrialización", cuenta Schorr de este período. Y asegura que, del empréstito Baring a los ‘70, el endeudamiento fue ínfimo, en comparación con lo que vino después.
Hora indica que, durante este período, Argentina y la mayoría de los países de la región se conectaron más con el circuito financiero internacional. "A raíz de la crisis de los petrodólares había más dinero y menos requisitos de financiamiento", describe.
La dictadura militar de 1976-1982 fue la época más negra para la historia de la deuda externa. "En ese período, se recurrió al mercado financiero internacional para financiar gasto público, lo que hizo que las obligaciones contraídas en esta etapa fueran muy difíciles de sostener en el tiempo", explica Hora.
"Los bancos tenían que colocar ese dinero y la dictadura aplica un enfoque monetario del balance de pagos. El déficit fiscal había que financiarlo con capital externo, según ellos", agrega Brenta. Y relata que fueron entrando capitales para aprovechar las tasas altas de un sistema financiero desregulado y que, en marzo de 1980, con la crisis bancaria, los capitales empezaron a retirarse.
Ya en 1981, era imposible sostener el acelerado retiro de capitales, hubo una devaluación y comenzaron los atrasos en la deuda. Así, la Argentina multiplicó varias veces su nivel de endeudamiento, que al fin de la dictadura era de u$s45.000 millones. Sin embargo, no fue un caso aislado. Lo mismos sucedió en otros países de la región, situación que llevó a la Crisis de la Deuda Latinoamericana, que estalló cuando México declaró que podía hacer frente a sus compromisos. "Ahí comienza el calvario argentino, con una economía real imposible de reactivar", aporta Brenta.
Luego, volvió la democracia con el gobierno de Alfonsín. Y, en 1989, vino el Plan Brady, un canje para reestructurar la deuda contraída por los países en desarrollo con bancos comerciales en el marco de la Crisis regional. "Así, los bancos se salvaron patrimonialmente y comienza el financiamiento de la Argentina como país emergente en el mercado voluntario de deuda", recopila la docente de UBA Y UTN.
Ya en este siglo, vivimos el canje de 2005, caracterizado por una quita del 66% de la deuda por reestructurar de 2001. "Fue un hito muy importante", según lo define Brenta. También destacó el pago al fondo Monetario Internacional de 2006 y el arreglo con el Club de París en 2014, muy criticado por muchos, aunque ella asegura que "fue positivo que se haya negociado tasas escalonadas y atado los pagos al ingreso de inversión directa de los países con los que se acordó".
Y, finalmente, el endeudamiento acelerado del gobierno de Mauricio Macri, que endeudó al país en u$s227.000 millones. La especialista asegura que este proceder "es equiparable al de la dictadura militar en materia de deuda" (según su registro, entre 2016-2019, ese gobierno tomó casi u$s40.000 millones anuales en promedio). El gran problema fue el uso de esos fondos para la especulación financiera y la fuga de capitales en lugar de ir hacia la economía real.
Así, llegamos al momento actual. Todos los entrevistados califican como muy importante el inminente acuerdo con los acreedores para la deuda argentina. "Se ganó tiempo y es bueno, pero es importante debatir la legitimidad de la deuda porque no tiene sentido dentro de 10 años tener otra crisis", dice Schorr al respecto.
El recorrido por la historia nos demuestra que saltamos de una crisis externa a otra. Los gobiernos siempre aducen buenas razones para endeudarse, pero no se ve el fruto cuando ingresa el capital ni la capitalización que genere divisas para el repago. Lo que es innegable es que la Argentina requiere una estrategia de crecimiento que reduzca el peso de la deuda sobre el volumen de su economía. Y es que, tal como lo indica Hora "si no logramos adoptar estrategias que potencien oportunidades de crecimiento y nuestro sesgo exportador, no vamos a hacer las cosas mejor".