El economista Pablo Goldín advierte: la devaluación y el salto inflacionario serán inevitables
Pablo Goldín tiene, al menos, dos virtudes muy visibles: explica la economía de manera muy lineal y didáctica, y -acaso lo más relevante- no se ata a dogmas para sacar sus diagnósticos. Es director de la consultora MacroView. En este diálogo con iProfesional, Goldín traza un panorama muy complicado sobre la economía argentina. Asegura que la crisis "es tremenda". Y plantea los desafíos que esperan a partir de ahora, que el Gobierno ha decidido dar el primer paso hacia una flexibilización de la cuarentena y se anima a hablar de una salida.
Goldín asegura que ese tránsito hacia esa salida no será nada fácil. Afirma que una devaluación luce "inevitable", y que el desafío será acomodar las variables de manera de evitar un shock en los precios.
-¿Después de cuatro meses de pandemia, hay una luz para la actividad económica?
-Es posible que lo peor haya pasado entre abril y mayo. De acá en adelante -partiendo de la base de ver cómo se sale de la cuarentena- vamos a tener una especie de rebote estadístico de la actividad. Pero nada contundente.
-¿Y para que sea algo más que lo estadístico?
-Vamos a tener que pasar el desafío, hacia la primavera-verano, de batir la paradoja de que, cuanto más se salga de la cuarentena, cuanto más se mueva la actividad, ahí quedarán expuestos los desbalances de la economía. El rebote estadístico se va a chocar en algún momento con un desenlace inflacionario o cambiario. Y ahí tendremos que ver cómo se lidia entre ese rebote desde el quinto subsuelo con las inconsistencias que trae la economía, seriamente impactadas por la pandemia.
-¿De qué va a depender de dejar atrás la crisis de los últimos años?
-La única manera de lograrlo implicaría: que se resuelva la deuda con los acreedores privados; que se inicie una negociación razonable con el FMI y, tercero, que el Gobierno cambie el chip hacia un programa económico ajustado a la realidad, que no esté peleado con los mercados ni con el mundo. Para que volvamos a crecer de manera sostenida deberían alinearse todos los planetas.
-¿Cuáles deberían ser los principales condimentos de ese plan económico?
-Necesitamos un encuadre fiscal que tenga, mínimamente, el objetivo de que todo el gasto "pandémico", hacia fin de año ya no esté. También que se encuentre un marco de convergencia para la disparada del gasto en subsidios de todos estos últimos meses. Y, en el medio, cruzar los dedos para que la recaudación vuelva a ser positiva y empiece a levantar hacia final del año. Todo para que, con un déficit de 6% o 7% del PIB, el año que viene se pueda bajar a la mitad, como mínimo.
-Eso es lo fiscal. ¿Y respecto de lo monetario?
-Inevitablemente el BCRA tendrá que lidiar con lo más duro: el retiro de parte de los pesos emitidos obligadamente por la pandemia sabiendo que el colchón que tiene para absorber los pesos a través de las Leliq también está llegando a un nivel máximo. Para tener una idea: es posible que a fin de año volvamos a tener el nivel de Leliq que tenía Federico Sturzenegger en 2018, pero en Lebac. La ventaja es que ahora las Leliq están en manos de los bancos.
-¿Y el tipo de cambio?
-El desafío es que todo lo anterior -el plano fiscal y lo monetario- se encauce y no decante en un movimiento brusco que lleve a un fogonazo inflacionario.
-¿Cómo debería resolverse la situación para evitar una devaluación brusca?
-El Gobierno arrancó con un esquema que no emocionaba pero tenía los pies sobre la tierra: control cambiario y superávit comercial gigantesco. La pandemia obligó a medidas extremas. Y siempre en la Argentina, cuando te pasás de rosca con la emisión, luego derrama en el mercado cambiario, por más controles que existan. Eso ya pasó: saltó la brecha, y eso es insostenible.
-¿Y entonces?
-El camino hacia adelante -sabiendo que la brecha actual es insostenible y que el dólar a $130 es caro- es encontrar algún sendero de corregir el tipo de cambio oficial sin que se genere un salto muy fuerte. Es inevitable que en los próximos meses que el BCRA tenga una corrección cambiaria, y que de ahí haya un salto inflacionario.
-¿No hay manera de evitarlo?
-El gran desafío es que sea lo menos incivilizada posible. Lo menos desordenado; que el BCRA tenga que correr de atrás, y sea el mercado quien le imponga el ritmo de la devaluación y de la inflación.
-¿Cuando habla de un salto inflacionario, qué imagina? La Argentina hace varios años que atraviesa una dinámica de alta inflación
-Este Gobierno apuntaba a volver -a partir de 2021- a la inflación del 25% anual que en su época tenía Cristina Kirchner. La pandemia cambió todo. No podremos salvarnos de tener una inflación mensual del 4%. Incluso del 5% por mes. Por lo que decía: creo que no podremos esquivar una devaluación y que los precios que ahora están adormecidos o congelados se muevan.
Yo no puedo descartar que la piña sea peor. Ni que la Argentina entre en un nuevo régimen inflacionario, donde la inflación no pueda bajar del 4% o 5% mensual para siempre. La crisis es tremenda. Y a diferencia del resto de los países, nosotros no podemos financiarnos baratísimo.
-¿De qué depende para que esa dinámica no termine en un caos?
-La única ancla en el futuro cercano es que detrás del Banco Central haya un formato fiscal muy robusto. Como decía antes, que el bache de las cuentas públicas se achique por lo menos a la mitad, y entonces el Tesoro le pida al BCRA mucha menos cantidad de pesos para financiarse. Y en el 2022 no le pida nada. Todo en el marco de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Hay que poner la mira en que, de acá a dos años, tengamos una economía al menos decorosa. Lamentablemente, acá no hay magia. Como pasa siempre.