Guzmán, bajo presión interna para subir las tasas de interés y retirar pesos del mercado
El enojo no trascendió, por ahora, más allá de algún reproche técnico porque la agenda de Alberto Fernández se ve superada en el día a día con el seguimiento de la pandemia y otras cuestiones candentes, como el revuelo político que deparó el anuncio de la intervención, y posible expropiación, de la empresa Vicentín.
En el gabinete nacional, el tironeo mutuo entre Martín Guzmán y Miguel Pesce dejó de ser un secreto. El ministro de Economía cuenta con el respaldo de Alberto Fernández y, sobre todo, de Cristina Kirchner, pero entre sus colegas genera incógnitas e inquietud por la demora en el cierre del conflicto por la deuda.
Los otros miembros del equipo económico esperan ansiosos que el titular de Economía lleve a buen destino las negociaciones, pero mientras tanto siguen muy de cerca los números de la economía pandémica. Por eso mismo monitorean con atención los datos que acerca el Banco Central sobre emisión monetaria y la evolución de las reservas.
El hecho de que el BCRA ya recuperó u$s900 millones desde que ajustó el súper cepo alivió tensiones, pero en el equipo económico saben que lo hizo a costa de impedir la entrada de productos e insumos importados. Un esquema imposible de mantener más allá de algunas semanas.
Las promesas de Pesce a los empresarios que lo visitan en su despacho para asegurarse los dólares a $70 reconocen que el funcionario sólo trata de ganar tiempo hasta que Guzmán cierre la negociación de la deuda.
Como publicó iProfesional, así como están planteadas las cosas, ocho de cada diez empresas se están quedando afuera de la posibilidad de acceder al mercado "oficial" del dólar. Así no hay economía (ni cotización) que aguante.
"Cero coordinación"
¿Y entonces? La tensión hacia adentro del Gabinete es cada vez mayor por las indefiniciones. Un funcionario del equipo económico admite: "Hay cero coordinación. Guzmán y Pesce están desarticulados. Y así no se puede seguir durante mucho tiempo".
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La clave de la disputa entre los funcionarios hay que buscarla en la emisión récord de pesos. La maquinita está funcionando en horas extras. En lo que va de este atípico 2020, el BCRA ya emitió arriba del billón de pesos. Un millón de millones. Sobrepasó la expectativa de emisión para todo el año.
La pandemia no pasó y una de las preguntas sin respuestas refiere a la cantidad que deberá imprimir en los próximos meses, tomando en cuenta la asistencia que -sí o sí- el Gobierno tendrá que hacerles llegar a los ciudadanos más postergados por la fenomenal crisis.
Pesce ya le hizo saber a Guzmán que necesitaría de su colaboración para absorber parte de los remanentes de los pesos ya emitidos.
En concreto, el jefe del Central pretende que el ministro de Economía sea más audaz en la licitación de Letras. Y que para lograr su objetivo suba la tasa de interés, aunque sea en el mismo rango que ya lo hizo la propia autoridad monetaria.
Sólo durante este mes hay vencimientos de Letras en pesos por la friolera de $233.000 millones. Un monto que sólo podría afrontarse, creen en el equipo económico, si Economía endulza a los inversores con un incrementos en la rentabilidad.
Hay una fecha precisa que asoma en el horizonte: el próximo lunes 22: ahí vencen nada menos que unos $130.000 millones de un bono del Tesoro que ajusta por tasa de política monetaria (TJ20).
Está claro que una cosa será comenzar el invierno con un "roll over" de ese bono sin problemas. Y otro escenario muy distinto sería si el Central de ve obligado a incrementar el ritmo de expansión monetaria.
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Sobre todo teniendo en cuenta que el próximo mes se acumularán vencimientos por otros $192.000 millones. Y $149.000 millones adicionales durante agosto.
En resumen: de acá hasta fin de año se acumulan vencimientos en pesos por 1,1 billón de pesos (u$s15.000 millones al tipo de cambio oficial).
El plan de Guzmán
Guzmán tiene en mente un camino alternativo al sugerido por Pesce. Quiere colocar bonos a bancos. El ministro sugiere que las entidades financieras cuentan con liquidez sobrante, en parte por haber resistido prestarles a las pymes en problemas.
Al mismo tiempo, trabaja con la idea de que la curva de pesos de referencia para la economía debería tender a la baja, de forma de ser sostenible en el tiempo. Algo que, obviamente, es resistido por los bancos y también por los inversores. Al menos por ahora, cuando todavía sigue abierto el conflicto por la deuda.
En la City observan con atención este tironeo. Saben que Economía tiene en su mayoría pasivos de corto plazo -entre 90 y 120 días- y que necesitará de alargar los plazos para darle más horizonte y oxigenación a la economía.
Pero, al mismo tiempo, admiten que esa tarea será complicada sin el arreglo con los acreedores internacionales. Hasta que no haya una señal concreta de ese trabajo por despejar vencimientos y acumulación de pesos dando vueltas por la economía, la perspectivas difícilmente van a mejorar.
No es casual que, en medio de este escenario, las Leliq -las Letras que Alberto Fernández prometió erradicar durante la campaña- volvieron a tener protagonismo. El stock de Letras, que venía desinflándose, volvió a repuntar en las últimas semanas.
En total, hay $1,3 billón, un total de $200.000 millones más que hacia finales de abril. Y ese stock podría incrementarse en las próximas semanas.
Esta expansión fue producto, justamente, de que el Banco Central obligó a las entidades a pagar 30% nominal anual por los plazos fijos a los ahorristas. Por encima del 26,6% que abonaban hasta fines de mayo.
A su vez, Pesce habilitó la posibilidad de que los productores agropecuarios hagan plazos fijos que se actualicen con la evolución del tipo de cambio.
El alza de las tasas, a su vez, intentó desinflar la demanda de dólares por parte de los inversores minoristas. El circuito dolarizador recibió su mayor golpe después, con el ya mencionado "súper cepo" a las empresas importadoras.
Los cruces de Pesce y Guzmán llevan ya algunos meses. Pero se intensificaron con la demora en el cierre del acuerdo por la deuda.
La primera vez ocurrió cuando el presidente del BCRA le reclamó que dejara de pedirle que compre bonos en pesos porque, de esa manera, no hacía más que darle salida a los inversores que buscaban dolarizarse presionando sobre las cotizaciones del "contado con liqui" o el "dólar Bolsa".
Pesce quiere que el ministro se apure en asumir el compromiso con la nueva estrategia del Central: habilitar una (momentánea) suba de la tasa de interés, que ayude a desinflar las presiones cambiarias.
Está claro que se vienen semanas clave para el escenario económico-financiero. Sin demasiadas chances de que el Banco Central extienda las medidas sobre el comercio exterior y el acceso a los dólares, ahora es el turno de Guzmán. ¿Será?