Se viene la "inflación indirecta": fabricantes de alimentos dan de baja descuentos promocionales
Ninguna empresa líder de la Argentina va a cometer el desenfado de cambiar las listas de precios en medio de una cuarentena, en la que ellas mismas tienen acordado un férreo acuerdo para mantener congelados esos precios por lo menos hasta fin de mes. Sin embargo, varias de las fábricas líderes pusieron en marcha distintas estrategias para mejorar sus ingresos.
Ocurre en el sector de los alimentos. Las principales fabricantes empezaron a aplicar, en los últimos días, un puñado de medidas que, seguramente, pondrán presión sobre los precios de los productos de la canasta básica.
Por esos artilugios -que en principio no rompen el acuerdo firmado con el Gobierno-, las cadenas minoristas (desde las grandes cadenas de supermercados hasta los mayoristas) empezaron a recibir los productos con sensibles aumentos respecto de lo que venían pagando.
Concretamente: las empresas fabricantes de alimentos eliminaron prácticamente todas las bonificaciones que les otorgaban a sus clientes, como forma de fidelizar una marca o mejorar las ventas de determinados productos.
Esas bonificaciones, la mayoría de las veces, llega a los bolsillos de los consumidores cuando eligen las opciones para cargar el changuito. Se trata de una estrategia comercial que existe desde hace varios años, y que en los últimos días se fue agotando.
En los hechos, los cambios propuestos por los fabricantes no significaron modificaciones en las listas de precios -que en la jerga se conoce como "lista de arranque" o "lista cero-, pero sí abultan las facturas que las grandes cadenas comerciales terminan pagándoles.
Algunos ejemplos: a partir de esta misma semana, los precios de algunos de los productos de la canasta básica tendrán incrementos de hasta 15%, por efecto de la quita de las bonificaciones.
Los productos que más se encarecerán por esa vía son los fideos en la mayoría de sus presentaciones y calidades; nada menos que un 15% en promedio. Ya sea fideos guiseros, o los moños o los tallarines.
Otro de los productos más consumidos durante la cuarentena -pan rallado y rebozadores- también se ajustarán alrededor de un 15 por ciento.
En el caso del arroz -un mercado más diversificado en cuanto a productores, marcas y calidades-, la suba por la desaparición de las promociones ronda el 9% promedio.
En el caso de los aceites, el incremento promedio rozará el 5 por ciento. Lo mismo que algunas marcas de yerbas.
También se sacaron las bonificaciones en marcas líderes de café instantáneo, lo que deriva en un aumento indirecto del 4,5 por ciento.
La estrategia comercial incluye un clásico en épocas donde existen congelamientos de precios. Con la diferencia que, ahora, aparece en productos sensibles de la canasta básica. Como en la harina. Algunas de las fabricantes aparecieron la última semana con "nuevas" marcas, con "harina fortificada con vitaminas". O simplemente con el logo "NUEVA" sobre la marca.
Por fuera de los alimentos de la canasta familiar, movimientos idénticos se produjeron en el mercado de las golosinas.
La secretaría de Comercio está al tanto de las maniobras de los grandes jugadores. Pero, al menos por ahora, se mantiene al margen. ¿El motivo? Los funcionarios entienden que estos cambios se dan hacia adentro de los formadores de precios.
Es decir: que si el fabricante le quita bonificaciones a los supermercados, éstos tendrán que seguir vendiendo al mismo valor ya que existe una lista de precios de máximos de más de 2.000 productos, que tiene vigencia hasta fin de mes.
"En todo caso, si el supermercado acepta la nueva lista sin modificaciones, entonces obtendrá menos margen de rentabilidad en la venta de esos artículos", dice un funcionario del equipo económico a iProfesional.
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La cuestión no parece tan simple de resolver. Por un lado, debido a que los aumentos indirectos se están dando en la lista completa de precios. Es decir, si el comercio dejara de comprarles a los fabricantes, entonces no quedaría nada para exhibir en la góndola.
El escenario que se espera
¿Y entonces? El escenario más probable -afirma un supermercadista consultado- es que desaparezcan las pocas promociones que aún quedaban en el rubro alimenticio. Las típicas "promos" del 3x2; o el segundo producto con el 70% de descuento se limitará a los segmentos que dejan más rentabilidad, que en su mayoría son de nicho.
El segundo efecto concreto se vincula a los comercios de cercanía, que son -justamente- los recomendados por el Gobierno para que la gente se acerque.
Todos los autoservicios barriales (los "chinos") no son abastecidos por las fábricas en forma directa. Se abastecen en los grandes mayoristas. A partir de esta semana, cuando vayan de compras, tendrán nuevos precios, con los aumentos más arriba reflejados.
Sin margen para absorberlos, los pequeños comerciantes seguramente trasladarán a sus góndolas esos incrementos, que golpearán los bolsillos de sus clientes.
Los autoservicios y almacenes barriales no forman parte del acuerdo de congelamiento, y de hecho los precios a los que venden los alimentos suelen ser más altos que en las grandes superficies, salvo de aquellos productos de segundas y terceras marcas que les llegan a través de pymes.
Es decir, para los consumidores, el impacto va a llegar por doble vía: por un lado, la desaparición de las promociones en las grandes tiendas. Por el otro, un aumento directo en los autoservicios y almacenes, que quedaron afuera de la regulación del Gobierno.
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La movida de los fabricantes no es más que la continuación de las presiones que esos mismos empresarios llevaron al despacho de Matías Kulfas y al de Paula Español (secretaria de Comercio Interior) hace algunas semanas, cuando pidieron repactar la lista de precios máximos, un pedido que fue desestimado por los funcionarios.
Como sucedió con la vuelta del IVA para los productos básicos -que el Gobierno obligó a absorber en parte a las empresas de la cadena alimenticia- la idea es que ahora suceda lo mismo, y que los mayores costos sean absorbidos por las propias empresas.
Como quedó claro, eso no ocurrirá, y los consumidores terminarán pagando más por los alimentos, ya sea por la vía directa (aumentos en los comercios barriales) o por la indirecta (fin de las promociones).
Esta presión sobre los precios no es novedosa. Se trata de la clásica puja entre formadores de precios: de un lado, los fabricantes de alimentos y, del otro, las cadenas de supermercados.
Esa pelea suele intensificarse cuando los controles de precios oficiales muestran señales de fatiga. Es lo que sucede ahora. No porque ese congelamiento tenga demasiado tiempo de vigencia -de hecho, se impusieron con precios a principios de marzo último, prácticamente al momento del inicio de la cuarentena-, sino porque existen distorsiones en un momento donde, justamente, la única demanda de bienes que aumenta es la de alimentos.
El dato sobresaliente es que reaparece en plena cuarentena, en medio de un desplome histórico de la actividad económica, y del consumo en particular. De esa caída en vertical, que mostró un signo negativo del 33,5% en la producción industrial de abril, ni siquiera quedó a salvo la fabricación de alimentos.
La elaboración de productos alimenticios cayó 2% ese mes, de acuerdo al Indec. Por supuesto que es una baja mínima respecto de la fabricación de autos (-88%) o de textiles (-72%). Ni hablar del derrape de la construcción (-75,6%). Pero el hecho de que en estos momentos de cuarentena, ni siquiera crezca la producción de alimentos se convierte en un dato sobresaliente acerca de la severidad de la crisis económica.
Por afuera de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, estas mismas prácticas de aumentos encubiertos se pusieron en práctica desde hace algunas semanas, y se hicieron habituales las protestas de las cámaras comerciales.
Desde esta semana, esa tensión se mudará al área metropolitana. Ni siquiera los protagonistas de esta pelea saben si se resolverá con un pronto aumento de precios de los productos básicos o si, directamente, se notarán faltantes en las góndolas.