"Maquinita" de pesos a full, ¿inflación contenida?: crece la alarma por el riesgo oculto bajo la calma de las góndolas
Entre los pocos motivos de festejo que la economía le da al Gobierno, destaca el de la relativa contención de la inflación, que está en los niveles más bajos de los últimos dos años y medio.
En pocos días se dará a conocer el IPC de mayo, que según prevén los analistas, se ubicará cerca del 1,5% que se había registrado en abril y posiblemente se ubique por debajo de la última marca más baja, ocurrida en noviembre de 2017.
Son números que marcan una clara ralentización de la suba de precios desde que la Argentina adoptó la cuarentena. Con muchos rubros de actividad casi paralizados, los precios se muestran anestesiados, en rara coincidencia con un momento súper expansivo de la base monetaria.
Como siempre, la situación ha dado lugar a las chicanas políticas: desde sectores afines al Gobierno se ridiculiza a quienes alertaban sobre el riesgo de una inminente hiperinflación. Y desde la oposición se advierte que con la "maquinita" del Banco Central trabajando sin descanso, la crisis ocurrirá tarde o temprano.
Los críticos señalan que no habrá mucho motivo de festejo con el nuevo dato de inflación, dado que no tiene mucho sentido comparar los precios de un momento normal con el de esta situación de excepción.
Y lo cierto es que cuando los números se miran bajo la lupa, los motivos de alivio empiezan a esfumarse: alimentos, el rubro crítico en este momento del país, tuvo en abril una suba de 3,2% y siguió subiendo en mayo. Por otra parte, en estos días los fabricantes de alimentos están revisando su política de precios, lo cual hace pensar en un agravamiento de la situación para los consumidores.
Un informe de la Fundación Mediterránea observa que los precios se están comportando de manera muy diferente según su pertenencia a tres categorías:
- En los sectores cuya actividad se vio muy golpeada por la cuarentena –los locales comerciales, por ejemplo- la inflación promedio fue de 1%.
- En los rubros donde el Estado intervino de manera directa, como las tarifas de servicios públicos más las nuevas actividades que se agregaron a la política de congelamiento –las telecomunicaciones, sobre todo-, la inflación dio prácticamente cero por efecto de la regulación.
- Y en las actividades cuya actividad se desarrolló con relativa normalidad se puede notar que los aumentos fueron mucho mayores, prácticamente a tono con la evolución del tipo de cambio.
Y concluye que los niveles relativamente bajos de la inflación de estos meses no deben ser interpretados como una buena noticia, porque responden a una situación que no puede durar mucho tiempo.
Álvarez Agis y la eterna vuelta de la "maquinita"
Pero lo cierto es que reverdeció un viejo debate: si hay realmente una relación causal inmediata e indiscutible entre la emisión de dinero y los aumentos de precios.
Los últimos números dan cuenta de una expansión de la base monetaria que crece a un ritmo de 58% anual. Sólo en lo que va del año, el Banco Central expandió la cantidad de dinero en 44% respecto del nivel de finales de 2019.
Y las consultoras pronostican que para diciembre se podrá duplicar la base. Lo cual, como era esperable, hizo que sonaran las alarmas de los economistas de línea ortodoxa. Y a eso se opuso la crítica, con algo de tono revanchista, por parte de los heterodoxos, que suelen quejarse de que sólo en Argentina se sigue enseñando que la emisión provoca inflación.
Uno de los más notorios -por su condición de "ministeriable", por ser uno de los escuchados por Cristina Kirchner y por el fervor con el que defiende su firme postura pro-emisión- es Emmanuel Álvarez Agis, quien escribió un artículo que causó revuelo en las redes.
Para el ex subsecretario de economía de la gestión kirchnerista, quedó demostrado en el final de la era de Macri la inconsistencia de la postura ortodoxa, dado que pese a haberse aferrado a la meta de "expansión cero", el gobierno anterior no logró domar los precios sino más bien al contrario.
Según Álvarez Agis, quienes profetizaban una hiperinflación caían en el error de creer que la velocidad de circulación del dinero se mantendría invariable, con lo cual asumían que una duplicación de la cantidad del dinero se debería reflejar en una suba de precios. Pero, argumenta, como la velocidad de circulación del dinero cayó –hay mayor demanda por parte del público-, entonces una mayor cantidad de billetes en la economía no necesariamente hace subir los precios.
Y explica que la recesión y la situación de la cuarentena es lo que explica esa mayor propensión del público a mantener los pesos en sus bolsillos.
"La emisión monetaria actual no llevará a un desborde inflacionario producto de una presión sobre una economía que está en pleno empleo. Esto es muy importante porque en el marco de la Covid-19 la mala teoría económica puede costar vidas humanas y quiebras de empresas. Sin embargo, no todo es color de rosa", advierte el economista.
Y curiosamente, en un punto su análisis no difiere tanto de sus contrincantes: que el riesgo es que esa mayor tenencia de billetes pueda rápidamente mutar en un deseo por cambiar esos pesos por dólares, porque eso puede presionar a una devaluación brusca.
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"Y cuando eso ocurra, será cierto que la "emisión habrá generado inflación", señala Álvarez Agis. Claro que ahí terminan sus coincidencias con los ortodoxos, porque su consejo para evitar esa situación era "mantener todos los dólares a raya, al oficial y a los paralelos".
Su artículo provocó una ola de comentarios en las redes sociales, desde quienes lo felicitaron por "derribar mitos" hasta quienes se horrorizaron por creer que defendía medidas potencialmente desastrosas. Lo cierto es que se reforzó la sensación de que el economista puede tener futuro en el gobierno de Alberto Fernández.
Por lo menos, fue sugestivo el hecho de que, luego de publicado el artículo, haya habido un "lobby" por parte de los medios más afines a Cristina Kirchner, que criticaron la "ingenuidad" de Miguel Pesce por haber permitido que la mayor liquidez bancaria llevara a una suba del "contado con liqui".
Y, más sugestivo aun, las últimas medidas del Banco Central que lograron domar temporariamente al mercado paralelo fueron en línea con esa dureza intervencionista que se reclamaba.
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Los argumentos del otro lado del mostrador apuntan a que esa calma en los precios que Álvarez Agis celebra puede estar indicando apenas que se ganó tiempo pero que de ninguna manera se ganó la batalla contra la inflación ni se eliminó el riesgo de hiperinflación.
Por ejemplo, Eco Go observó: "Evidentemente este aumento en la demanda de pesos no resulta viable, aun con cepo y una recomposición en el margen de las reservas del BCRA".
Y hace un pronóstico inquietante: "A medida que vayan levantándose las palancas de la economía, el excedente monetario podría comenzar a presionar frente a una demanda de dinero que antes del shock era muy débil".
En la misma línea, Pablo Goldín, de la consultora Macroview, advirtió que cuando el levantamiento de la cuarentena permita normalizar la economía, recién ahí se verá el efecto de los desbalances fiscal y monetario acumulados: "Ahí la inflación tomará otra dinámica, habrá un salto".
Desde Consultatio hicieron un comparativo entre el momento actual y las condiciones previas que se dieron a las hiperinflaciones de la historia reciente. Enumera estas situaciones que siempre ocurrieron antes de las grandes crisis:
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- Deterioro fiscal muy marcado, por gasto público infinanciable mediante recaudación tributaria.
- Desborde monetario, generalmente para financiar el déficit fiscal.
- Desequilibrio externo, con déficit en la cuenta corriente –es decir, salen más dólares que los que entran a la economía-.
- Distorsión en los precios relativos, como consecuencia de congelamientos de tarifas y atraso cambiario.
- Situación global adversa, en general con abruptas subas de las tasas de interés en Estados Unidos. Además, deterioro de los precios de los productos argentinos exportables.
- Inestabilidad política, dado que la debilidad de los gobierno funciona como acelerador de pujas distributivas y actitudes defensivas por parte de ahorristas y consumidores.
La conclusión del informe es que, de todos esos puntos, los primeros dos se cumplen a pleno, dado que el déficit primario para este año se proyecta en un 7% en medio de un desplome de la recaudación tributaria, mientras que el financiamiento del Banco Central al Tesoro será de 7% del PBI, un nivel comparable al de los años ’80.
En cuanto al punto del desequilibrio externo, afirma que el país está "bien en la foto pero muy mal en la película". La explicación es que si bien el efecto combinado del cepo cambiario, el cierre del turismo y la caída de la importación llevaron incluso a un superávit de cuenta corriente, el futuro luce inestable por la pérdida acelerada de reservas.
Otra condición que se replica respecto de crisis anteriores es la distorsión de los precios relativos, y la tendencia es que ese fenómeno se acentúe con el tiempo, dado que no hay perspectivas de correcciones tarifarias en el corto plazo. Pero tarde o temprano, eso impactará en sectores como el energético, que pondrán presión para un nuevo tarifazo.
Y los puntos que, de momento, juegan a favor son los de la situación global y la política interna. A diferencia de lo que ocurría en la híper del 89, cuando la tasa de los Treasuries estaba en 6%, ahora el nivel es prácticamente cero por efecto de la gran inyección de liquidez que hicieron la Fed y el Banco Central Europeo.
Y en cuanto a la situación interna, el hecho de que se trate del primer año del gobierno, combinado con el aplacamiento de reclamos sectoriales que impone la cuarentena, da cierta previsibilidad de calma política.
En definitiva, cree que ese mix de condiciones hace pensar en que no habrá niveles de inflación en tres dígitos, como los que se vivían en los años ´70 y ’80, pero que sí será inevitable una aceleración por encima del 50% anual.
Heterodoxos, pero no tanto
Lo curioso del momento es que, a pesar del ruido del debate, finalmente los hechos demuestran que tal vez los involucrados no piensen tan diferente entre sí. Después de todo, Pesce, al mismo tiempo que prende "la maquinita" para ayudar al Gobierno, ha dejado en evidencia un deseo por retirar pesos del mercado.
No pudo retirar toda la liquidez, claro está, pero la cifra tampoco fue menor: recurrió a las Leliq para sacar de plaza una suma que equivale a la mitad de lo que había emitido. Y, en conversaciones con funcionarios en los últimos días, afirmó categórico que él ya había cumplido su parte al dar previsibilidad al dólar, de manera que ahora "le toca a Martín Guzmán hacer su tarea".
Lo que reclaman desde el Central es que el ministro de Economía no sólo llegue a un final feliz con los acreedores de la deuda, sino que rápidamente tome medidas que ayuden a seguir sacando el sobrante de pesos. Para lo cual el costo asumido es una suba de la tasa de interés, una decisión difícil de tomar desde el punto de vista político.
En definitiva, suba de tasas en plena recesión, señales de disciplina fiscal al FMI y los acreedores –por caso, con el ahorro en la suba jubilatoria- y un intento de control de la liquidez. Para tratarse de heterodoxos, los funcionarios dan muestras de tenerle, también ellos, cierto temor a enviciarse con "la maquinita".