Acreedores, irritados por las señales políticas de Guzmán, ven una negociación de tono confrontativo
En el mundillo económico, ayer martes, la grieta estuvo a la orden del día: para la Casa Rosada, la exposición de Martín Guzmán fue un paso más hacia la necesaria reestructuración de la deuda pública, que una vez concretada desahogará a la economía argentina.
En la otra orilla de la grieta, en Wall Street, no ocultan el enfado hacia el ministro de Economía. Enojo por partida doble.
Después de que Joseph Stiglitz anticipara en Davos que "se vienen quitas significativas de la deuda en la Argentina", en las oficinas de los fondos de inversiones con títulos públicos locales se pusieron en alerta: imaginaron que, detrás de la predicción del Nobel de Economía, Guzmán oficializaría la propuesta oficial de reperfilamiento.
Nada de eso pasó: Guzmán se despegó de los dichos de su maestro y mentor y no dio ninguna pista de lo que vendrá.
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Sólo mencionó el envío de un proyecto de ley para restaurar la sostenibilidad de la deuda externa. La iniciativa ingresará por Diputados, y entre otros puntos refiere a la habilitación para que el Ejecutivo pueda emitir bonos de la deuda bajo legislación extranjera, en un futuro. En definitiva, un proyecto centrado en la ejecución del próximo reperfilamiento.
La conferencia de Guzmán pareció más focalizada más en darle un respaldo contundente a Axel Kicillof -y inminente renegociación con los bonistas, que a otra cosa- analizan desde Wall Street.
En los hechos, tras los dichos de Stiglitz y la conferencia de Guzmán, sin los detalles de la propuesta a los bonistas, los papeles de la deuda registraron caídas de hasta 4,1 por ciento. El índice de "Riesgo País" se elevó 92 puntos en una sola jornada, hasta los 1.924 puntos.
A esta altura, los financistas pretenden más acción. O acciones concretas. En los bancos y fondos de inversión extranjeros creen que la conferencia de Guzmán -haciendo foco en la reestructuración de la provincia de Buenos Aires- le provoca un desgaste al ministro, en las instancias previas a la renegociación.
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De hecho, el retroceso de las cotizaciones de los bonos argentinos se produjo por los dichos de Stiglitz, pese a que no fueron confirmados por el ministro, quien debería ser la única autoridad para hablar de esa información tan sensible.
Es más: ayer hubo intentos de algunos bancos de Wall Street por tener alguna información oficial sobre la oferta a los bonistas. O, al menos, para saber si esa propuesta se divulgará antes del viaje de Guzmán a los Estados Unidos, pautada para fin de mes.
El ministro se juntará la próxima semana con algunos de esos bancos, que lo estarán esperando con novedades. Los financistas querrán saber de primera mano en qué estado se encuentran las conversaciones entre Economía y el Fondo Monetario. Y cuál es el rol que jugará Stiglitz en esas negociaciones.
Durante la conferencia, Guzmán fue muy duro con el FMI. Desde la época de la campaña que no se escuchaba un discurso tan hostil hacia el Fondo.
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Luego de afirmar que las primeras conversaciones con Washington fueron "constructivas", el ministro consignó que el programa del gobierno de Mauricio Macri con el FMI fue un "estrepitoso fracaso", que empeoró todos los indicadores económicos y sociales.
"No vamos a permitir ninguna condicionalidad", sentenció el jefe del Palacio de Hacienda cuando le preguntaron si, con el objetivo de llegar a un nuevo acuerdo, el Gobierno accedería a una reforma previsional o laboral.
Luego agregó: "Nosotros estamos en control, este es un programa económico diseñado por nosotros y ejecutado por nosotros".
"En este momento la relación con el FMI es diferente a lo que ha ocurrido en otras instancias en la historia argentina".