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Las empresas frente a la crisis: cómo esquivan las altas tasas de interés que les cobran los bancos

En un entorno de alto costo crediticio por el apretón monetario del Banco Central, las empresas adaptan estrategias: la consigna es priorizar la liquidez
23/11/2018 - 05:03hs
Las empresas frente a la crisis: cómo esquivan las altas tasas de interés que les cobran los bancos

Trasladar las tasas de interés al precio del producto, alargar o achicar los plazos de pago (según de qué lado del mostrador uno se ubique), transformar rápidamente el stock de mercadería en pesos cash para ponerlo a "trabajar" en la City a corto plazo, renegociar condiciones con proveedores, clientes y bancos y hasta dolarizar deudas para escapar de las altas tasas en pesos. 

Estas son sólo algunas de las estrategias que están implementando los empresarios argentinos -chicos, medianos y grandes-, todos con una consigna en mente: para garantizarse la supervivencia en un momento de recesión y de tasas de interés impagables, hay que encontrar la manera de trasladarle el costo financiero al otro. Un verdadera lucha por la supervivencia del más apto en la cual cada uno usa las armas que tiene a mano.

Carlos R. es dueño de una autopartista desde hace 27 años. Fabrica frenos y otros productos para la industria. Se lo escucha angustiado. Asegura que desde 2001 no vive una crisis tan dura. Por la caída de las ventas pero, también ahora, por los costos financieros que amenazan con ahogarlo. En un intento por zafar, acaba de contratar un servicio que le recomendó un amigo y colega: un curso de "optimización financiera" especializado para pymes. "Era esto o pensar en el cierre", dice.

El curso en cuestión le dejó tres grandes enseñanzas:

  • Cargar las altas tasas de interés a los precios de venta. Asociar ese mayor costo financiero al valor de lo que se fabrica es realista en momentos en que se atrasan los cobros y se distorsiona la cadena de pagos. En la práctica se resume así: "Primero decime a cuántos días me vas a pagar y después te digo el precio".
  • Prohibido inmovilizar stocks. Trabajar sobre los pedidos que van llegando a la empresa. El costo de dejar mercadería inmovilizada "por las dudas" es muy alto. Es preferible vender lo que está disponible. No tener dinero parado.
  • Reducir los gastos al máximo. Desde la suspensión de incorporar personal -o sumar horas extra- hasta la participación en exposiciones. Buscar por todos los medios ganar nuevos clientes y aplicar medidas de emergencia "hasta que aclare el panorama".

Para el lector, pueden parecer lógicas estas iniciativas, no así para un pequeño empresario que estaba acostumbrado a mirar, sobre todo, la columna de facturación y la de gastos asociados con la producción.

Mal momento para ser deudor

En la práctica, las pymes pelean por trasladar, por quitarse de encima, los costos financieros, algo que hoy día las agobia.

"Una empresa con cierta trayectoria no va a cerrar por un año malo con caída en ventas. Pero sí puede verse obligada a bajar la persiana por sus altos costos financieros. Llega un momento en que la bola de nieve es tan grande que se torna imparable", dice a iProfesional uno de esos empresarios que la viene peleando desde que estalló la crisis.

Martín H. es muy concreto a la hora de explicar su situación. Desde hace más de dos décadas mantiene su empresa especializada en marketing. Le vende a las grandes firmas productos textiles con estampados para promocionar las marcas. Los ingresos que logró en los primeros cuatro meses del año lo están ayudando a compensar la malaria de estos últimos tiempos.

Asegura que la estabilidad de su compañia no corre riesgos por el bajón de facturación sino, más bien, "culpa" a los bancos. Hace dos años, sacó un par de créditos por un total de $5 millones, con tasas variables de 23% y 26% anual. Los tomó para comprar insumos y así poder expandirse.

"La tasa efectiva saltó al 76% anual, de modo tal que el costo financiero total voló al 118%. Ahora casi que trabajo para pagarle al banco, porque la deuda inicial crece y me cuesta enfrentar las cuotas", afirma Martín.

"Todo lo que había ganado en 2017 lo perdí en estos pocos meses. Se la llevaron los bancos", advierte, y hace referencia a una medida que adoptó, un tanto riesgosa: para evitar seguir pagando tasas superiores al 100% por ese crédito, dolarizó una parte de ese pasivo.

Por esa porción del compromiso asumido, hoy día debe abonar un 10% anual en dólares. Claro está, asumiendo que corre con todo el riesgo de una devaluación. "El banco me lo permitió porque pude demostrar que parte de mi facturación va atada a los insumos que importo", señala.

Hay otros casos que conllevan una mayor cuota de dramatismo. Rafael S. cuenta su experiencia como importador de cochecitos para bebés. La ventas se le desplomaron nada menos que un 76%. "Desde mayo, cada mes viene siendo más malo que el anterior. Para mí, esta crisis es comparable a la de 2001. En aquel entonces me había preparado para lo peor, pero esta vez no la ví venir", relata angustiado, en diálogo con iProfesional.

El caso de Rafael no puede generalizarse. Hay un dato objetivo para descartarlo: aquel 2001 también tuvo (antes) un 1999 y un 2000. Es decir que, previo al estallido, hubo tres períodos de profunda recesión que dispararon los índices de desempleo y de pobreza. Y eso sin contar que, esta vez, el sistema financiero quedó indemne.

¿Qué se hace ante semejante desplome de la facturación? Es otra de las "estrategias forzadas" que sólo quedan al alcance de los que tenían capital acumulado. "No me quedó otra alternativa que poner de mi bolsillo y usar la plata ahorrada para bancar los gastos de estructura". En la ponderación realizada por este empresario, tiene más sentido apelar al desahorro antes que acercarse a un banco para preguntar por un crédito para el capital de trabajo.

Al contrario, la discusión, en todo caso, refiere a si los bancos no deberían tener una posición menos dura en cuanto a los costos que les cobran a las pymes.

Con todo, las entidades bancarias no son las únicas "malas" de la película. De última, admiten, no hacen más que reflejar la dura política monetaria implementada por el Banco Central. Por eso mismo, los ejecutivos también apuntan sus críticas a las compañías líderes. Denuncian que se aprovechan de ellos.

La advertencia es generalizada: "Nuestros clientes más grandes antes pagaban a 30 o 60 días. Ahora ese plazo no baja de 120 y hay algunos que se extienden a 180. Así no hay caja que aguante", afirman.

De todas las pymes consultadas por iProfesional, dos rubros concentran los mayores enojos: automotrices y alimenticias. En ambos casos, los líderes del mercado condicionan sus ventas a que se les abonen las facturas, a lo sumo, a las 72 horas. Pero ellos pagan a largo plazo a las firmas proveedoras.

Las grandes, en lucha por el cash

Pero no sólo las pequeñas y medianas compañías sufren la hostilidad del nuevo escenario financiero. La altas tasas están provocando distorsiones por todos lados. La última tiene que ver con los precios que cobran las principales alimenticias. Varias de ellas "premian" a los clientes que les saldan la entrega a las 48 horas,  con rebajas de precios llegan al 23%.Se trata de bonificaciones pocas veces vista. Lo normal es que ese "premio" sea de entre 5% y 8%, nunca esa cifra. Lo que ocurre ahora tiene que ver con varias custiones:

  • La estabilidad del tipo de cambio
  • La mayoría de los fabricantes calculó sus costos con un dólar a $42 a comienzos de septiembre. No es casual que las rebajas más significativas se den en los productos importados, como atún, fruta, legumbres enlatadas y café
  • La recesión. El derrumbe en ventas se extiende a todos los rubros, y los alimentos tienen fecha de vencimiento más o menos cercana. Después de mes y medio de paz cambiaria y el contexto actual, lo más prudente pasa a ser la venta del stock.

Lo cierto es que el cambio de estrategia en las gerencias financieras de las grandes compañías tiene una consigna bien clara: tener dinero líquido a mano es más valioso que nunca. Para ello, recurren a su capacidad de presión negociadora de manera de pagarle a los proveedores al mayor plazo posible y cobrarle a los clientes en el menor lapso.

  • Una de las automotrices líderes del mercado dejó de saldar sus facturas a 30 o 60 días como lo venía haciendo. Ahora las cancela a 120 días
  • Lo mismo decidió una de las fabricantes de bebidas más importantes. Emite cheques a seis meses para pagarles a sus proveedores, al tiempo que les exige pago al contado a sus clientes

Uno de los empresarios gastronómicos consultados por iProfesional comenta que, ante la disyuntiva de mantener su etiqueta tradicional de bebida o pasar a una "segunda marca" que le permitía el pago diferido, no dudó en elegir esta segunda opción. Con los actuales niveles de tasas, contar por algunas semanas con el dinero para el pago implica un gran desahogo financiero.

¿Falta mucho?

La pregunta que se hacen los ejecutivos de negocios es cuánto durará la crisis. Viviendo en Argentina, todos cuentan con varias turbulencias financieras en su currículum, pero la dureza del "apretón monetario" que está aplicando el Banco Central lleva a que la recesión se sienta con más fuerza en la caja.

"Uno puede apechugar un año, a lo sumo. Se puede recortar al mínimo las erogaciones y suspender las inversiones. Pero mucho más así no se puede seguir. La incertidumbre es muy grande", apunta Pablo R., fabricante de pan industrial que emplea a 52 personas.

Nadie podría aseverar la extensión de la recesión. Lo que parece cada vez más claro es que difícilmente se dará el escenario en "V" promocionado por el Gobierno sino, más bien, algo más parecido a una "L" (estancamiento tras la caída).

Si así fuera, y a juzgar por las historias relatadas por los empresarios, es muy probable que se requieran medidas puntuales para bajar sensiblemente el costo financiero. Sería un buen comienzo para desahogar a las firmas.

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