Impuestos y más impuestos: se viene más presión tributaria para evitar cualquier reducción del gasto público
Desde el punto de vista macroeconómico el Gobierno parece preocupado por el impacto en la actividad económica que tendría una reducción en el peso del Estado en la economía, pero no le presta atención al que podría tener un aumento en la presión tributaria.
En definitiva, se trata de una cuestión empírica y la evidencia disponible para la Argentina sugiere que la estrategia del Gobierno es equivocada. Estudios realizados por investigadores de la Universidad Nacional de La Plata muestran que en la Argentina el multiplicador del gasto público corriente es cercano a cero (esto es, los aumentos en ese gasto no ayudan a mejorar la actividad), es elevado para la inversión pública e intermedio para la suba de impuestos.
En el último año, el aumento en los gastos de capital explica menos del 20% del aumento en el gasto primario. En resumen, sería mucho mejor para ayudar a consolidar la recuperación económica que aumentara la inversión pública reduciendo el gasto público corriente, en lugar de insistir con nuevas subas de impuestos.
Además, se repiten frases hechas que tampoco tienen un fundamento claro. Dos medidas muestran la intención del Ejecutivo de aumentar la presión sobre los activos. Por un lado, se votó un aumento permanente en el impuesto a los Bienes Personales, que lleva a una tasa marginal de 1.75% para los bienes radicados en el país y de 2.25% para los que se tienen en el exterior. Por otro lado, se alienta a las provincias a que introduzcan un impuesto a la herencia bajo el pretexto de que ello ayuda a mejorar la equidad.
"Sería mucho mejor para consolidar la recuperación que aumentara la inversión pública reduciendo el gasto público corriente, en lugar de insistir con suba de impuestos"
La información estadística de los países desarrollado muestra que los activos están más concentrados en las familias de mayores recursos que los ingresos. La equidad se conseguiría más fácil gravando a los activos en lugar de los ingresos. Sin embargo, la imposición patrimonial ha perdido relevancia en los países desarrollados.
Hay varias razones para eso. A pesar de los intercambios de información entre las agencias tributarias no es fácil detectar los activos que muchas veces se esconden en paraísos fiscales. En ese contexto los impuestos patrimoniales terminan alcanzando a los activos más visibles como la propiedad inmueble, pero como ya existen impuestos sobre ellos (en general cobrados por los gobiernos subnacionales) no tendría mucho sentido volver a gravarlos. La Argentina ignora esto al gravar, en la mayor parte del país, a la propiedad inmueble por los tres niveles de gobierno.
El segundo problema es que algunos activos son difíciles de gravar en forma más o menos precisa. Un activo con cotización pública tiene un valor claro, pero para las empresas que no cotizan en bolsa habría que recurrir a una estimación de su valor de mercado; estimación que tiene un costo no despreciable. Además, en el caso de obras de arte y otros similares no se tiene un valor transparente hasta que la obra no se vende. Si esa transacción se demora en el tiempo el valor del impuesto se reduce medido en valor presente.
Esto genera obvias discriminaciones en contra de las personas que tienen activos más fáciles de valuar y detectar y a favor de aquellos que esconden su patrimonio o que lo sesgan hacia activos que no se pueden valuar en forma objetiva a costos razonables. El lector ya podrá concluir que la supuesta equidad de los impuestos patrimoniales se desdibuja en este contexto.
Los mismos problemas de valuación y de ocultamiento fiscal existen para el impuesto a la herencia. No debe sorprender que la única provincia que lo mantiene hoy (Buenos Aires) recaude montos ínfimos. Y cuando se quiere imponer con rigor aparecen problemas de liquidez de los herederos que pueden verse forzados a malvender el activo para poder pagarle al fisco si no tienen otros recursos.
"En lugar de reducir la alta evasión que hoy reduce la recaudación del impuesto a las Ganancias se insiste en aumentar impuestos que tienen muchas distorsiones"
Curiosamente, las provincias y muchos municipios obtienen ingresos importantes del impuesto inmobiliario. Pero su aplicación efectiva está plagada de problemas de valuación que supuestamente se iban a tratar de resolver por la vía de un catastro federal. En el caso de los automotores la voracidad fiscal se manifiesta a pleno porque hay terceros que aportan los valores de mercado (compañías de seguro). Pero eso no existe para las propiedades inmuebles.
En lugar de corregir los problemas de valuación y de reducir la alta evasión que hoy reduce la recaudación del impuesto a las Ganancias se insiste en aumentar impuestos que tienen muchas distorsiones y se proponen nuevos que ya han fracasado en el país y en el extranjero. Las propuestas tribuneras del gobierno no ayudan a resolver los problemas fiscales y distraen la atención del problema central que aqueja desde hace años a la economía argentina: el peso desmedido de un estado ineficiente.