Preocupante: un estudio revela cuál es el porcentaje de jóvenes dispuestos a emigrar por un futuro mejor
Escapar de la crisis a costa de dejar todo atrás. Esa es la preferencia que crece al interior de una de las franjas etarias más golpeadas por los bajos salarios, deteriorados a raíz de una inflación del 104% que no da tregua. A sabiendas del costo emocional de la apuesta a ciegas, la tendencia resulta incontrastable.
Según un estudio del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la prestigiosa Universidad de Buenos Aires (UBA), el 68% de los argentinos de entre 18 y 29 años se iría del país en caso de contar con los recursos para hacerlo.
El informe, realizado en el Área Metropolitana de Buenos Aires y otros cinco grandes centros urbanos, exhibe que la respuesta más común es la insatisfacción con la coyuntura económica y la resignación a que "el país no podrá salir de su decadencia por muchos años".
En el marco de una década de virtual estancamiento económico -que incluye a los gobiernos de tres presidentes de diverso signo político-, con una exacerbación de la crisis social reflejada en el paulatino aumento de la pobreza, el horizonte que se vislumbra para quienes recién comienzan a insertarse en el mundo laboral no exhibe argumentos para ser optimista.
"La principal razón del resultado de la encuesta es que los jóvenes perciben que el país no va a salir de esta situación, y eso les resulta decepcionante", explica a Sputnik Gustavo González, psicólogo y director del observatorio a cargo de la investigación. El especialista cuenta que la sensación que anida en esta franja etaria ya tiene nombre: "Para los menores de 25 años acuñamos el concepto de 'visión del futuro quebrado'".
"Los jóvenes perciben que sus padres vivieron peor que sus abuelos, y que ellos van a vivir peor que sus padres. Se acabó la movilidad social ascendente en Argentina", sostiene González.
En la memoria colectiva argentina persiste el recuerdo de la fuga de cerebros: la decisión de profesionales altamente calificados de emigrar en diversos momentos. La primera ocurrió durante la dictadura militar de Juan Carlos Onganía (1966-1970) y la segunda, tras el estallido social de la crisis del 2001.
Según la Dirección Nacional de Migraciones, entre junio de 2021 y el mismo mes de 2022 más de 11.000 personas de entre 18 y 29 años se fueron de Argentina para instalarse en otro país. El número debe ser relativizado: el último censo nacional indica que la población de esta franja etaria suman 10,5 millones de personas a lo largo de todo el país. Es decir, apenas el 0,1% de los jóvenes emigró.
Pros y contras de emigrar
Franco nació en Buenos Aires en el seno de una familia de clase media. En 2021, a sus 22 años, llegó a España en busca de una mejora en la calidad de vida. Desde la noche malagueña, comparte a Sputnik los motivos que lo llevaron a probar suerte en el exterior: "La parte económica pesó mucho en la decisión. Saber que acá puedo mantenerme con un sueldo fue fundamental para decidir irme, porque eso no me pasaba en Argentina".
Similar es el caso de Sebastián. Desde la ciudad australiana de Perth, a 12.000 kilómetros de su tierra natal, el hombre de 28 años afirma que "en Argentina me sentía estancado. Tenía dos trabajos, pero mi techo salarial jamás alcanzaría como para poder comprar una casa o cambiar el auto".
"Trabajaba muchísimo, de lunes a sábado. Para poder pagar el alquiler y llegar cómodo a fin de mes necesitaba tres trabajos y no podía ahorrar. Las pequeñas cosas de la cotidianeidad, como salir a comer, fueron alejándose paulatinamente", narra el joven a Sputnik.
González sostiene que estas percepciones son cada vez más comunes en los menores de 30 años: "Creo que son conscientes de que no van a poder comprar una casa, o que para comprar un auto van a tener que ahorrar durante mucho tiempo. Pareciera ser que los jóvenes ya no sienten que esta sea una tierra de oportunidades".
Si bien resulta insoslayable que Argentina atraviesa un profundo encarecimiento en precios de sensible impacto como los alquileres, los dos argentinos reconocen que -aun cuando los salarios del exterior sean más elevados- el costo de vida también lo es: "La diferencia económica es inmensa. Pero a la hora de evaluar para qué sirve el salario, esa brecha se achica: mantenerse acá es mucho más caro", apunta Sebastián.
"La salud y la educación públicas gratuitas en Argentina son fundamentales. Acá siempre hay que tener una gran cantidad de ahorros por las dudas", remarca el joven residente en Australia.
En este punto coinciden Florencia y Lautaro, pareja argentina que vive en Berlín. Desde la capital alemana, explican a Sputnik que "acá el ingreso es mucho mayor, pero no sé si se vive mejor. Entre amigos es bastante común compartir departamento y hasta habitación. Quizás, si quisiéramos vivir acá como vivíamos en Argentina, no nos alcanzaría".
El costo emocional de mudarse a otro país
Asiduo investigador del fenómeno, el director del observatorio a cargo del informe remarca el costo emocional que debe afrontar quien deja su país. "El desarraigo es muy duro. Irse no significa que crezca la posibilidad de ser feliz, sino todo lo contrario: uno deja atrás a amigos, a su familia y a la idiosincrasia de su país", afirma González.
"Que nadie sea ingenuo de pensar que la emigración es una maravilla: todo lo contrario, es muy dura. El problema es que, pese a esa dificultad, ante el panorama económico argentino mucha gente sigue decidiendo irse", apunta el psicólogo.
Franco lo siente en carne propia. Pese a los dos años transcurridos, aun reconoce que "pesa mucho en el día a día el hecho de estar lejos, sobre todo en fechas especiales como las fiestas de fin de año y los cumpleaños, por ejemplo".
"Extraño mucho a mi familia y a mis amigos. Es duro saber que, en caso de tener un hijo, él se va a criar lejos de sus abuelos. Pesa mucho eso", coincide Sebastián.
En el caso del joven, un factor fundamental de la socialización consiste en la intensidad de los vínculos: "Las amistades en Argentina son mucho más fuertes: por un amigo vamos a la guerra. En Australia, un amigo es alguien con quien se sale a tomar una cerveza, como mucho".
Franco agrega que una diferencia sustancial entre la "calidez" latinoamericana y la "frialdad" europea: "Acá, en España, es muy raro saludar a alguien abrazándolo: todo es a una distancia prudencial. En Argentina a todos mis amigos los saludo con un beso".
"La distancia física me impactó mucho. A veces siento que no pertenezco a este lugar", cuenta el migrante.
El relato de los dos jóvenes da cuenta de las dificultades a sortear por fuera del ámbito económico: "Es muy difícil sostener esta situación durante un tiempo prolongado hasta sentirse integrado. Todos estos países son muy distintos: nadie deja de sentirse 'sapo de otro pozo'", sostiene Gonzalez.
Las decisiones individuales repercuten en el conjunto: principalmente, en la pérdida de personas formadas o con estudios universitarios. González lo explica concretamente: "Lo que nos preocupa es la pérdida paulatina y sistemática del mejor recurso humano. Los que se van son aquellos con mayor capacitación".
De cara a los cuantiosos desafíos que afronta Argentina, esta es una sangría difícil de subsanar. "Los que van a quedarse son aquellos postergados por una situación angustiante de pobreza, y eso es dramático de cara al largo plazo. Más de la mitad de los chicos menores de 14 años son pobres", afirma el investigador.