Alan García, una intensidad política latinoamericana: hiperinflación, libre mercado y escándalo de corrupción
Alan García, dos veces presidente del Perú, fue muchas veces señalado como un "sobreviviente" que siempre se mantuvo -ya sea por adhesión o rechazo- como una figura gravitante en la escena política.
Sin embargo, a los 69 años se vio acorralado por las ramificaciones de la red de corrupción de la constructora Odebrecht y se quitó la vida.
García falleció este miércoles en un hospital de Lima tras dispararse un tiro en la cabeza cuando la policía iba a detenerlo.
A lo largo de su vida, el líder peruano protagonizó muchos de los cambios y problemáticas que afectaron, en un momento u otro, a los países de la región.
Llegó a su primera presidencia, a mediados de los años 80, como una esperanza del progresismo. En ese gobierno su figura cayó envuelta por una feroz hiperinflación que lo dejó desprestigiado. Más tarde se reinventó, se sumó a la tendencia neoliberal y volvió a la presidencia, antes de terminar complicado por una trama de corrupción.
La causa Odebrecht
García estaba bajo la lupa de la justicia por supuestos sobornos pagados por Odebrecht para obtener un contrato de construcción para el metro de Lima durante su segundo mandato.
La firma brasileña admitió en 2016 ante la justicia estadounidense el pago de u$s29 millones en coimas durante tres gobiernos peruanos, entre ellos el de García entre 2006 y 2011.
En concreto, su ex secretario presidencial, Luis Nava, habría recibido u$s4 millones a cambio de contratos durante la construcción del subte. También se acusa al ex vicepresidente de la estatal Petroperú, Miguel Atala, de haber recibido u$s1 millón en 2007.
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El cerco de la investigación Odebrecht comenzó a estrecharse de manera apremiante sobre García a fines del año pasado, cuando fracasó en su intento de conseguir asilo en Uruguay para eludir la investigación de la fiscalía por supuesta corrupción.
Semanas atrás, el expresidente declaró: "no existe ninguna delación, prueba o depósito que me vincule a ningún hecho delictivo y mucho menos con la empresa Odebrecht o la realización de alguna de sus obras".
En noviembre había ingresado a la embajada uruguaya en Lima, donde solicitó asilo alegando "persecución política", pero Montevideo rechazó su pedido y al cabo de 16 días tuvo que marcharse a su casa.
Fue la primera vez en una prolífica carrera política de cuatro décadas que el líder socialdemócrata peruano, que en el momento de su muerte era muy impopular en su país, enfrentaba aprietos judiciales.
La presión de la fiscalía lo mostró varias veces desencajado ante los periodistas, a los que retó a demostrar sus supuestos delitos.
"Encuentren algo", dijo en noviembre García en un mensaje dirigido a "los malvados que se pasan la vida que cualquier cosa que pudiera haber tiene que ser él".
"¡Demuéstrenlo, pues, imbéciles!", lanzó desafiante entonces.
Por el escándalo de Odebrecht en Perú también están investigados los exmandatarios Alejandro Toledo (2001-2006), Ollanta Humala (2011-2016) y Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018), así como la opositora Keiko Fujimori, quien está en prisión preventiva.
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Nacido en Lima el 23 de mayo de 1949, la vida familiar de Alan García fue azarosa. Padre de seis hijos de tres relaciones diferentes, también tenía un nieto. Estuvo residiendo hasta el año pasado entre Lima y Madrid, donde vivía su actual pareja con su hijo menor.
Animal político
García fue elegido presidente en las elecciones generales de 1985 y su gestión se caracterizó por la peor crisis económica en la historia de Perú, con una hiperinflación -con picos de 1.722,3% en 1988 y 2.775% en 1989- y por un recrudecimiento del terrorismo del grupo Sendero Luminoso, de tendencia maoísta.
A causa de la devaluación, durante su gobierno hubo que cambiar dos veces la moneda oficial (Sol e Inti), lo que derivó en una gran especulación y en la escasez de productos de primera necesidad.
La popularidad de García se desplomó y apenas concluyó la ceremonia de entrega de mando a su sucesor, Alberto Fujimori, sin esperar el primer mensaje del flamante mandatario, abandonó el país n medio de acusaciones de corrupción.
A la caída del gobierno fujimorista, García retornó a Perú para postularse en las elecciones de 2001, pero fue vencido por Alejandro Toledo, durante cuyo gobierno (2001-2006) fue el líder de la oposición.
A pesar de la impopularidad que arrastró luego del desastre económico de su primer gobierno (1985-1990), ganó la presidencia nuevamente en 2006 al frente del socialdemócrata APRA, el partido más antiguo y sólido de Perú.
Su reelección se pudo explicar porque tuvo como rival en segunda vuelta al militar nacionalista Ollanta Humala, identificado con el entonces gobernante venezolano Hugo Chávez.
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García fue el mal menor, dijo entonces el premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa.
Los analistas consideraron que su resurrección política se debió, además, a sus extraordinarias cualidades como candidato, que le permitieron contrarrestar los fantasmas de su primer gobierno y mostrarse como alguien más reposado y sin esos arranques impulsivos que llevaron a que alguna vez lo llamaran "Caballo Loco".
"Sólo Dios y los imbéciles no cambian", señaló García para reforzar su mea culpa y su metamorfosis al dejar de ser promotor de la intervención estatal en la economía y abrazar el libre mercado.
Su segundo gobierno (2006-2011) se caracterizó por la continuación de proyectos económicos y la reestructuración de las relaciones diplomáticas; sin embargo, también fue acusado de actos de corrupción.
En 2016 buscó un tercer mandato, esta vez con Alianza Popular, en la que se unieron el Partido Aprista Peruano y el Partido Popular Cristiano por primera vez, pero sólo obtuvo el 6 % de los votos.
Exilio y regreso
Por otro lado, la violencia terrorista del grupo maoísta Sendero Luminoso alcanzó sus picos durante su primer gobierno, que fue acusado tanto de ineficiencia como de excesos en la lucha antisubversiva, incluso con la formación de escuadrones de la muerte.
Pero estas acusaciones, al igual que los cargos de corrupción que quiso atribuirle el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000), quedaron en nada.
Perseguido tras el autogolpe de Fujimori en 1992, García pidió asilo en Colombia y luego en Francia, regresando a Perú en 2001 cuando todas las acusaciones en su contra habían prescrito.
En su segunda presidencia, de 2006 a 2011, se adaptó a la vigente economía neoliberal de la que había renegado en su primer gobierno y logró borrar los malos recuerdos que dejó.
No obstante, la sombra de la corrupción lo siguió persiguiendo, al igual que entonces.
Las encuestas venían mostrando en los últimos meses que Alan García era el político más impopular de Perú, con un rechazo de 80%.