El problema que enfrenta el vino argentino y la revolución creativa que proponen bodegas
El vino argentino es bebida nacional pero enfrenta un problema complejo: una fuerte caída del consumo. Este problema no es patrimonio exclusivo de este país, sino que afecta a la mayoría de los mercados históricamente consumidores, como España o Francia. Pero esto no lo hace menos preocupante.
Para tener una referencia, en los años `70, en la Argentina se consumían más de 90 litros per cápita. Cinco décadas después, el registro perforó los 17 litros, un derrumbe del 80%.
En otras palabras, en cincuenta años se esfumaron 73 litros. En un período mucho más corto, la cerveza, que hoy reina y gobierna en los bares a lo largo y ancho del país, pasó de unos 20 litros a superar los 40 litros per cápita.
"La caída ha sido especialmente pronunciada y se explica por varios factores", señala Dolores Lavaque, experta en el mercado vitivinícola y directora de la Consultora Stg.
"Durante las décadas de los ‘70 y ‘80, la inversión en publicidad y comunicación del vino fue considerable, y su consumo era activamente fomentado. En ese entonces, el vino era una bebida de mesa cotidiana, a menudo consumido con soda o agua, y formaba parte esencial de la cultura argentina. Sin embargo, con el tiempo, esto fue reemplazado por bebidas sin alcohol, como gaseosas y jugos, así como también por bebidas amargas", reflexiona.
Lavaque marca como punto de inflexión los años ‘90, cuando otras industrias redoblaron la apuesta publicitaria, comenzando por la de la cerveza, que llegó a representar hasta el 70% del total de las campañas publicitarias de bebidas alcohólicas en Argentina.
"Este aumento masivo en inversión publicitaria no solo quintuplicó el gasto del vino, sino que lo superó ampliamente. Por otro lado, las gaseosas aún tuvieron un impacto mayor, liderando el mercado con una inversión publicitaria que sobrepasó a cualquier otra categoría de bebidas", agrega. Como contrapartida, el sector vitivinícola fue reduciendo gradualmente sus esfuerzos.
Para Matías Prezioso, CEO de VinEsence, consultora experta en exportaciones y representante del continente americano en la Association de la Sommellerie Internationale (ASI), la caída se hizo más evidente en la Argentina porque, a diferencia de otros países del Nuevo Mundo -donde históricamente el dominio del mercado estaba en manos de la cerveza y los destilados-, el vino siempre fue la bebida nacional por excelencia. Entonces, la irrupción de la competencia, puso más en evidencia una tendencia mundial.
A esta tendencia irreversible, se sumaron los cambios en los hábitos de consumo y la promoción de alternativas sin alcohol.
Es un hecho: en la Buenos Aires de los años ‘70 y ‘80 era común que los comercios, por ejemplo, cerraran sus puertas. El ritmo era menos frenético por aquellos tiempos y un almuerzo con vino (y soda) era una costumbre muy difundida. Con esos hábitos sepultados, muchos litros terminaron evaporándose.
Prezioso detalla que "antes se tomaba más alcohol y había menos consciencia. No existían las aguas saborizadas; las gaseosas no tenían la relevancia actual; se tomaba en más momentos del día como el almuerzo; o se consumían estilos más ligeros, como por ejemplo, el vino ‘sodeado’. En aquel entonces la Argentina se enfocaba en vinos de volumen, donde la calidad no era la prioridad, lo que fue cambiando a partir de la década del 90 con la reconversión tecnológica de la vitivinicultura".
Sin embargo, este sommelier es de los que consideran que todos estos cambios "no son preocupantes".
"Mi mirada no es tan pesimista. Cuando se compara con índices de hace varias décadas, es un poco injusto porque el vino se consume históricamente en Argentina y las otras bebidas, no", recalca.
En cambio, pone el foco en los problemas que generan "los constantes cambios en materia de importación de insumos y ciertos oligopolios del rubro, estamos más limitados a la hora de pensar nuevos productos, innovación en packaging o eficientización de costos directos. Y esto, lógicamente, termina impactando en el precio de venta del vino en un país al que a la población no le sobra el dinero".
A esto suma una cuestión estructural: "A diferencia de la cerveza o los spirits, el del vino es un mundo que, sobre todo en Argentina, no está dominado por dos o tres marcas, que manejan el 90% del negocio. El vino tiene lo maravilloso de la diversidad de productores, estilos, variedades y zonas. Pero, más allá de la intención del productor de poner un vino interesante a precio competitivo, muchas veces no lo puede hacer por los problemas que mencionaba".
Se toma menos vino… pero de mejor calidad
Al analizar las estadísticas de consumo interno, se observa que en los últimos años, los vinos más castigados por la caída de la demanda fueron los de precios más bajos, comenzando por el formato en damajuanas décadas atrás, siguiendo por los vinos en tetra brik.
Prezioso es de los expertos que suscribe la frase que reza que "se toma menos vino, pero de mejor calidad".
"Yo me dedico a exportaciones hace más de diez años y con mi empresa VinEsence analizamos estadísticas y vemos que en los últimos 20 años, la producción de vino ha decrecido un 10 al 15%, pero el consumo se mantuvo relativamente estable, con una baja menor, del orden del 2%", explica.
A esto se suma que el precio promedio del vino a nivel mundial ha venido subiendo. "Cuánto de este aumento se da porque el consumidor está más dispuesto a pagar más por una botella y cuánto por la inflación a nivel mundial post pandemia, no lo sabemos, pero hay una realidad es que los precios de los vinos subieron", asegura, para luego recalcar: "Los consumidores de vino, por motivos de salud o por percepción, están tomando menos cantidad pero de mejor calidad".
En el caso del mercado interno, Prezioso menciona fenómenos como el auge de los bares de vinos -y de los restaurantes de cierta categoría-, donde "cada vez mayor diversidad en su oferta de vinos y los clientes están ávidos de probar cosas distintas", especialmente entre los consumidores de entre 35 y 50 años.
En tanto, Mariano Fresco, sommelier y director de la Carrera de Sommelier y Coordinador del Área de Bebidas en el Instituto Gato Dumas, hace foco en la importancia de acompañar ese consumo creciente de un vino de mayor calidad con un mensaje más claro: "Si bien desde lo técnico inculco al consumidor beber una copa de vino en la temperatura adecuada, en las condiciones lumínicas y ambientales atinadas, aliento también a que cada uno tome el vino como quiera: con hielo, refrescado o como más le guste".
"Lo mismo sucede con los maridajes -agrega-. Yo soy un apasionado de las combinaciones enogastronómicas y me gusta buscar el match perfecto entre plato y vino. Sin embargo, si una persona abre una botella de vino blanco dulce natural y elige un enjundioso bife de chorizo para acompañar, una dupla que no pega ni con cola, avalo ese disfrute personal con el vino, por más que técnicamente sea incorrecto".
Bodegas, cada vez más innovadoras y creativas
Como parte de todo este escenario, en el que hay un consumidor más preocupado por su salud y su bienestar y, que además, a la hora de consumir alcohol, dispone de un abanico amplísimo de alternativas, las bodegas han venido trabajando para hacer del vino un producto cada vez menos comoditizado y más diverso; no solo hablando de terruños, variedades y estilos, sino también de alternativas enfocadas en satisfacer una demanda que busca alimentos y bebidas más saludables y más versátiles.
La industria vitivinícola ha venido tomando nota sobre los cambios de tendencia y esto explica desde el boom de vinos orgánicos, hasta etiquetas con menos alcohol, pasando por opciones "ready to drink".
"El gran debate en la industria es cómo detener esta caída del consumo. Y una de las estrategias es aprovechar los nichos emergentes derivados de nuevas tendencias, como los vinos con bajo alcohol o los envases alternativos, que podrían atraer a nuevos consumidores", señala Lavaque.
La experta agrega que el auge de productos con bajo alcohol ofrece una oportunidad clave para el vino, "permitiendo llegar a nuevos segmentos de mercado, como los jóvenes o aquellos que prefieren mantener el control en situaciones sociales".
Fresco prefiere ver la mitad de la copa llena y es optimista sobre la oferta que está proponiendo la industria: "La gran noticia es que hay una diversidad de estilos infinita. Ahora, hablamos con mayor seguridad de vinos orgánicos, biodinámicos y naturales. El público también quiere saber qué son los naranjos, los espumosos pet nat o los vinos criados en ánforas. Además, se perdió el miedo a la tapa rosca y hasta se incrementó el consumo de vinos blancos y rosados, otrora menospreciados. Hasta los entry level o entrada de gama han dado un salto de calidad".
"Hay una tendencia a los vinos con menos tenor de alcohol. El lema ‘que una copa invite a otra copa y se termine la botella que se abre’ tiene que ver con el lanzamiento de productos más ligeros, frescos, fáciles de beber y con acidez envolvente", apunta Fresco.
Vinos con menos alcohol
Entre las bodegas pioneras en atender las nuevas tendencias está Susana Balbo, desde donde afirman que la decisión estratégica fue "convertirse en pilares de una tendencia que apunta al consumo consciente y responsable, y esto se refleja en el lanzamiento de vinos orgánicos, con valores alcohólicos y calóricos reducidos y hasta bebidas sin alcohol elaboradas a base de uva".
Como parte de este plan, a fines del 2022 lanzaron, dentro de la línea Crios, la familia de vinos Sustentia, conformada por cuatro etiquetas: dos tintos orgánicos y dos blancos de bajo alcohol y con menos calorías: un Pinot Gris y un Chardonnay. Los mismos rondan los 8 a 9 grados, una cifra baja considerando que los blancos tradicionales pueden llegar o superar los 13 grados.
En el caso de Crios Sustentia Chardonnay, "lo más importante es el punto de cosecha, cuando el grado de azúcar y acidez de la uva son los óptimos. Se realiza de forma temprana, durante la primera semana de febrero, lo que nos permite obtener un mosto de baja concentración en azúcar y, por consiguiente, un vino naturalmente ligero en alcohol y que incorpora menos calorías en las dietas de las personas amantes del vino", detalla Sebastián Gava, enólogo de Bodega Susana Balbo.
En efecto: se trata de un blanco delicado, con una fruta blanca y apenas tropical que se anticipa crujiente. Y eso es lo que ocurre en el paladar: paso fluido, con una acidez viva, bordeando lo mordiente, y que lo vibrante. Esto, sumado a su bajo nivel de alcohol y a la rica fruta, permite obtener un blanco rico, ultra fresco e hiper bebible.
Una mirada innovadora: cócteles de vino
Otra bodega que aplicó un enfoque creativo y novedoso es Nieto Senetiner, que acaba de presentar los Cocktails de Emilia, con un perfil definitivamente versátil ya que, por sus características, fueron pensados para ser disfrutados en todo tipo de situaciones.
Se trata de cuatro etiquetas que vienen listas para consumir (solo hay que agregar hielo y, quien lo prefiera, algún toque cítrico) que tienen bajísimo alcohol (apenas 7 grados) y son 100% naturales. El punto a destacar es que estos cócteles -que además tienen finas burbujas y tapa corona- están elaborados a partir de dos variedades de uva y están infusionados con frutas y botánicos naturales.
Clarea, por ejemplo, es un blend de Semillón y Chenin y está infusionado con limón y flor de sauco; el cóctel Sangría está elaborado con Malbec, Bonarda, naranja y botánicos; en el caso de Spritz, las variedades son Malbec y Pinot Noir, además de naranja y Bitter; mientras que Rosé se elabora con una base de Syrah y Bonarda y una infusión de pomelo e hibiscus.
En el caso de Rosé, por ejemplo, en nariz se percibe una fruta roja marcada, junto a una intensa capa especiada y cítrica. En boca, en tanto, es expresivo, con una ligerísima tanicidad, que le aporta algo de estructura, y un final perfumado por el hibiscus que lo lleva a un plano completamente diferente. Y si bien se percibe el dulzor, está bien compensado por la acidez.
Con este producto elaborado a partir de uvas de alta calidad y listo para tomar, la bodega prácticamente está inaugurando una categoría.
"Es un proyecto que demandó un desarrollo de un año y medio en la bodega. Pusimos mucho foco en la innovación y, para ello, nos basamos mucho en la información y en interpretar la manera en que toman vino los consumidores jóvenes", cuenta Delfina D'Alessandro, senior manager Marketing en Bodegas Molinos Río de la Plata.
Un espumoso argentino que marcó un hito
Unos años antes de la pandemia, Chandon había marcado un hito con el lanzamiento de Apéritif, un producto totalmente novedoso dentro del porfolio de la compañía a nivel mundial y con el que busca ampliar la categoría de los espumosos y llevarlo a competir con otras bebidas alcohólicas.
Chandon Apéritif consiste en una base de espumante elaborado a partir de uvas Chardonnay, Pinot Noir y Semillón, provenientes del Valle de Uco, y que suma un macerado de naranjas orgánicas de Entre Ríos y de especias de países como Madagascar, India o Brasil. La ventaja es que se le agrega hielo y está listo para tomar.
"Apéritif es un hito en la Historia de Chandon porque es el primer producto en ser elegido para ser elaborado en Argentina y desde acá, Agrelo, Mendoza, abastecer al mundo. Para Chandon, volver a Europa con un producto tan disruptivo, fuera de las burbujas tradicionales, es todo un desafío y una apuesta del grupo por Argentina y nuestra calidad", apunta Ana Paula Bartolucci, chef de cave de Chandon.
La enóloga cuenta que fueron cuatro años de desarrollo y que el proceso fue muy artesanal: "El 100% de los ingredientes que se utilizan son naturales y procesados en bodega, donde podemos estar arriba de cada detalle y cada maceración. Luego de 64 propuestas diferentes, dimos con la que hoy en día tenemos en el mercado. La elegimos por su frescura y su agradable equilibrio".
Cuando se le pregunta sobre la importancia de avanzar con este tipo de productos para ampliar la base de consumidores, Bartolucci asegura que desde la bodega "mantenemos en desarrollo de diferentes propuestas y estudiando las tendencias mundiales para poder estar preparados y pensando en lo que se viene".
La caída del consumo de vino, ¿encontró un piso?
Para Lavaque, de Consultora Stg, "en Argentina, el consumo per cápita de vino se encuentra en un nivel históricamente bajo pero, aunque la situación económica es compleja, no parece que este indicador vaya a descender mucho más".
Además, la experta agrega que las exportaciones, aunque han disminuido en los últimos años, "los primeros meses de 2024 muestran un leve repunte, lo que representa una oportunidad para recuperar terreno y equilibrar la producción actual".
Prezioso también tiene una visión alentadora: "Este debate no es exclusivo de la Argentina, sucede en casi todo el mundo. Pero más allá de los desafíos y dificultades, creo que la gente tomará cada vez mejor vino".
"Obviamente, esto es un proceso, no es de un día para el otro, pero yo soy optimista respecto al mediano plazo", apunta Prezioso.