El vino argentino con puntaje perfecto que cuesta $71.900: cómo es y las razones detrás de su precio
"Nosotros hacemos vinos de lugar, vinos de finca, de parcela. Y esto no implica querer hacer un vino perfecto, buscamos hacer un vino que cuente la historia de un lugar y de nosotros como productores. Es nuestra cosmovisión como familia productora", reflexiona Sebastián Zuccardi, uno de los enólogos referentes de la vitivinicultura nacional y que, vendimia a vendimia, sigue ayudando a segur construyendo la marca "vino argentino" a nivel global.
Ahora, Sebastián Zuccardi vuelve a estar en el centro de la escena porque uno de sus vinos insignia, Finca Piedra Infinita Gravascal, acaba de recibir 100 puntos por parte del crítico inglés Tim Atkin, para la cosecha 2019; reconocimiento que se suma a los 100 puntos Parker que había obtenido la añada 2018.
Cabe destacar que la cosecha 2019 todavía no está a la venta: recién saldrá al mercado a fines de este año o comienzos del 2023 y serán poquísimas botellas: apenas 1.000. Como contrapartida, sí se consigue Finca Piedra Infinita Gravascal 2018.
¿Y cuál es el precio de este vino argentino que obtuvo puntaje perfecto? $71.900 pesos en vinotecas, equivalente a más de 1,5 salarios mínimos.
¿Qué hace tan especial a este vino? ¿Cómo se construye un ejemplar de clase internacional, que compite de igual a igual con los grandes exponentes del Viejo Mundo?
Sebastián explica que las claves, a grandes rasgos, son cuatro: el lugar del que proviene, que es Altamira, en Valle de Uco, Mendoza; la variedad utilizada (en este caso Mablec, que no está especificado en la etiqueta, justamente para resaltar ante todo el lugar), el clima y la gente que está detrás de cada vino.
Un vino Malbec mutlipremiado y nacido en la montaña
El enólogo explica que los vinos de la familia Piedra Infinita son "vinos de montaña".
"Cultivamos en un desierto en altura, tenemos mucho cielo azul y mucha luz, entonces una de nuestras particularidades es que es una zona fresca con sol, con luz, esto no es muy normal en otras partes del mundo", señala Sebastián, para meterse de lleno en una de los grandes diferenciales del terroir del cual proviene este vino con puntaje perfecto.
En la finca donde se emplaza la bodega, en Altamira, hay una enorme variabilidad de suelos, como consecuencia de los conos aluvionales que, durante millones de años, arrastraron materiales desde la cordillera.
"Recuerdo la primera vez que caminé la finca donde íbamos a plantar. Calculé que habría 300 camiones de piedras. Empezamos a sacar y terminamos cargando más de 1.000 camiones. Por eso el nombre de la bodega: Piedra Infinita", rememora el enólogo.
Y ya es sabido por la vitinicultura: los vinos de suelos más profundos (que abundan más a menor altura), suelen entregar vinos nobles, bien frutados, redondos y de acidez correcta. Como contrapartida, los vinos de zonas donde abunda la piedra y el calcáreo (en general, a mayor altura), se caracterizan por ser más austeros, por ofrecer una textura bien marcada y una energía ácida natural difícil de igualar.
El tipo de vinos que nace de estos lugares son los que se asocian con descriptores como "austeridad", "tensión", "verticalidad", "tiza", a contramano de los vinos de zonas más bajas y de suelos más profundos, que se vinculan con un perfil de vino más redondo, frutado y sucroso.
Ocho años de trabajo para obtener un vino top
Pero más allá de la anécdota de la cantidad de camiones con piedras, ese enorme movimiento de suelos, tras millones de años, dejó como resultado una importante diferencia de profundidad en una misma finca y en apenas unos metros. La variabilidad, entonces, juega un papel tan importante como la poca profundidad de los suelos.
"Ese movimiento de millones de años fue como un boom que generó una importante variabilidad entre regiones, pero también, intra zona. Por eso hoy en nuestra finca encontramos tres familias de suelos: profundos, súper calcáreos y grava-calcáreos", detalla.
Sin embargo, la clasificación no termina allí: de esas tres familias clasificaron 12 tipos de suelos y luego terminaron delimitando 45 parcelas.
"Fueron 8 años de trabajo en los que pasamos más tiempo debajo de la tierra que afuera", resume Sebastián.
Y el vino Finca Piedra Infinita Gravascal, que obtuvo 100 puntos en la cosecha 2018 y también en la 2019, nace de una parcela muy específica, de menos de 1 hectárea, que se caracteriza por las grandes gravas y piedras de granito recubiertas por calcáreo, a unos 60 centímetros de profundidad.
La importancia del punto de cosecha para un gran vino
Para Sebastián, el punto de cosecha es una de las variables decisivas a la hora de elaborar un vino de clase mundial.
"Si elegimos bien el lugar, el punto de cosecha entonces es lo más determinante a la hora de construir un vino.
Según el enólogo, la variabilidad en la finca es tal que cada vendimia están recorriendo la totalidad del viñedo cada 2 días máximo para determinar el momento exacto de la cosecha.
Sin embargo, remarca que la ventaja de la división de parcelas es que les dio "una gran precisión al momento de la cosecha".
Así se elabora un vino de clase mundial
Los vinos de Zuccardi hoy se asocian con el concreto. Pero Sebastián no maniqueísta, no le interesa defender a capa o espada este material y atacar el uso de la madera.
"Simplemente, en nuestro estilo de vinos, encontramos en el concreto un aliado muy grande; primero porque no aporta ningún aroma ni sabor; además, es muy eficiente energéticamente; en tercer lugar, no tiene carga eléctrica, entonces siempre veo estos vinos más limpios y, en cuarto lugar, hay microoxigneación pero menos que en una barrica. Y nuestros vinos, cuando reciben mucho oxígeno, pierden su columna vertebral", resume.
En bodega, realizan una maceración corta, de 13 a 18 días; es decir, no muy larga para el promedio, básicamente porque creen que si trabajan bien el viñedo y cosechan en el punto justo, "todo lo que tiene que pasar al vino pasa rápidamente y cuando maceramos mucho tiempo, por ahí estandarizamos un poco".
En la vinificación, además, utilizan mucho racimo entero, dado que ese aporte de los racimos refuerza la estructura tánica en un punto justo que lo necesita Altamira.
Sin embargo, pisan suavemente la uva, para romper los hollejos y evitar tener una fermentación carbónica, porque esta técnica en general exacerba los aromas frutados, lo que opacaría los detalles de las capas de aromas que es, justamente, una de las riquezas de este tipo de vinos.
Un gran vino de dos grandes vendimias
Según Sebastián, la 2018 fue una gran vendimia, pero la 2019, sin dudas fue superior.
"Si a la 2019 le ponemos un 10, entonces a la 2018 le ponemos un 9", resume.
Al hilar fino, explica que la cosecha 2018 fue "fresca y seca, lo que garantizó una sanidad excepcional y dio vinos de gran fineza y elegancia".
En tanto que, sobre la cosecha 2019, asegura que también fue fresca y seca, pero se destacó por sobre el resto: "Fue de las mejores vendimias que tuve la oportunidad de hacer", dispara.
"A pesar de haber sido un año de alta luminosidad, la cosecha 2019 fue fresca y tuvo un ritmo lento de madurez. En consecuencia, los vinos se destacaron por su buena acidez natural, taninos de óptima estructura y sanidad", agrega el enólogo
La importancia del Malbec
Un detalle no menor: la etiqueta no dice que es un 100% Malbec porque, como se explicó, el enólogo busca poner más el foco en el lugar que en la variedad, tal como sucede con los grandes terruños a nivel mundial.
Sin embargo, reconoce que la variedad es decisiva. "El Malbec es súper transparente a nuestros lugares. Y s bien no la ponemos en la etiqueta, es súper importante, porque expresa muy bien las particularidades de donde se cultiva", detalla.
Es que, a diferencia de los clásicos Malbec donde abunda la fruta roja, el lugar tan particular de Altamira y el tipo de vinificación, le imprime un estilo totalmente diferente.
"En lugar de hablar tanto de la fruta, acá entramos en un viaje que habla más de las características de los suelos", comienza diciendo Sebastián.
De hecho, recalca que "trabajamos buscando evitar la invasión de la fruta. Por eso aparecen notas que tienen más que ver con las hierbas, con la salvia, con el hierro o la cáscara de naranja. La fruta está porque el Malbec tiene esa fruta, pero lo que buscamos, por como cultivamos y cosechamos, es que haya más capas", agrega.
En lo que hace a su desarrollo en boca, el enólogo explica que "trabajamos mucho para desgrasar los vinos, reducir dulzura; creemos que en este tipo de vinos, necesitamos apoyarnos en la textura, la acidez, en la fase tánica; es decir, que entre con jugosidad, que no es lo mismo jugoso que dulce, y que su final sea salino, jugoso y ácido", plantea.
¿Qué nace de todo esto? En Vinos & Bodegas pudimos degustar Zuccardi Piedra Infinita Gravascal 2018.
Se hicieron poco más de 1.000 botellas de un Malbec de estilo austero austero pero a la vez profundo, donde mandan las frutas negras, los trazos florales y en el que se percibe una atmósfera herbal. En boca es jugoso pero a la vez muestra un paso suelto, con taninos texturados, ligeramente rugosos y esa sensación hoy llamada tiza que se palpa al fondo del paladar. La acidez está marcada, bien marcada, con la energía necesaria para empujar al vino, en un fluir tenso y preciso. Un vino para degustar sin urgencias para percibir la sumatoria de detalles.
"Tiene un nivel de fineza, de equilibrio, de balance… Está todo ecualizado a un punto de detalle alto. En Gravascal hay muchas capas, hay jugosidad, textura, salinidad, equilibrio. Es afinar al máximo lo que podemos producir en ese lugar", recalca Sebastián.