Alberto Arizu: "Hoy estamos produciendo un Cabernet Sauvignon de clase mundial"
Recientemente, Luigi Bosca presentó en sociedad una nueva línea de vinos: De Sangre. Hace unos años, había nacido como una etiqueta pero en la bodega sintieron que había mucha historia por contar y mucho futuro por recorrer y que todo esto no cabía en un solo vino.
Así fue como –en el marco de la celebración de los 120 años de la bodega- crearon una colección de siete etiquetas. Y uno de los protagonistas, sin dudas, es un Cabernet Sauvignon, que conjuga uvas de parcelas de Las Compuertas y Agrelo, en Luján de Cuyo, y de Gualtallary y Altamira, en Valle de Uco y que alumbran un vino complejo, equilibrado y sofisticado. Un vino que además, sintetiza el objetivo que tienen en la bodega: posicionar al Cabernet Sauvignon argentino en la elite mundial.
"Cuando acá se tomaba un falso borgoña, nosotros empezamos hablando de varietales. De hecho, la primera variedad que lanzamos, y lo señalamos en la etiqueta, fue un Cabernet Sauvignon. Así que la historia de Luigi Bosca está íntimamente relacionada con esta cepa", comenta Alberto Arizu, CEO de la bodega, quien agrega que "poseemos un material genético muy importante, que hoy como bodega nos da todas las ventajas para producir un Cabernet Sauvignon de clase mundial".
-Cuando se habla de vinos de Argentina, lógicamente se habla de Malbec. ¿Cómo entra a tallar el Cabernet Sauvignon, especialmente cuando hay una competencia global tan fuerte?
-Cabernet Sauvignon se cultiva en casi todas partes del mundo y explica el 16% del consumo mundial. Pero hay una realidad: si solo construimos nuestra imagen y basamos la estrategia en el Malbec, nunca saldremos de la burbuja, que prácticamente está dominada por la Argentina. Por eso considero que para transformarnos en un jugador internacional hay que competir con Malbec, pero también con otras variedades, incluso con blancos. Eso no significa prestarle menos atención al Malbec; por el contrario, tenemos la bendición de contar con una variedad que nos simboliza; somos muy privilegiados de poder ofrecerle al mundo este tipo de vinos con buen color y con corazón dulce. Estamos haciendo un trabajo extraordinario como país con el Malbec y mostrando la diversidad de los terruños. Pero recalco nuevamente: para crecer, para transformar marcas locales o regionales en globales, es fundamental competir contra los mejores del mundo. Por eso nosotros hemos elegido al Cabernet Sauvignon.
-Y la apuesta es con un blend de terroirs complejo…
-Sí, seleccionamos lugares muy extremos y fríos, como Gualtallary y Altamira, junto a otras zonas donde las variedades están más asentadas, como son Las Compuertas y Agrelo. El concepto fue aprovechar las características diferenciales de cada terruño para lograr un vino con más balance y equilibrio y también con personalidad para, como decía, competir con los mejores del mundo. En el caso del Malbec, tenemos un recorrido de muchísimos años; ya está instalado en el mundo, transitamos una etapa. Ahora, estamos en la parte más complejo: identificar a la variedad con los terruño; estamos de alguna manera en el "segundo tiempo" del Malbec. En el caso del Cabernet Sauvignon, la estrategia es diferente, porque competimos contra todos, y ahí es fundamental apelar a todas las herramientas. Y por eso la idea de aprovechar el valor agregado que nos dan determinadas regiones y microterroirs para lograr un vino totalmente perfeccionado, balanceado.
-¿Cuánto trabajo hay detrás de este nuevo Cabernet Sauvignon de la línea De Sangre? ¿Y cómo fue el trabajo junto al enólogo, Pablo Cúneo?
-Este vino en particular y la nueva colección en general es un proyecto que ha demandado muchísimo tiempo. Con Pablo veníamos de realizar muchas investigaciones y la pandemia, que fue compleja para la industria, nos permitió dedicarle una cantidad de tiempo monumental a De Sangre. Como variedad, la uva Cabernet Sauvignon es muy compleja, y hace mucho tiempo que venimos poniendo foco en estudiar las características de los diferentes terroirs y, a partir de una cantidad enorme de microvinificaciones, casi infinita diría, para dar con el estilo que queríamos: un estilo de Cabernet Sauvignon más atractivo, más seductor, con concentración de frutas negras y especias, tipo pimienta, con buena entrada de boca, taninos dulces y redondos. Un vino que de placer.
-Hace un par de años remarcabas que se estaban haciendo los mejores vinos de su historia, ¿reafirmás ese concepto?
-Definitivamente, lo dije antes y lo digo ahora: estamos haciendo los mejores vinos de toda la historia. Venimos acumulando muy buenas cosechas y, junto al expertise y al talento humano, junto con la experiencia que hemos acumulado en todos estos años, hoy estamos haciendo vinos de excelencia.
-Con motivo del lanzamiento de De Sangre, imagino que degustaron muchas cosechas anteriores de Cabernet Sauvignon. ¿Con qué se encontraron?
-Sí, abrimos muchos vinos; probamos mucho de los años ’80 y ’90 y es muy grato encontrar vinos de hace varias décadas que, más allá del nivel de oxidación lógico, todavía estén perfectamente bebibles, que tengan frescura y taninos presentes, con una aromática pura. Es una enorme satisfacción. Pero también nos hace reflexionar sobre todo lo que hemos evolucionado en todos estos años: antes los vinos pasaban unos años en grandes toneles; ahora apuntamos a lograr vinos más transparentes, que reflejen el terroir. Para ello, contamos con una bodega preparada para recibir la uva en los diferentes puntos de cosecha; también venimos realizando un importante trabajo de estudio del suelo, con calicatas y mapas térmicos y trabajamos en un sistema de riego en función de cada suelo. Con un análisis tan preciso, podemos intervenir menos, para que las uvas lleguen en condiciones óptimas. Y esto nos está permitiendo avanzar en un trabajo para lograr la certificación orgánica. Es uno de los proyectos más ambiciosos que nos hemos trazado, pero no vamos por una certificación para la etiqueta; es un compromiso de la familia con los recursos naturales, por el convencimiento de que somos custodios de los recursos sean sustentables para las próximas generaciones y esto requiere de mucho conocimiento, de una fuerte inversión. Tenemos 120 años de historia y contamos con viñedos con más de 100 años y eso es un motivo de orgullo. Y, para que esto trascienda y perdure en el tiempo, es importante que preservemos nuestros recursos.