Otto Suter, un hombre que encontró en San Rafael el suelo para cumplir sus sueños | Por Daniel Balmaceda
En Alsacia, ciudad famosa por haber sido disputa constante entre Alemania y Francia durante trescientos años, nació Otto Rudolf Suter el 20 de mayo de 1864. Hijo de un suizo muy estricto, aprendió de su padre la cultura del trabajo y desde pequeño, más allá de los estudios, se vinculó a los secretos de la elaboración del vino.
En la adolescencia decidió abandonar la escuela. Su padre le dijo que en esas condiciones no podía quedarse con ellos. Otto resolvió irse de la casa paterna.
Su plan era marcharse con Anna Isler, el amor de su vida. Por eso le hizo dos propuestas irresistibles a su novia: matrimonio y un viaje a la República Argentina.
La pareja de recién casados desembarcó en Buenos Aires a mediados de la década de 1880. Se establecieron en la provincia de Santa Fe, en la localidad de San Gerónimo, donde existía una gran colectividad suiza.
La actividad que lo apasionaba, la vitivinicultura
No bien se instalaron, Otto se dedicó a la siega o corte de pastos para alimentar ganado mientras averiguaba qué región del territorio era la más propicia para desarrollar la actividad que lo apasionaba: la vitivinicultura.
La respuesta llegó pronto: Mendoza. Allí vivía el presbítero Manuel Marco, poseedor de varias hectáreas en San Rafael, que tenía como propósito hacer productivas estas tierras. Quiso el destino que el interés del capellán coincidiera con el anhelo del suizo. Marco le entregó siete hectáreas a Suter y éste se comprometió a trabajarlas. Así, en 1897 el sueño de la bodega propia comenzó a hacerse realidad.
Mientras la familia Suter iba creciendo –tuvieron cinco hijos– Anna y Otto pusieron en funcionamiento el negocio de elaboración y producción de vinos. En un principio el emprendimiento se circunscribía a una sencilla bodega instalada en un galpón de adobe. Hacia el año 1900 salieron las primeras muestras que se lograron moliendo en forma rudimentaria las uvas Pinot Blanco, de cepas traídas al país por colonizadores franceses. Fueron los primeros diecisiete barriles producidos por un suizo en territorio argentino.
En 1910 la familia Suter importó de Suiza barbechos de Riesling y Merlot que dieron origen a su afamado vino. El emprendedor suizo se especializó en uvas blancas. Solía decir: "Quien quiera tomar vino Suter, que tome blanco". El primer blanco de la bodega, el de los diecisiete barriles, se llamó Valle Hermoso.
Algo más que producción y comercialización
Pero Otto Suter entendió que el desarrollo de su bodega requería de algo más que producción y comercialización, por eso se convirtió en uno de los principales impulsores de la Cámara de Comercio, Industria y Agricultura de San Rafael, fundada en 1919. También llegaron los reconocimientos. En 1924 los vinos Suter recibieron el diploma de honor y medalla de oro en la Exposición de la Industria Argentina.
En 1936, a los 73 años, murió Otto Suter. Su hijo Juan, que era enólogo, se puso al frente de la empresa. Pidió colaboración a Federico, el único hermano varón con quien mantenía relación. Así, Juan se ocupó de la producción y Federico de la administración de la bodega. Los hermanos trabajaron a la par haciendo crecer lo que alguna vez fue un sueño para su padre.
Conducción nueva y políticas nuevas
Un acertado cambio en la estrategia histórica de la marca sorprendió al mercado: a partir de 1938 Suter empezó a elaborar vinos tintos. El primer tinto de la bodega se llamó Retus –Suter al revés– y se lanzó a la venta en 1942.
En 1965 murió Juan Suter y Federico, al ver que ninguno de los hijos de su hermano mostraba interés en continuar con el negocio familiar, decidió comprar su parte y quedarse con el ciento por ciento de la bodega.
El siguiente paso fue ocuparse de la exportación de los vinos que, si bien eran conocidos en el mundo –el año de la muerte de Juan los vinos Suter recibieron la medalla de oro en el Primer Concurso Internacional de Vinos y Coñacs en Tiflis, ex URSS– comenzaron a exportarse a México y Canadá, entre otros países.
Poco antes de cumplir ochenta años, en 1979, Federico Suter murió y la bodega quedó a cargo de sus hijos Alberto y Carlos. La familia Suter se destacó por ser muy buenos empleadores y vecinos, muy queridos en San Rafael. Se ocuparon de la comunidad que los vio crecer fundando escuelas y hasta un barrio para sus empleados.
Otto y Anna, de Alsacia a San Rafael, cuna de los vinos Suter. Hablamos, nada menos, del sueño de un inmigrante que encontró en nuestro suelo la tierra fértil para cumplirlos.