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Vinos argentinos: 10 tendencias que marcarán la agenda del 2020

En esta producción de Vinos & Bodegas entérate de qué es lo que está marcando la agenda entre enólogos, bodegueros y consumidores
VINOS & BODEGAS - 31 de Diciembre, 2019

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El del vino es un mercado complejo, en el que interactúan múltiples actores: bodegas, con su lógica mirada comercial; enólogos, consumidores y comunicadores, entre otros eslabones.

En ese juego de interacciones, se vuelven muy palpables ciertas tendencias que marcan el rumbo de la industria.

En esta producción de Vinos & Bodegas te contamos de qué se está hablando hoy y de qué se hablará en 2020:

1. Resurgimiento de la Bonarda

 

La Bonarda estuvo "condenada" durante décadas a servir como uva genérica para alumbrar vinos económicos.

Fue a comienzos de los años 2000 cuando un grupo de enólogos inquietos comenzó a pensarla, desde el viñedo, como una variedad con gran potencial para la alta gama.

Así, con un trabajo fuerte desde lo agronómico y luego en bodega, comenzaron a surgir vinos Bonarda de mayor calidad enológica.

¿El resultado? Un crecimiento de la superficie de viñedos, muchos de los cuales se emplazaron en nuevas zonas, como el Valle de Uco: en 2002 había poco más de 15.650 hectáreas y para 2006 la cifra ya había trepado por encima de las 18.000.

Pero la historia tuvo sus altibajos. En los últimos años los envíos al exterior estuvieron amesetados (como sucedió en general con el vino argentino) y esto, sumado al bajo dinamismo del mercado interno, con un consumo per cápita perforando el piso de los 20 litros anuales, determinó que por un tiempo no hubiera grandes novedades en torno a esta cepa. Incluso, desde 2014 la superficie se retrajo en casi 700 hectáreas.

Sin embargo, en 2019 la variedad definitivamente volvió a brillar, de la mano de múltiples lanzamientos en la alta gama. ¿La novedad? Los enólogos se están empezando a enfocar no ya en obtener el máximo potencial de la variedad, sino mostrar su plasticidad en función del terruño.

Durigutti, Trivento y Nieto Senetiner son algunas de las bodegas que marcaron tendencia en 2019. Y se prevé que esta tendencia se mantenga a lo largo del 2020.

2. El auge de las burbujas

 

El 2019 fue un año sumamente complejo para la industria vitivinícola. Si bien el despacho de vinos, según el Observatorio Vitivinícola Argentino, venía creciendo a un ritmo del 3% hasta septiembre en términos interanuales, con unos 6,5 millones de hectolitros, los actores de la cadena señalan que una cosa son los despachos y otra diferente es el consumo, que está tocando los 18 litros per cápita, el nivel más bajo del que se tenga registro.

La categoría de vinos espumantes no escapa de esta difícil tendencia. Sin embargo, las marcas siguen apostando fuerte al mercado interno, como una forma de no resignar market share.

Y lo interesante es que los lanzamientos se fueron multiplicando en todos los segmentos de precios. Navarro Corras, con su línea Dolores; Latitud 33, con tres nuevas etiquetas; Cruzat, con un nuevo Millésime y un espumante dulce; Salentein, con un blanc de blancs son algunas de las tantas novedades que llegaron al mercado en los últimos meses.

3. El vino en lata es una realidad

 

Luego de muchas promesas, el vino en lata desembarcó en el mercado argentino, con el objetivo de ganar espacio en nuevas situaciones de consumo.

Las bodegas que ya están presentes y dando pelea son Finca Las Moras, con dos productos: Sweet y Sweet Pink y Santa Julia, que acaba de presentar un Chenin dulce.

Además, New Age, la marca de Bodegas Bianchi, estará presentando su propio producto en 2020. Y se rumorea que una bodega chilena estará desembarcando en el mercado argentino con vinos en lata del país trasandino.

"Nos planteamos como objetivo diversificar nuestra oferta incorporando la lata. Así, podremos satisfacer la opción que demanda el consumidor actual, aumentar la penetración en hogares y fundamentalmente, ganar nuevas ocasiones de consumo hoy restringidas o muy limitadas por el envase de vidrio", afirmó Adrián Cura, gerente de Marketing de Bodegas Bianchi.

Alfredo Sáenz, que dirige la cadena de vinotecas enoGarage y la distribuidora Umami, aseguró que "el mercado está más maduro para vencer el prejuicio de que el vino solo se toma en botella de 750 cm3 y con corcho".

"Evolucionó el consumidor, existen nuevos canales de venta y hay nuevas categorías de vinos, lo cual da una nueva oportunidad a las nuevas presentaciones", resaltó.

Considerando que para 2020 ya están confirmadas varias novedades, todo indica que será el año de la consolidación de ese formato.

4. Vinos de terruño

 

En los últimos meses hubo una verdadera revolución del terroir en la Argentina. Más bodegas vienen expandiendo las fronteras y lanzando líneas conformadas por varias etiquetas que tienen como objetivo mostrar cómo, a partir de un mismo estilo enológico, se pueden lograr ejemplares de lo más diversos, de la mano de las diferencias que el suelo y el clima les imprime a las uvas.

Son vinos que, en definitiva, llegan para desafiar a los "incrédulos" del terroir. Además, ratifican la importancia de implementar una comunicación diferencial que apunta a los consumidores que buscan hilar más fino y que están decididos a recibir información con más valor agregado por parte de las bodegas.

Los lanzamientos fueron numerosos: Trivento viene de lanzar su familia de vinos Gaudeo: son tres ejemplares de distintas zonas de Valle de Uco, hechos por el mismo enólogo (Germán Di Césare) y con el mismo estilo pero que muestran, como es de esperar, muchas diferencias entre sí. Algunas son sutiles; otras, muy marcadas.

Otra bodega que avanza en esa dirección es Terrazas de los Andes, comandada enológicamente por Gonzalo Carrasco: acaba de presentar una nueva línea de vinos, denominada Apelación de Origen, con la que busca, justamente, sintetizar la esencia de tres terruños claves y poner toda esa información dentro de una botella.

Trapiche, que hace bastante tiempo viene trabajando en resaltar el terroir –de hecho, fue la primera en expandir la frontera vitivinícola con sus vinos elaborados en Chapadmalal-, ahora está dando un paso más con el inminente lanzamiento de su línea Perfiles.

Bodega Séptima, que está emplazada en Agrelo, Luján de Cuyo, es otro de los establecimientos que dio el salto, buscando producir en diferentes zonas del Valle de Uco, con su línea "Tierra".

5. Vinos menos intervenidos

 

La sustentabilidad, especialmente en el rubro alimentos y bebidas, va ganando cada vez más espacio.

Desde huevos obtenidos a partir de gallinas que se alimentan y viven fuera de jaulas, hasta frutas y verduras sin pesticidas, son muchas las alternativas que los consumidores encuentran hoy en el mundo; y la Argentina no es ajena a esta tendencia.

Y esto también se viene observando en la industria vitivinícola: cada vez son más las bodegas que incursionan en prácticas agroecológicas y que están reconvirtiendo viñedos para obtener la certificación orgánica.

Pero la última tendencia no es ya asegurar que no se utilizaron agroquímicos para tratar las plantas: ahora se están imponiendo los vinos -también orgánicos- sin uso de sulfitos o anhídrido sulfuroso (SO2), que funciona como agente antioxidante y tiene un efecto protector, evitando que proliferen aromas indeseados.

Sin embargo, hay cada vez más bodegas que apuntan a alumbrar ejemplares sin sulfitos o con contenidos que estén muy por debajo de los límites permitidos.

En general, hay un trasfondo filosófico detrás de esta búsqueda. Pero también, muchos enólogos están convencidos de que un vino sin sulfitos se expresa con una paleta mucho más definida y viva.

6. Más indicaciones geográficas

 

La ley 25.163, que regula la denominación de vinos, en su artículo 4° plantea que una IG es el nombre que identifica un producto originario de una región, una localidad o un área de producción delimitada del territorio nacional no mayor que la superficie de una provincia o de una zona interprovincial ya reconocida.

Además, establece que la IG solo se justificará cuando determinada calidad y las características del producto sean atribuibles fundamentalmente a su origen geográfico.

En este contexto, el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) acaba de aprobar la creación de la indicación geográfica (IG) San Pablo, localidad emplazada en el Valle de Uco, Mendoza.

La iniciativa correspondió a tres bodegas (Salentein, Tapiz y Zuccardi), que trabajaron durante más de cuatro años junto a la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Cuyo y el propio INV para obtener esa categoría. Esta IG se suma a otras ya existentes en Mendoza, como Paraje Altamira, Vista Flores, Agrelo, El Cepillo o Los Chacayes.

Por eso, es de esperar que más IG ganen protagonismo en las  etiquetas de vinos, de la mano de más bodegas que buscan destacar las cualidades de la zona y su impacto positivo en la calidad de la uva.

7. Vinos más australes

 

La provincia de Chubut viene haciendo cada vez más ruido con los vinos más australes de la Argentina.

Uno de los emprendimientos más reconocidos de la nueva vitivinicultura patagónica es Casa Yagüe. A partir de dos hectáreas de viñedos, emplazados en el valle de Trevelin, a 12 kilómetros de la frontera con Chile y a pasos del río Futaleufú, en Chubut, alumbran un Chardonnay que habla el idioma de la frescura.

Días atrás se presentó otro proyecto: Otronia, que posee unas 50 hectáreas de viñedos orgánicos en el centro sur de Chubut, a casi 50 kilómetros del límite con Santa Cruz. Allí plantaron Pinot Noir, Merlot, Chardonnay, Gewürztraminer y Pinot Gris.

En momentos en los que se premia la frescura y el mundo comienza a mirar terroirs emplazados en zonas más frías, como consecuencia del cambio climático, los vinos más australes están llamados a ocupar un lugar cada vez más relevante.

8. Una industria más sustentable

 

La industria vitivinícola está cada vez más atenta a una variable clave como es la sustentabilidad. Y esto incluye el uso de botellas más livianas, inversiones en tecnología en bodega para mejorar la eficiencia energética y el uso del agua y la utilización de materiales reciclables y biodegradables.

En esa misma línea van las empresas de tapones, que están utilizando materias primas de origen vegetal.

Andrés Belinsky, CEO de Vinventions Sudamérica, aseguró que la compañía viene creciendo a doble dígito y este 2019, en la Argentina, alcanzaron los 290 millones de tapones comercializados, convirtiéndose en uno de los líderes del sector.

Lo interesante es que dentro de su portfolio viene ganando cada vez más terreno la línea de tapones naturales, derivados de la caña de azúcar, lo que los convierte en una alternativa sustentable y amigable con el medioambiente.

Cuando se le consulta qué importancia le asignan a la variable "sustentabilidad" los consumidores de mercados del exterior y de la Argentina y qué exigen en consecuencia a la industria vitivinícola, Belinsky asegura que "sobre todo en Europa, le dan gran importancia al desafío de la Sustentabilidad. Cada vez más cadenas comerciales de vino fijan imposiciones estrictas, controlar los insumos, el packaging, etc. Esto se debe a que los consumidores del futuro son los jóvenes que hoy están realizando huelgas por el cambio climático".

"El panorama de los consumidores millennials y centennials pone el tema de la sustentabilidad en la agenda de crecimiento de cualquier empresa moderna. Europa, al tener mayor desarrollo en políticas gubernamentales con relación al cuidado del medio ambiente, marca el camino para el resto de los mercados, incluyendo a la Argentina", explica.

9. El boom de la Criolla

 

La de la Criolla, es una historia de apogeo, caída y resurrección. Cuando lo único que importaba era elaborar litros y litros, sin ponerle tanto foco en la calidad, la Criolla Grande arrasaba. De hecho, fue en parte responsable de que, por aquella época, se hayan arrancado 20.000 hectáreas de antiguos viñedos de Malbec, un verdadero patrimonio nacional.

Sin embargo, con los años llegaron los vientos de cambio: el consumo cayó estrepitosamente y, desde ese entonces, cada litro per cápita que se dejó de comercializar en el mercado interno jamás se volvió a recuperar.

A esto se sumó que los vinos más golpeados por el desplome de la demanda fueron los blancos. Y la Criolla Grande siempre tuvo como uno de sus principales destinos la producción de vinos blancos escurridos "low cost".

En paralelo, los bodegueros entendieron que para crecer había que abrirse al mundo. Y eso implicaba acelerar el proceso de reconversión y apuntar a uvas -y por lo tanto vinos- de más calidad.

Esto, condenó al ocaso a la variedad Criolla Grande, una de las tantas cepas que se engloban dentro del grupo de uvas "criollas", como se denomina a aquellos ejemplares que se propagaron en esta parte del mundo durante la época colonial.

Sin embargo, como quien busca un diamante en el barro, en los últimos años más enólogos se han lanzado a la difícil y ambiciosa tarea de producir vinos de alta calidad a partir de esta bastardeada cepa.

Uno de los protagonistas de esta gesta es Pablo Durigutti quien, junto a su hermano Héctor, están tratando de rescatar la historia de la uva Criolla bajo la línea de vinos denominada "Proyecto Las Compuertas".

"Lo llamamos el vino de pueblo", asegura Pablo.

Otro enólogo que está en el camino de la exploración es Santiago Mayorga, de Cadus Wines, que produce un ejemplar bajo la línea Signature Series.

Bodega Trivento hizo lo propio: su enólogo, Germán Di Césare, buscó viñedos antiguos y la vistió de frac, ofreciendo un 100% varietal en una de sus líneas de más alto precio.

10. La salud, variable clave

 

No hay cifras precisas, pero se estima que más del 2% de la población es vegetariana. Y, cada vez pisa más fuerte la tendencia del veganismo, es decir, consumidores que no ingieren ningún producto derivado de los animales, incluyendo huevos, lácteos o miel. Ahora, ¿qué sucede con los vinos?

En este contexto, en las góndolas de la Argentina empiezan a verse los primeros vinos con sello "apto vegano", lo cual, a primera vista, puede sorprender: ¿no es acaso el vino el resultado de la fermentación de la uva? ¿Dónde radicaría el conflicto y por qué un vino tiene que tener esta etiqueta para que lo pueda consumir alguien que optó por ser vegano?

El punto central es que, aunque cada vez están menos difundidos en la industria vitivinícola, todavía hay insumos que se utilizan en la elaboración –más precisamente, para clarificarlos- que pueden provenir del reino animal, como gelatina, ovoalbúmina, o caseinato.

Por eso es que empezaron a aparecer bodegas que informan que no utilizan insumos que provienen del reino animal e incluyen el sello "Apto vegano" en sus vinos.

Algo similar ocurre con los vinos que son aptos para celíacos: si bien en el proceso de elaboración no se utilizan insumos con TACC, las bodegas que obtienen el sello están certificando que los insumos que entregan los proveedores están controlados y no hubo contaminación cruzada.

Se espera que esta tendencia gane cada vez más terreno en la industria del vino.

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