Tendencia en vinos: la Bonarda vuelve a brillar en la Argentina
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La historia reciente de la variedad Bonarda bien podría ser un capítulo en la vida de un boxeador, con caídas y resurgimientos.
Condenada durante décadas a servir como uva genérica para alumbrar vinos económicos, a comienzos de los años 2000 un grupo de enólogos inquietos comenzó a pensarla, desde el viñedo, como una variedad con potencial para la alta gama.
Así, con un trabajo fuerte desde lo agronómico y luego en bodega, comenzaron a surgir vinos Bonarda de mayor calidad enológica. Algunos de los protagonistas de este boom fueron los hermanos Pablo y Héctor Durigutti, quienes desde Las Compuertas comenzaron a expandir la frontera de la calidad.
Le siguieron otras bodegas. Y, ante el potencial de demanda interno y externo, esto se tradujo en un crecimiento de la superficie: en 2002 había poco más de 15.650 hectáreas y para 2006 la cifra ya había trepado por encima de las 18.000.
Sin embargo, en los últimos años, con exportaciones que en general estuvieron amesetadas y frente a un bajísimo dinamismo del mercado doméstico, la Bonarda fue perdiendo terreno: así fue como desde 2014 la superficie se retrajo en casi 700 hectáreas.
Pero este proceso también estuvo acompañado por un período de quietud por parte de la industria, que había dejado de alumbrar novedades en el segmento de alta gama.
Sin embargo –regresando al paralelismo con el boxeo-, la variedad vuelve a brillar de la mano de nuevos vinos de alta gama, como los que por estos días están presentando Durigutti, Trivento o El Porvenir de Cafayate.
Justamente, la directora de la bodega salteña, Lucía Romero, plantea que "evidentemente hay un auge de esta variedad".
"Pienso que hay posibilidades de crecimiento en las exportaciones si empiezan a surgir vinos Bonarda que expresen más la fruta, que sean más fáciles de tomar, atractivos como el Malbec que conquistó al mundo", plantea.
Potenciar la Bonarda
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Héctor Durigutti, señala que potenciar una variedad nunca es fácil: "Es un trabajo que requiere una visión a largo plazo, sujeto a que la Bonarda tuvo una mala imagen durante muchos años por ser una cepa destinada a vinos más de cantidad que de calidad".
"Históricamente estuvo asociada a un segmento de precio bajo y con una percepción de calidad regular, por lo que siempre fue un gran desafío como enólogos interesados en reposicionar esta variedad darle relevancia, dotarla de una entidad propia", señala.
Por eso, considera que resultará clave avanzar con un trabajo mucho más integral: "La zona este de Mendoza es fuerte en producción de la Bonarda, pero claramente hay que cambiar la orientación hacia donde se quiere ir con ella. Está demostrado que se pueden hacer muy buenos vinos alta gama de Bonarda, pero para posicionarla no solo debe ser un esfuerzo aislado de algunas bodegas sino un trabajo integral de una provincia".
Como se mencionó, Héctor, junto a su hermano Pablo, estuvieron entre los pioneros a la hora de pensar a la Bonarda como uva de calidad. Y siguen ayudando a consolidar la percepción de que Bonarda también puede ser sinónimo de alta gama.
"Durigutti Family Winemakers siempre apostó por la Bonarda, principalmente por el vínculo con nuestro origen: Rivadavia. Cuando nos trasladamos a Las Compuertas quisimos traer esa cepa emblemática y plantarla en nuestra finca, en primera zona, y darle así más relevancia a esta variedad. Hoy se está poniendo mucho foco en los vinos de origen, y ahí pienso que la Bonarda vuelve a tomar protagonismo", explica Héctor, quien está impulsando, justamente, un interesante proyecto en esa zona de Luján de Cuyo, con vinos que hablen del terroir.
Sin embargo, con un mercado interno que ha perforado el piso de los 20 litros per cápita, ¿hay espacio para crecer con esta variedad? Responde Héctor Durigutti: "Para nosotros, en el mercado interno, la Bonarda es un producto muy bien aceptado, en el que vamos creciendo año tras año en producción y volumen de ventas también, especialmente con el vino de la gama inicial etiqueta negra, Durigutti Bonarda, aunque también con la categoría superior del reserva".
"Los consumidores son permeables a probar otras cepas y cada vez más aceptan esta variedad cuando la descubren", afirma.
Desde El Porvenir de Cafayate, Romero explica que "si bien los consumidores siguen buscando Malbec, el público está abierto a novedades, a vinos diferentes y es por eso que hemos lanzado una nueva línea llamada 'Pequeñas Fermentaciones', que fue destinada para el mercado interno, principalmente".
Por cierto, la bodega, que cuenta con la enología de "Paco" Puga, el año pasado había lanzado otra etiqueta elaborada a partir de esa variedad, dentro de la línea Laborum Parcela y que hoy se comercializa a un valor de $1.260.
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Novedades en el mercado
Como se dijo, en los últimos meses aparecieron cosas nuevas e interesantes para descubrir.
Trivento es una de las bodegas que está apostando fuerte por esta variedad, con el lanzamiento de su nueva etiqueta Golden Reserve Black Series Bonarda, que llega a un precio sugerido de $900.
Es un Bonarda vestido de manera elegante. Primero impacta con su clásica fruta roja, bien brillante, que ya es un sello de la enología de Germán Di Césare. Sobreviene luego una atmósfera herbal y cierra con una madera que apenas se intuye, entregando ese recuerdo que queda en las cajas de puros. Al paladar es preciso, de avance largo, bastante compacto, prolijo. Está bien pulido y su perfil es seco.
Va a ser un vino ideal si buscás el costado elegante y sutil del Bonarda. Es decir, no esperes taninos gordos, redondos y fuegos de artificio.
En Salta, el Porvenir de Cafayate está haciendo lo propio con Pequeñas Fermentaciones, una línea en la que, según Romero "no buscamos hablar de suelo o de terroir sino más del estilo de elaboración".
"En el caso del Bonarda de la línea Laborum de Parcela buscamos un estilo de paso por barrica y mucha concentración. Para este nuevo vino, en cambio, elegimos otro camino: lo elaboramos con racimo entero, con maceración carbónica, al estilo Beaujolais, para potenciar la fruta y la frescura natural", agrega la bodeguera.
Se elaboraron apenas 3.400. Se trata de algo pequeño, pero diferente. Y eso tiene un altísimo valor para Romero: "Es distinto a lo que estamos acostumbrados a encontrar en los Valles Calchaquíes, así que el efecto sorpresa va a ser positivo".
Vinos & Bodegas degustó este ejemplar y, ya al inicio, se siente que hubo un trabajo con maceración carbónica, que le imprime un plus muy característico a la fruta. Trazando paralelismos, es como pasar una foto por un filtro que realza los colores. Esto mismo pasa con los aromas: la fruta se vuelve intensa, profunda, fresca, crujiente y brillante. En boca es un vino jugoso, pero no gordo, es híper fluido y va al ritmo de una acidez constante que le imprime un estilo vibrante que escapa bastante al registro de lo que se asociaría con un vino tinto clásico de Cafayate.
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En paralelo, los hermanos Durigutti acaban de presentar Proyecto Las Compuertas Charbono 2018 ($808). Esta última es una uva que tal vez no te resulte conocida, pero no es otra cosa que Bonarda. Sucede que "Charbono" es como se conoce a esta cepa en algunos mercados del exterior, como Estados Unidos.
"Hoy se presenta un nuevo desafío que va más allá del mercado interno. Nuestro objetivo es poder ser competitivos en un mercado de exportación clave, como Estados Unidos. Entonces, esta decisión responde a nuestro foco en desarrollar este vino como producto de exportación y aspirar a competir en un segmento de precio mayor", explica Héctor.
Sobre cómo decidieron elaborarla como varietal, el enólogo detalla que "la encontramos mezclada entre el Malbec de más de 100 años, y decidimos reproducir su material genético para obtener una Bonarda 100% de Las Compuertas, porque esta variedad siempre estuvo en nuestro interés y nos caracterizó, dado que con mi hermano crecimos en el este mendocino, la zona de mayor producción de Bonarda".
¿Y qué ofrece? Ante todo, se destaca por la fruta roja, súper intensa, acompañada por notas de hierbas y algo balsámicas. En boca es jugoso, redondo, de taninos definitivamente amables que jamás incomodarán al paladar, sumando un pulso ácido sutil pero que alcanza para darle brío. Deja flotando una rica sensación a frutas negras que permanecerán un largo rato.
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