Vinos que hay que probar: 6 etiquetas para redescubrir Salentein
"Hace 20 años iniciamos un trabajo que sabemos no va a tener fin". De esa forma simple pero precisa, el ingeniero agrónomo de Salentein, Gustavo Soto, resumió un poco el espíritu que rodea al equipo que forma parte de la bodega y que viene elaborando vinos con el sello del Valle de Uco.
Por un lado, están en pleno balance, mirando todo lo que recorrieron en las últimas dos décadas y analizando la enorme transformación que experimentó esta región de Mendoza en ese lapso. Es cierto que allí se venían elaborando vinos por más de un siglo, pero la realidad (dato no menor) es que sólo en la parte baja del valle, no en la altura, por la falta de agua.
Por otra parte, la reflexión de Soto anticipó el proceso en el que se ha embarcado la bodega, que viene potenciando su departamento de investigación, con mucho acento en las microvinificaciones y un profundo estudio de suelos, una tarea realmente compleja teniendo en cuenta que la bodega posee 740 hectáreas plantadas y que, en el mediano plazo, apuntan a sumar otras 300.
Es un rompecabezas difícil de armar, más aún cuando se trabaja en una zona donde no había experiencias previas.
"El valle como se lo conoce hoy antes no existía, es bastante nuevo: recién en 1992, gracias a la introducción del riego por aspersión se comenzó a plantar por encima de los 1.100 metros", agregó Soto.
A partir de ese momento, se abrió un mundo nuevo para la vitivinicultura de esa región: las bodegas comenzaron a buscar zonas más altas, más frescas y con mayor amplitud térmica, para lograr una madurez mucho más equilibrada, con buen nivel de antocianos pero sin perder la frescura natural.
A esto, claro, se sumó otro factor fundamental y decisivo en el proyecto de "terroirización" en el que se embarcó buena parte de la industria: el estudio de los diferentes perfiles de suelo y su impacto en el estilo de los vinos.
Ahí se abrió un abanico de posibilidades que, en el caso de Salentein, arrancó con una primera cosecha en el año 1999.
"No había vitivinicultura y no había experiencia previa en la altura en la que estamos ahora. Tuvimos que entender cómo influyen el suelo, el clima y la orientación de los viñedos. Requirió de un gran trabajo entender cómo se relaciona toda esa enorme cantidad de variables", agregó, para luego volver a recalcar aquello que mencionó al principio: "Esto no se detiene, no tiene fin".
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En paralelo, el gran arquitecto de los vinos de la bodega, José "Pepe" Galante, que se unió al equipo en 2010, también se permitió una reflexión sobre el complejo camino en el que se embarcó la bodega: "En los años `90 nos decían que por encima de los 1.200 metros el Malbec no iba a madurar".
"Hoy estamos haciendo Malbec single vineyard de clase mundial", agregó, mientras se le dibujaba una pequeña sonrisa en el rostro.
En este contexto, iProfesional te presenta seis etiquetas que resumen un poco el estilo de la bodega, que hoy celebra las 20 cosechas:
Numina Chardonnay 2016 ($500)
¿Qué propone?: un Chardonnay que se entiende desde el inicio y que resume la evolución que ha tenido la vitivinicultura argentina en el sentido de alumbrar vinos con sana madurez y acidez natural. En este caso se perciben notas de frutas de carozo y algo de frutas de pepita, con un dejo a frutos secos y toques propios de la barrica, pero sin pecar de excesivamente goloso. En boca hay una buena cremosidad pero la madera está bien integrada, sumado al plus de una acidez que lo atraviesa y lo hace bien llevadero.
Conclusión: un clásico en línea con la tendencia actual.
Salentein Single Vineyard Finca San Pablo Sauvignon Blanc 2017 ($650)
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¿Qué propone?: si hablamos de frescura, esta etiqueta no puede pasarse por alto. Se trata de un Sauvignon Blanc que proviene de un viñedo emplazado a 1.500 metros de altura, en una de las tres fincas que poseen. Interesante en nariz, donde premia con un toque a hierbas, espárragos y fruta blanca. En boca, en tanto, explota más su perfil cítrico, con un dejo a pomelo blanco muy nítido. De acidez natural intensa, este ejemplar se vuelve filoso y mordiente, pero nunca flaquea: con mucho tacto, los enólogos hicieron un buen trabajo sobre borras para que tanta frescura se apoye en un buen volumen de boca.
Conclusión: el resultado es un vino tan fresco como complejo.
Salentein Single Vineyard Finca San Pablo Chardonnay 2016 ($900)
¿Qué propone?: el Chardonnay se calza un frac a medida con esta línea Single Vineyard, que ofrece un vino de alto vuelo que le compite de igual a igual a otros exponentes del Valle de Uco pero que fácilmente lo doblan en precio. La fruta blanca en alta definición, con toques tropicales muy, muy sutiles, sumado a una nota a miel delicada, lo convierten en un vino expresivo pero no demasiado exuberante. En boca es oleoso y premia con un buen volumen, pero tiene un pulso súper fresco, que estira la experiencia, gracias a su acidez masticable. Pero, importante marcarlo, ante todo hay elegancia. Está a años luz de ser un blanco chispeante.
Conclusión: un Chardonnay vestido de gala, sin ser demasiado solemne.
Salentein Single Vineyard Finca San Pablo Pinot Noir 2016 ($1.000)
¿Qué propone?: los enólogos tomaron dos decisiones cuando elaboraron este Pinot Noir: lo fermentaron en barricas y se evitó el uso de anhídrido sulfuroso, para que se revele un poco más a nivel aromático. Lo que nos gusta de este Pinot Noir elaborado a partir de viñedos ubicados a 1.400 msnm es que en nariz muestra un perfil complejo, pero no estridente: se perciben toques de fruta roja madura, algo de tabaco, un poco de hojas secas y una punta especiada. Al paladar ingresa con cierta intensidad y buen cuerpo y volumen, pero luego su desarrollo responde al ADN clásico del Pinot Noir: tiene un pulso más delicado, con una linda acidez que estira su final y le da un toque de brío.
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Conclusión: elegante, fresco y complejo, sin ser demasiado terroso.
Salentein Single Vineyard La Pampa Malbec 2015 ($1.100)
¿Qué propone?: de los cuatro Malbec que conforman la serie Single Vineyard es, sin dudas, el que tira más hacia el color negro. No hablamos del color específico del vino, sino de su paleta aromática: hay frutas frescas negras, recuerdos a té negro, algo de especias y tabaco. Se luce en el paladar, con un avance pleno, con paso preciso, bien definido, gracias a sus taninos redondos de grano fino. Cierra con mucha carga aromática y una acidez que, si bien está presente, está súper balanceada y nunca desentona.
Conclusión: de esos Malbec para beber y beber, con la garantía de que nunca cansará el paladar.
Alyda Van Salentein Brut Nature ($550)
¿Qué propone?: esta etiqueta es que, además del clásico dueto Chardonnay-Pinot Noir, conjuga Pinot Meunier, una variedad que entrega una buena carga de acidez y con bajos niveles de alcohol. A partir un licor de expedición que los enólogos guardan con muchísimo recelo, elaboran este espumante de atractivo color salmón suave y brillante, que premia con suaves notas de frutas rojas crujientes, algo tropical y un dejo tostado que suma complejidad. En boca, su mousse es delicada y fluida; a nivel aromático muestra un perfil más cítrico, con una acidez que le va marcando el pulso sin romper nunca la armonía.
Conclusión: espumante gastronómico por definición.