¿Por qué fracasa el voto electrónico en la Argentina?
En el contexto electoral de la Argentina, el debate por la implementación del voto por boleta electrónica volvió a estar en agenda. Durante las últimas elecciones PASO, este sistema se ubicó en el eje de la tormenta por las dificultades que generó a la hora de llevarse a cabo en la ciudad de Buenos Aires.
Además de la falla en algunas de las máquinas utilizadas, el gran problema fue que parte del electorado, en su mayoría los adultos mayores, demostró dificultad para comprender el sistema de votación.
Esta modalidad contaba con trayectoria el país, porque se había empleado en las elecciones en Salta en 2009, se repitió en 2015 en la ciudad de Buenos Aires y, en 2017, en las elecciones primarias de la provincia de Chaco. Sin embargo, este sistema siempre disparó un sinfín de debates, entre los que sobresalen su trazabilidad, seguridad y transparencia.
La modalidad electrónica busca eliminar lo tedioso y complicado que resulta suministrar boleta papel a gran escala, sin perder la transparencia, un aspecto fundamental para otorgar legitimidad a los resultados de cualquier elección.
De todas maneras, hay que tener en cuenta que la implementación de un sistema que reemplace el proceso manual acarrea enormes desafíos que deben abordarse desde diferentes ángulos.
¿Por qué no hubo voto electrónico en las elecciones de octubre?
Si miramos al mundo, las urnas electrónicas son usadas total o parcialmente en 30 países, entre ellos los Estados Unidos y Brasil. En el resto de los países bajo sistemas democráticos, varios gobiernos decidieron implementarlas, pero luego dieron marcha atrás.
En 2009, el Tribunal Constitucional de Alemania consideró que la técnica por la que se instrumenta el voto electrónico no garantizaba una "votación secreta" con un control democrático del cómputo.
Esto mismo ocurrió en la Argentina en las PASO: hubo urnas que no funcionaban correctamente, otras se montaban en forma incompleta con faltante de piezas importantes, otras no imprimían y hasta hubo casos en los que el sistema no generaba una salida acorde a las entradas que proveían los usuarios.
Para agilizar el proceso, en varias mesas votaban en simultáneo dos personas, quitándole privacidad al acto de elección. Estas condiciones precipitaron demoras en muchas escuelas donde se realizaron los comicios, y se recuperaron resultados certeros luego de horas de demora respecto del resto del país, y multiplicando las filas. Este conjunto de errores llevó al Gobierno porteño a descartar el voto electrónico para las elecciones de octubre.
¿Qué le falta al sistema electoral electrónico para funcionar?
El avance de la tecnología requiere afrontar, al menos, tres cuestiones centrales: lo tecnológico, lo humano y, por último, la infraestructura. El primer paso para pensar en soluciones tecnológicas innovadoras es la arquitectura.
En palabras simples, comprender qué elementos se requieren para resolver un problema. En el caso del voto electrónico, se pueden identificar tres pilares fundamentales:
- Seguridad y transparencia: la seguridad asociada al almacenamiento de los datos, a su inalterabilidad y a su capacidad de ser auditados son ejes fundamentales de cualquier sistema electrónico de votación. Más aún en este caso, que está directamente relacionado con garantías constitucionales.
- Consistencia: el sistema debe otorgar garantías de que lo electrónico es igual de transparente que el papel: en una marca de agua, un identificador unívoco e inalterable vinculado al votante y a la boleta, un token sujeto a procesos de ofuscación y/o firma (hashing, encriptación, etc).
- Auditabilidad: en comparación con un papel físico dentro de un sobre en una urna, un voto es un registro electrónico. En el caso del sistema electrónico, debe centrarse en la tecnología elegida para abordar el problema y cómo fue instrumentada mediante análisis de código fuente, realización de pruebas y simulación con entornos cuasi reales.
¿El voto electrónico puede convertirse en una solución transparente y escalable?
En la mayoría de los casos, el voto en la Argentina se expresó en forma analógica, por lo que el proceso de adopción implica barreras culturales, no necesariamente generadas por diferencia etaria sino por idiosincrasia, usos o costumbres.
Por eso, es importante que una nueva solución considere estas limitaciones, permita superar etapas de adopción escalonada y guíe fácilmente el uso. Esto requiere de una herramienta pensada para todos los usuarios, que garantice la accesibilidad y que no necesite de una gran curva de aprendizaje.
El último aspecto, es que la infraestructura que habilita el voto electrónico pueda soportar la alta demanda, pero que también se pueda acompañar y llevar adelante en todo el país.
Existen regiones donde la factibilidad se ve perjudicada, ya sea por tratarse de zonas de acceso difícil, o carecer de las condiciones adecuadas como la falta de infraestructura hasta incluso para proveer urnas de madera o cartón.
Posiblemente, este aspecto sea una de las mayores restricciones para implementar el voto electrónico, lo que nos hace pensar en la idea de que pueda convivir en un sistema mixto.
En conclusión, para afrontar un cambio de esta magnitud, y considerando los desafíos que se avecinan respecto a ofrecer un mecanismo igualitario, justo, robusto, fácil de utilizar, seguro y eficaz, se requiere un proyecto a gran escala de implementación y adopción progresivo y escalonado que probablemente conlleve tiempo, planificación, y una inversión considerable.
(*) Federico Catinello, jefe de dirección tecnológica en Startia, y Diego Genise, arquitecto de soluciones en Startia de Ingenia.